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  • ¿Cuán íntima es su relación con Dios?
    La Atalaya 1984 | 1 de agosto
    • tiene conocimiento verdadero y adecuado de Dios? No necesariamente.

      En sí mismas, simples declaraciones acerca de Dios y sus cualidades pueden parecer carentes de significado, especialmente si usted no puede relacionarlas con su experiencia personal. Por ejemplo, ¿cómo pudiera una persona sorda de nacimiento comprender lo que es un sonido “alto” y uno “bajo”? ¿Cómo puede saber la diferencia entre el gorjeo de un gorrión y el arrullo de una paloma si no tiene manera alguna de hacer una comparación entre ambos sonidos? De igual manera, la declaración en sí de que “Dios es amor” pudiera parecer nada más que un hecho frío (1 Juan 4:8). Pero para captar plenamente el amor de Dios, tanto mental como emocionalmente, la persona tiene que considerar cómo se ha expresado ese amor hacia la humanidad (Juan 3:16). También tiene que poder relacionar con su propia experiencia personal el amor de Dios. “Gusten y vean que Jehová es bueno”, dijo el salmista (Salmo 34:8). A medida que el individuo hace eso, no puede menos que sentirse atraído a Dios.

      Mirando fijamente a su padre, el pequeño Luis preguntó una vez: “Sé que debo amar a Jehová más que a cualquier otra cosa, pero ¿cómo puedo amarlo más que a ti? Puedo verte y amarte, pero no puedo ver a Jehová”. El padre tranquilizó al hijo al explicarle que un sentimiento como ése es bastante normal al principio. Y le aseguró al jovencito que después que aprendiera lo que la Biblia dice acerca de las maravillosas cualidades y obras de Jehová, y al experimentar personalmente el cuidado amoroso de Dios, ¡podría cobrarle más apego a Dios que a toda otra persona! (Mateo 22:37, 38.) Lo mismo puede sucederle a cualquiera de nosotros que tome tiempo para aprender de Jehová Dios.

      Lo que significa “conocer” a Dios

      A menudo usamos la palabra “conocer” para referirnos a una breve relación con alguien o al mero hecho de reconocer a una persona. Tal vez nos hallemos diciendo: ‘Si no me equivoco, la conozco’. Puede que hasta digamos esto si solo hemos visto momentáneamente en alguna parte a la persona o ya nos la ha presentado alguien brevemente.

      El apóstol Juan nos ayuda a entender que “conocer” a Dios significa más que tener una relación de pasada con Él. Considere algunos de los argumentos que expone Juan en la primera carta que escribió bajo inspiración divina. En resumen, él dice en parte: El conocer a Dios es amar a Dios. El conocer y amar a Dios es guardar sus mandamientos. Significa dejar de andar en la oscuridad y poner en práctica la verdad. Es seguir la dirección de la Palabra de Dios y Su espíritu, y adherirnos a la verdad. Al conocer a Dios nos sentimos en libertad de acercarnos a él en oración, con la convicción de que nos oye y de que, en respuesta, nos dará todas las cosas que necesitamos para efectuar Su voluntad. (1 Juan 1:5-7; 2:3, 4, 13, 14; 3:19-24; 4:6-8, 13; 5:3, 14, 15.)

      Obviamente, pues, el conocer a Dios no es algo pasivo. Se requiere mucho esfuerzo para llegar a conocer a Jehová Dios y disfrutar de una relación estrecha con él. Sin duda, se necesita más que efectuar mecánicamente ciertos ritos religiosos. El conocer a Dios tampoco es experimentar alguna clase de sensación emocional súbita, como la que alegan haber tenido muchos que afirman haber experimentado un “nuevo nacimiento” espiritual. El salmista dijo: “Hazme conocer tus propios caminos, oh Jehová; enséñame tus propias sendas. Hazme andar en tu verdad y enséñame, porque tú eres mi Dios de salvación. En ti he esperado todo el día” (Salmo 25:4, 5). ¡El “conocer” a Dios es, por tanto, todo un modo de vida!

      Además, después de exhortarnos a ‘gustar y ver que Jehová es bueno’, el salmista dice: “Apártate de lo que es malo, y haz lo que es bueno; procura hallar paz, y sigue tras ella” (Salmo 34:8, 14). En algunos casos se necesita acción drástica para ‘apartarse de lo que es malo’.

      Por ejemplo, Mari, que fue “hippie” durante la década de los sesenta, se había entregado al uso de drogas. Esto, a su vez, la llevó al robo, la inmoralidad, el aborto... hasta a la prostitución. Sin embargo, con el tiempo ella llegó a comunicarse con los testigos de Jehová y empezó a ver la necesidad de hacer cambios si quería estar en relación íntima con Dios. “Dejé el hábito de fumar de dos a tres cajetillas de cigarrillos al día y de usar drogas, y decidí en mi corazón seguir el mandamiento de Jehová relacionado con la fornicación. Tiré todos mis libros sobre sueños, astrología y espiritismo, y me deshice de todas mis estatuas, velas y cuadros idolátricos.” Con el tiempo ella hizo su dedicación a Dios y le sirve hasta el día de hoy.

      Pero ¿hará usted el esfuerzo necesario para llegar a conocer a Dios? Aunque su estilo de vida no sea tan escandaloso como el de Mari, puede que usted tenga que hacer verdaderos cambios. No obstante, puede tener la seguridad de que Dios no decepciona a los que sincera y humildemente lo buscan con el anhelo, propio de niño, de aprender cuál es Su voluntad, y hacerla.

  • Ayude a sus hijitos a estar en relación íntima con Dios
    La Atalaya 1984 | 1 de agosto
    • Ayude a sus hijitos a estar en relación íntima con Dios

      CON menos de mil palabras, los escritores bíblicos describen los primeros 30 años de la vida de Jesús. Pero con decenas de miles de palabras hacen un informe sobre los últimos tres años y medio de su vida. Esto se debe a que el ministerio público de Jesucristo —no su nacimiento, niñez ni los primeros años como adulto— fue el tema dominante de los Evangelios. Sin embargo, las breves referencias que hace la Biblia a los primeros años de la vida de Jesús sí dejan claro que hasta los jovencitos pueden entrar en una relación íntima con Dios.

      Cuando abrimos la Biblia en el capítulo 2 del relato de Lucas, encontramos a Jesús, de 12 años de edad, en el templo, “sentado en medio de los maestros” de la ley de Dios. Él estaba “escuchándoles e interrogándoles”, pero también los dejaba asombrados con ‘su entendimiento y sus respuestas’ (Lucas 2:46, 47).

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