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Hallando la religión correctaLa Atalaya 1969 | 1 de febrero
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Hallando la religión correcta
UN ESTUDIANTE de la Escuela del Ministerio del Reino en la central de la Sociedad Watch Tower hizo el siguiente relato de su búsqueda de la religión de Jesucristo:
“Cuando tenía trece años de edad decidí que quería ser ministro. Hice planes para obtener una beca para entrar en un colegio de enseñanza superior. Sin embargo, en mi penúltimo año de secundaria mi madre sufrió una apoplejía y fue hospitalizada... el costado izquierdo de su cuerpo quedó completamente paralizado. Se desbarató la familia, mis hermanos y mis hermanas se esparcieron acá y allá en casas de crianza. Pero yo todavía estaba resuelto a entrar en el colegio de enseñanza superior y entonces dedicarme al ministerio.
“Cuando tenía dieciséis años de edad todavía pensaba mucho en la vocación que había escogido. Pero a veces me preguntaba: ¿Por qué ser ministro metodista? ¿Por qué no sacerdote católico, o rabino, o ministro hindú o musulmán? Lo principal era ayudar a los pobres, a la gente maltratada, para consolarla e instruirla. Entonces comencé a preguntarme: ¿Quién fue el mejor ministro de todo el mundo? ¡Pues, Jesucristo, por supuesto! Entonces la religión que siga su ejemplo es con la que quiero servir de ministro.
“De modo que empecé a estudiar la vida de Jesús en la Biblia. Noté que él amaba a la gente y le enseñaba tan bien de la Palabra de Dios que ella, a su vez, podía enseñar a otros. Me gustó eso. De modo que, buscaría este rasgo en la religión correcta. Averiguaría cuánto se estudiaba la Biblia entre los miembros de mi propia iglesia. Lo hice, y encontré que tenían poco entendimiento verdadero. La mayoría de la gente parecía pensar que la religión solo era para los domingos.
“Interrogué a mi ministro tocante a por qué él se había dedicado al ministerio en primer lugar, y le pregunté si consideraba que había tenido éxito en él. Me dijo que cuando empezó pensó que iba a hacer lo nunca visto, pero finalmente comprendió que un hombre no puede hacer tanto como quisiera. Le pedí que explicara con la Biblia el tema de su sermón favorito, la Trinidad o tres personas en un solo Dios. Dijo que si yo fuera al seminario se me enseñaría allí, que le era imposible a él explicármelo con la Biblia.
“Entonces le pregunté si un ministro debería poner el ejemplo correcto en moralidad para los demás miembros de la iglesia, tomando en cuenta que Jesús dijo a su rebaño: ‘Síganme.’ Contestó: ‘Yo solo soy humano, no soy Jesús; por eso simplemente haga como yo digo y no como yo hago.’
“Después de esta entrevista supe que la religión correcta tenía que estar en otro lado. De modo que inicié una búsqueda de iglesia en iglesia, leyendo acerca de diversas religiones, siempre usando el ministerio de Jesús como modelo. Después de proceder así unos dos años sin tener éxito, empecé a preguntarme cómo Dios esperaba que las personas lo adoraran si no tenía una religión que imitara a Jesús, para ponerles el ejemplo correcto.
“Cierto día un amigo mío me pidió que recogiera una ropa sucia de una cliente suya de limpieza en seco. Lo hice, y la cliente me dio una revista La Atalaya, pidiéndome que la leyera y más tarde le dijera lo que pensaba de ella. Cuando le traje las prendas de vestir limpias le dije que nunca había leído una revista con tantas citas de la Biblia. Me invitó a asistir a un discurso en el Salón del Reino de los testigos de Jehová. Acepté, pensando entre mí: ¿Por qué no ir a un Salón del Reino? puesto que he ido a tantas otras iglesias.
“Estaba en el piso superior, y recuerdo que al subir las escaleras pensé con una sonrisa: Esta iglesia me va a acercar más al cielo que cualquiera de las otras que he probado. Pero cuando entré en el salón quedé asombrado... nada de cruces, nada de cuadros de corazones sangrantes, ni de Jesús llevando un cordero, ningún altar, sino solo personas de diferentes razas sentadas tranquilamente lado a lado. Y durante el sermón oí más textos de la Biblia citados y explicados de los que jamás había oído de todos los otros clérigos a quienes había escuchado en el pasado.
“Después del discurso le pregunté a un Testigo que estaba sentado cerca de mí acerca de la Trinidad. En solo unos cuantos minutos me dio prueba abundante de la Biblia misma para mostrar que ésta no era una doctrina bíblica. Luego le pregunté más acerca del significado del año 1914, que el orador había mencionado ese día. Me explicó por medio de la cronología bíblica la importancia de esa fecha interesante, respaldando su argumento bíblico con un cuadro de fechas que dibujó a pulso para mí.
“Mi larga búsqueda de la religión correcta terminó ese día. Esto era exactamente lo que había estado buscando, la religión que seguía el modelo del ministerio de Jesús, y extendía a todos los cristianos el privilegio de ser entrenados para el ministerio. Fue un momento feliz en mi vida. Le di gracias a Dios por haberme atraído a su pueblo.”
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Preguntas de los lectoresLa Atalaya 1969 | 1 de febrero
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Preguntas de los lectores
● ¿Es correcto que un cristiano que está comprometido para casarse rompa ese compromiso?—A. H., EE. UU.
El matrimonio es un don de Dios que puede traer felicidad y satisfacción a un individuo; no obstante, también trae serias responsabilidades, y por eso no debe tomarse a la ligera. Aunque en algunos lugares los padres todavía arreglan los esponsales de su prole, en muchas sociedades se le permite al adulto soltero la libertad de escoger cónyuge. Si dos cristianos que están en esta última situación convienen en casarse o prometen hacerlo, se puede esperar, en medio de circunstancias normales, que cumplan su palabra.
Antes de que una persona concuerde en algo, debe darle al asunto la consideración anticipada que exige. Entonces, cuando dé su palabra, puede seguir el consejo de Jesús: “Simplemente signifique su palabra Sí, Sí, su No, No.” (Mat. 5:37) Los cristianos no tienen que hacer juramentos solemnes especiales para hacer creíbles sus palabras. Cuando uno dice algo, debe querer decirlo.
Por eso, cuando dos cristianos han llegado a un acuerdo de que van a casarse, debe subsistir su palabra. Por lo general no es necesario hacer una declaración o acto público especial aunque con frecuencia se hace. Al tratar sobre “Violación de promesa de matrimonio,” American Jurisprudence, tomo 8, páginas 849 y 850, dice: “No se necesita alguna forma en particular de palabras para dar lugar a los [esponsales]; basta que las mentes de las partes interesadas estén de acuerdo y que mutuamente hayan concordado en el compromiso.”
Por supuesto, no es un compromiso cuando se ha hecho una propuesta pero ésta no ha sido aceptada. El mismo libro legal dice: “La promesa de una parte interesada sin una promesa correspondiente a ésta solo es una oferta de matrimonio y no un contrato [compromiso].” (Página 849) Por eso cuando hablamos de un compromiso, queremos decir un acuerdo mutuo que envuelve la palabra honrada de ambas partes interesadas.
El compromiso se consideraba tan seriamente entre los hebreos que se hacía referencia a una mujer prometida como la esposa del hombre, aunque, por supuesto, él no podía tener relaciones con ella hasta que realmente se casaban. (Gén. 29:21; Mat. 1:18, 19) La mujer comprometida tenía una posición diferente de la de una virgen no comprometida. (Exo. 22:16, 17; Deu. 22:23-29) Esto pone de relieve la importancia de la condición de estar comprometidos.
Sin embargo, ¿hay cosas que justificarían que se rompiera unilateralmente un compromiso? Sería una situación muy rara la que justificara el que un cristiano maduro hiciera eso unilateralmente. El fraude o el ocultar hechos importantes pudiera justificar el dar por terminado un compromiso. Mencionemos dos ejemplos: Una mujer deliberadamente ocultó el hecho de que no estaba libre bíblicamente para casarse, y aceptó la propuesta de un hombre que había inquirido solo hasta cierto límite la condición marital de ella. Si más tarde él se enterara de que ella no podía casarse todavía, estaría justificado en cancelar el compromiso. De hecho, bíblicamente estaría obligado a hacerlo. (Mat. 5:32) O si un hombre voluntariosamente mintiera para ocultar hechos de modo que una mujer aceptara su propuesta, cuando ella se enterara de los hechos y que él había mentido, esto podría resultar
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