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  • “¿Debemos circuncidar al nene?”
    ¡Despertad! 1980 | 22 de marzo
    • circuncisos (11 por 1.000 en el primer grupo, 5,5 por 1.000 en el último). Es de interés el hecho de que en los musulmanes ortodoxos (que practican la circuncisión en la adolescencia junto con otras formas de higiene sexual) no se halló ni un solo caso de esta enfermedad.

      Pero, ¿es cruel la circuncisión? Bueno, a nosotros nos pareció que el dolor momentáneo queda abundantemente compensado por la protección que la circuncisión proporciona. Recordarnos que en muchas de las mejores inversiones de la vida, “mejor es el fin de un asunto posteriormente que su principio.” (Ecl. 7:8) No temíamos que la experiencia causara cicatrices en la personalidad de nuestros hijos, pues recordamos las muchas personalidades deseables entre las filas de los circuncisos.

      La decisión era NUESTRA

      Comprendemos que no todos los padres estarán de acuerdo con la decisión que nosotros tomamos. Sea que los padres opten por la circuncisión o no, su decisión merece el respeto de otros. Especialmente en el caso de padres cristianos, podemos estar seguros de que no han tomado a la ligera ninguna decisión que tenga que ver con sus hijos. Un padre cristiano explicó como sigue la decisión que él y su esposa habían tomado: “Gabriel nació prematuramente, y no nos pareció justo añadir a sus dificultades la herida de la circuncisión. Por supuesto, los recordatorios de Jehová nos han hecho conscientes de la importancia de la limpieza genital; de modo que le hemos instruido cuidadosamente a este respecto.”

      Puede que otros padres hallen que los gastos de la operación son más de lo que pueden pagar, o que los arreglos para ella no estén disponibles al momento. Finalmente, puede que algunos razonen que si Jehová hubiese considerado indispensable la circuncisión, no hubiera descartado aquel mandato antiguo.

      Así, pues, volvemos al punto de partida de nuestra consideración, y dejamos la decisión precisamente donde debe estar, con ustedes, los padres.—Contribuido.

  • Hasta las tergiversaciones pueden anunciar la verdad
    ¡Despertad! 1980 | 22 de marzo
    • Hasta las tergiversaciones pueden anunciar la verdad

      LOS siervos de Dios no deben sorprenderse cuando otras personas los describen engañosamente y tergiversan su mensaje. Pedro, el apóstol cristiano, escribió a compañeros de creencia: “Porque ustedes no continúan corriendo con ellos en este derrotero al mismo bajo sumidero de disolución, están perplejos y siguen hablando injuriosamente de ustedes.” (1 Ped. 4:4) A veces esa habla sirve para despertar en otras personas interés en el mensaje de la Biblia.

      Un senegalés relata lo que sucedió el primer día en que estuvo en un nuevo empleo: “Mis compañeros de trabajo me sometieron a una intensa propaganda contra otro hombre que en aquel día estaba ausente de su empleo. ‘Está loco,’ decían. ‘De lo único que habla es de Dios, y siempre está tratando de apartar a otras personas de la religión que tienen. ¡Vigílate! Va a tratar de apartarte de tu iglesia, también.’

      “Francamente, aquello me perturbó. Estas personas ni siquiera me conocían. ¿Por qué me estaban mostrando tanta ‘consideración’ y ‘bondad’? Esto me llenó de curiosidad, y quise conocer a este ‘loco’ a quien tanto detestaban.

      “En la mañana de mi tercer día de trabajo en aquel lugar me saludó alguien a quien no había visto antes. Este hombre estaba entusiasmado con la vida. Sobresalía por su alegre disposición y cautivadora sonrisa. Me dio una afectuosa bienvenida con los brazos abiertos. Dijo que íbamos a ser compañeros de trabajo. Me parecía perfectamente normal en todo sentido. Pero yo estaba seguro de que era el ‘loco’ acerca del cual todos me habían advertido. Sin otra introducción, dije: ‘Oiga, usted debe ser . . .’ Sorprendido, dijo: ‘Pues, sí. Pero, ¿cómo es posible esto? ¿Me conoce usted?’

      “Expliqué que, por lo menos en cierto sentido, yo lo conocía, porque por dos días otros empleados me habían hablado mucho acerca de él. Puesto que teníamos que trabajar juntos, él aprovechó momentos de inactividad para hablarme acerca de las buenas nuevas del Reino. Desde el principio le dije que yo no objetaba a que hablara, pero que no cambiaría de religión por nada del mundo. Pero para aquella tarde el mensaje que él predicaba me iba pareciendo cada vez mejor. Al día siguiente ya había tomado mi decisión a favor de la verdad.”

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