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  • Gobernante de la casa de David
    La Atalaya 1964 | 15 de diciembre
    • muchos días, y el agrado del SEÑOR prosperará en su mano.” (Isa. 53:10, Leeser) No se puede esperar que el Mesías sea magullado como una ofrenda por la culpa cuando viene en la gloria y majestad de su reino, el tiempo que previó Daniel. No; su magulladura habría de ser en el tiempo cuando es “despreciado y evitado por los hombres,” un tiempo cuando la tribu de Judá todavía estaría existiendo.

      PROFECÍAS CUMPLIDAS

      Las muchas profecías que identifican al Mesías se cumplieron en un tiempo cuando los hebreos tenían sus registros genealógicos y sabían quién pertenecía a la casa de David y quién pertenecía a las diversas tribus. Todas se cumplieron por un hebreo en el primer siglo. Este era de la tribu de Judá, como predijo Jacob, y fue descendiente del rey David, como predijeron Isaías y Jeremías. Aunque fue criado en Nazaret, nació en Belén, como predijo Miqueas. Una orden para registrarse, dada por César Augusto, obligó a los hebreos a registrarse en sus ciudades nativas, y esto hizo que los padres de este hebreo estuvieran en Belén al tiempo que nació.—Luc. 2:1-4.

      Como predijo el profeta Zacarías, este hebreo humilde, que se llamó Jehoshua en hebreo y Jesús en griego, entró en Jerusalén cabalgando en un asno, como reyes antes de él lo habían hecho, pero fue evitado por los líderes del pueblo. (Zac. 9:9; Mat. 21:1-17) Como predijo Isaías, fue herido “por nuestras transgresiones” y “por medio de sus magulladuras se nos concedió curación.” Esto fue posible porque su vida, como predijo Isaías, “ha traído la ofrenda por la culpa.” (Isa. 53:5, 10, Leeser) Fue un perfecto sacrificio expiatorio de pecado que se prefiguró por el toro y el macho cabrío del Señor ofrecidos por Aarón por los pecados del pueblo en el día de expiación.—Lev. 16:17,18.

      Como predijo Isaías, él fue “despreciado y evitado” por los hebreos. (Isa. 53:3, Leeser) Ellos “no lo estimaron” porque equivocadamente esperaban que el Mesías viniera en poder y gloria en el primer siglo y los libertara del yugo de Roma. Esto se confirma por el Daily Prayer Book, que dice en las páginas 145 y 146: “La reedificación de Jerusalén como la Ciudad de Justicia introduciría la era mesiánica. . . . En aquella Nueva Jerusalén, el Rey Mesiánico establecería su trono. A través de los días del Segundo Templo, prevaleció este sentimiento, y aumentó en intensidad durante la tiranía de los Herodes, los reyes-títeres romanos de Judea.” Los hebreos no discernieron que la venida humilde del Mesías en el primer siglo, que rechazaron, fue en preparación para la más gloriosa venida que habría de efectuarse en tiempo futuro a su día.

      Como se predijo en el Salmo 69:22 en la traducción de Leeser (versículo 21 en otras), sus enemigos le dieron a beber vinagre. Como se predijo en el Salmo 22:19 en la traducción de Leeser (versículo 18 en otras), se echaron suertes por sus prendas de vestir. Como se predijo en Isaías 53:9, fue enterrado con los ricos al ser colocado en una tumba vacía de un hombre rico. El y su madre terrestre no pudieron tener control alguno sobre estas cosas que le sucedieron en cumplimiento de las profecías.

      Como se predijo en Deuteronomio 18:18, fue un profeta como Moisés, y como tal profeta predijo el sitio y destrucción de Jerusalén. Esto aconteció más de treinta y cinco años después cuando los romanos quemaron el templo en 70 E.C. Con la destrucción de Jerusalén, se probó que Jesucristo era un profeta verdadero por medio de quien Dios había hablado. (Luc. 21:20-24) Él no fue Dios en la carne, como han alegado equivocadamente algunas personas, porque él dijo: “Asciendo a mi Padre y Padre de ustedes y a mi Dios y Dios de ustedes.” (Juan 20:17) No obstante, él fue el Mesías predicho.

      Jesús cumplió más de cien profecías que se dieron para identificar al Mesías. La probabilidad de que un solo hombre las cumpliera por casualidad es infinitesimalmente pequeña. El hecho de que Jesús las cumpliera en un tiempo cuando se hallaban en existencia los registros genealógicos que probaban su linaje es evidencia adicional que lo identifica como el Gobernante prometido de la casa de David.

      El reino del Mesías no fue establecido por Dios en el primer siglo porque no había llegado entonces el tiempo señalado de Dios para esto. A la gente había que instruirla y mostrarle la necesidad de arrepentirse a causa de su desobediencia a Dios, como en el día de Jeremías. Desemejante a la obra preparatoria de Jeremías, que requirió cuarenta años y se limitó principalmente a Judea, la obra preparatoria para el reino del Mesías había de hacerse por toda la Tierra. Eso requiere tiempo. Cuando se termine la obra, entonces el Mesías instituirá los cambios revolucionarios que afectarán a toda la humanidad. Como se predijo en el Salmo 2:9, hará pedazos a los gobiernos políticos que el hombre ha hecho “como vaso de un alfarero,” y bendecirá a la gente de todas las naciones con un gobierno de justicia, rectitud y paz, como se predijo en Isaías 9:5, 6 en la traducción de Leeser (versículos 6 y 7 en otras).

      Es durante la segunda presencia del Mesías, cuando gobierna desde su glorioso trono celestial, que él hará lo que los hebreos equivocadamente esperaban que hiciera en el primer siglo. De modo que el Rey Mesías todavía habrá de poner fin a los gobernantes inicuos, a la opresión, a la injusticia, a las guerras y al sufrimiento humano. Para sacar provecho de los cambios que efectuará, usted tiene que ejercitar fe en él y permitirse el ser guiado por la obra preparatoria para su gobierno del reino que él comenzó hace más de 1,900 años, tiempo en el cual él cumplió las profecías que identifican al Mesías. El que usted ejerza fe en este Gobernante de la casa de David y en su Dios significa vida eterna bajo el gobierno justo de su reino.—Juan 3:16.

      Dijo un hombre que fue entrenado a los pies del famoso maestro de la Ley judío Gamaliel en el primer siglo de la era común: “De modo que nosotros les estamos declarando a ustedes las buenas nuevas acerca de la promesa hecha a los antepasados, que Dios la ha cumplido enteramente para con nosotros los hijos de ellos al haber resucitado a Jesús; así como está escrito en el salmo segundo: ‘Tú eres mí hijo, este día he venido a ser tu Padre.’”—Hech. 13:32, 33.

  • El poder de la benignidad
    La Atalaya 1964 | 15 de diciembre
    • El poder de la benignidad

      ◆ La benignidad cristiana puede atraer a la verdad de Jehová a gente de buen corazón. Así sucedió en el caso de un individuo en el Canadá: “Un sábado en la tarde durante la visita del siervo de circuito mi esposo y yo estábamos haciendo nuestra última visita del ministerio del campo de ese día. La señora que vivía en la casa de al lado estaba en ese momento cerrando con llave la puerta de su casa para salir. Le preguntamos si quería que la lleváramos en nuestro automóvil, pues íbamos hacia Andover, y sucedió que esta señora iba a Andover a visitar a unos amigos. Cuando llegamos descubrimos que sus amigos estaban precisamente saliendo para cruzar la frontera y asistir a un funeral y no volverían esa noche. Por lo tanto, la señora se quedó sin saber qué hacer. Entonces la invitamos a ir a la reunión con nosotros, diciéndole que después de la reunión la llevaríamos a su casa. Aceptó nuestra invitación a la reunión y disfrutó tanto de ella que vino con nosotros al discurso público que presentó el siervo de circuito en Bristol la semana siguiente. Tanto disfrutó de esto que vino con nosotros a la conferencia de la semana después y ha expresado el deseo de ser testigo de Jehová.”

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