BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
Español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • La primera mentira... ¿quién la dijo?
    La Atalaya 1982 | 1 de octubre
    • La primera mentira... ¿quién la dijo?

      EN UNA ciudad al sur de África, dos hombres cruzaron una intersección en automóvil. Las luces de los semáforos estaban verdes, pero un oficial de tráfico los detuvo y les preguntó: “¿Por qué cruzaron mientras las luces estaban rojas?” Ambos hombres negaron haberlo hecho. Pero el oficial dijo: “¿Están diciendo ustedes que no puedo ver?” Y comenzó a escribir la multa. El conductor contestó tranquilamente: “Hay Alguien allá arriba que sabe lo que usted está haciendo.” El oficial vaciló ... y se marchó.

      Sí, el policía había dicho una mentira. ¿Es eso sorprendente? Difícilmente. El mentir está arraigado profundamente en la sociedad humana. Como se ha dicho a menudo: “Repita una mentira bastantes veces y la gente la creerá.” Muchos políticos parecen estar de acuerdo con eso, y, en la mente de muchas personas, la política está estrechamente relacionada con el mentir.

      La gente dice mentiras por toda clase de razones. Un cristiano sincero que había estado sin trabajo por algún tiempo solicitó empleo en una empresa comercial. Pero el director le advirtió: “¡Para vender mis productos usted tiene que poder mentir mejor que el hombre que viene después!” El cristiano rehusó el empleo.

      Hasta personas religiosas, si no se mantienen fieles a normas piadosas, recurren a la mentira. ¿Recuerda usted la reacción de los líderes religiosos judíos cuando oyeron que el ejecutado Jesús de Nazaret había sido resucitado? Sobornaron a los soldados que vigilaban la tumba de Jesús para que dijeran: “Sus discípulos vinieron de noche y lo hurtaron mientras nosotros dormíamos.”—Mateo 28:12-15.

      Sin embargo, parece que el mentir no es algo natural para los seres humanos. El Dr. Lewis Thomas escribió: “Según lo entiendo yo, el ser humano no puede decir una mentira, ni siquiera una pequeña, sin activar un tipo de alarma de humo en alguna parte profunda de algún lóbulo oscuro del cerebro, lo cual resulta en la descarga repentina de impulsos nerviosos, o una efusión súbita de cierta clase de neurohormonas ... El mentir, pues, causa tensión, incluso cuando lo hacemos para conseguir protección, o alivio, evadir responsabilidades, o por lucro.” (Discover, diciembre de 1980) Estas reacciones físicas son las que accionan el detector de mentiras.

      Puesto que el mentir causa tanta tensión, ¿cómo comenzó esto?

      ¿Quién dijo la primera mentira?

      Jesucristo identificó al primer mentiroso y mostró que no fue un ser humano. Dijo: “Cuando [Satanás] habla la mentira, habla según su propia disposición, porque él es mentiroso y el padre de la mentira.” (Juan 8:44) Así que el primer mentiroso fue Satanás el Diablo. ¿Cuándo comenzó a decir mentiras? La Biblia dice que fue poco después del comienzo de la historia de la raza humana.

      El suceso se registra en el libro bíblico de Génesis, y la mentira fue asunto de vida o muerte para la humanidad. Dios le indicó al primer hombre, Adán, que la prolongación de su vida dependía de la obediencia. Dio a Adán una ley fácil de guardar y le dijo que si no obedecía aquella ley ‘positivamente moriría.’ Pero Satanás mintió con premeditación y dijo: “Positivamente no morirán.” Esa fue la primera de miles de millones de mentiras que se han oído en el planeta Tierra.—Génesis 2:17; 3:4.

      Hoy muchas personas no creen en ese registro bíblico. Pero Jesús, el hombre más veraz que haya vivido en la Tierra, confirmó que el registro de Génesis no es un mito, sino historia real. (Mateo 19:4, 5) Por supuesto, todavía estamos sufriendo las consecuencias de aquella mentira. Resultó en desastre para la raza humana.

  • La primera mentira... cómo le ha afectado
    La Atalaya 1982 | 1 de octubre
    • La primera mentira... cómo le ha afectado

      EN LA India, en 1981, un tren se acercaba a un puente cuando el maquinista repentinamente vio una vaca en la vía. Frenó sin dilación. El tren se descarriló y siete vagones atestados de gente se precipitaron al río que había abajo. Más de 800 personas perdieron la vida. Así un pequeño suceso —una vaca en la vía férrea— llevó a una tragedia mayor. Algo parecido ocurrió en Edén, el jardín de Dios.

      Edén tiene que haber sido un lugar deleitable. Tenía una gran variedad de árboles, flores, animales y pájaros. Había armonía y tranquilidad. Verdaderamente era un paraíso. Adán y Eva tienen que haberse deleitado con la creación de Dios. Y tenían una perspectiva emocionante. Dios les había dicho: “Sean fructíferos y háganse muchos y llenen la tierra y sojúzguenla, y tengan en sujeción los peces del mar y las criaturas volátiles de los cielos y toda criatura viviente que se mueve sobre la tierra.” (Génesis 1:28) Además, tenían una religión sublimemente simple: hacer la voluntad de Dios.

      Hasta los ángeles se interesaron profundamente en este comienzo feliz de la raza humana. Pero cierto ángel fue diferente. El egoísmo desvirtuó su interés. Sintió codicia, deseaba para sí mismo la adoración del hombre, y tramó hacerse el “dios,” o gobernante, del mundo. Así se convirtió en Satanás, nombre que significa “adversario.”—Vea Lucas 4:5-8; 2 Corintios 4:4.

      Jehová Dios dijo a Adán que no comiera del fruto de cierto árbol. Aquella prueba era sencilla. Por medio de cumplir con ella, Adán y su esposa podían mostrar que realmente querían servir a Dios. Además, Jehová advirtió: “En el día que comas [el fruto prohibido] de él positivamente morirás.” (Génesis 2:17) Los rebeldes desobedientes no recibirían el don de vida eterna.

      Satanás halló aquí su oportunidad. Mediante una serpiente tentó a Eva para que tomara el fruto prohibido, y le dijo: “Positivamente no morirán.” Luego dijo respecto a aquel árbol: “Porque Dios sabe que en el mismo día que coman de él tendrán que abrírseles los ojos y tendrán que ser como Dios, conociendo lo bueno y lo malo.” (Génesis 3:4, 5) ¡Qué oferta tan atractiva... ser como Dios! Pero Satanás mintió. Sin embargo, Eva creyó lo que él le dijo y comió desobedientemente del fruto prohibido. Más tarde, ofreció de éste a Adán, quien participó con ella en pecar. ¿Cuál fue el resultado?

      Aquel acto crucial “descarriló” a toda la raza humana y la condujo a la tragedia. La primera pareja perdió en seguida el paraíso. Con el tiempo, también perdieron la vida y volvieron al polvo, de donde habían sido formados. (Génesis 3:19) Lamentablemente todos sus hijos —la raza humana— nacieron así fuera del paraíso, y en esclavitud al pecado y la muerte.—Romanos 5:12.

      Aparentemente Satanás había ganado. Ahora era un “dios,” y la raza humana lo seguía a él en vez de al Creador. Pero en realidad no había ganado. Solo había dado el primer golpe de un conflicto que continúa hasta el día de hoy. Jehová tomó medidas inmediatamente para contrarrestar las consecuencias de la mentira de Satanás. Dijo a Satanás: “Pondré enemistad entre ti y la mujer y entre tu descendencia y la descendencia de ella. El te magullará en la cabeza y tú le magullarás en el talón.”—Génesis 3:15.

      En ésta, la primera profecía de la Biblia, se predijo la derrota final de Satanás que viene por medio de cierta “descendencia.” ¿Quién es esta descendencia? Eso se mantuvo en secreto por mucho tiempo.

      El dios de este mundo

      Con pocas excepciones, los descendientes de Adán y Eva optaron por imitar a sus padres y desobedecer a Dios. Prefirieron la independencia que les ofreció Satanás. A medida que pasó el tiempo, la oposición a Dios llegó a concentrarse en una región conocida como Mesopotamia, entre los ríos Tigris y Éufrates.

      El líder humano de aquella oposición fue un hombre llamado Nemrod. La Biblia lo identifica como el primer rey y fundador de un imperio. Todas sus actividades estaban en oposición a Dios; de aquí que la Biblia diga: “El se exhibió poderoso cazador en oposición a Jehová.” El principio de su imperio fue Babel, y más tarde tuvo como sede la ciudad de Babilonia.—Génesis 10:9, 10.

      De modo que fue de Babel que se difundieron la crueldad y la opresión política. Allí también se fomentaron nuevas teorías religiosas. La primera mentira —que la pecadora Eva realmente no moriría— se había puesto al descubierto, puesto que Eva sí murió. Pero entonces se le añadieron otros detalles a aquella mentira. Se comenzó a enseñar que una parte inmortal del hombre sobrevive a la muerte y sigue viviendo en un mundo invisible. Esa doctrina condujo a la creencia en el fuego del infierno, el espiritismo, la adoración de antepasados y un sinnúmero de otras enseñanzas falsas.

      Las teorías religiosas que se originaron en la antigua Babel, o Babilonia, se propagaron por todo el mundo. Cierta autoridad, al observar las similitudes tan difundidas que hay entre la mayoría de las religiones del mundo, dijo que éstas “tienen que haber derivado sus ideas religiosas de una fuente común.” (The Worship of the Dead, de Colonel J. Garnier) Esa fuente fue la antigua Babilonia. A ese sistema religioso mundial que surgió en Babilonia se le llama en la Biblia “Babilonia la Grande, la madre de las rameras y de las cosas repugnantes de la tierra.”—Revelación 17:5.

      Por lo tanto, la primera mentira de Satanás llevó a la difusión de la opresión política y la religión falsa. Pero, ¿qué estaba sucediendo con relación a la “descendencia” que Dios había profetizado que reduciría a la nada a Satanás y sus designios?

      [Ilustración en la página 5]

      Al igual que esta locomotora, toda la humanidad ha sido “descarrilada.” ¿Sabe usted como?

  • La primera mentira... cómo se borrarán sus efectos
    La Atalaya 1982 | 1 de octubre
    • La primera mentira... cómo se borrarán sus efectos

      NO TODO el mundo siguió a Satanás o aceptó sus innovaciones religiosas. Abrahán, por ejemplo, continuó adorando al Dios verdadero. Creía que al fin y al cabo la vida dependía de obedecer a Dios. Por eso Jehová lo bendijo y dijo: “Por medio de tu descendencia ciertamente se bendecirán todas las naciones de la tierra.” (Génesis 22:18) ¿Qué quiso decir con esto? Claramente, que la “descendencia” que se había prometido mucho tiempo antes en Edén, aparecería entre los hijos de Abrahán.—Gálatas 3:16.

      Más tarde se reveló a los fieles otros detalles acerca de la “descendencia.” Nacería en la tribu de Judá y sería descendiente del rey David. Nacería de una virgen, en el pueblo de Belén. (Génesis 49:10; 2 Samuel 7:16; Isaías 7:14; Miqueas 5:2) Cuando llegó el tiempo debido, la “descendencia” prometida nació precisamente en el lugar correcto y exactamente en la familia correcta. Esta descendencia resultó ser Jesús, a quien más tarde se le llamó el Cristo.—Lucas 2:8-11.

      Cuando nació Jesús, el mundo de Satanás estaba en profunda oscuridad religiosa. Bajo la gobernación de Roma, el imperio más poderoso hasta aquel tiempo, florecieron muchas variaciones de la religión babilónica. Muchos de los descendientes fieles de Abrahán, los israelitas, se habían desviado de la adoración verdadera. Sus líderes religiosos eran santurrones y orgullosos. Algunos habían cedido a las enseñanzas babilónicas. Según el historiador judío Josefo, los fariseos (prominente secta religiosa) creían que “las almas tenían vigor inmortal dentro de sí” y “que las almas de los hombres malvados se exponían al castigo eterno.”

      Jesús pudo restaurar a muchos a la adoración pura. Enseñó a sus seguidores a ‘no ser parte’ del sistema de cosas de Satanás, fuera en sentido religioso o político. (Juan 15:19) Sanó a enfermos, levantó a muertos y mostró gran compasión por los humildes. Estos amaron a Jesús, pero muchos de los sacerdotes lo odiaban porque ponía al descubierto los métodos opresivos y las enseñanzas falsas de ellos. Por eso, finalmente hicieron que se le diera muerte.

      La muerte de Jesús debe haber parecido un triunfo para Satanás, pero, si lo fue, fue uno efímero. Dios pronto levantó a Jesús de entre los muertos a la vida de espíritu. Y mediante la muerte y resurrección de Jesús, Dios dio un paso extraordinario para borrar los peores efectos de la mentira de Satanás. Hizo posible para los que deseaban seguir en el camino de la verdad el recobrar la vida que Adán, por su desobediencia, había perdido. “Así como en Adán todos están muriendo,” dijo el apóstol Pablo, “así también en el Cristo todos serán vivificados.”—1 Corintios 15:22-26.

      El cristianismo y la apostasía

      Ahora el hombre podía salvarse del pecado y la muerte. El paraíso sería restaurado mediante el reino de Dios, cuyo gobernante sería el resucitado Jesucristo. Algunos seres humanos hasta tendrían el privilegio de participar en la gobernación de ese Reino. Este mensaje dinámico, proclamado durante el primer siglo de nuestra era común, conmovió el corazón de muchas personas. En Jerusalén se formó una congregación de seguidores de Cristo —llamados luego cristianos— y ésta creció rápidamente hasta componerse de miles de personas.

      Enfurecido, Satanás atacó. Pronto comenzaron a morir cristianos en Jerusalén por la fe de ellos. La persecución hizo que muchos huyeran de la ciudad, pero llevaron las “buenas nuevas” consigo. Los samaritanos, y luego los gentiles, fueron bautizados como cristianos. En unas cuantas décadas el mensaje se había esparcido por todo el mundo que se conocía hasta aquel tiempo. ¡Aquéllos fueron tiempos trascendentales!—Hechos 17:6; Colosenses 1:23.

      Finalmente, en los días del sádico emperador Nerón, el Imperio Romano desató su poder contra el cristianismo. Cuerpos de cristianos ardieron como antorchas en banquetes romanos. Se les echó en las arenas para que bestias salvajes los atacaran. No obstante, el cristianismo siguió esparciéndose. Pero Satanás tenía otras tácticas.

      Corrupción interna

      El apóstol Pablo había advertido a los cristianos colosenses lo siguiente: “Estad sobre aviso para que nadie os seduzca por medio de una filosofía inútil y falaz.” (Colosenses 2:8, Sagrada Biblia, Torres Amat) El había dicho a los ancianos efesios: “Yo sé que después de mi partida entrarán entre ustedes lobos opresivos y no tratarán al rebaño con ternura, y de entre ustedes mismos se levantarán varones y hablarán cosas torcidas para arrastrar a los discípulos tras sí.” (Hechos 20:29, 30) Su advertencia comenzó a cumplirse entonces. Elementos engañosos se infiltraron en las congregaciones y, con argumentos astutos y engañosos, socavaron poco a poco el celo de muchos miembros.

      Después de algunos siglos se había desarrollado una versión popularizada del cristianismo que estaba corrompida por completo con enseñanzas antibíblicas. La doctrina babilónica de la inmortalidad del alma se había afianzado. Se adoraba a una trinidad similar a la tríada de dioses que se había adorado antes en Babilonia. Se enseñaba la doctrina del fuego del infierno y, más tarde, la del purgatorio. Se hacían oraciones a la “Madre de Dios.” En los días del emperador romano Constantino, esta forma apóstata del cristianismo, lejos de mantenerse separada del mundo, llegó a ser la religión estatal del imperio.

      Jesús había profetizado que después de la muerte de los apóstoles se introduciría en el mundo una semilla de cristianismo falso, y que habría cristianos falsos y verdaderos lado a lado hasta que llegara el tiempo de la “siega.” (Mateo 13:24-30, 36-43) Eso era lo que estaba sucediendo entonces. Cuando el cristianismo falso cobró poder, se volvió despiadadamente contra los que no seguían su modo de obrar. Algunos cristianos profesos fueron quemados vivos debido a su fe, pero esta vez los cuerpos que ardían iluminaban los rostros de los monjes y sacerdotes que observaban.

      Por siglos, la luz procedente de la Biblia brilló muy poco. La Palabra de Dios fue conservada en latín, lengua que estaba a punto de morir, y los que traducían la Biblia a los idiomas comunes fueron perseguidos sin piedad. Pero la Biblia sobrevivió. Y también el cristianismo verdadero, tal como Jesús dijo que sucedería. Todavía ambos existen hoy.

      El paraíso restaurado

      Aquella sola mentira que se dijo hace miles de años en el jardín de Edén fue verdaderamente calamitosa para la familia humana. Esta condujo a sufrimiento inaudito. Felizmente, la humanidad no tendrá que aguantar las malas consecuencias de ésta por mucho más tiempo.

      La “descendencia” que reduciría a la nada a Satanás y sus designios apareció en la persona de Jesús. Después de morir fue resucitado como espíritu y ascendió al cielo, “esperando desde entonces hasta que sus enemigos fuesen colocados como banquillo para sus pies.” (Hebreos 10:13) Hay prueba de que aquel período de espera terminó. Las profecías y la cronología bíblica señalan al año 1914 como el tiempo en que Jesús ‘llegó en su gloria’ para reinar como rey celestial.—Vea Mateo 24, 25; Marcos 13; Lucas 21.

      Eso significa que a Satanás, el inventor de la mentira, solo le queda poco tiempo. (Revelación 12:12) Las convulsiones mundiales que la humanidad ha experimentado desde 1914 prueban que Satanás tiene gran cólera por ese hecho. Pronto él y los opresivos sistemas políticos y religiosos que se han desarrollado como resultado de su mentira serán destruidos para siempre.—Daniel 2:44; Revelación 18:4-8.

      ¡Qué alivio será eso para la humanidad! La paz, la belleza y la felicidad del jardín original de Dios finalmente serán restauradas, y el paraíso será extendido por toda la Tierra. (Revelación 21:3, 4) ¿Quisiera usted ver eso? La voluntad de Dios es “que hombres de toda clase sean salvos y lleguen a un conocimiento exacto de la verdad.” (1 Timoteo 2:4) ¿Por qué no aprovecha la bondad que Jehová Dios le muestra? Evite las mentiras de Satanás y busque la verdad de la Palabra de Dios, la Biblia. Entonces usted será testigo de la reversión final y completa de las trágicas consecuencias de aquella primera mentira demoníaca.

Publicaciones en español (1950-2025)
Cerrar sesión
Iniciar sesión
  • Español
  • Compartir
  • Configuración
  • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
  • Condiciones de uso
  • Política de privacidad
  • Configuración de privacidad
  • JW.ORG
  • Iniciar sesión
Compartir