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  • ¿Son cristianos los testigos de Jehová?
    La Atalaya 1960 | 15 de septiembre
    • por seguir el ejemplo de Cristo. Los testigos de Jehová no pasan por alto este hecho. Todos ellos participan en el ministerio por medio de predicar a otros. En 1959 más de 870,000 de ellos dedicaron más de 126 millones de horas a este trabajo divinamente autorizado. Saben que el predicar es una de las cosas que se requieren para adquirir la salvación. “Porque con el corazón se ejerce fe para justicia, pero con la boca se hace declaración pública para salvación.”—Rom. 10:10.

      Por medio de manifestar los frutos del espíritu ellos dan más prueba de que son cristianos. Su amor, apacibilidad y dominio de sí mismos se revelan públicamente cuando celebran asambleas. Al tiempo de su asamblea de 1958 en la ciudad de Nueva York el periódico Daily News dijo que un oficial del Departamento de Convenciones y Visitas de Nueva York “llamó a los Testigos ‘una ventaja, un elemento de buen éxito para la comunidad’ y dijo que la conducta de ellos era ‘algo que no se ve en este mundo’ en lo concerniente a urbanidad.”

      CREENCIAS SON BÍBLICAS

      Aunque las creencias de los testigos de Jehová frecuentemente difieren de lo que la cristiandad considera ortodoxo, son bíblicas. Los testigos creen que los que mueren están en una condición parecida al sueño, condición de inconsciencia. La esperanza para los muertos es la de despertarse a la vida por medio de la resurrección. Esta creencia es bíblica, porque Jesús mismo comparó la muerte al sueño. Él dijo: “‘Nuestro amigo Lázaro está descansando, pero yo estoy viajando allá para despertarlo del sueño.’ Sin embargo, Jesús había hablado de su muerte.”—Juan 11:11, 13; Sal. 146:4; Ecl. 9:10.

      El destino de los inicuos es otro punto en que difieren las creencias de los Testigos y las de las religiones ortodoxas. En vez de predicar que los inicuos son atormentados en un infierno ardiente después de la muerte, sostienen ellos que los inicuos entran en la muerte eterna. Esto también está de acuerdo con la Palabra de Dios. Está escrito: “Jehová está guardando a todos los que lo aman, pero a todos los inicuos los aniquilará.”—Sal. 145:20; Rom. 6:23.

      Una creencia popular en la cristiandad es la de que Dios es tres personas en una, todas las tres personas siendo coiguales y coeternas. Los testigos de Jehová rechazan esta creencia porque no se halla en la Biblia. Se halla, por otra parte, en el hinduísmo y en otras religiones paganas. Los Testigos siguen la enseñanza bíblica de que el Padre y el Hijo son diferentes personas, habiendo sido el Hijo creado por el Padre. Está escrito que Cristo fue “el principio de la creación por Dios.” (Apo. Re 3:14) Jehová es su Padre y el Dios a quien él adora. Esto lo declaró Jesús mismo: “Estoy ascendiendo a mi Padre y al Padre de ustedes y a mi Dios y al Dios de ustedes.”—Juan 20:17.

      Los Testigos reconocen que la salvación humana no es posible por ningún otro medio aparte del sacrificio redentor de Cristo. Esto también es una enseñanza bíblica. (Mat. 20:28) El reino sobre el cual Cristo fue hecho Rey es pregonado por los Testigos como un gobierno celestial que gobernará esta tierra. Es un gobierno muy verdadero.—Isa. 9:6, 7; 1 Cor. 15:24.

      Este gobierno divino, establecido en los cielos, será el que destruirá a todo gobierno y autoridad humanos que no tengan la aprobación de Dios. (2 Ped. 3:7) Entonces la tierra será habitada por personas mansas quienes, debido a su fidelidad hacia el Creador, recibirán el don de la vida eterna. Las Escrituras apoyan esta creencia al decir: “Pues los que están siendo bendecidos por él poseerán ellos mismos la tierra.” “Feliz es el hombre que continua aguantando la prueba, porque al llegar a ser aprobado recibirá la corona de la vida, que Jehová prometió a los que continúan amándolo.”—Sal. 37:22; Sant. 1:12.

      Estas cosas y algunas otras que los testigos de Jehová creen, aunque son diferentes a las creencias ortodoxas de la cristiandad, son bíblicas. Son cosas que la Palabra de Dios da a conocer y no provienen de religiones paganas de tiempos antiguos. Por sus creencias y sus actividades los testigos de Jehová prueban que son verdaderos cristianos. Ellos llenan las calificaciones bíblicas del cristiano. Su meta principal es la de predicar las buenas nuevas del reino de Dios “en toda la tierra habitada con el propósito de dar un testimonio a todas las naciones.” De esta manera y de muchas otras ellos siguen cuidadosamente en las pisadas de Cristo como se requiere de los cristianos verdaderos.—Mat. 24:14.

  • Siguiendo tras mi propósito en la vida
    La Atalaya 1960 | 15 de septiembre
    • Siguiendo tras mi propósito en la vida

      Según lo relató Jaime O. Webster

      EL 12 de junio de 1934 todavía se destaca como el primer Día Grande de mi vida, porque en ese día yo (junto con mis padres y dos hermanos) simbolicé mi dedicación para servir a Jehová. Mi padre había sido “estudiante de la Biblia” desde 1918, el año en que nací. A la edad de siete me llevó a escuchar a un “peregrino” que habló acerca del “profeta Jonás.” Eso me puso en marcha, y nunca más volví a la escuela dominical bautista. Prefería quedarme en casa y escuchar a mi padre leer la Biblia y contestar mis preguntas.

      Pero mi progreso era lento, debido a que vivíamos en una granja a cincuenta y seis kilómetros del pueblo. En aquellos días de malos caminos en el norte de Montana los testigos de Jehová nos visitaban solamente una o dos veces al año, y no fue sino hasta que terminé los años de educación primaria que por fin tuve suficiente conocimiento y coraje para hacer una declaración pública de mi fe y predicar de puerta en puerta. Para mí la dedicación fue un paso serio, y sabía lo que significaba. Desde entonces en adelante, el seguir tras mi propósito en la vida, el servir a Dios, ocupaba mi mente.

      A fines de 1933 salimos de Montana y nos dirigimos al sur de Misurí y allí pasamos dos años felices. Mi padre emprendió la obra de “sharpshooter” (equivalente al ministerio de tiempo parcial de hoy en día) y mis hermanos y yo nos hicimos muy activos en el servicio.

      A la edad de diecisiete, al volver a la “Montana querida,” trabajé de noche en un molino harinero durante tres años. Siempre predicaba la Palabra en el trabajo, pero casi todos los trabajadores se mofaban. Por supuesto, yo aprovechaba los fines de semana y el tiempo libre para predicar de la manera regular, y fui bendecido con el privilegio de llegar a ser un “siervo de equipo sonoro” en la congregación de Great Falls (Montana) y eso quería decir, entre otras cosas, llevar a un grupo de publicadores en el automóvil con equipo parlante para trabajar los muchos pueblos pequeños en nuestro vasto territorio. Como término medio lograba dedicar unas veinticinco horas al mes al servicio, pero por alguna razón no estaba enteramente satisfecho. Puesto que era soltero libre de responsabilidades, me parecía que debería estar haciendo más. Pero, ¿qué y cómo? No lo sabía.

      Temprano en 1938, en Seattle, Wáshington, asistí por primera vez a una asamblea grande. Los discursos serios de José F. Rutherford acerca de servicio me hicieron pensar profundamente. Allí conocí también a muchos precursores e intimé mucho con ellos. Me despertaron, me convencieron de que yo también podía vencer las dificultades. Al regresar de Seattle al molino harinero, informé a mi capataz ateo de que iba a dejar el molino después de la actividad aumentada del otoño para ir a predicar las buenas nuevas del reino de Dios como trabajo de tiempo cabal. Me dijo que yo estaba loco e hizo todo lo posible para hacerme cambiar de opinión; pero no hubo caso. Me había decidido a seguir tras mi propósito en la vida y, mediante la ayuda de Jehová, tenía confianza de que podría permanecer en ello hasta el Armagedón. Hoy, después de veinte años de servicio ininterrumpido de precursor, puedo decir sinceramente que ni una vez me he arrepentido de haber emprendido el precursorado. Hoy, más que nunca antes, estoy convencido de que el ser precursor es la —única vida verdadera para el verdadero siervo de Jehová que quiere ser feliz. Cuando uno se resuelve a estar satisfecho y se determina a permanecer firme, Jehová le derrama bendiciones tan abundantes que los que no son precursores jamás lo pueden comprender. Pregúnteselo a algún precursor genuino de tiempo cabal; ¡él le dirá que es verdad!

      El precursorado es maravilloso, pero no es siempre fácil, especialmente no al principio. Por ejemplo, yo, como muchacho campesino más bien tímido, abandoné el hogar por la primera vez cuando emprendí el precursorado a la edad de veinte años. Fue un cambio grande. Para ese invierno mi territorio me llevó unos 2,900 kilómetros de mi hogar hasta el sur de Misurí. Fue un momento difícil para mí cuando el tren partió a la medianoche del 1 de diciembre de 1938 y agité la mano en despedida a mi familia y amigos. Pensé otra vez en las palabras de Jesús registradas en Mateo 10:37-42. Ese primer mes pasé por pruebas, sí, muchas. Me sentía un tanto temeroso, nervioso; pero seguí adelante, predicando y orando. De repente me di cuenta de que debería confiar más en Jehová, no en mis propias fuerzas. Zacarías 4:6 me aclaró bien el asunto; me hizo confiar en el espíritu de Jehová. Desde entonces todo se me hizo más fácil.

      Después de unos cuantos meses terminé mi asignación original y volví a Montana. Allí asistí a una “asamblea de zona” y me asocié con un precursor nuevo como compañero. (Al principio no tuve compañero.) Nuestra asignación fue territorio aislado a lo largo de la frontera de Montana y el Canadá. Todo fue muy interesante y gozoso. Colocamos cajas de literatura, y gradualmente percibimos resultados a medida que continuamos con revisitas y estudios.

      A veces cambiaba de compañero o trabajaba sin compañero, puesto que a algunos se les hacía demasiado difícil. Pero con mi automóvil viejo seguía adelante, cambiando literatura por gasolina o víveres y durmiendo en la pradera si no me hallaba cerca del hogar de alguien de buena voluntad. Cuando llegaban las heladas me dirigía a la ciudad.

      Entonces vinieron Pearl Harbor, la guerra, reclutamiento. Ahora vivía en Helena (Montana) y otra vez vi la mano de Jehová sobre sus siervos activos. Mientras que muchos de mis amigos testigos que estaban asociados con congregaciones pasaron esos años encarcelados, el nombre mío estuvo en la lista de ministros de tiempo cabal a quienes el gobierno estadounidense dio exención; de manera que yo estuve afuera y libre y tuve el privilegio en varias ocasiones de acompañar al representante especial de la Sociedad, A. H. Macmillan, en sus visitas al campamento de prisión en el estado de Wáshington.

      A propósito, mientras tanto mis dos hermanos se hicieron precursores y los tres trabajamos juntos en Montana y

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