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Entendiendo los milagros de la BibliaLa Atalaya 1971 | 1 de octubre
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las cuales los hombres han podido efectuar cosas maravillosas. Ciertamente Dios podría poner en juego las leyes de modo que se produjera un resultado que sería inesperado para los hombres; no sería para él ningún problema dividir el mar Rojo de modo que “las aguas [fueran] un muro” a cada lado.—Éxo. 14:22.
Puesto que el reconocimiento de la existencia de la ley, como la ley de la gravedad, presupone un legislador de inteligencia y poder sobresalientes, sobrehumanos, ¿por qué dudar que él pueda efectuar cosas maravillosas? ¿Por qué tratar de limitar la operación de él a la esfera infinitesimalmente angosta del conocimiento y la experiencia del hombre? Job describe la oscuridad y tontedad en que Dios deja que entren los que así creen que pueden competir con él en cuanto a sabiduría.—Job 12:16-25; compare con Romanos 1:18-23.
¿CONTRARIOS A LA EXPERIENCIA HUMANA?
El simplemente aseverar que los milagros no han acontecido, como algunos lo hacen, no es prueba de que no hayan acontecido. Uno que viviera hoy pudiera poner en tela de juicio la veracidad de algún acontecimiento registrado en la historia, por no haber pasado por aquella experiencia y por no existir ya testigos oculares que den testimonio de ella. Pero eso no cambia los hechos de la historia.
Algunos ponen objeción a los relatos acerca de los milagros porque son, dicen ellos, contrarios a la experiencia humana. Si los científicos realmente adoptaran esta posición en la práctica, efectuarían mucho menos investigación y habría mucho menos desarrollo de cosas y procesos nuevos de su parte. No continuarían, por ejemplo, la investigación de la curación de enfermedades “incurables,” ni del viaje espacial a los planetas. Lo que hoy se efectúa asombraría a los hombres de tiempos antiguos, y una buena porción de las experiencias diarias que son comunes a la humanidad moderna se tomarían por milagros.
MILAGROS BÍBLICOS NO MEROS SUCESOS NATURALES
Algunos que se oponen al relato bíblico sostienen que los milagros bíblicos pueden explicarse científica y lógicamente como simples sucesos naturales. Es verdad que se utilizaron cosas como terremotos. (1 Sam. 14:15, 16; Mat. 27:51) Pero esto en sí mismo no prueba que Dios no haya intervenido en estos acontecimientos. Aquellas cosas no fueron solo obras poderosas en sí mismas (por ejemplo, los terremotos mencionados), sino que también el hecho de que acontecieran al momento oportuno fue tan notable que no deja mucha probabilidad de que las cosas que sucedieron fueran suceso accidental.
Como ilustración, considere lo siguiente: Algunos han alegado que el maná provisto para los israelitas puede encontrarse en el desierto como exudación dulce y pegajosa en los tamariscos y en los arbustos. Aunque fuera cierta esta alegación dudosa, la provisión del maná para Israel todavía fue un milagro debido a que se realizaba solo a los tiempos designados, pues no aparecía en el suelo el séptimo día de cada semana. (Éxo. 16:4, 5, 25-27) Además, mientras que producía gusanos y hedía si se guardaba hasta el día siguiente, eso no sucedía cuando se guardaba para alimento el sábado.—Éxo. 16:20, 24.
CARACTERÍSTICAS DE LOS MILAGROS BÍBLICOS
Un entendimiento de las características de los milagros de la Biblia ayuda a vigorizar la fe en el hecho de que son creíbles. Por ejemplo, su naturaleza abierta y pública es digna de atención. Algunos se ejecutaron en privado o ante grupos pequeños, pero a menudo eran públicos, delante de miles o aun millones de observadores. (Éxo. 14:21-31; 19:16-19) Las obras de Jesús eran abiertas y públicas. No había carácter de lo secreto relacionado con ellas, y él sanaba a todos los que venían a él.—Mat. 8:16; 9:35; 12:15.
Otra característica de los milagros de la Biblia es que el motivo del individuo que ejecutaba el milagro no era ganarse prominencia egoísta ni enriquecer a nadie, sino principalmente glorificar a Dios. (Juan 11:1-4, 15, 40) Los milagros ayudaban a otros, a veces directamente de manera física y siempre de manera espiritual, dirigiendo a las personas a la adoración verdadera.
Los milagros de la Biblia no solo tuvieron que ver con cosas animadas, sino también con cosas inanimadas, como calmar el viento y el mar (Mat. 8:24-27), detener e iniciar la lluvia (1 Rey. 17:1-7; 18:41-45), convertir agua en sangre o en vino (Éxo. 7:19-21; Juan 2:1-11), y otros casos similares. Hubo también milagros de curaciones físicas de toda clase, hasta de la lepra (2 Rey. 5:1-14; Luc. 17:11-19) y de ceguera desde el nacimiento. (Juan 9:1-7) Esta gran variedad de los milagros sostiene su credibilidad como obras respaldadas por el Creador. Pues es lógico que solo el Creador podría ejercer influencia en todos los campos de la experiencia humana y sobre toda forma de materia.
PROPÓSITO DE LOS MILAGROS
Los milagros cumplieron varios propósitos importantes. El más fundamental: ayudaban a confirmar el hecho de que un hombre estaba recibiendo poder y apoyo de Dios. (Éxo. 4:1-9) Tanto en el caso de Moisés como en el de Jesús la gente llegó a esta conclusión correcta. (Éxo. 4:28-31; Juan 9:17, 31-33) Por medio de Moisés, Dios había prometido un profeta que había de venir. Los milagros de Jesús ayudaron a los observadores a identificarlo como Aquél.—Deu. 18:18; Juan 6:14.
Cuando el cristianismo era joven, los milagros que obraban en unión con el mensaje ayudaban a la gente a discernir que Dios respaldaba el cristianismo y que se había apartado del sistema de cosas judío anterior. Con el tiempo los dones milagrosos que se hallaron presentes en el primer siglo pasarían. Se necesitaron durante la infancia de la congregación cristiana.—1 Cor. 13:8-11.
HOY, UNA SITUACIÓN DIFERENTE
Hoy no vemos que Dios ejecute milagros como aquellos por las manos de sus siervos cristianos. ¿Por qué no? Porque toda la información que se necesita está presente y disponible a la población alfabeta del mundo y, para ayudar a los analfabetos que quieren escuchar, hay cristianos maduros que tienen conocimiento de la Biblia y sabiduría que han conseguido por estudio y experiencia.
No es necesario que Dios ejecute milagros de aquella índole en este tiempo para certificar que Jesucristo es su libertador nombrado, ni para suministrar prueba de que está respaldando a sus siervos.
Aunque Dios continuara capacitando a sus siervos para ejecutar milagros, eso no convencería a todo el mundo, porque ni siquiera todos los testigos oculares de los milagros de Jesús se sintieron impelidos a aceptar sus enseñanzas. (Juan 12:9-11) Por otra parte, a los que se mofan, la Biblia les advierte que todavía se ejecutarán actos estupendos de Dios en la destrucción del sistema de cosas actual.—2 Ped. 3:1-10; Rev., caps. 18, 19.
De modo que se puede decir de los que niegan la existencia de los milagros que, o no creen que haya un Dios y Creador invisible, o creen que él no ha ejercido su poder de manera sobrehumana desde la creación. Pero el hecho de que no creen no invalida la Palabra de Dios.—Rom. 3:3, 4.
El relato bíblico de los milagros de Dios, junto con el buen propósito que cumplieron, siempre en armonía con las verdades y principios que se encuentran en Su Palabra, da motivo para confiar en Dios. Da fuerte seguridad de que a Dios le importa la humanidad y de que él puede proteger y protegerá a los que le sirven. El registro de los milagros de la Biblia edifica fe en que Dios, en el futuro, intervendrá de manera milagrosa, sanando y bendiciendo a la humanidad fiel.—Rev. 21:4.
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Niños levantados de entre los muertosLa Atalaya 1971 | 1 de octubre
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Niños levantados de entre los muertos
Un artículo preparado especialmente para que los padres lo lean con sus hijos
¿NO ES maravilloso saber que alguien te quiere? Es muy bueno tener personas que de veras se interesan en ti. Pero, ¿sabes que hay alguien que te tiene más amor que cualquier persona en la Tierra? Ese es Jehová Dios.
¿Cuánto nos quiere Jehová? ¿Piensa él en nosotros solo cuando estamos aquí, y entonces se olvida de nosotros cuando morimos? ¿O se acuerda de verdad de nosotros? La Biblia dice que ni la ‘muerte ni la vida, ni cosas aquí ni cosas por venir, podrán separarnos del amor de Dios.’—Rom. 8:38, 39.
De modo que Dios no olvida. Se acuerda de personas que le sirven, y se acuerda de los hijitos de estas personas también. Aunque murieran, va a hacer que vuelvan a vivir.
Cuando Jesús, el Hijo de Dios, estuvo en la Tierra, mostró que a Jehová le interesan los niñitos. Jesús dedicaba tiempo a hablar a los niños acerca de Dios. ¡Hasta usó el poder de Dios para hacer volver de entre los muertos a unos jovencitos! ¿Quieres oír cómo Jesús hizo esto para una familia?
Había un hombre que se llamaba Jairo. Él y su esposa y su hija de doce años vivían cerca del mar de Galilea. El padre y la madre querían mucho a su hija. Era su única hija.
De modo que puedes imaginarte qué tristes se pusieron cuando su hijita se puso muy enferma. Hicieron todo lo que pudieron para que mejorara, pero siguió poniéndose peor. Jairo podía ver que su hija iba a morir. Y ni él ni los doctores podían hacer nada para ayudarla.
Pero quizás Jesús pudiera ayudar. Jairo había oído hablar acerca de este hombre maravilloso, y que podía sanar a la gente. Por eso, Jairo fue a buscarlo. Encontró a Jesús a la orilla del mar de Galilea enseñando a muchas personas.
Jairo pasó por en medio de la muchedumbre o grupo grande de gente y cayó a los pies de Jesús. Le dijo: ‘Mi hijita está muy enferma. Por favor ven y ayúdala. Te ruego que vengas.’
Al momento Jesús fue con Jairo. La grande muchedumbre que había venido a ver al Gran Maestro también los siguió. Pero cuando habían llegado a un lugar, unos hombres vinieron de la casa de Jairo, y le dijeron: “¡Tu hija murió! ¿Por qué molestar ya al maestro?”
Jesús alcanzó a oír lo que los hombres dijeron. Sabía lo triste que se sentía Jairo al perder a su única hija. De modo que le dijo: ‘No temas. Solo ten fe en Dios. Tu hija se pondrá bien.’
De modo que siguieron andando hasta llegar a la casa de Jairo. Aquí había amigos de la familia, todos llorando. Estaban tristes porque su amiguita había muerto. Pero Jesús les dijo: ‘Dejen de llorar. La jovencita no ha muerto, sino que está durmiendo.’
Cuando Jesús dijo esto, la gente comenzó a reírse de él. Porque sabían que la muchacha había muerto. Pero Jesús dijo que la muchacha solo estaba durmiendo para dar a la gente una lección. Quería que supieran que por medio del poder de Dios él podía hacer que una persona muerta volviera a la vida tan fácilmente como nosotros podríamos despertar a una persona que estuviera durmiendo.
Ahora Jesús hizo que todos salieran de la habitación menos tres de sus apóstoles y los padres de la niña. Entonces entró en el cuarto donde estaba la jovencita. La tomó de la mano, y dijo: ‘Jovencita, ¡levántate!’ ¡Y al momento ella se levantó y se puso a andar! ¡Imagínate el gozo que sintieron los padres!—Mar. 5:21-24, 35-43; Luc. 8:40-42, 49-56.
¿Has tenido alguna vez un amigo que haya muerto? ¿Te gustaría que esa persona volviera a vivir, para que pudieras disfrutar de su compañía? ¿Crees que esto puede suceder?
Jesús dijo que a los muertos se les hará volver a vivir en el nuevo sistema de cosas de Dios. ¡Imagínate qué maravilloso será ver de nuevo a estas personas! Dios no promete levantar a los animales de entre los muertos, pero sí dice que su Hijo Jesús resucitará a la gente... a muchos, muchos millones de personas.—Juan 5:28, 29.
¿Crees tú que Jesús quiere hacer esto? ¿Te parece que a él le gusta hacer que los muertos vuelvan a vivir? Algo que pasó un día cerca de la ciudad de Naín nos muestra cómo se siente Jesús en cuanto a ello.
En Naín vivía una familia de tres personas. Eran el padre, la madre y su hijo. Entonces murió el padre. ¡Cómo entristeció esto a la señora! Pero todavía tenía a su hijo, y esto servía para consolarla. Entonces murió su hijo. Ahora no le quedaba familia. ¡Su dolor era muy, muy grande!
Llegó la hora de enterrar al muchacho. Muchos del pueblo de Naín la acompañaban mientras el cuerpo era sacado de la ciudad. La madre del muchacho estaba llorando, y la gente no podía hacer nada para consolarla. Era un cuadro muy triste.
Pues bien, sucedió que Jesús y sus discípulos venían hacia la ciudad de Naín ese día. Y cerca de la puerta de la ciudad encontraron a la muchedumbre que iba a enterrar al hijo de la mujer. Cuando Jesús vio a la muchedumbre y a la mujer que lloraba, se compadeció de ella. Le llegó al corazón la gran tristeza de ella. Quiso ayudarla.
Por eso, con ternura, y sin embargo con una firmeza que hizo que ella le prestara atención, el Gran Maestro dijo: “Deja de llorar.” Su conducta y acción hicieron que todos lo observaran con interés. Al acercarse Jesús al cuerpo del muchacho, todos deben haberse preguntado qué iba a hacer.
Jesús le habló al muchacho muerto, y ordenó: “Joven, yo te digo: ¡Levántate!” ¡Al momento el muchacho se levantó! Y comenzó a hablar.—Luc. 7:11-17.
¡Imagínate cómo debe haberse sentido la señora! ¿Qué sentirías tú al recibir de nuevo a una persona a quien tú quisieras y que hubiera muerto? ¡Sería una cosa demasiado maravillosa para expresarla con palabras!
¿No muestra esto que Jesús de veras le tiene amor a la gente y quiere ayudarla? ¿No es maravilloso saber que Jehová Dios y su Hijo Jesús verdaderamente se interesan en nosotros? ¡Qué magnífico será estar en el nuevo sistema de cosas de Dios cuando se haga que las personas a quienes queremos vuelvan de entre los muertos!
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