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Dos mandamientos de los cuales pende la LeyLa Atalaya 1960 | 15 de junio
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Satanás el Diablo. Teniendo tales perspectivas gloriosas, ahora es el tiempo en que deberíamos mostrar nuestro amor a Dios por medio de llenar nuestra mente de un conocimiento acertado de su voluntad. Tenemos que establecer la ley de Dios en nuestro corazón y ser impulsados a mostrar el amor que le tenemos a Dios obedeciendo sus mandamientos. Teniendo un conocimiento claro de la voluntad divina, junto con amor fuerte hacia Dios, no nos apartaremos de esa voluntad en el interés de ganancia egoísta. Tampoco lo haremos bajo presión de parte de los que nos persiguen. Seremos leales a Dios porque lo amamos.—1 Juan 5:3.
Y ¿qué hay del requisito de amar al prójimo como a uno mismo? Después de oir este requisito, uno que deseaba mostrar que era justo dijo a Jesús: “¿Quién verdaderamente es mi prójimo?” Jesús le contestó por medio de una ilustración. Relató acerca de un hombre que fue golpeado y robado en el camino a Jericó. Un sacerdote que pasó, y más tarde un levita, no se detuvieron para ayudar al hombre que yacía medio muerto al lado del camino. Pero un samaritano, conmovido de compasión, le suministró primeros auxilios, lo llevó a una hostería y pagó su estadía hasta cuando recobrara. Es obvio quien dio pruebas de ser prójimo al hombre que había caído entre salteadores. Jesús dijo: “Vaya y póngase a hacer lo mismo usted.”—Luc. 10:29-37.
Nada se gana por medio de tratar de eludir el punto en disputa y de tratar de persuadirnos de que sólo hay unos pocos de entre el género humano que son dignos de nuestra misericordia y ayuda. Jesús no dejó dudas sobre el punto cuando él dijo: “Han oído que fue dicho: ‘Debes amar a tu prójimo y odiar a tu enemigo.’ Sin embargo, yo les digo: Sigan amando a sus enemigos y orando por aquellos que los persiguen; para que prueben ustedes que son hijos de su Padre que está en los cielos, ya que él hace que su sol se levante sobre gente inicua y buena y hace que llueva sobre gente justa e injusta. Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa tienen? ¿No hacen también la misma cosa los recaudadores de impuestos? Y si ustedes saludan sólo a sus hermanos, ¿qué cosa extraordinaria hacen? ¿No hace la misma cosa la gente de las naciones?” (Mat. 5:43-47) “En realidad, pues,” dijo Pablo, “mientras tengamos tiempo favorable para ello, obremos lo que es bueno para con todos, pero especialmente para con los que están relacionados con nosotros en la fe.”—Gál. 6:10.
Esto no requiere del cristiano que crea cándidamente las pretensiones de toda caridad que hace colectas, y que dé su dinero para que ellas lo usen. En la parábola del buen samaritano, el que es alabado no se limitó a entrar en el pueblo y pagar a otro para que fuera y cuidara del hombre que necesitaba ayuda. Puesto que él estaba en el lugar del acontecimiento, administró esa ayuda personalmente y él mismo pagó la cuenta del hombre en la hostería.
Cuando se trata de las necesidades materiales de la vida, los cristianos saben que sus expresiones verbales de amor tienen que respaldarse mediante acciones hasta el grado de su habilidad. Como dijo Santiago: “Si un hermano o una hermana está en estado de desnudez y le falta el alimento suficiente para el día, sin embargo cierta persona de entre ustedes les dice: ‘Vayan en paz, manténganse calientes y bien alimentados,’ pero ustedes no les dan lo necesario para su cuerpo, ¿de qué provecho es?”—Sant. 2:15, 16.
Sin embargo, hay otras cosas de aun más importancia y que muestran aun más amor. Jesús nos llamó la atención a que no estuviésemos demasiado ansiosos acerca de las cosas materiales de la vida. “Porque su Padre celestial sabe que necesitan todas estas cosas. Sigan, pues, buscando primero el reino y su justicia, y todas estas otras cosas les serán añadidas.” (Mat. 6:32, 33) El amor más grande puede mostrarse hacia nuestro prójimo por medio de dirigir su atención al reino de Dios y su justicia. Los que están débiles y enfermizos desde el punto de vista espiritual, los que tienen hambre y sed de justicia, necesitan ser alimentados de las fortalecedoras verdades de la Palabra de Dios. Necesitan que alguien muestre interés amoroso en el bienestar espiritual de ellos. Jesús nos instruyó a hacer esto cuando dijo: “Vayan pues y hagan discípulos de gente de todas las naciones.”—Mat. 28:19.
Sí, el amor es tan fundamental al modo de vivir del cristiano como lo era a la obediencia de los israelitas a la Ley. No estamos bajo la Ley, pero estamos bajo la obligación de amar a Jehová nuestro Dios con todo nuestro corazón y mente y alma, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
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“Hágase tu voluntad en la tierra” (Parte 36 de la serie)La Atalaya 1960 | 15 de junio
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“Hágase tu voluntad en la tierra” (Parte 36 de la serie)
El largo conflicto, de miles de años de duración, entre el rey del Norte y el rey del Sur, según se predijo en el capítulo once de la profecía de Daniel, había de terminar después que Miguel, el Príncipe celestial que defendía al pueblo de Daniel, se levantara autorizado con poder del Reino. Puesto que el príncipe Miguel es la misma persona que el actualmente glorificado Señor Jesucristo, el acto de levantarse Miguel en su Reino celestial aconteció al fin de los “tiempos señalados de las naciones” en 1914 d. de J.C. Después que terminó la primera guerra mundial en la tierra, la cual señaló el comienzo del reinado celestial de Cristo, él despertó al resto de tus fieles seguidores de su sueño de inactividad semejante a la muerte y los puso a iluminar a los pueblos de todos las naciones por medio de predicar las buenas nuevas del Reino establecido. Bajo la influencia iluminadora del espíritu santo de Dios, estos cristianos ahora despiertos corrieron de aquí para allá a través de las páginas de la Palabra de Dios y él los bendijo con un aumento en ensanche continuo del conocimiento espiritual. Por mandato de él mediante Miguel, éstos se levantaron y empezaron a difundir la luz de la verdad revelada de Dios, cosa que los hizo brillar como el sol con resplandor glorioso, para hacer volver a justicia a una grande muchedumbre de “otras ovejas.”
“TIEMPOS” Y “DÍAS” PROFÉTICOS
9. ¿Dónde estaba Daniel cuando tuvo esta visión, y qué pregunta oyó él que se hizo?
9 Cuando Daniel recibió la visión final en el tercer año del rey Ciro de Persia él estaba al lado del río mesopotámico, Tigris, antiguamente llamado Hiddekel. (Dan. 10:4) Después de la visión él recibió medidas de tiempo que son de gran interés a nosotros que estamos buscando la felicidad durante el “tiempo del fin” de este mundo. Dice él: “Entonces yo Daniel miré, y he aquí a otros dos que estaban en pie, el uno de esta parte a la ribera del río, y el otro de aquella parte a la ribera del río. Y dijo uno de ellos al varón que traía las vestiduras de lino blanco, que estaba en pie sobre las aguas del río: ¿Para cuándo será el fin de estas maravillas?” (Dan. 12:5, 6, Mod) El ángel que se pereció a un hombre vestido de lino y que estaba milagrosamente en pie sobre las aguas del río Tigris era el asociado de Miguel, el ángel que había traído la visión a Daniel en respuesta a su oración. Dos otros ángeles aparecieron, uno de ellos en la misma ribera del río donde estaba Daniel. Para beneficio de Daniel, pero más particularmente para el de nosotros hoy día, uno de éstos preguntó al ángel que había traído la visión a Daniel cuanto tiempo pasaría antes del “fin de estas maravillas,” es
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