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  • ¿Necesitamos la abogacía?
    ¡Despertad! 1979 | 8 de agosto
    • ¿Necesitamos la abogacía?

      “Lo primero que debemos hacer es matar a todos los abogados”... ésa fue la propuesta que se hizo en un drama de Shakespeare. Y en el siglo XIII a Yves, el santo patrón de lo abogados franceses, se le describió como ‘abogado pero no estafador, cosa que asombró a la gente.’

      Las opiniones adversas acerca de los abogados y los sistemas jurídicos son tan antiguas como la historia misma. Pero las expresiones que se hacen respecto a ellos, a veces sarcásticas a veces chistosas, no son del todo justas. Muchos abogados son hombres concienzudos y bien informados que usan su aptitud para ayudar a las personas que están en dificultades y merecen asistencia.

      Obviamente, los abogados y los sistemas jurídicos no pueden curar todos los males de la civilización moderna. Si el sistema jurídico no da satisfacción cabal, considere las palabras de cierto juez canadiense: “La confusión en el sistema judicial refleja la confusión de la sociedad.” Lo mismo que todas las instituciones humanas, los sistemas jurídicos tienen un lado bueno y un lado malo.

      En cuanto al lado malo, la ejecución de la ley es irregular y a menudo ineficaz. Las estadísticas muestran tribunales en desorden, abogados costosos, desigualdad de justicia, criminales sin castigar, una aumentante proporción de delitos. La confianza del público mengua.

      En cuanto al lado bueno, las leyes y la ejecución de las leyes son esenciales para mantener una sociedad ordenada. Benefician a toda la gente, no solo a los que acuden a los tribunales. El hecho de que hay una aplicación obligatoria de la ley, aunque tenga sus debilidades, sirve hasta cierto punto para refrenar a los que de otro modo serían violadores de la ley. Como resultado, la persona y la propiedad de la mayoría de los habitantes de las comunidades civilizadas están relativamente seguras. El negocio comercial puede funcionar, produciendo mercancías y productos alimenticios, porque el sistema legal impone el cumplimiento de los contratos y el pago de las deudas. Y, si a los asesinos, ladrones y vándalos no se les puede poner coto, por lo menos se les restringe en sus prácticas malas.

      Se hace patente, pues, que aunque frecuentemente se toman por sentadas, la profesión jurídica y la ley ofrecen servicios valiosos a la humanidad. Aun así, muchos estiman poco a los tribunales, jueces y abogados. ¿Por qué?

  • Por qué están los abogados bajo ataque
    ¡Despertad! 1979 | 8 de agosto
    • Por qué están los abogados bajo ataque

      EN 1978 un juez de Pensilvania, Lois G. Forer, escribió un artículo intitulado “La ley: promesas excesivas y cumplimiento inadecuado,” en el cual dijo: “Hoy la profesión jurídica ha alcanzado el punto más bajo en la estimación del público . . . La desilusión y el disgusto ocasionados por la administración de la justicia atacan al meollo mismo de nuestro bienestar y vitalidad nacionales.”

      En Inglaterra, también, los críticos plantean preguntas serias. El preámbulo de un estudio del sistema jurídico británico afirma:

      “Se nos enseña que debemos tener una fe segura en la justicia británica . . . Argüimos que algunas personas nunca obtienen justicia.”

      Los abogados ejercen influencia en todo nivel del gobierno... en la legislatura, en la administración, en la judicatura y en la abogacía. También monopolizan el ejercicio de la ley. De modo que la abogacía tiene que aceptar cierta medida de responsabilidad por las quejas legítimas. Considere algunos de los cargos más comunes:

      ‘Una ley para los ricos, otra para los pobres’

      Allá en 1905 el presidente estadounidense Teodoro Roosevelt dijo:

      “Muchos de los abogados más influyentes y más bien [remunerados] . . . idean planes atrevidos e ingeniosos por medio de los cuales sus clientes acaudalados . . . pueden eludir las leyes que se han establecido para regularizar las cosas en el interés del público.”

      Casi seis décadas más tarde poco había cambiado cuando el ministro de justicia Robert Kennedy dijo: “Los abogados tienen que cargar con la responsabilidad de permitir que crezcan y continúen dos sistemas de ley... uno para el rico, uno para el pobre.”

      Por supuesto, los abogados no son responsables de que haya ricos y pobres en este mundo. Y de ningún modo son ellos los únicos cuyos servicios profesionales a menudo cuestan más de lo que el obrero medio puede pagar. Pero es cierto que muchas veces el costo de los servicios profesionales de los abogados pone la justicia más allá del alcance del pobre, o aun del asalariado medio.

      Según comentó un análisis periodístico del Times de Nueva York sobre la abogacía: “Los críticos, tanto dentro de la profesión como fuera de ella, sostienen que hay demasiada ley y demasiados abogados y que por sus precios los abogados están eliminándose del mercado.” Y Charles D. Breitel, presidente del tribunal de apelación del estado de Nueva York, hablando de los abogados que “simplemente arrebatan, arrebatan, arrebatan,” advirtió que “tal vez estén matando la gallina de los huevos de oro.”

      Los sistemas de asistencia jurídica que se han establecido en un esfuerzo por rectificar la falta de equidad causada por los elevados precios de la ayuda suministrada por la profesión legal no han tenido éxito muy definitivo. Al corregir algunas faltas de equidad, pueden crear otras. En Inglaterra y en los Estados Unidos, el resultado ha sido que solo los muy ricos y los muy pobres tienen los medios para acudir a los tribunales. Muchas veces los de la clase media no satisfacen los requisitos para recibir ayuda de estas organizaciones y no pueden costear los servicios profesionales.

      Procesos de tribunal lentos, complejos

      La complejidad de la sociedad moderna junto con el creciente número de leyes multiplican los problemas y sobrecargan el sistema de los tribunales como nunca antes. A menudo la lentitud del sistema desanima a los que lo usan. Como dijo Warren Burger, presidente de la Corte Suprema de los EE. UU.: “Las personas que tienen dificultades, tal como las que sufren algún dolor, desean alivio, y lo desean lo más rápido y barato posible.” Pero es raro que se logren estas metas, lo cual contribuye a la crítica de la ley y las instituciones jurídicas.

      Llamando la atención a otra causa de resentimiento, la revista Time cita a un anterior auxiliar presidencial, el fiscal Fred Dutton, quien dijo: “A los abogados se les paga para hacer complicado el asunto, para mantener viva la disputa, para hacer todo técnico.” ¡Hace notar que un pleito acerca de las etiquetas correctas para tarros de mantequilla de maní duró 12 años, llenó 75.000 páginas de documentos y un trasunto de 24.000 páginas! Esto no es decir que todos los abogados han adoptado esta práctica, pero los abusos graves ocurren con suficiente frecuencia para crear una impresión que le es perjudicial a la profesión.

      Algunos abogados aceptan demasiadas causas y solo dan pasos para adelantar cada pleito cuando el cliente se presenta o telefonea. Un profesional confesó: “El que el cliente siga instando a su abogado, puede resultar en un ahorro de meses de espera.” Si usted tiene esa clase de abogado y quiere que su causa siga su curso rápidamente, tal vez tenga que telefonearle de continuo. Por otra parte, puede que su abogado necesite que usted coopere con él a mayor grado para acelerar las cosas. ¿Le ha dado usted toda la información que él necesita? ¿Le paga puntualmente?

      Los abogados concienzudos que trabajan eficazmente en el interés de sus clientes y cobran un precio razonable pueden ser una verdadera fuente de paz mental para el cliente y motivo de orgullo para su profesión. Sin embargo, aun hombres de esta índole tienen que hacer su trabajo dentro de sistemas jurídicos imperfectos que debido su misma naturaleza quizás promuevan injusticias morales.

      Sistema de adversarios: Obstrucción de la justicia

      ¿Ha experimentado usted alguna vez un sentimiento de frustración al oír de un error judicial que evidentemente se cometió en el sistema de tribunales? Esto se puede deber al hecho de que en el centro mismo de la jurisprudencia anglo-americana está el sistema de adversarios. Este sistema se basa en la teoría de que la justicia y la verdad saldrán del choque entre los dos puntos de vista opuestos. De este sistema, el abogado Abraham Pomerantz de Nueva York dijo lo siguiente:

      “Nos jactamos de él, pero es un sistema muy enredador que no fue diseñado para lograr la verdad, sino para frustrarla. Cada parte saca a relucir los hechos que le ayudan y pasa por alto los que no le ayudan. De esto proviene la confusión y la falsificación, y el sujeto más listo es el que gana.”

      Cada parte tiene un abogado que lucha a favor de su cliente. En muchos casos no hay un punto moral que sea definitivamente correcto o incorrecto de parte de un litigante ni del otro. Pero el sistema de adversarios tiende a pasar por alto las posiciones morales y anima a los abogados a luchar en defensa de la persona que les está pagando sus honorarios.

      “Por eso,” escribe Jerold S. Auerbach, profesor de derecho del Colegio Wellesley, “los abogados que pertenecen a una profesión pública con amplias responsabilidades sociales proclaman que la lealtad a su cliente es su obligación más elevada (cuando realmente abrigan lealtad a los honorarios de su cliente).” Entonces pasa a explicar que esto pone de relieve un defecto fundamental en el sistema de adversarios: “Está mal equipado para considerar el bien social, aparte de la suposición sobrentendida de que todo pleito y cualquier ganador es bueno para la sociedad.”

      Esto ayuda a uno a entender por qué, desde el punto de vista del lego, pueden surgir decisiones en los tribunales que parecen absurdas. Los abogados listos pueden usar de manera muy eficaz los elevados ideales que fueron diseñados en los estatutos para dar al inocente toda defensa posible y para proteger al honrado, para también ayudar a los culpables y a los no honrados. Esto es una paradoja de los sistemas jurídicos que el hombre ha creado por lo cual no se puede tener enteramente responsables a los abogados. Aunque la justicia es el ideal, lo que muchas veces sucede en la práctica entre los seres humanos imperfectos es que se reemplaza el concepto de lo que es moralmente correcto e incorrecto con lo que es “legal.” Describiendo lo que él, como profesor de derecho, ve acontecer, Jerold Auerbach dice:

      “Cada año se les enseña a casi 100.000 estudiantes [estadounidenses] a pensar como abogados. El enseñar a alguien que por veintiún años ha pensado como persona a pensar como abogado no es un logro cualquiera. La lección requiere que se suspenda la creencia de que lo correcto e incorrecto tienen significado alguno aparte de lo que decida el proceso de adversarios y el sistema jurídico.”

      El dilema del abogado

      En el entrenamiento legal tal modo de ver los valores morales presenta un dilema para los estudiantes de derecho concienzudos. “Me perturba el hecho de que [la facultad de derecho de] Harvard solo preste mínima atención a la ética en el entrenamiento de los abogados futuros,” escribió un estudiante de derecho graduando en un ensayo que se publicó en el Times de Nueva York. “En el campo de la ética profesional y personal, se nos deja a nuestros propios instintos... en mi propio caso, instintos que son examinados inadecuadamente.”

      Expresa otro aspecto del dilema moral del abogado el criminalista neoyorquino Seymour Wishman: “El que uno luche lo más vigorosa e ingeniosamente posible a fin de ganar por su cliente es la tradición más elevada de la profesión. Mientras menos digno sea el cliente, más noble es el esfuerzo.”

      Los abogados que están de acuerdo con este principio pueden defender a personas de quienes saben personalmente que son criminales de la peor clase, o pueden servir para adelantar los intereses comerciales, o de otra clase, de clientes que tienen metas de moral sospechosa. “Muchos de mis clientes son monstruos que han hecho cosas monstruosas,” confiesa el abogado Wishman. “Aunque de vez en cuando mis clientes no son culpables del delito de que se les acusa, casi todos ellos han sido culpables de algo.” Muchas de estas personas están libres para hacer víctimas de otros miembros de la sociedad porque han obtenido los servicios de un “buen” abogado.

      Referente a un abogado de esa clase, un fiscal de Texas dijo: “Es bueno, sí, muy bueno. Pero a causa de él hay más o menos dos docenas de personas que disfrutan de libertad en Texas que le volarían la cabeza a alguien sin pestañear. [Ese abogado] es un peligro para la sociedad.”

      La manera en que este abogado célebre respondió ilustra la debilidad moral de los presentes sistemas jurídicos imperfectos que el hombre ha creado. Dijo: “Duermo muy bien de noche. Mi trabajo no es el de ser juez y jurado, sino hacer lo mejor que puedo a favor del ciudadano acusado.” No obstante, sí hay abogados que tratan de resolver este dilema que envuelve la moral.

      Sin embargo, parece que muchos abogados han concluido que el proceder correcto es evitar el hacer personalmente cualquier juicio moral, dejando, más bien, que los procedimientos jurídicos mismos sean el árbitro final... con razón o sin ella. Lo correcto de que los abogados, con su conocimiento especial de los asuntos del cliente, obren a favor de ellos cuando saben personalmente que éstos son culpables es un dilema de la profesión.

      Según la opinión de algunos, parece que en la abogacía existe la tendencia de valerse de cualquier defensa “técnica” disponible a favor del cliente de uno, sea éste inocente o culpable. Pero los abogados pueden responder: ‘¿Por qué se nos debe condenar por usar las reglas que han sido establecidas por la ley?’ La respuesta vuelve de nuevo al dilema moral que afrontan los que ejercen la profesión legal.

      Sin embargo, también es preciso mencionar que, sin duda, estos puntos técnicos han salvado de errores judiciales a muchas personas honradas e inocentes. En algunos casos los abogados encargados de los litigios estaban convencidos de que sus clientes eran inocentes, y por eso se valieron de todos los medios legalmente disponibles para ayudarlos. Si no lo hubiesen hecho, tal vez se hubiera condenado a personas inocentes.

      No obstante, muchos creen que la situación es tal como ha dicho el magistrado Harry Blackmun de la Corte Suprema de los EE. UU.: “Se ha perdido el equilibrio. El compás ha estado desalineado.” Instó a la profesión jurídica a renovar su compromiso de apegarse a “lo que es justo y moral así como también a lo que apenas es legal.”

      Entretanto surgen situaciones que hacen necesario que la gente se valga de la amplia variedad de servicios beneficiosos que la ley y los abogados proveen. ¿Cuál es la mejor manera de aprovecharse de los servicios disponibles? Se considera esto en el artículo siguiente.

      [Comentario de la página 5]

      “Las personas que tienen dificultades, tal como las que sufren algún dolor, desean alivio, y lo desean lo más rápido y barato posible.”—Warren Burger, presidente de la Corte Suprema de los EE. UU.

  • “¡Necesito un abogado!”
    ¡Despertad! 1979 | 8 de agosto
    • “¡Necesito un abogado!”

      ¿QUÉ hace uno cuando se enfrenta a un problema legal? Quizás no dilate en ver que necesita ayuda perita.

      Suponga que alguien ha robado su automóvil y lo ha chocado. El ladrón está encarcelado, pero ¿quién paga la reparación del automóvil? ¿Y el alquiler del automóvil que tendrá que usar hasta que reparen el suyo?

      Tal vez su hijo ha sido arrestado. Evidentemente es un error. ¿Cómo puede conseguir su liberación hasta la investigación? ¿Cómo prueba que no es el culpable?

      ¿Cómo consigue una esposa abandonada el mantenimiento para sí misma y sus hijos? Si se divorcia, ¿cómo puede estar segura de que se hará una división justa de los bienes de la familia, incluso la casa?

      Un señor ha muerto dejando a su viuda y tres hijos. Tenía un negocio pequeño. El negocio, actualmente bajo el control del capataz anterior, pronto empieza a perder dinero. ¿Qué debe hacer la viuda para que las deudas no abrumen el negocio y el caudal hereditario de su esposo?

      Son interminables los problemas que la gente tiene, tanto merecidos como no merecidos. Son terribles las cosas que les pueden suceder a los que no saben cómo protegerse. Es posible que un abogado competente halle la solución a problemas como éstos y a muchas otras cuestiones legales que pueden plagar a la gente en el mundo complejo de hoy día.

      Por qué puede ayudar un abogado

      Un abogado invierte años en una facultad de derecho para obtener un entendimiento elemental del sistema jurídico. Después de eso la experiencia que obtiene al ejercer su profesión le ayuda a resolver muchos problemas eficazmente. Otra ventaja que un abogado respetado puede llegar a tener es la fe que los funcionarios, jueces y hombres de negocio tienen en la integridad y buen juicio de él. Además, puede tener detrás de él un sistema de apoyo —socios con quienes consultar, una biblioteca de obras de consulta legales, abogados más jóvenes, secretarios— todo lo cual constituye parte de la organización que se necesita para el logro eficaz de las cosas.

      Por lo tanto, el tiempo no es la única cosa que el abogado pone a la disposición del cliente. Al fijar los honorarios legales se tienen que tomar en cuenta todas las ventajas que sus servicios encierran. De modo que no sería justo criticar los honorarios del abogado simplemente porque uno no entiende o no ve todo lo que él hace a favor de sus clientes.

      Antes de escoger un abogado para que lo ayude con su problema en particular, debe entender algo acerca de los diferentes campos de ley para que pueda preguntar si el caso que usted tiene está dentro de la clase de ley que él ejerce. La complejidad de la vida y de los asuntos comerciales del día actual ha resultado en un aumento de la especialización del ejercicio de los abogados. Un abogado que se demostró eficaz al realizar la compra de la casa para su amigo o al encargarse de un testamento quizás no sea el hombre idóneo para encargarse de un pleito de daños personales o una acción de tratamiento médico erróneo.

      Los diferentes campos de la ley

      Un campo de la ley tiene que ver con transacciones en las cuales no hay argumento, como la compra y venta de casas, el hacer testamentos, el administrar caudales hereditarios, la satisfacción financiera que surge de divorcios voluntarios; y, en el mundo comercial: la incorporación de compañías, el hacer préstamos y cobranza de dinero, el hacer contratos, y así por el estilo. Rara vez se llevan asuntos legales de esta clase a los tribunales, y se les clasifica como “no contenciosos.”

      En Inglaterra y ciertos otros países, la abogacía está dividida en dos secciones, los barristers y los solicitors. Los solicitors son abogados de oficina; los barristers defienden las causas en los tribunales. En los lugares donde la profesión está dividida así, no se les permite a los abogados practicar en ambas capacidades. Sin embargo, en los Estados Unidos, pueden hacerlo.

      Las cuestiones y disputas que normalmente tienen que presentarse en el tribunal porque las partes litigantes no pueden quedar de acuerdo se clasifican en otro campo... “derecho civil contencioso.” En este campo están incluidos casos de accidentes automovilísticos, divorcios contenciosos, ejecución de contratos y otros asuntos que envuelven desacuerdos. Las disputas con cuerpos gubernamentales acerca de impuestos, designación de zonas, permisos para construcción y licencias para comercios también están abarcadas por el derecho civil contencioso.

      Al que pierde en estos casos se le puede mandar que pague dinero al que ganó, o, que le entregue un automóvil o cierta propiedad. Pero el juicio civil se dicta contra sus bienes. No se puede mandar al individuo a la prisión si no tiene el dinero.

      El derecho criminal abarca lo que amenaza al público: robo, fraude, violencia, tráfico de drogas, asesinato y así por el estilo. El castigo puede ser en la forma de multas, prisión, o hasta muerte. El derecho criminal que se hace cumplir realmente suministra el abrigo que protege a la sociedad de la tempestad de desafuero que de otro modo pudiera destruir el orden público.

      Cómo hallar al abogado que usted necesita

      Si usted necesita un abogado y no conoce a ninguno, haga una investigación juiciosa. No tenga reparos en hacer preguntas. Si hay una asociación de abogados o asesoría pública, pudiera comunicarse con ellas. A menudo un comerciante local, un consultor de impuestos o un conocido personal podrá dirigirlo a un abogado que tenga las habilidades que usted necesita. O usted pudiera telefonear a varias sociedades de abogados para preguntar qué clase de ley ejercen. En algunos lugares ahora se les permite a los abogados anunciar legalmente sus especialidades y hasta mostrar la escala de precios.

      Si usted hace una cita para consultar con un abogado, no se sienta obligado a contratar al primero con quien hable. Explique brevemente su problema y vea lo que él propone. Usted puede meditar en el asunto o hasta entrevistar a otro abogado antes de decidir a quién quiere usar. Sin embargo, es posible que tenga que pagar un honorario de consulta por su primera entrevista, según la cantidad de tiempo que tomó.

      No tenga reparos en averiguar cuánto se propone pedir el abogado por su servicio. ¿Compraría usted un automóvil sin preguntar el precio? Por un asunto común de derecho comercial como la compra de una casa o la constitución en corporación de una compañía, no debe haber problema en cuanto a decidir lo que se pedirá. Pero un litigio, por ejemplo, envuelve muchas incertidumbres, de modo que por lo general no se puede citar un precio exacto al principio. Aun así, el abogado debiera poder decirle aproximadamente los límites de las costas, y también la proporción o el porcentaje que él va a cobrar.

      Cuídese del abogado que promete demasiado a modo de éxito seguro en un caso contencioso. En el mejor de los casos los litigios son inseguros. Cuídese también del abogado que conviene en trabajar por honorarios que están demasiado bajos: puede que no sea competente o no piense dar la debida atención a su problema.

      En muchas ciudades están brotando clínicas jurídicas. Ofrecen servicios rutinarios en asuntos de ley a precios más bajos que, según ellos, son posibles debido al gran volumen de casos y las tramitaciones modernizadas. Los abogados ortodoxos a menudo critican estas clínicas, pues dicen que a precios tan bajos habrá que sacrificar la calidad.

      Sin embargo, en un estudio de los clientes de una clínica jurídica realizado recientemente por la Universidad de Miami se concluyó que “no es preciso que deteriore la calidad y hasta puede mejorar” en algunos casos. El profesor de derecho Timothy Muris dijo: “Al grado que, por ejemplo, la clínica aumente su especialización y controle mejor su gran cantidad de casos, la calidad puede mejorar.” Pero algunas personas juzgan que en un tiempo angustioso de su vida vale la pena pagar un poco más a fin de tener un abogado de orientación más personal con quien puedan desahogarse y que les pueda servir de respaldo.

      Cómo usted mismo se puede ayudar

      ¿Puede usted ser su propio abogado? La naturaleza del problema y su propia personalidad y aptitud determinarán esto. Si no ha tenido experiencia previa y el caso es importante, tal como divorcio, custodia, accidente grave, o si una gran suma de dinero está envuelta, entonces debe proceder con cautela.

      Otra cosa que debe considerarse es que una de las razones principales por las cuales se usa un abogado es para tener la ayuda de alguien que no está emocionalmente envuelto en el caso y que puede ver las circunstancias de modo objetivo. Las emociones pueden oscurecer los puntos en disputa y anublar el juicio de uno.

      Además, en el caso de los testamentos puede haber escollos ocultos; y éstos hasta pueden resultar en la pérdida de un legado. Algunas veces el dinero que se ahorra como resultado de usar el conocimiento especial de un abogado basta para sufragar el costo de esto y más. De modo que es prudente no sobreestimar su propia aptitud al tratar de decidir si debe encargarse de su propio caso.

      Pero si usted cree que el asunto de usted es de tal clase que puede encargarse de él sin trabas mentales o emocionales, entonces podrá comprar los formularios necesarios en una papelería que abastece a los abogados. En ciertos asuntos no contenciosos hasta hay libros que dicen cómo proceder, paso por paso.

      Si empieza el caso y más tarde descubre que es demasiado complejo, es posible que todavía pueda conseguir un abogado para vencer la dificultad o para que se encargue del resto del caso. Sin embargo, un abogado que ha tenido experiencia en estos casos advierte: “Casi siempre cuesta menos conseguir la guía correcta en las etapas iniciales de un asunto que tratar de rectificarlo después que se haya hecho el daño.”

      Si la cantidad de dinero envuelta en su caso es relativamente pequeña y ha de considerarse en un tribunal de reclamos menores, quizás decida encargarse de su propio caso. En los tribunales inferiores los trámites son menos rígidos. Pero muchas veces es provechoso ir al tribunal algún tiempo antes de su juicio para observar cómo se hacen las cosas. Muchos jueces son bondadosos para con los que tratan de conducir sus propios casos.

      Al beneficiario de un caudal hereditario le pareció irrazonable los honorarios que el abogado había presentado contra el caudal hereditario. El joven consideró el asunto con un amigo abogado quien le señaló en qué puntos los precios eran excesivos. Después de prepararse cuidadosamente, el joven fue al tribunal para presentar su propio caso. Estaba bien preparado, resuelto y procedió con denuedo. El juez redujo los honorarios del abogado por 6.000 dólares.

      De modo que en algunas circunstancias, uno se puede ayudar a sí mismo, haciendo las veces de su propio abogado. No obstante, en muchas circunstancias la pericia y experiencia del abogado pueden ser indispensables; y quizás la información que se ha presentado aquí le ayude en la selección prudente de un abogado cuando lo necesite.

      ¿Podemos esperar que venga el tiempo en que nadie necesite un abogado, cuando la profesión jurídica tal como la conocemos deje de existir? El siguiente artículo considera cómo, aun ahora, se está logrando progreso en esa dirección.

      [Recuadro de la página 9]

      No vacile en hacer preguntas. Determine el campo de ley que el abogado practica; vea lo que él se propone hacer; averigüe lo que se propone cobrar.

  • Viviendo con la ley... ahora y para siempre
    ¡Despertad! 1979 | 8 de agosto
    • Viviendo con la ley... ahora y para siempre

      HAY personas de puntos de vista extremados que han adoptado una actitud negativa y destructiva para con la ley en algunos países. Pero, a pesar de que los sistemas jurídicos tienen muchas debilidades, las personas justas reconocen los beneficios que aun estos sistemas imperfectos traen a las naciones. La ley y los tribunales ciertamente suministran un medio de corregir muchas injusticias. Jueces concienzudos han obrado con sabiduría y discernimiento al resolver problemas legales.

      La Biblia misma reconoce el derecho de las naciones a establecer leyes y ponerlas en vigor para el bien de la gente:

      “El buen comportamiento no tiene miedo de los magistrados; solo los criminales tienen de qué temer . . . El estado está ahí para servir a Dios para el beneficio de ustedes. Pero, si violan la ley, bien pueden tener temor.”—Rom. 13:3, 4, The Jerusalem Bible.

      Por consiguiente, los buenos ciudadanos aprecian la contribución que la ley hace al bienestar público. Hacen lo que pueden para ayudar a la policía, los jueces y otros funcionarios concienzudos a mantener el orden público, y así contribuyen a una sociedad ordenada.

      Evitando recurrir a los tribunales

      Otra manera en que los ciudadanos pueden ayudar es resolviendo las disputas y problemas siempre que sea posible sin imponerle la carga al sistema jurídico. De hecho, se podrían evitar muchas disputas si solo se hiciera, en primer lugar, un registro o anotación escrita de los acuerdos. Es demasiado fácil olvidar o entender mal lo que se dice en conversación. No es necesario que un memorándum de acuerdo sea un contrato complejo redactado por un abogado. El dueño de la casa simplemente puede escribirle al otro contratante, por ejemplo, a un pintor (o, a un carpintero, mecánico o plomero) declarando: “La presente confirma la conversación que tuvimos el jueves pasado en la cual usted convino en pintar mi casa dándole dos manos de pintura blanca látex y el adorno de verde. Usted suplirá pintura de buena calidad. El trabajo ha de quedar completo antes del fin de octubre de 1979, por la suma de 750 dólares pagadera al tiempo de completarse el trabajo.” Una nota sencilla evitaría mucha contención.

      Pero cuando surgen problemas, parece que muchas personas de las naciones desarrolladas, y de los Estados Unidos en particular, creen que la mejor solución es acudir a los tribunales. “¿Puede ser realmente bueno para la sociedad el estar prestos a reñir en los tribunales?” pregunta Maurice Rosenberg, profesor de derecho de la Universidad Columbia. “Cada vez más norteamericanos definen como problemas jurídicos muchas formas de daños y perjuicios que en otro tiempo hubiesen aceptado como endémicos de un mundo imperfecto.”

      Hay muchos problemas que la ley simplemente no puede rectificar. El tribunal puede mandar que un hombre dé dinero para mantener a su familia, pero no puede obligarlo a seguir trabajando de modo que tenga dinero. La ley no puede obligar a un hombre o a una mujer a tratar a sus hijos con el amor, la bondad y el cariño que contribuyen a un hogar feliz y bien equilibrado. Los únicos que pueden abarcar estas zonas de responsabilidades esencialmente humanas son los individuos anuentes.

      ¿Por qué acudir a abogados y jueces para decidir cuestiones que personas sensatas deben poder decidir por sí mismas? El recurrir a la ley es un modo que la gente frecuentemente usa para evadir la responsabilidad básica que les atañe como seres humanos de ser justos, razonables y bondadosos para con su semejante. (Mat. 22:39)

      “Muchos abogados recuerdan con nostalgia los días en que una persona podía resolver de modo informal los problemas que tenía con su vecino y comerciante de la esquina,” comentó el Times de Nueva York en un análisis del problema. En algunas jurisdicciones se están haciendo esfuerzos por usar mediadores en vez de tribunales para resolver muchas disputas.

      En tales casos el mediador escucha a ambas partes y trata de encontrar un acuerdo que ambas consientan en aceptar. Si no se logra llegar a un acuerdo de esta manera, entonces muchas veces se conviene de antemano en que el árbitro dé un ajuste que a él le parezca justo, y esto llega a ser obligatorio. “La idea básica es antiquísima,” dice The Wall Street Journal. “Hace mucho que las sociedades primitivas confían en los funcionarios locales o aun en miembros de la familia para resolver problemas entre individuos.”

      Así, solo se debe recurrir a la ley cuando todas las avenidas de negociación y ajuste razonables han fallado. En tales circunstancias, si se trata de un asunto serio y hay buena posibilidad de tener éxito, quizás la persona decida usar los tribunales.

      Sin embargo, aun después que se haya iniciado un litigio, es bueno escuchar ofertas razonables de convenio o ajuste. El célebre abogado y escritor estadounidense Louis Nizer lo ha expresado brevemente: “Hay tiempo de transigir y tiempo de pelear, y juicio sano para decidir qué hacer es un atributo de incalculable valor en un asesor.”

      De modo parecido Jesucristo, en su Sermón del Monte, dio algún consejo legal práctico en el que expuso principios que aun hoy tienen mucho mérito:

      “Ocúpate en arreglar prestamente los asuntos con el que se queja contra ti en juicio . . . si alguna persona quiere ir al tribunal contigo y hacerse dueño de tu prenda interior de vestir, deja que se lleve también tu prenda exterior de vestir.”—Mat. 5:25, 40.

      Una composición o ajuste requiere que ambos lados sean razonables. Es raro el litigio en que se pueda decir que una parte tiene el 100 por ciento de la razón y la otra cero por ciento.

      Disputas dentro de la congregación cristiana

      Reconociendo el hecho de que surgirían disputas aun entre los creyentes dentro de la congregación cristiana, la Biblia dio pautas de modo bondadoso pero realista para terminar la contención.

      Jesús mostró cómo la consultación, primero en privado, y después con la cooperación de otros que fueron testigos de los hechos, puede ser eficaz en allanar disputas. (Vea Mateo 18:15-17.) Este procedimiento es sumamente práctico. Los abogados considerados y prácticos reconocen esto. Al proceder así se pone a ambas partes en la debida posición para considerar de modo franco los hechos del caso. Si no se puede lograr un reconocimiento mutuo de los hechos así, entonces, dentro de la congregación cristiana, un comité judicial compuesto de ancianos puede encargarse del asunto.

      Esto se parece a los tribunales de las aldeas del antiguo Israel. Individuos que no eran profesionales, los ancianos experimentados y sabios de la comunidad, administraban localmente un sistema de justicia rápido y práctico. Estaban listos para decidir la cuestión en disputa y lo hacían sin esperar un porcentaje de los ingresos del caso, como es la costumbre de muchos profesionales en tiempos modernos.—Éxo. 18:13-26.

      ¿Deberían traspasarse las disputas cristianas hoy día a los tribunales seglares? El apóstol Pablo enfatizó la importancia de que la comunidad cristiana arreglara sus propias disputas internas: “Si uno de los suyos tiene una disputa con otro, ¿tiene él el descaro de llevarla a los tribunales paganos en vez de a la comunidad del pueblo de Dios? . . . ¿Acaso no hay entre ustedes ni siquiera un hombre sabio que pueda juzgar en la causa de un hermano cristiano? ¿Es preciso que hermano acuda a la ley con hermano... y delante de incrédulos? De hecho, al acudir a la ley de modo alguno ya han caído a un nivel inferior a su norma. ¿Por qué no mejor sufrir el daño? ¿Por qué no mejor dejar que les roben?”—1 Cor. 6:1-7, The New English Bible.

      Por supuesto, esto no es decir que entre los compañeros cristianos están excluidos todos los procedimientos de tribunal. Si, por ejemplo, el obtener compensación de una compañía de seguros, el probar la validez de un testamento o alguna otra circunstancia requiere acción de tribunal, puede que no se desacredite la congregación cristiana al acudir al tribunal puesto que en tales casos no hay verdadera contención entre hermanos cristianos. Pero en cuanto a tratar la mayoría de las diferencias que ocurren entre cristianos, en las congregaciones están disponibles hombres bien versados en los principios bíblicos que pueden encargarse de estos asuntos. Aun ahora estos cristianos maduros están ayudando a muchos miembros de las congregaciones a resolver asuntos de esta clase sin llamar la atención del público con el consecuente vituperio que acarrearía la acción del tribunal. En algunos casos el amor cristiano hasta puede incitar a uno a “sufrir el daño” más bien que perjudicar el buen nombre de la congregación ante los que no son miembros de ella.

      Cuando prevalezca la justicia verdadera

      En el mundo actual, la imperfección humana desempeña un papel muy importante tanto en los sistemas de justicia como en las personas que los usan. Pero no siempre será así. El Creador de la humanidad ha prometido remediar pronto la situación actual en que los gobiernos no pueden suministrar verdadera justicia para todos sus pueblos. Bajo el reino de Dios la justicia perfecta será una posibilidad porque la administración de ella ya no estará en las manos de meras criaturas humanas.

      Los abogados y los sistemas jurídicos humanos serán cosa del pasado. En vez de eso, Jesucristo, el juez que Dios ha escogido, ejercerá perspicacia sobrehumana y “no juzgará por la mera apariencia de las cosas a sus ojos, ni censurará simplemente según lo que oigan sus oídos. Y con justicia tiene que juzgar a los de condición humilde.”—Isa. 11:3, 4.

      La humanidad no echará de menos a la abogacía y sus esfuerzos imperfectos por conseguir justicia. Se regocijarán para siempre en el ejercicio de la justicia verdadera. “Su poder regio continuará creciendo; su reino siempre estará en paz. Él gobernará . . . basando su poder en el derecho y en la justicia desde ahora hasta el fin del tiempo.”—Isa. 9:7, Today’s English Version.

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