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  • El camino más excelente de amor
    La Atalaya 1950 | 1 de mayo
    • que tengamos confianza en el día del juicio.”—1 Juan 4:17, 18.

      22 En esta conexión Pablo pidió que sus hermanos cristianos suplicaran a Dios por él, diciendo: “por mí, para que se me conceda libertad de palabra, en abrir mi boca con denuedo, para dar a conocer el misterio del evangelio.” Pidió sus oraciones, “para que Dios nos abra puerta para la palabra, a fin de hablar el misterio de Cristo.” (Efe. 6:19; Col. 4:3) Sin duda, junto con un vasto conocimiento de los misterios, Pablo también tenía un amor que le hacía abnegarse; y ciertamente los esposos y esposas cristianos que hoy día conocen el misterio de Cristo y de su iglesia tienen que manifestar amor usando ese conocimiento en sus tratos los unos con los otros. Al explicarlo Pablo dijo: “Este es un gran misterio; yo hablo empero con respecto a Cristo y a la iglesia. Sin embargo, en cuanto a vosotros también, amad cada uno individualmente a su propia mujer como a sí mismo; y vea la mujer que reverencie a su marido.” (Efe. 5:32, 33) Para que sea de provecho para nosotros mismos así como para los demás tenemos que usar nuestro conocimiento de estos secretos profundos de Dios de una manera amorosa.

      CONOCIMIENTO

      23, 24. ¿Qué otro conocimiento podríamos tener, según lo demostraron Jesús y Pedro?

      23 Hay otro conocimiento aparte del de los misterios sagrados, y aquí es donde surge la pregunta pertinente, ¿Cómo debemos aplicar e impartir ese conocimiento? Pablo dijo que si él poseía todo el conocimiento pero no tenía amor, resultaría ser nada a la vista de Dios, sin importar lo sabio que lo consideraran los hermanos cristianos. En esto se refería particularmente a los dones de conocimiento que de vez en cuando impartía milagrosamente el espíritu, dones que debían de cesar después de un tiempo.

      24 Por ejemplo, Jesús tuvo momentáneamente un don especial de conocimiento cuando exclamó concerniente a Natanael al acercarse éste: “He aquí verdaderamente un israelita, en quien no hay engaño.” “Dícele Natanael: ¿De dónde me conoces?” Sí, ¿cómo lo conoció Jesús si no fué por el espíritu de Dios? Por esto pudo demostrar Jesús lo bien que conocía a Natanael al responder a su pregunta: “Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te ví.” (Juan 1:47, 48) También, después que el espíritu santo fué derramado el día del Pentecostés, cuando los dos discípulos Ananías y Safira conspiraron para dar la apariencia de que estaban donando su todo al servicio de Dios, el apóstol Pedro tuvo un don oportuno de conocimiento. Éste le capacitó para exponer el engaño. Cuando el hombre entregó sólo una parte de la donación con el fin de crear una impresión falsa, Pedro sabía lo que estaba sucediendo. Él dijo: “Ananías, ¿por qué ha llenado Satanás tu corazón para que mintieses al espíritu santo, y sustrayeses parte del valor del campo? Quedándose como estaba, ¿no se te quedaba para ti? y vendido, ¿no estaba en tu mismo poder? ¿Cómo es que has concebido esta cosa en tu corazón? ¡no has mentido a los hombres, sino a Dios!” Ananías cayó muerto; y más tarde cuando su esposa Safira se mostró ser partidaria de la conspiración, Pedro le dijo a ella: “¿Cómo es que habéis convenido entre vosotros para tentar al espíritu del Señor?” Ella también cayó muerta, pero no porque Pedro haya usado el conocimiento sin amor.—Hech. 5:1-10.

      25, 26. ¿Cómo usó Pablo dicho conocimiento y qué comento hizo acerca del conocimiento?

      25 Una de las ocasiones en que recibió el apóstol Pablo un don oportuno de conocimiento fué cuando estaba en la nave en camino a Roma. Cuando el naufragio parecía inescapable y el oficial militar y sus hombres estaban a punto de desertar la nave, Pablo les dijo: “Si éstos no permanecen en la nave, vosotros no podréis salvaros.” Y cuando amaneció el día del naufragio Pablo dijo a todos los que estaban a bordo: “Hace hoy catorce días que habéis estado aguardando, permaneciendo ayunos, y sin tomar nada. Por lo cual os ruego que toméis alimento: porque esto es para vuestra salud; pues no se perderá un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros.” “Mas hemos de ser echados en cierta isla.” (Hech. 27:31, 33, 34, 26) ¡Qué providenciales podrían ser los dones de conocimiento, y qué excelente sería poseer todo el conocimiento necesario!

      26 Pablo bien conocía el peligro de tener conocimiento, porque pudo decir de sí mismo: “No soy orador, quizás, pero sí poseo conocimiento; nunca falté en hacerme inteligible a vosotros.” (2 Cor. 11:6, Móffatt [en inglés]) Pero si conocemos más que otros somos capaces de hincharnos para perjuicio nuestro. Y poseyendo una persona conocimiento superior y la conciencia ilustrada que esto da, podría actuar egoístamente. Podría ejercitar las libertades permitidas por su conciencia sin importarle que sus acciones libres causen el tropiezo de otros que no conocen tanto como él y que por eso tienen temores de conciencia. De manera que el conocimiento debe ser balanceado y dirigido por el amor. Acerca de esto el apóstol dice, discutiendo el problema de alimentos: “En cuanto a comida que se ha ofrecido a ídolos. ¡En esto, por supuesto, ‘todos tenemos conocimiento’! El conocimiento hincha, el amor edifica. El que se imagina que ha adquirido cierto grado de conocimiento, no posee el verdadero conocimiento todavía; pero si uno ama a Dios, es conocido por Él . . . Pero acuérdense, no todos tienen este ‘conocimiento.’” (1 Cor. 8:1-7, Móffatt [en inglés]) Los que poseen conocimiento deben considerar con amor la ignorancia de otros.

      27, 28. ¿Cómo puede perjudicar el conocimiento al que lo posee? ¿Cómo puede ser de ayuda?

      27 Hinchada por lo que conoce correctamente, una persona egoísta podrá decir: “Voy a divertirme. ¿Por qué debo molestarme por lo que otros piensan de mí? Yo sé que estoy en lo correcto al hacer esto. Si otros son ignorantes, yo no soy el responsable de eso. ¿Por qué debo permitir que su ignorancia y conciencia no instruída pongan límites a mi libertad e impidan que goce de las cosas que tengo derecho de gozar?” Puesto que este proceder no resultaría en edificar a otros sino que posiblemente dañaría hasta a los que son cristianos, no sería un proceder amoroso. Porque no sufre su propia conciencia, debido al conocimiento que tiene, él podrá creer que no se está perjudicando. Pero sí se está perjudicando, porque está estorbando su propio crecimiento en amor, y Dios podría considerarlo responsable de la destrucción espiritual de otra persona por haber obrado de una manera egoísta en las cosas que él conocía como lícitas.

      28 El conocimiento debe ayudarnos a expresar nuestro amor de una manera más servicial. Si el esposo conoce y entiende el caso de la mujer, él puede manifestar su cariño de una manera más sabia. Pedro aconseja a los esposos que hagan precisamente eso. Él dice: “Vosotros maridos, semejantemente, habitad con ellas según ciencia [conocimiento], dando honor á la mujer como á vaso más frágil, y como á herederas juntamente de la gracia de la vida; para que vuestras oraciones no sean impedidas. Y finalmente, sed todos de un mismo corazón, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables.” (1 Ped. 3:7, 8, Valera) Muy en armonía con la superioridad que tiene el amor sobre el conocimiento, Pedro manifiesta cómo los cristianos deben de crecer y obrar para no dejar de alcanzar el galardón celestial, y luego menciona el amor como el punto culminante. Dice que deben añadir diligentemente a su fe la virtud, y a su virtud el conocimiento, y luego al conocimiento no sólo el gobierno de sí mismos, la paciencia, y la piedad, sino también el cariño fraternal, y al cariño fraternal la cualidad coronaria de amor.—2 Ped. 1:5-7, margen.

  • La fe con amor
    La Atalaya 1950 | 1 de mayo
    • La fe con amor

      1. ¿Cómo podría uno adquirir fe, pero cómo únicamente sería de provecho?

      EL CONOCIMIENTO es el fundamento para la fe. Romanos 10:14-17 lo manifiesta muy bien cuando dice: “¿Mas cómo le han de invocar, si no creen en él? o ¿cómo creerán en él, si de él nada han oído hablar? . . . Así que la fe proviene de oír, y el oír depende de la predicación de la palabra de Cristo.” (Torres Amat) Pero allá en los días de los apóstoles era posible recibir dones de fe por el poder del espíritu de Dios, cierta convicción que se implantaba en un cristiano por inspiración. Dice Pablo: “Porque a uno, por medio del espíritu, le es dada palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia, según el mismo espíritu; a otro, fe, por el mismo espíritu.” (1 Cor. 12:8, 9) Dicha fe o convicción que se concedía milagrosamente a ciertas personas era cosa necesaria en ese tiempo y resultaba en acciones. Porque los hombres y mujeres de la antigüedad mostraron su fe, se habla de ellos loablemente en el registro bíblico. La fe es cosa muy necesaria, porque la victoria sobre este mundo puede ganarse por un cristiano únicamente si tiene fe en el Dios Todopoderoso. Pero en este caso, también, el don de fe tiene que ir acompañado por el amor para que resulte en provecho eterno de uno mismo. Porque, dice el apóstol, “si tuviere toda la fe, de modo que pudiese remover montañas, mas no tuviere amor, nada soy.”—1 Cor. 13:2.

      2. ¿Qué montañas debemos orar que sean removidas? ¿Con qué cualidad?

      2 Cierto, Jesús sí les dijo a sus discípulos: “Si tuvieses fe como un grano de mostaza, pudierais decir a esta montaña: Pásate de aquí allá, y se pasaría; y nada os sería imposible.” (Mat. 17:20) Pero no existe registro que indique que él o alguno de sus discípulos jamás tuvo la necesidad de quitar del camino una montaña literal. No existe registro indicando que, sin dinamita o pala de vapor, ellos usaron nada más la fe y oraron al Dios Todopoderoso para que removiera una montaña, y, ¡presto! ésta haya sido alzada y depositada lejos de la vista en el mar. De modo que ninguno de nosotros debe pensar hoy día que jamás tendremos que orar con fe extraordinaria para que una montaña literal sea removida de nuestro camino. Sin duda el término montaña se refiere a obstáculos y dificultades vastos e imponentes que impiden nuestro progreso y que parecen ser tan invencibles e inmovibles como montañas literales. Como, por ejemplo, cuando el profeta Isaías describe la preparación del camino de Jehová para su pueblo desalojado, él dice que “todo monte y cerro [será] abatido”. O como cuando el profeta Zacarías le dice al gobernador judío Zorobabel acerca de la oposición organizada con que se confrontaba su obra de reconstrucción y luego le dice a los opositores organizados: “¿Qué eres tú, oh gran montaña? ante Zorobabel te convertirás en llanura; y él sacará la piedra de remate con aclamaciones de: ¡Gracia, gracia a ella!” (Isa. 40:4; Zac. 4:7) Pero para orar pidiendo la remoción de dichos obstáculos que se parecen a montañas requeriría una medida extraordinaria de fe, “TODA la fe.”

      3. ¿Cómo tuvieron fe Adán y Eva y Judas, y con todo por qué fracasaron?

      3 Entonces ¿qué? ¿No aseguraría esto que el poseedor de dicha fe excepcional vencería a todas las cosas en su camino, hasta el mismo mundo, y que por fin alcanzaría el premio de la vida eterna en el justo nuevo mundo? No, dice Pablo, a menos que junto con su fe tuviera amor. Pedro dijo que a la fe debe añadirse cariño fraternal y amor. Debido al conocimiento que Cristóbal Colón había adquirido por medio de cierta información y observaciones, él tenía fe de que esta tierra es redonda y actuó en armonía con esa fe y descubrió a la América; pero no tenía amor. Usando su fe sirvió a este mundo y sus intereses nacionales y comerciales. Debido a que Adán y Eva no vieron a Jehová Dios, su Creador, en el jardín del Edén era menester que tuvieran fe de que él existía, pero ellos fracasaron en la prueba de su amor hacia él. Dice Santiago: “Tú crees que Dios es uno solo. Bien haces: también los demonios lo creen, y tiemblan.” (Sant. 2:19)

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