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  • ¿Terminará al fin la injusticia?
    La Atalaya 1977 | 15 de julio
    • ¿Terminará al fin la injusticia?

      “EL SISTEMA judicial que les aplica a ustedes es diferente del que le aplica a la gente influyente.”

      Maurice H. Nadjari, entonces fiscal estatal especial para investigar el sistema de justicia penal de la ciudad de Nueva York, hizo la declaración anterior en una entrevista que se le hizo el verano pasado. Cuando se le preguntó: “¿Cree usted que hay una norma doble en esta sociedad; una para los nobles y otra para los rústicos?” Nadjari contestó:

      “Me parece que es seguro que en nuestro sistema judicial sí la hay. Ha habido una dualidad en lo judicial. Un sistema judicial para los que tienen autoridad política, y otro para usted y para mí.”

      ¿Le parece que eso describe también la zona donde usted está? Probablemente, pues por todas partes la gente sufre injusticia irritante. Aparte de lo que usted personalmente haya experimentado, pudiera ser que haya oído de muchos casos de injusticia.

      Por ejemplo, ¿sabe usted de casos en los cuales un prominente abogado, juez o político hubiese aceptado sobornos, vendido su influencia o violado la ley para enriquecerse o adelantar en su carrera? Pero ¿recibió castigo justo ese hombre, o fue su castigo mucho más leve que el que pudiera esperar una persona de un grupo minoritario por un delito comparable? Aplicándolo más personalmente: Si se revelara que una persona influyente de su comunidad hubiera defraudado al gobierno por, digamos, 50.000 dólares, ¿cree usted que el castigo que recibiría sería igual al que se le diera a uno de los compañeros de trabajo o vecinos de usted si hurtara todo ese dinero?

      La realidad es que en muchos lugares el “sistema judicial” realmente no es justo. Un concilio nacional estadounidense sobre el delito informó:

      “Los que son atrapados en el sistema en cantidad abrumadora son los pobres, la clase inferior, miembros de los grupos minoritarios, inmigrantes, extranjeros, personas de inteligencia inferior y otros que de alguna manera están en desventaja. Los que tienen una buena oportunidad de escaparse del sistema son los delincuentes opulentos, las corporaciones delincuentes, los oficinistas, profesionales, etc., delincuentes, los que han hecho del delito su carrera, los delincuentes organizados y los delincuentes y criminales inteligentes.”

      Podemos rellenar la estructura de esta generalización con algunos detalles. Según un estudio, ‘se descubrió que los estafadores tienen cinco veces menos probabilidad de que se les declare culpables de un crimen que otros.’ Otro estudio reveló “que acusados prominentes de entre dependientes, oficinistas, profesionales, etc., tienen un promedio de aproximadamente un año [en prisión] por cada diez millones de dólares que hurtan. . . . En contraste, los asaltantes de bancos que lograron llevarse unos miles de dólares tuvieron como promedio sentencias de 11 años, cinco veces más tiempo en [prisión] que los desfalcadores de bancos que lograron llevarse millones.”

      Eso fue en los Estados Unidos de América. Pero si usted vive en otro país, ¿le parece que la situación sea muy diferente allí?

      Por supuesto, probablemente la mayoría de nosotros nos imaginemos que no nos vamos a ver envueltos directamente en esta clase de injusticia en particular, pues ¿quién de nosotros tiene planes de asaltar un banco o desfalcar millones? Sin embargo, las injusticias pueden tocarnos de otras maneras.

      Como ilustración, quizás usted haya tratado de zanjar algún asunto jurídico. Pudiera ser la obtención de ciertos documentos de viaje o de familia o un permiso para hacer modificaciones en un edificio. Usted satisfizo todos los requisitos jurídicos, como el cumplir con las ordenanzas de construcción. Pero ¿obtuvo trato imparcial y justo, o depende la justicia en su localidad de asuntos como “la gente que uno conoce”?

      Prescindiendo del tipo y alcance de la injusticia, todos hemos sufrido demasiado de ella. Como resultado, probablemente todos nos hayamos preguntado: “¿Terminará al fin la injusticia?”

      AYUDA PARA EL PROBLEMA

      Los que han tratado de resolver algunas de las más notorias injusticias públicas han aprendido que esto es más fácil desearlo que efectuarlo. Entre las soluciones que uno pudiera oír del hombre común están las siguientes:

      ‘Hagan que los líderes sean honrados y justos; entonces las demás personas serán justas.’ ‘Asegúrense de que los tribunales hagan cumplir sentencias iguales para todos y no dejen que ni los rufianes ni los políticos se libren fácilmente de la pena.’ ‘Encárguense de que los pobres reciban ayuda jurídica adecuada para que obtengan justicia.’ ‘Aumenten los castigos por aceptar sobornos, para que los que están en autoridad no se sientan tentados a pervertir la justicia.’

      Sin embargo, en esos puntos de vista se pasan por alto algunos puntos esenciales en cuanto a la injusticia que se enfocan en un relato bíblico que se encuentra en el capítulo 18 de Lucas. El que consideremos brevemente ese relato nos suministrará alguna perspectiva histórica sobre el problema de la injusticia y nos dejará ver ángulos del asunto que con frecuencia se pasan por alto.

      El relato es una ilustración que Jesús dio, basada en cosas con las cuales estaban familiarizados sus oyentes. Jesús dijo:

      “En cierta ciudad había cierto juez que no le tenía temor a Dios ni tenía respeto a hombre. Pues bien, había en aquella ciudad una viuda y ella seguía yendo a él, diciendo: ‘Ve que se me rinda justicia de mi adversario en juicio.’ Pues, por algún tiempo él no quiso, pero después dijo dentro de sí: ‘Aunque no temo a Dios ni respeto a hombre, de todos modos, porque esta viuda me causa molestia de continuo, veré que se le rinda justicia, para que no siga viniendo y aporreándome hasta acabar conmigo.’”

      Entonces Jesús aconsejó:

      “¡Oigan lo que dijo el juez, aunque él era injusto! De seguro, entonces, ¿no hará Dios que se haga justicia a sus escogidos que claman a él día y noche, aun cuando es sufrido para con ellos? Les digo: Él hará que se les haga justicia rápidamente. Sin embargo, cuando llegue el Hijo del hombre, ¿verdaderamente hallará la fe sobre la tierra?”—Luc. 18:2-8.

      Jesús dio esta ilustración para recalcar la importancia de perseverar en la oración. (Luc. 18:1) Pero de ella también podemos aprender acerca de la justicia.

      Primero, la parábola debe tener un efecto equilibrante en nosotros. ¿Por qué? Porque indica que aun hace mil novecientos años a menudo era difícil obtener justicia de alguien en autoridad, como de un magistrado nombrado por los romanos. Sí, la injusticia es un problema milenario. ¿Quién puede decir cuántos diferentes gobiernos humanos y movimientos de reforma han tratado de acabar con la injusticia? Sin embargo, todavía está con nosotros. El reconocer este hecho histórico puede servirnos de salvaguarda. ¿Por qué? Porque puede protegernos de que se nos arrastre rápidamente a otro esfuerzo humano de alguna clase por cambiar la situación, un esfuerzo que probablemente no sea muy diferente de lo que se ha intentado antes.—Pro. 24:21.

      También, la parábola debe hacernos comprender que, según la Biblia, el Hacedor de la humanidad se interesa compasivamente en la justicia para todos, aun para una viuda de condición humilde. (Deu. 10:17, 18) Esto está de acuerdo con la descripción que hizo de Dios un salmista que conocía Sus juicios: “Él es amador de justicia y derecho.”—Sal. 33:5.

      Finalmente, la ilustración de Jesús, aunque no señala de por sí con exactitud cuándo ello sucederá, sí nos suministra razón para creer que el propósito de Dios es “que se haga justicia.”

      “Sí,” algunos quizás digan, “pero ¿cómo terminará la injusticia y cuándo?”

  • Justicia para todos... ¿cómo? ¿cuándo?
    La Atalaya 1977 | 15 de julio
    • Justicia para todos... ¿cómo? ¿cuándo?

      ¿QUIÉN negaría que “justicia para todos” es un excelente principio? Pero, apegándonos a los hechos, sabemos que eso todavía no es realidad.

      A través de los siglos hombres y mujeres sinceros han luchado por disminuir la injusticia y aumentar la justicia. Movimientos de reforma han modificado las estructuras políticas. Ha habido revisión y reorganización de procedimientos jurídicos y sistemas de tribunales. ¡Sin embargo, la injusticia subsiste!

      Esto lleva a la gente a la conclusión de que la “justicia para todos” nunca se logrará; algunos hasta se hacen cínicos o se preocupan por la injusticia solo cuando llega a ellos. Sin embargo, hay razón para optimismo. Se puede hacer algo, y se hará, para conseguir justicia para todos. Pero ¿cómo? y ¿cuándo? Tendremos mejor comprensión de las respuestas a estas preguntas al considerar algunas causas de la injusticia y los obstáculos que estorban la ejecución de la justicia. También, notaremos lo complejo que es el problema de obtener justicia completa.

      EMPIECE POR ARRIBA

      El famoso jurisconsulto Marvin E. Frankel indicó lo siguiente:

      “ . . . no podemos pasar por alto el grado al cual el comportamiento de los líderes de la comunidad determina la actitud de la gente en cuanto a la ley y el orden. Vivimos en una era durante la cual el candor y la integridad de nuestros más encumbrados funcionarios —sin excluir a los jueces, pero no principalmente los jueces— han sido puestos intensamente en tela de juicio.”

      Está claro que el que haya corrupción entre los líderes del gobierno y los que hacen cumplir la ley es un obstáculo principal al ejercicio de una justicia cabal. ¿Cómo se puede alcanzar justicia para todos mientras los que estén facultados para hacer cumplir la justicia estén dispuestos a recibir sobornos o muestren favoritismo a personas influyentes? Mucho tiempo atrás la Biblia declaró correctamente: “Cuando alguien inicuo gobierna, el pueblo suspira. Por medio de la justicia el rey hace que el país siga subsistiendo, pero el hombre que busca sobornos lo demuele.”—Pro. 29:2, 4.

      Entonces, para que la justicia llegue a ser una realidad para todos, tiene que haber liderato honrado y justo.

      UNA SOLA LEY PARA TODOS

      Otro obstáculo para la justicia es el hecho de que, hoy, cuanta justicia uno obtenga puede depender de quién sea uno o cuánto tenga.

      En algunos lugares la “justicia” puede depender de si uno puede o no contratar abogados caros. Es cierto que a veces el tribunal suministra abogados aptos para defender a los que no tienen recursos para valerse de éstos. Pero estos abogados con frecuencia tienen trabajo excesivo o no están disponibles para toda clase de casos. En consecuencia, un rufián u hombre de negocios falto de honradez que pueda pagar por una defensa esmerada y técnica puede “comprar” lo que pase por justicia.

      Un abogado norteamericano que encabezó un equipo jurídico de 175 hombres en la defensa de una sola persona hizo esta reveladora observación:

      “Lo primero que usted [tiene que] comprender es que la calidad de la justicia en este país está directamente relacionada con la billetera. . . . La gente pobre es la que va a la cárcel porque la gente pobre no puede obtener justicia en este sistema judicial. La primera semana en que practiqué derecho, fui a un tribunal para ver un juicio, y vi que cuatro pobres obtuvieron severas sentencias por juego de azar. Luego fui a una reunión de la asociación [de abogados], y los veo a todos sentados allí con máquinas [de juego de azar].”

      Aunque a alguien se le declare culpable, el castigo puede determinarse en parte por su posición financiera o social. En algunos casos de fraude por oficinistas en los cuales han estado implicados millones de dólares se rinde una sentencia relativamente leve con la explicación de que el criminal ha sido castigado por la pérdida de prestigio. Sin embargo, un periódico dijo en un artículo de fondo:

      “Cualquier acusado prominente puede alegar de modo plausible que el desenmascaramiento y el desprecio públicos son suficiente retribución. En armonía con esa norma, solo los miembros menos favorecidos de la sociedad recibirían los castigos mayores, puesto que no pueden reclamar pérdida de posición social. Es mucho más fácil proclamar que practicar la ‘justicia equitativa.’”

      Por consiguiente, si alguna vez ha de obtenerse justicia para todos, tendrá que haber una sola ley para todas las personas prescindiendo de lo que sea su posición o caudal. La Biblia llamó atención a este principio importante, pues la ley hebrea decía: “Una misma decisión judicial debe aplicarse a ustedes. El residente forastero debe resultar ser lo mismo que el natural, porque yo soy Jehová el Dios de ustedes.”—Lev. 24:22; 19:34; Núm. 9:14; 15:16.

      SENTENCIAS IMPARCIALES

      Aunque la ley sea clara y aplique a todos, el rendir fallos justos todavía puede ser un problema.

      Informó el Post de Nueva York del 5 de mayo de 1976:

      “El procurador general Levi criticó el sistema de la nación de sentenciar a los delincuentes llamándolo lento, incierto y parcial, y dijo que ‘tiene los atributos de una lotería.’ . . . Hizo notar que en un distrito judicial federal, el 71 por ciento de todos los acusados a quienes se declara culpables van a la prisión, mientras que en otro distrito sólo se encarcela al 16 por ciento si se les declara culpables de acusaciones similares.”

      Cómo tratar con tal disparidad es cuestión de controversia. Tal vez usted haya oído la sugerencia de que debería haber una sentencia obligatoria fija para cada delito. Por ejemplo, el que hurta un auto recibe cierta multa o término de encarcelación; la persona que comete incendio premeditado tiene que servir una cantidad fija de años en prisión; etcétera. Aunque un sistema judicial de esa índole parezca sencillo e imparcial, ¿sería realmente justo? Por ejemplo, ¿debe recibir el ofensor primerizo que está sinceramente arrepentido la misma sentencia que un delincuente desvergonzado?

      En una conferencia de criminólogos y jueces en Berlín, el Dr. Richard Sturm, del Ministerio de Justicia de Alemania Occidental, describió un esfuerzo por tratar con este asunto. En éste estaba envuelta la “prognosis social,” es decir, el analizar las circunstancias de la vida y el registro pasado del acusado y luego sentenciarlo de acuerdo con ello. Pero el Dr. W. Buikhuisen, de los Países Bajos, preguntó si esto no pudiera “imponer castigo doble a algunos ofensores.” Razonó que si “ya hubieran sufrido debido a circunstancias desventajosas, probablemente se les considerara mucho riesgo y recibieran sentencias más prolongadas.”

      La perplejidad causada por el problema subraya que, para que haya justicia para todos, se necesitan jueces sabios e imparciales. El sistema jurídico de la Biblia que se dio a los israelitas recalcó este hecho. En éste Dios estipuló: “No has de pervertir la decisión judicial de tu pobre en su controversia. Has de mantenerte alejado de la palabra falsa. . . . No has de aceptar un soborno, porque el soborno ciega a hombres de vista clara.” (Éxo. 23:6-8) Dios dijo además: “No deben hacer injusticia en el juicio. No debes tratar con parcialidad al de humilde condición, y no debes preferir la persona de un grande. Con justicia debes juzgar a tu asociado.”—Lev. 19:15; Deu. 1:15-17.

      ¿Qué ayudaría a impedir que aquellos jueces hebreos se hicieran injustos? El temor reverencial a Dios. Se les dijo: “No es para el hombre que ustedes juzgan, sino que es para Jehová; y él está con ustedes en el asunto de juicio. Y ahora que el pavor de Jehová llegue a estar sobre ustedes. Tengan cuidado y actúen, porque con Jehová nuestro Dios no hay injusticia ni parcialidad ni aceptación de soborno.”—2 Cró. 19:6, 7.

      ¿NUEVOS ENFOQUES DE LA JUSTICIA?

      A través de los años ha habido muchos cambios en los sistemas de justicia en varios países. Con frecuencia estos cambios se hicieron en armonía con alguna nueva teoría o filosofía de la justicia.

      Por ejemplo, durante el último siglo se ha dado mucha atención a los esfuerzos por rehabilitar a los delincuentes, y se han hecho esfuerzos por producir ajustes sociales en ellos más bien que principalmente castigarlos. Esta filosofía también ha tendido a estimular más indulgencia al dictar sentencia.

      Aunque de seguro este enfoque es digno de encomio en teoría, ¿qué resultado ha tenido? Alan Dershowitz, profesor de derecho y coordinador de un grupo especial para estudiar sentencias penales, dijo:

      “La rehabilitación sencillamente no ha dado buenos resultados. En un examen reciente de más de 200 estudios sobre la rehabilitación se llegó a la conclusión desalentadora de que tenemos ‘muy poca razón’ para creer que el recidivismo [la recaída en el delito] se pueda reducir mediante alguna de las técnicas de rehabilitación que se emplean actualmente.”

      Con demasiada frecuencia el enfoque liberal, “humano,” ha resultado en devolver a las calles a personas que son delincuentes habituales. En Thinking About Crime James Q. Wilson, profesor de gobierno en la Universidad de Harvard, concluyó: “Existen los inicuos. Nada sirve salvo el apartarlos de los inocentes. . . . Hemos jugado con los inicuos, nos hemos burlado de los inocentes y hemos animado a los calculadores. La justicia sufre, y también sufrimos todos nosotros.” ¡Qué cierto! pues muchas personas han perdido ahora la esperanza de que la humanidad vea alguna vez justicia para todos.

      De los que todavía trabajan en mejorar el sistema judicial, muchos están ajustando su enfoque. Algunos sostienen ahora que “El castigo sí disuade de delinquir,” como se declaró en un encabezamiento periodístico. El profesor Isaac Ehrlich, de la Universidad de Chicago, recientemente terminó un estudio que muestra que “esencialmente, lo seguro y severo del castigo disuaden [de delinquir] a la gente.” Y pudiera haber esperanza de que al obrar en armonía con este punto de vista se dé al público alguna razón para pensar que alguna medida de justicia pueda llegar a “las salas de justicia.”

      Otro enfoque que está recibiendo cada vez más atención es el que envuelve restitución o compensación. Informó el Star de Toronto (22 de julio de 1976):

      “Un violador de la ley debe pagar directamente a la víctima por el daño o pérdida que haya causado, dijo ayer la Comisión sobre Reforma de la Ley en un documento de trabajo. . . . ‘Se han escogido la restitución y la compensación para considerarlas temprano porque representan medios de dirigir más atención a la víctima del delito, lo cual recalca la responsabilidad que tienen el transgresor y el estado [de] compensar al mayor grado posible por el daño hecho.’”

      En ese periódico canadiense también se habló de experimentos en Edmonton en los cuales los delincuentes tuvieron que “trabajar para pagar las multas en vez de ir a la cárcel.”

      Pero, en realidad, ¿es todo esto un nuevo método de justicia? No, pues la restitución y la compensación formaban parte de la ley que Dios entregó al Israel de la antigüedad. El hombre que robaba un toro, por ejemplo, tenía que hacer compensación doble, o más, dependiendo del caso. Si no podía hacer eso, tenía que servir de trabajador asalariado hasta que pagara lo que le correspondía a la víctima. (Éxo. 22:1-9) También se requería compensación por calumnia, injurias y daño a la propiedad ajena. (Éxo. 21:35, 36; Deu. 22:13-19) Usted puede ver que este arreglo justo protegía y recompensaba a la víctima, le enseñaba al transgresor

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