-
¿Cuánto dependemos de Jesucristo?La Atalaya 1978 | 15 de febrero
-
-
Sal. 50:10-12) El relato tocante al reinado de mil años de Cristo dice: “En seguida, el fin, cuando entrega el reino a su Dios y Padre, cuando él haya reducido a la nada todo gobierno y toda autoridad y poder,” y, “cuando todas las cosas hayan sido sujetadas a él, entonces el Hijo mismo también se sujetará a Aquel que le sujetó todas las cosas a él, para que Dios sea todas las cosas para con todos.” (1 Cor. 15:24, 28) ¡Qué gozo debe tener Cristo al prever este acontecimiento!
Así Jesucristo no tendrá nada de qué avergonzarse cuando le entregue el Reino a Dios, el verdadero Sujetador de todas las cosas. Pero aun después que Jesús haya terminado su reinado milenario con el proceso de juicio de ese reinado, todavía seguirá siendo cierto que “Dios es El que los declara justos.” (Rom. 8:33) En armonía con este hecho fundamental Jehová procede entonces a someter a la prueba final a los que Jesucristo le entrega en su perfección humana. A fin de que se aplique esta prueba terminante, se suelta a Satanás y sus demonios del abismo en el cual han estado encarcelados durante los mil años. Entonces los que sucumban egoístamente a la prueba que estos demonios les presenten serán aniquilados en la “muerte segunda” de la cual no hay resurrección. (Rev. 20:7-15) Por otra parte, se recompensará a los que retengan su integridad y lealmente sostengan la soberanía universal de Jehová. Él los justificará o ‘los declarará justos’ y les otorgará el don de vida eterna en su perfección humana en una Tierra paradisíaca.
LA IMPORTANCIA DE RECONOCER AHORA LA POSICIÓN DE CRISTO
Ahora, además de ser Sumo Sacerdote, Jesús es Cabeza de la congregación cristiana. (Col. 1:18) Aunque hay ancianos y “dones en la forma de hombres” que son de gran ayuda a los miembros de la congregación, simplemente son siervos que ministran según lo que necesita la congregación semejante a familia. (Efe. 4:8; Luc. 22:26; 1 Cor. 3:5) Hay que recordar que ellos no son el cabeza, los ‘amos de nuestra fe,’ aquellos de quienes proviene nuestro alimento espiritual, sino solo colaboradores bajo Cristo. (2 Cor. 1:24) El apóstol Pablo dijo: “No importa cuántas sean las promesas de Dios, han llegado a ser Sí [afirmadas, cumplidas, realizadas] mediante él [Jesucristo].” (2 Cor. 1:20) También, “[Cristo] ha venido a ser para nosotros sabiduría procedente de Dios, también justicia y santificación y liberación por rescate.”—1 Cor. 1:30.
Por lo tanto tenemos que reconocer a Cristo como real, no como en el trasfondo, sino como presente con nosotros, como el representante principal de Dios junto a nosotros para cuidarnos, fortalecernos y protegernos a todo tiempo. Debemos darnos cuenta de su proximidad. Él nos ayudará en las decisiones difíciles. Cuando nos enfrentemos a oposición severa, ‘nos dará boca y sabiduría, que todos nuestros opositores juntos no podrán resistir ni disputar.’—Luc. 21:15.
En Juan 6:51, Jesucristo indica que el mundo de la humanidad depende de él por las palabras que dijo a los judíos: “Yo soy el pan vivo que bajó del cielo; si alguien come de este pan vivirá para siempre; y, de hecho, el pan que yo daré es mi carne a favor de la vida del mundo.”
Durante el reinado milenario de Cristo todos sus súbditos terrestres, los que pasen con vida a través de la venidera “grande tribulación” y los resucitados de entre los muertos, tendrán el privilegio de alimentarse de este maná celestial al ejercer fe en el sacrificio de la humanidad perfecta de Cristo, con vida eterna en mira.—Rev. 7:14, 15; Juan 5:28, 29.
En consecuencia, debemos tener presente la posición en la cual Jehová ha colocado a su Hijo. Debemos estudiar las palabras de Cristo en la Biblia y ejercer cuidado para observar sus instrucciones. El que es anciano siempre debe acudir al acaudillamiento de Cristo, su ejemplo, su dirección y sus palabras como Cabeza de la congregación.—Col. 1:18.
Recordamos a todo tiempo que Jehová es Aquel que ha de ser adorado, pero que Dios ha optado por dar honra a su Hijo. (Juan 5:23) El mismísimo propósito de Jesús al efectuar su sacrificio y hacer su obra fue dirigir a la humanidad a la adoración verdadera de Jehová y restaurarla a la perfección, todo para la gloria de Dios. Todo esto resulta en felicidad para la humanidad, a la cual Dios y su Hijo aman y por la cual Dios dio a su Hijo. El Hijo cooperó voluntariamente al sufrir para que nosotros viviéramos.—Juan 3:16.
-
-
¿Qué quiso decir el sabio?La Atalaya 1978 | 15 de febrero
-
-
¿Qué quiso decir el sabio?
Use sabiamente la fuerza de la juventud
Cuando se tiene la fuerza y el vigor de la juventud, la vida puede ser un deleite. Escribió el sabio rey Salomón: “Regocíjate, joven, en tu juventud, y hágate bien tu corazón en los días de tu mocedad, y anda en los caminos de tu corazón y en las cosas vistas por tus ojos. Pero sabe que debido a todas éstas el Dios verdadero te traerá a juicio. Por lo tanto quita de tu corazón la vejación, y evita a tu carne la calamidad; pues la juventud y la flor de la vida son vanidad.”—Ecl. 11:9, 10.
El Creador quiere que los jóvenes disfruten de la vida y no toma un punto de vista rígidamente negativo de los intereses de los jóvenes y lo que parece deseable a los corazones y ojos jóvenes. Sin embargo, es necesario que el joven recuerde que todavía tiene que rendir cuentas a Dios por sus acciones. Aunque el Altísimo concede libre albedrío a los jóvenes, no los escuda de las consecuencias amargas de que ellos sigan un derrotero incorrecto. Al evitar un modo de vivir descuidado, corrompido, los jóvenes pueden guardarse de toda clase de frustraciones y daño.
Salomón, por inspiración, escribe que “la juventud y la flor de la vida son vanidad.” ¿Por qué? Entre otras cosas, es obvio que una persona no permanece joven eternamente. Igualmente, los gozos y ventajas de la fuerza y el vigor juveniles son de duración incierta. Hasta los jóvenes enferman y mueren. El joven que pasa por alto esto quizás no use sabiamente lo que tiene y disipe sus energías y capacidades físicas en un modo de vivir que puede hacer más difíciles sus años posteriores de adulto.
Muy apropiadamente, por lo tanto, el rey Salomón llama la atención a aquel que los jóvenes deben hacer el foco principal de su vida. Declara: “Acuérdate, ahora, de tu Magnífico Creador en los días de tu mocedad, antes que procedan a venir los días calamitosos, o hayan llegado los años en que dirás: ‘No tengo en ellos deleite’; antes que se oscurezcan el sol y la luz y la luna y las estrellas, y hayan vuelto las nubes, después el aguacero.”—Ecl. 12:1, 2.
No hay mejor tiempo para pensar seriamente en el Creador que cuando uno está en la flor de la vida, cuando en realidad puede dar lo mejor en el servicio del Altísimo. El poder hacer eso mengua
-