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  • ¿Debería el nombre de Jesús provocar “amargos recuerdos”?
    ¡Despertad! 1976 | 22 de julio
    • ● Jesús de Nazaret afirmó ser el Mesías por largo tiempo prometido. No obstante, según el rabí H. G. Enelow: “Las ideas asociadas en la mente judía con el Mesías no solo quedaron sin que Jesús las realizara, sino que han permanecido sin ser cumplidas hasta este mismo día.”

      En vista de lo precedente, ¿se ha preguntado usted alguna vez por qué durante siete años después que Jesús comenzó sus actividades de predicación y enseñanza públicas todos sus miles de seguidores fueron judíos naturales, o personas que se habían convertido al judaísmo? ¿Por qué escucharon a Jesús?

      “Ningún judío sensato puede permanecer indiferente”

      Algunos quizás piensen que el asunto de Jesús de Nazaret y los judíos es un asunto que yace en el olvido, no digno de discutirse. Sin embargo, el rabí Enelow hace surgir un punto importante: “Ningún judío sensato puede permanecer indiferente al hecho de que un judío [refiriéndose aquí a Jesús] haya tenido una parte tan importante en la educación y dirección religiosa de la raza humana.” Otro erudito judío, E. R. Trattner, señala en As a Jew Sees Jesus:

      “Se calcula que se han escrito más de sesenta mil volúmenes acerca de él (Jesús). Ochocientos idiomas y dialectos cuentan su historia. Para mí —debido a que soy judío— esto es algo asombroso, porque nada parecido a ello jamás ha ocurrido en tan grande escala en los anales del hombre.”

      “Dos temas diferentes”

      Aquí será bueno aclarar algunas ideas equivocadas. El Dr. Jocz señala: “El Cristo de la Iglesia . . . no tiene nada en común con el gran Nazareno. La discusión acerca de la doctrina cristiana y la discusión acerca de Jesús de Nazaret son dos temas diferentes.” ¿Cómo es eso?

      Un examen de los relatos del Evangelio escritos por los judíos Mateo, Marcos, Lucas y Juan puede resultar sorprendente. Usted hallará que en ningún lugar solicita Jesús la adoración de sus discípulos. En lugar de pretender la igualdad con Dios, Jesús dijo: “No hago nada de mi propia iniciativa; sino que hablo estas cosas así como el Padre me enseñó.” (Juan 8:28) Jesús también declaró: “El Padre [Dios] es mayor que yo.” (Juan 14:28) Y durante un tiempo de prueba él le oró a Dios: “Que no se efectúe mi voluntad, sino la tuya.”—Luc. 22:42.

      A diferencia de las iglesias de la cristiandad, ni Jesús ni ninguno de los escritores del “Nuevo Testamento” estimularon el uso de imágenes en la adoración. Por el contrario, leemos: “Huyan de la idolatría.” “Guárdense de los ídolos.” (1 Cor. 10:14; 1 Juan 5:21) Y en vez de instar al maltrato del prójimo, Jesús enseñó en su Sermón del Monte: “Continúen amando a sus enemigos y orando por los que los persiguen; para que demuestren ser hijos de su Padre que está en los cielos, ya que él hace salir su sol sobre inicuos y buenos y hace llover sobre justos e injustos.”—Mat. 5:44, 45.

      En cuanto al contenido de las enseñanzas de Jesús, The Jewish Encyclopedia comenta: “En muchos aspectos su actitud fue específicamente judía, hasta en direcciones que, por lo general, se consideran como señas de estrechez judaica. Parece que Jesús predicó con regularidad en la sinagoga, lo que no hubiera sido posible si sus doctrinas se hubieran reconocido como esencialmente diferentes de las creencias farisaicas contemporáneas.”

      Así es que muchos de los obstáculos que han excitado la animosidad de personas judías contra Jesús de Nazaret no existieron en el primer siglo de la E.C. De hecho, los judíos en aquel entonces se mostraron dispuestos a escucharle. ¿Por qué?

  • ¿Por qué escucharon a Jesús?
    ¡Despertad! 1976 | 22 de julio
    • ¿Por qué escucharon a Jesús?

      A PESAR de los adelantos de la ciencia y de la tecnología hoy día, nunca antes ha habido mayor necesidad de una guía práctica en las relaciones humanas. La humanidad no solo está dividida racial, nacional, y religiosamente, sino que frecuentemente las personas se sienten rechazadas por los de su misma raza, nación y organización religiosa.

      Parte de la naturaleza humana imperfecta es la tendencia hacia la distinción de clases, y ésta ha existido durante los milenios de la historia humana. Sin embargo, algunas cosas pueden agravarla. ¿Ha observado usted la tendencia de algunos que han recibido una buena educación académica de menospreciar a las personas que no han recibido una educación tan buena? Este problema también existió en el día de Jesús. El profesor George Foot Moore dijo en Judaism in the First Centuries of the Christian Era: “Los instruidos tenían el orgullo común de enseñanza en medida doble porque era enseñanza religiosa. . . . Hillel [que vivió a comienzos de la era común] lo había expresado concisamente: ‘Ningún hombre ignorante [‘am ha-arez, “gente de la tierra,” hebreo] es religioso.’”—Compare con Juan 7:49.

      Indicando el grado al que llevaban ciertas personas esta actitud, el Talmud preserva las siguientes declaraciones de rabinos que vivieron en los primeros siglos de la era común:

      “Nuestros rabinos enseñaron: Que un hombre . . . no se case con la hija de un ‘am ha-arez, porque éstos son detestables y sus esposas son sabandijas, y de sus hijas se dice que [en Deuteronomio 27:21]: ¡Maldito aquel que se echare con cualquiera bestia! . . . El R[abí] Eleazar dijo: En cuanto a un ‘am ha-arez, está permitido apuñalarlo [aun] en el Día de Expiación que cae en sábado. . . . Uno no debe acompañar a un ‘am ha-arez en el camino . . . El R[abí] Samuel [hijo de] Nahmani dijo en el nombre del R[abí] Johanan: ¡Uno puede despedazar a un ‘am ha-arez como a un pez! Dijo el R[abí] Samuel [hijo de] Isaac: Y [esto significa] a lo largo de la espalda.”—Talmud babilónico, tratado Pesachim (“Fiesta de la Pascua”), folio página 49b.

      No obstante, Jesús ciertamente se mezcló con la gente común. Cuando ciertos “escribas de los fariseos” se opusieron a que Jesús comiera con los despreciados recaudadores de impuestos y los “pecadores,” Jesús declaró: “Los fuertes no necesitan médico, pero los que se hallan mal sí. No vine a llamar a justos, sino a pecadores.” (Mar. 2:16, 17) Respecto a esta actitud, E. R. Trattner señala en As a Jew Sees Jesus:

      “Ningún profeta judío antes de Jesús buscó jamás a los desdichados, enfermos, débiles y oprimidos para derramarles amor y servicio compasivo. Se desvivió para redimir a los humildes por medio de un toque de comprensión humana que es del todo singular en la historia judía.”

      Este espíritu de compasión por la gente común seguramente hizo que muchos escucharan atentamente lo que Jesús decía. Pero eso no fue todo. También fue singular el contenido de la enseñanza de Jesús.

      Humildad y perdón

      En vez de instar a sus oyentes a esforzarse por grandeza en la erudición o en otra esfera, Jesús enseñó: “El mayor entre ustedes tiene que ser su ministro. El que se ensalce será humillado, y el que se humille será ensalzado.” (Mat. 23:11, 12) Claude Montefiore, un erudito judío que produjo varias obras acerca de Jesús de Nazaret, escribe en Rabbinic Literature and Gospel Teachings:

      “La doctrina de servir y de la humildad del servicio fue un rasgo notable de la enseñanza de Jesús. Y también era un rasgo comparativamente nuevo. No hay un paralelo completo a esta doctrina en la literatura rabínica, hasta donde yo lo sepa y haya podido indagar el asunto. Porque Jesús . . . quiere decir más que solo un pequeño punto como servir o escanciar vino en un banquete, aunque esa acción pudiera ser la ocasión o la ilustración de su enseñanza. Él quería decir el servicio de toda una vida; el rendir servicio humilde y dedicado a otros. Él quiso decir desgastarse a favor de los más humildes . . . Tal concepto era algo nuevo, una nueva enseñanza. Y es innecesario hablar aquí de su colosal importancia y efectos en la historia.”

      ¿Cómo debería una persona que deseaba servir a su prójimo reaccionar al ser ofendido? ¿Ha oído usted alguna vez a alguien decir: “No puedo soportarlo más. Jamás volverá a salirse con la suya”? Aunque es popular exaltar las virtudes de perdonar, muchos establecen un límite definido de la cantidad de veces que soportarán una molestia. Posiblemente el discípulo de Jesús Simón Pedro pensó que era una exageración cuando preguntó: “¿Cuántas veces ha de pecar contra mí mi hermano y he yo de perdonarle? ¿Hasta siete veces?” Sin embargo, Jesús respondió: “No te digo: Hasta siete veces, sino: Hasta setenta y siete veces.” (Mat. 18:21, 22) En otras palabras, no debe tener un límite el perdonar insultos y ofensas personales. Estos principios de humildad y tolerancia fueron otra razón por la cual se le hizo agradable a la gente escuchar a Jesús.

      Buenas obras y la “salvación”

      ¿Cuál es su opinión de las personas que son muy religiosas? ¿Ha observado usted la tendencia que tienen algunas de recalcar exageradamente el valor de llevar a cabo preceptos religiosos o el hacer obras de caridad? ¿No dan la apariencia ciertas personas de creer que las contribuciones de caridad generosas, u otros hechos filantrópicos o religiosos, excusan actitudes perjudiciales o hasta un modo de vivir inmoral? Bajo una apariencia de piedad esos individuos pueden ser muy egoístas y causar mucha infelicidad a otros.

      Como es el caso con casi todos los seres humanos, muchos judíos del día de Jesús se inclinaban a pensar que el cumplir con preceptos religiosos o hacer obras de caridad equilibraría, a los ojos de Dios, las transgresiones de su Ley. Los fariseos (que significa “los separados”) eran particularmente propensos a esta actitud. Entre las “7 clases de fariseos,” el Talmud palestinense alista “el que equilibra,” explicando: “[Él] se dice a sí mismo, voy a cumplir un precepto religioso, y entonces violar otro, y contrapone uno contra el otro.” Otra clase de fariseo, “que está consciente de sus obligaciones, trata de borrar sus pecados por su buena conducta.” (Tratado Berakhoth [“Bendiciones”], capítulo 9) La siguiente declaración muestra hasta dónde llevaban algunos esto de compensar sus actos pecaminosos con obras buenas:

      “Nuestros rabinos enseñaron: El hombre siempre debe considerarse a sí mismo como si fuera mitad culpable y mitad meritorio: si cumple un precepto, feliz es él por pesar más en la balanza del mérito; si comete una transgresión, ay de él por pesar más en la balanza de la culpabilidad.”—Talmud babilónico, tratado Kiddushin (“Noviazgos”), folio páginas 40a, 40b.

      Con respecto a esta actitud, Montefiore comenta: “Parece que los rabinos juzgan demasiado por los actos. . . . Y este énfasis conduce a una exteriorización extraña. Si las obras buenas de un hombre, en cualquier momento dado, exceden sus obras malas por una, puede ser clasificado entre los justos; si sus obras malas exceden sus obras buenas por una, puede ser clasificado entre los pecadores. Así es que su ‘salvación’

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