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  • El nombre de Dios y los traductores de la Biblia
    El nombre divino que durará para siempre
    • El nombre de Dios y los traductores de la Biblia

      A PRINCIPIOS del siglo segundo, después de la muerte del último de los apóstoles, empezó en serio el apostatar de la fe cristiana predicho por Jesús y sus seguidores. Filosofías y doctrinas paganas se infiltraron en la congregación; surgieron sectas y divisiones, y la pureza original de la fe fue corrompida. Y el nombre de Dios dejó de usarse.

      A medida que este cristianismo apóstata se esparció, surgió la necesidad de traducir la Biblia de sus idiomas originales, hebreo y griego, a otros. ¿Cómo vertieron los traductores el nombre de Dios en sus traducciones? Por lo general usaron el equivalente de “Señor”. Una versión muy influyente de aquel tiempo fue la Vulgata latina, una traducción de la Biblia por Jerónimo al latín de uso cotidiano. Jerónimo vertió el Tetragrámaton (YHWH) mediante el sustitutivo Dominus, “Señor”.

      Con el tiempo, en Europa empezaron a surgir idiomas nuevos, tales como el francés, el inglés y el español. Sin embargo, la Iglesia Católica presentó oposición a traducir la Biblia a estos nuevos idiomas. Por eso, a la vez que los judíos, que usaban la Biblia en el lenguaje hebreo original, rehusaban pronunciar el nombre de Dios cuando lo veían, la mayoría de los “cristianos” oían la Biblia leída en traducciones al latín que no usaban el nombre.

      Con el tiempo, el nombre de Dios volvió a utilizarse. En 1278 apareció en latín en la obra Pugio fidei (Defensa de la fe), por Ramón Martí, un monje español. Ramón Martí usó la grafía Yohouaa. Poco después, en 1303, Porcheto de Selvaticis completó una obra titulada Victoria Porcheti adversus impios Hebraeos (La victoria de Porcheto contra los impíos hebreos). En esta obra él, también, mencionó el nombre de Dios, y lo escribió de varias maneras: Iohouah, Iohoua y Ihouah. Después, en 1518, Pietro di Galatino publicó una obra titulada De arcanis catholicae veritatis (Sobre secretos de la verdad universal) en la cual escribe el nombre de Dios Iehoua.

      El nombre apareció por primera vez en una Biblia inglesa en 1530, cuando William Tyndale publicó una traducción de los primeros cinco libros de la Biblia. En ésta él puso el nombre de Dios, por lo general escrito Iehouah, en varios versículosb, y en una nota para esta edición escribió: “Iehovah es el nombre de Dios [...] Además, cada vez que se vea SEÑOR en letras grandes (excepto cuando haya algún error en la impresión) es, en hebreo, Iehovah”. De aquí, en las versiones en inglés surgió la práctica de usar el nombre de Jehová (Jehovah) en solamente algunos versículos y escribir “LORD” (SEÑOR) o “GOD” (DIOS) en la mayoría de los demás lugares donde aparece el Tetragrámaton en el texto hebreo.

      En 1611 se publicó lo que llegó a ser la traducción inglesa de más extenso uso, la Versión Autorizada. En ésta, el nombre aparecía cuatro veces en el texto principal (Éxodo 6:3; Salmo 83:18; Isaías 12:2; 26:4). “Jah”, una abreviatura poética del nombre, apareció en Salmo 68:4. Y el nombre aparecía en su grafía completa en nombres de lugares tales como “Jehovah-jireh” (Génesis 22:14; Éxodo 17:15; Jueces 6:24). Sin embargo, los traductores siguieron el ejemplo de Tyndale y en la mayoría de los casos sustituyeron el nombre de Dios por “SEÑOR” o “DIOS”. Pero si el nombre de Dios podía aparecer en cuatro versículos, ¿por qué no podía aparecer en todos los demás miles de versículos que lo contienen en el hebreo original?

      Algo similar estaba sucediendo en lo referente al idioma alemán. En 1534 Martín Lutero publicó su traducción completa de la Biblia, que basó en los idiomas originales. Por alguna razón no incluyó el nombre de Dios, sino que usó sustitutivos, tales como HERR (“SEÑOR”). Sin embargo, él conocía el nombre divino, puesto que en un sermón sobre Jeremías 23:1-8, que pronunció en 1526, dijo: “Este nombre Jehová, Señor, pertenece exclusivamente al Dios verdadero”.

      En 1543 Lutero escribió con franqueza característica: “El que ellos [los judíos] ahora afirmen que el nombre Jehová no se puede pronunciar, no saben de qué están hablando [...] Si se puede escribir con pluma y tinta, ¿por qué no debería decirse, que es mucho mejor que escribirlo con pluma y tinta? ¿Por qué no lo llaman también inescribible, ilegible o impensable? Viendo todo el asunto, algo no está bien”. No obstante, Lutero no había rectificado los asuntos en su traducción de la Biblia. Sin embargo, en años posteriores otras Biblias alemanas sí presentaron el nombre en el texto de Éxodo 6:3.

      En los siglos siguientes los traductores de la Biblia tomaron una de dos direcciones. Algunos evitaron por completo el uso del nombre de Dios, mientras que otros lo usaron extensamente en las Escrituras Hebreas, fuera en la forma Jehová, o similares, o en la forma Yahweh, o similares. Consideremos dos traducciones que evitaron el nombre y veamos por qué, según sus traductores, se hizo esto.

      Por qué lo dejaron fuera

      Cuando J. M. Powis Smith y Edgar J. Goodspeed produjeron una traducción moderna de la Biblia al inglés en 1935, los lectores hallaron que en la mayoría de los lugares se habían usado SEÑOR y DIOS como sustitutivos para el nombre de Dios. La razón se explicó en un prólogo: “En esta traducción hemos seguido la tradición judía ortodoxa y sustituido el nombre ‘Yahweh’ por ‘el Señor’ y la frase ‘el Señor Yahweh’ por la frase ‘el Señor Dios’. En todos los casos en que ‘Señor’ o ‘Dios’ representa un ‘Yahweh’ original empleamos letras mayúsculas de tamaño pequeño”.

      Entonces, ¡aconsejando un proceder que varía en gran manera del de la tradición de los judíos que leían YHWH pero lo pronunciaban “Señor”, el prólogo dice: “Por tanto, basta con que el que desee retener el sabor del texto original lea ‘Yahweh’ dondequiera que vea SEÑOR o DIOS”!

      Al leer esto, inmediatamente surge la pregunta: Si leer “Yahweh” en vez de “SEÑOR” retiene el “sabor del texto original”, ¿por qué no usaron “Yahweh” los traductores en su traducción? ¿Por qué, como ellos mismos dicen, ‘sustituyeron’ el nombre de Dios por la palabra “SEÑOR” y así ocultaron el sabor del texto original?

      Los traductores dicen que estaban siguiendo la tradición judía ortodoxa. Sin embargo, ¿es sabio que un cristiano haga eso? Recuerde: fueron los fariseos, los conservadores de la tradición judía ortodoxa, quienes rechazaron a Jesús, y a quienes él dijo: “Han invalidado ustedes la palabra de Dios a causa de su tradición” (Mateo 15:6). Tal sustitución verdaderamente debilita la Palabra de Dios.

      En 1952 se publicó en inglés la Revised Standard Version (Versión Normal Revisada) de las Escrituras Hebreas, y en esta Biblia, también, se pusieron sustitutivos para el nombre de Dios. Esto fue notable, porque la American Standard Version, (Versión Normal Americana) original, de la cual ésta fue una revisión, usó el nombre Jehová (en su forma Jehovah) por todas las Escrituras Hebreas. Por eso, la omisión del nombre fue un sobresaliente cambio de proceder. ¿A qué se debió esto?

      En el prólogo de la Revised Standard Version, leemos: “Por dos razones el Comité ha vuelto al uso más familiar empleado por la Versión del Rey Jaime [es decir, omitir el nombre de Dios]: 1) La palabra ‘Jehovah’ no representa con exactitud ninguna forma del Nombre que se haya usado en hebreo; y 2) el uso de cualquier nombre propio para el Dios que es uno y único, como si hubiera otros dioses de los cuales él tuviera que ser distinguido, fue descontinuado en el judaísmo antes de la era cristiana y es enteramente inapropiado para la fe universal de la Iglesia cristiana”.

      ¿Son sólidos estos argumentos? Pues bien, como ya hemos considerado, el nombre Jesús no representa con exactitud la forma original del nombre del Hijo de Dios que usaron sus seguidores. Sin embargo, esto no persuadió al Comité de modo que éste evitara el uso de ese nombre y, en vez de eso, usara un título como “Mediador”, o “Cristo”. Es verdad que estos títulos sí se usan, pero se usan además del nombre Jesús, no en lugar de él.

      En cuanto al argumento de que no hay otros dioses de los cuales tenga que ser diferenciado el Dios verdadero, eso sencillamente no es cierto. Hay millones de dioses a quienes dirige su adoración la humanidad. El apóstol Pablo señaló: “Hay muchos ‘dioses’” (1 Corintios 8:5; Filipenses 3:19). Por supuesto, hay un solo Dios verdadero, como Pablo pasa a decir. Por eso, una gran ventaja de usar el nombre del Dios verdadero es que esto lo mantiene separado de todos los dioses falsos. Además, si utilizar el nombre de Dios es “enteramente inapropiado”, ¿por qué aparece casi 7.000 veces en las Escrituras Hebreas originales?

      La verdad es que, para muchos traductores, el nombre con su pronunciación moderna no está fuera de lugar en la Biblia. Ellos lo han hecho parte de sus versiones, y el resultado siempre ha sido una traducción que da más honor al Autor de la Biblia y se adhiere con mayor fidelidad al texto original. Algunas versiones de extenso uso que contienen el nombre son la Valera (en español, publicada en 1602), la versión de Almeida (en portugués, publicada en 1681), la versión original Elberfelder (en alemán, publicada en 1871), así como la American Standard Version (en inglés, publicada en 1901). Algunas traducciones, entre ellas la Biblia de Jerusalén, también usan consecuentemente el nombre de Dios, pero con la grafía Yahvéh, Yahweh, o similares.

      Lea ahora los comentarios de algunos traductores que utilizaron el nombre en sus traducciones, y compare su razonamiento con el de los que omitieron el nombre.

      Por qué otros emplean el nombre

      Éste es el comentario de los traductores de la American Standard Version (Versión Normal Americana) de 1901: “[Los traductores] llegaron a la convicción unánime de que una superstición judía, que consideraba al Nombre Divino como demasiado sagrado para pronunciarlo, ya no debe dominar en la versión en inglés del Antiguo Testamento, ni en ninguna otra [...] Este Nombre Conmemorativo, explicado en Éx. III,: 14, 15, y enfatizado vez tras vez como tal en el texto original del Antiguo Testamento, designa a Dios como el Dios personal, como el Dios del pacto, el Dios de la revelación, el Libertador, el Amigo de su pueblo [...] Este nombre personal, con su caudal de asociaciones sagradas, se restaura ahora al lugar a que tiene derecho indiscutible en el texto sagrado”.

      De modo similar, en el prólogo de la Elberfelder Bibel original alemana leemos: “Jehova. Hemos retenido este nombre del Dios del Pacto de Israel porque el lector ha estado acostumbrado a él por años”.

      Steven T. Byington, traductor de The Bible in Living English (La Biblia en inglés vivo), explica por qué usa el nombre de Dios: “La grafía y la pronunciación no son de gran importancia. Lo que es de gran importancia es mantener claro el punto de que éste es un nombre personal. Hay varios textos que no pueden ser entendidos debidamente si traducimos este nombre por un sustantivo común como ‘Señor’ o, mucho peor, un adjetivo sustantivado [por ejemplo: el Eterno]”.

      El caso de otra traducción, por J. B. Rotherham, es interesante. Él usó el nombre de Dios en su traducción, pero prefirió la forma Yahweh. Sin embargo, en una obra posterior, Studies in the Psalms (Estudios sobre los Salmos), publicada en 1911, regresó a la forma Jehovah. ¿Por qué? Explica: “JEHOVAH.—El empleo de esta forma inglesa del nombre Conmemorativo (Éxo. 3:18) en la actual versión del Salterio no brota de duda alguna en cuanto a que la pronunciación más correcta sea Yahwéh; más bien, únicamente de evidencia práctica, seleccionada personalmente, de lo deseable que es mantener la comunicación con el oído y el ojo públicos en un asunto de esta clase, en que lo principal es la intención de que se reconozca fácilmente el nombre Divino”.

      En Salmo 34:3 se da esta exhortación a los adoradores de Jehová: “Oh engrandezcan ustedes a Jehová conmigo, y juntos ensalcemos su nombre”. ¿Cómo pueden los lectores de traducciones de la Biblia que omiten el nombre de Dios responder de lleno a tal exhortación? Los cristianos se alegran de que por lo menos algunos traductores hayan tenido el valor de poner el nombre de Dios en sus traducciones de las Escrituras Hebreas, y así hayan conservado lo que Smith y Goodspeed llaman el “sabor del texto original”.

      Sin embargo, la mayoría de las traducciones, hasta cuando usan el nombre de Dios en las Escrituras Hebreas, lo omiten de las Escrituras Griegas Cristianas, el “Nuevo Testamento”. ¿Qué razón hay para esto? ¿Hay alguna justificación para que se incluya el nombre de Dios en esta última porción de la Biblia?

  • El nombre de Dios y el “Nuevo Testamento”
    El nombre divino que durará para siempre
    • El nombre de Dios y el “Nuevo Testamento”

      LA POSICIÓN del nombre de Dios en las Escrituras Hebreas, el “Antiguo Testamento”, es firme. Aunque con el tiempo los judíos dejaron de pronunciarlo, sus creencias religiosas les impidieron quitar el nombre cuando hicieron copias de manuscritos más antiguos de la Biblia. Por eso, ningún otro nombre sobrepasa en frecuencia al nombre de Dios en las Escrituras Hebreas.

      En cuanto a las Escrituras Griegas Cristianas, el “Nuevo Testamento”, la situación es diferente. Manuscritos del libro de Revelación o Apocalipsis (el último libro de la Biblia) tienen el nombre de Dios en su forma abreviada, “Yah” o “Jah” (en la palabra “Aleluya”). Pero, aparte de eso, ningún manuscrito griego antiguo que poseemos hoy de los libros desde Mateo hasta Revelación contiene el nombre de Dios en pleno. ¿Significa eso que el nombre no debería estar allí? Eso sería sorprendente, en vista del hecho de que los seguidores de Jesús reconocían la importancia del nombre de Dios, y Jesús nos enseñó a orar para que ese nombre fuera santificado. Por eso, ¿qué sucedió?

      Para entender esto, recuérdese que los manuscritos de las Escrituras Griegas Cristianas que poseemos hoy día no son los originales. Los libros originales escritos por Mateo, Lucas y otros escritores de la Biblia recibieron mucho uso y rápidamente se desgastaron. Por eso, se hicieron copias, y cuando éstas se desgastaron, se hicieron otras copias de esas copias. Esto es lo que hubiéramos de esperar, puesto que las copias por lo general se hacían para ser utilizadas, no para ser conservadas.

      Hoy día hay miles de copias de las Escrituras Griegas Cristianas en existencia, pero la mayoría de estas copias se hicieron durante el cuarto siglo de nuestra era común, o más tarde. Esto sugiere una posibilidad: Antes del cuarto siglo, ¿sucedió algo con relación al texto de las Escrituras Griegas Cristianas que resultara en que el nombre de Dios fuera omitido? Los hechos prueban que algo sucedió.

      El nombre estaba allí

      Podemos estar seguros de que el apóstol Mateo usó el nombre de Dios en su Evangelio. ¿Por qué? Porque escribió su Evangelio originalmente en hebreo. En el siglo cuarto, Jerónimo, traductor de la Vulgata latina, dio este informe: “Mateo, quien también es Leví, y quien de publicano llegó a ser apóstol, compuso primero un Evangelio de Cristo en Judea en el lenguaje hebreo [...] No está suficientemente claro quién lo tradujo después al griego. Además, el hebreo mismo se conserva hasta este día en la biblioteca de Cesarea”.

      Puesto que Mateo escribió en hebreo, no se puede concebir que él no usara el nombre de Dios, especialmente al citar de partes del “Antiguo Testamento” que contenían el nombre. Sin embargo, otros escritores de la segunda parte de la Biblia escribieron para un público mundial en el lenguaje internacional de aquel tiempo, el griego. Por eso, no citaron de los escritos hebreos originales, sino de la Septuaginta, la versión griega. Y hasta el Evangelio de Mateo con el tiempo fue traducido al griego. ¿Habría aparecido el nombre de Dios en estos escritos griegos?

      Pues bien, unos fragmentos muy antiguos de la Versión Septuaginta (o Versión de los Setenta) que en realidad existían en los días de Jesús han sobrevivido hasta nuestros días, y es digno de nota que el nombre personal de Dios aparecía en ellos. The New International Dictionary of New Testament Theology (El nuevo diccionario internacional de teología del Nuevo Testamento), tomo 2, página 512, dice: “Descubrimientos textuales recientes ponen en duda la idea de que los compiladores de la LXX [Septuaginta] hayan traducido el tetragrámaton YHWH mediante kyrios. Los más antiguos MSS LXX (fragmentos) que ahora tenemos disponibles tienen el tetragrámaton escrito en caracteres heb[reos] en el texto gr[iego]. Traductores judíos posteriores del A[ntiguo] T[estamento] retuvieron esta costumbre en los primeros siglos de la era de Cristo”. Por tanto, fuera que Jesús y sus discípulos leyeran las Escrituras en hebreo o en griego, en su lectura encontrarían el nombre divino.

      Por eso, el profesor George Howard, de la Universidad de Georgia, E.U.A., hizo este comentario: “Cuando la Septuaginta usada y citada por la iglesia del Nuevo Testamento contenía la forma hebrea del nombre divino, los escritores del Nuevo Testamento indudablemente incluían el Tetragrámaton en sus citas” (Biblical Archaeology Review [Revista de arqueología bíblica], marzo de 1978, página 14). ¿Qué autoridad habrían tenido para otro proceder?

      El nombre de Dios permaneció en las traducciones griegas del “Antiguo Testamento” por algún tiempo adicional. En la primera mitad del siglo segundo E.C., el prosélito judío Aquila hizo una nueva traducción de las Escrituras Hebreas al griego, y en ésta representó el nombre de Dios mediante el Tetragrámaton en caracteres hebreos antiguos. En el tercer siglo, Orígenes escribió: “Y en los manuscritos más exactos EL NOMBRE aparece en caracteres hebreos, aunque no en [caracteres] hebreo[s] de hoy, sino en los más antiguos”.

      Hasta en el siglo cuarto, Jerónimo escribe en su prólogo a los libros de Samuel y Reyes: “Y hallamos el nombre de Dios, el Tetragrámaton [יהוה], en ciertos volúmenes griegos hasta en este día, expresado en letras antiguas”.

      La remoción del nombre

      Sin embargo, para este tiempo la apostasía que Jesús había predicho había adquirido forma, y el nombre, aunque aparecía en ciertos manuscritos, se fue usando con frecuencia cada vez menor (Mateo 13:24-30; Hechos 20:29, 30). Con el tiempo, muchos lectores ni siquiera reconocían lo que era, y Jerónimo informa que en su tiempo “ciertos ignorantes, debido a la similitud de los caracteres, cuando hallaban [el Tetragrámaton] en libros griegos, acostumbraban leer ΠΙΠΙ”.

      En copias posteriores de la Septuaginta el nombre de Dios fue removido, y en lugar de éste se pusieron palabras como “Dios” (Theós) y “Señor” (Kyrios). Sabemos que esto sucedió, porque tenemos fragmentos primitivos de la Septuaginta que contienen el nombre de Dios y copias posteriores de estas mismas partes de la Septuaginta en las cuales el nombre de Dios ha sido quitado.

      Lo mismo sucedió en el “Nuevo Testamento”, o las Escrituras Griegas Cristianas. El profesor George Howard pasa a decir: “Cuando la forma hebrea del nombre divino fue eliminada para favorecer sustitutivos griegos en la Septuaginta, también fue eliminada de las citas de la Septuaginta hechas en el Nuevo Testamento. [...] No pasó mucho tiempo antes de que para la iglesia gentil el nombre divino fuera un nombre perdido, excepto en cuanto estuviera reflejado en los sustitutivos en forma contraída o fuera recordada por eruditos”.

      Por eso, mientras los judíos rehusaban pronunciar el nombre de Dios, la iglesia cristiana apóstata se las arregló para quitarlo por completo de los manuscritos en griego de ambas partes de la Biblia, así como de versiones en otros idiomas.

      Se necesita el nombre

      Con el tiempo, como ya hemos visto, el nombre fue restituido a muchas traducciones de las Escrituras Hebreas. Pero ¿qué hay de las Escrituras Griegas? Pues bien, traductores y estudiantes de la Biblia llegaron a darse cuenta de que sin el nombre de Dios se hace muy difícil entender debidamente algunas partes de las Escrituras Griegas Cristianas. El restituir el nombre ayuda en gran medida a aumentar la claridad y comprensión de esta porción de la Biblia inspirada.

      Por ejemplo, considere las palabras de Pablo a los romanos, como aparecen en la Versión Popular: “Todos los que invoquen el nombre del Señor, alcanzarán la salvación” (Romanos 10:13). ¿El nombre de quién tenemos que invocar para alcanzar la salvación? Puesto que suele hacerse referencia a Jesús como “Señor”, y un texto bíblico hasta dice: “Cree en el Señor Jesús, y serás salvo”, ¿deberíamos llegar a la conclusión de que Pablo aquí estaba hablando acerca de Jesús? (Hechos 16:31, Versión Popular.)

      No; no deberíamos llegar a esa conclusión. Una referencia al pie de la página con relación a Romanos 10:13 en la Versión Popular nos remite a Joel 2:32 en las Escrituras Hebreas. Si usted investiga esa referencia, hallará que en realidad Pablo estaba citando las palabras de Joel en su carta a los romanos; y lo que Joel dijo en el hebreo original fue: “Todo el que invoque el nombre de Jehová escapará salvo” (Traducción del Nuevo Mundo). Sí, aquí Pablo quiso decir que debemos invocar el nombre de Jehová. Por tanto, aunque tenemos que creer en Jesús, nuestra salvación está estrechamente enlazada con un aprecio apropiado del nombre de Dios.

      Este ejemplo demuestra cómo la remoción del nombre de Dios de las Escrituras Griegas contribuyó a que en la mente de muchas personas surgiera una confusión en cuanto a Jesús y Jehová. ¡Sin duda alguna contribuyó en gran manera al desarrollo de la doctrina de la Trinidad!

      ¿Debe restituirse el nombre?

      ¿Tendría un traductor derecho alguno a restituir el nombre, en vista del hecho de que los manuscritos existentes no lo tienen? Sí; tendría ese derecho. La mayoría de los léxicos griegos reconocen que a menudo la palabra “Señor” en la Biblia se refiere a Jehová. Por ejemplo, en su sección bajo la palabra griega Kyrios (“Señor”), A Greek and English Lexicon of the New Testament (Un léxico griego e inglés del Nuevo Testamento), de Robinson, obra impresa en 1859, dice que esa palabra significa “Dios como el Señor Supremo y soberano del universo, en la Sep[tuaginta] usualmente para el heb[reo] יְהוָֹה Jehová”. Por eso, en los lugares donde los escritores de las Escrituras Griegas Cristianas citan de las Escrituras Hebreas, que las antecedieron, el traductor tiene el derecho de verter la palabra Kyrios como “Jehová” dondequiera que el nombre divino aparece en el hebreo original.

      Muchos traductores han hecho esto. Empezando por lo menos desde el siglo XIV, se efectuaron muchas traducciones hebreas de las Escrituras Griegas Cristianas. ¿Qué hicieron los traductores cuando llegaron a citas del “Antiguo Testamento” en las cuales aparecía el nombre de Dios? Frecuentemente se sintieron obligados a restituir al texto el nombre de Dios. Muchas traducciones de partes o del total de las Escrituras Griegas Cristianas al hebreo contienen el nombre de Dios.

      Traducciones a idiomas modernos, particularmente las usadas por misioneros, han seguido este ejemplo. Así, muchas versiones de las Escrituras Griegas en idiomas africanos, asiáticos, americanos y de las islas del Pacífico usan con liberalidad el nombre Jehová, para que los lectores vean claramente la diferencia entre el Dios verdadero y los falsos. El nombre ha aparecido, además, en versiones en lenguajes europeos.

      Una traducción que, con buena autoridad, restituye denodadamente el nombre de Dios es la Traducción del Nuevo Mundo de las Escrituras Griegas Cristianas. Esta versión, que en la actualidad está disponible en 11 idiomas modernos, incluso el español, ha restituido el nombre de Dios cada vez que en las Escrituras Griegas se cita una porción de las Escrituras Hebreas que contiene el nombre. En total, con sólida base el nombre aparece 237 veces en esa traducción de las Escrituras Griegas.

      Oposición al nombre

      A pesar de los esfuerzos de muchos traductores por restituir el nombre de Dios a la Biblia, siempre ha habido presión religiosa encaminada a eliminarlo. Los judíos, aunque lo dejaron en sus Biblias, rehusaron pronunciarlo. Los cristianos apóstatas de los siglos segundo y tercero lo quitaron cuando hicieron copias de los manuscritos griegos de la Biblia y lo dejaron fuera cuando hicieron traducciones de la Biblia. En tiempos modernos algunos traductores lo han quitado, hasta cuando han basado sus traducciones en el hebreo original, donde aparece casi 7.000 veces. (Aparece 6.973 veces en el texto hebreo de la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras, edición de 1984 en inglés.)

      ¿Cómo considera Jehová a los que quitan de la Biblia el nombre de él? Si usted fuera autor de un libro, ¿qué pensaría de alguien que hiciera grandes esfuerzos por quitar de ese libro su nombre? Los traductores que objetan al nombre, basándose para ello en problemas de pronunciación o en la tradición judía, pudieran ser comparados con las personas de quienes Jesús dijo que “[¡]cuelan el mosquito pero engullen el camello!” (Mateo 23:24). Tropiezan con estos problemas menores, pero terminan creando un problema de importancia... al remover el nombre del personaje más importante del universo del libro que él ha inspirado.

      El salmista escribió: “¿Hasta cuándo, oh Dios, seguirá vituperando el adversario? ¿Seguirá el enemigo tratando tu nombre con falta de respeto para siempre?”. (Salmo 74:10.)

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