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  • ¿Qué valor tiene para usted su vida?
    La Atalaya 1976 | 1 de marzo
    • ¿Qué valor tiene para usted su vida?

      “La piedad vale para todo: porque tiene promesa de la vida, que ahora es, y de la que ha de ser.”—1 Tim. 4:8, “Scío.”

      EN Brooklyn, Nueva York, un automovilista empieza a colocar su auto en marcha atrás en un espacio vacío de un lugar de estacionamiento. Otro automóvil viene desde atrás y rápidamente se desliza en el espacio, ocupándolo. Encolerizado, el primer automovilista se dirige hacia el otro automóvil para reconvenir al conductor. Súbitamente el segundo conductor le abre el vientre con un cuchillo.

      En la tienda de abarrotes de un vecindario, dos hombres se envuelven en una disputa. Salen a la calle, donde uno mata al otro a golpes con un bate.

      Casi todos los días podemos leer incidentes de esa clase. En estos tiempos de tensión muchas personas tienden a irritarse con gran facilidad, de modo que un estallido de cólera o una palabra incorrecta pueden dar comienzo a una pelea que le cueste la vida a alguien. En escala más grande, los motines y las revoluciones arrojan un considerable número de víctimas. A los ojos de un número creciente de personas la vida ciertamente se está convirtiendo en una cosa barata.

      ¿Cómo ve usted la vida? ¿La considera valiosa? Si así es, ¿hay pasos que pueda dar ahora para proteger su vida? ¿Hay algo que le asegure protección, o, por lo menos, mayor medida de seguridad?

      Sí, lo hay. Pero requiere algún esfuerzo el aprender qué hacer, y vigilancia constante mientras se hace. El controlar uno su genio es una de las cualidades preeminentes por las cuales esforzarse. “El que es presto para la cólera cometerá tontedad,” dice el proverbio verídico. El mantener una lengua calmada en medio de circunstancias provocativas puede salvar la vida de uno y la vida de otros, como declara otro proverbio: “La calma de la lengua es árbol de vida.” El dominio o gobierno de uno mismo puede impedir gran aflicción y a veces puede significar la diferencia entre permanecer uno vivo o morir. “Una respuesta, cuando es apacible, aparta la furia, pero una palabra que causa dolor hace subir la cólera.” (Pro. 14:17; 15:1, 4; 16:32) Pero el individuo no obtiene con facilidad la habilidad de controlar su espíritu.

      ¿Cómo puede uno desarrollar dominio de sí mismo para poder mantenerse en calma en medio de circunstancias peligrosas? Practicando dominio de su habla cuando está con su familia, cuando está en el trabajo, o cuando las cosas no marchan como uno quisiera. Por supuesto, uno no puede evitar del todo el encolerizarse. Pero si sigue este consejo: “Estén airados, y no obstante no pequen; que no se ponga el sol estando ustedes en estado provocado,” conseguirá mucho mejor gobierno o dominio de sí mismo, así como felicidad, tanto en la vida de familia como en las relaciones con otros.—Efe. 4:26.

      Sin embargo, sin importar lo que haga, la persona que vive en un mundo egoísta no puede proteger su vida en medio de toda circunstancia. Pero hay Uno que tiene la vida en mucho más alta estima que nosotros, porque él sabe lo que puede significar la vida en medio de condiciones correctas. Este es el Creador de la humanidad. Él promete hacer de esta Tierra un lugar donde la muerte y el lamento habrán sido eliminados. (Rev. 21:3, 4) Y en el ínterin, suministra la sabiduría necesaria para los que quieren vida y paz. Con esta sabiduría uno puede emprender el derrotero más seguro posible aun ahora, con “promesa de la vida de ahora y de la que ha de venir.”—1 Tim. 4:8.

      Entonces, hay dos factores envueltos en lo que se puede hacer para obtener protección en este mundo moderno y en particular para obtener la vida en una Tierra depurada que ha de venir. El primero es el propio esfuerzo que usted haga para apartarse del espíritu de este mundo, donde una gran parte del modo de pensar, el lenguaje y las prácticas es degradante y peligrosa. El otro factor tiene que ver con la oración y con leer la Biblia, lo cual le permite obtener la ayuda del espíritu de Dios para hacer lo que aconseja la Biblia: “Que sean hechos nuevos en la fuerza que impulsa su mente.” También dice: “Desnúdense de la vieja personalidad con sus prácticas, y vístanse de la nueva personalidad, que va haciéndose nueva en conocimiento exacto según la imagen de Aquel que la creó.”—Efe. 4:23; Col. 3:9, 10.

      Usted puede efectuar esto si hace un esfuerzo por aprender los principios de la Palabra de Dios y aplicarlos. Son sencillos, francos, fáciles de entender. Se nos dice: “La sabiduría es para una protección lo mismo que el dinero es para una protección; pero la ventaja del conocimiento es que la sabiduría misma conserva vivos a sus dueños.”—Ecl. 7:12.

      La sabiduría de Dios de veras puede ayudar a uno a obtener una vida más larga, como escribió el apóstol Pedro: “El que quiere amar la vida y ver días buenos, reprima su lengua de lo que es malo y sus labios de hablar engaño . . . Porque los ojos de Jehová están sobre los justos, y sus oídos atentos a su ruego.” (1 Ped. 3:10-12) El mantener una relación estrecha con Dios es sumamente importante, pues, principalmente, lo protege a uno en sentido espiritual, y a menudo libra literalmente a uno de la calamidad. ¿Cómo?

      Por ejemplo, considere lo que Jesús dijo de sus seguidores: “Ellos no son parte del mundo, así como yo no soy parte del mundo.” (Juan 17:16) Los que adoptan esta posición sabia se mantienen libres de las facciones políticas y la contienda política de este mundo. Esto a menudo les salva la vida. Por ejemplo, en Irlanda los testigos de Jehová no están aliados con ninguna de las facciones religiosas o políticas que se esfuerzan por obtener el dominio. Tres hombres enmascarados detuvieron a un Testigo que iba en su auto por una carretera. Él les dijo que era testigo de Jehová, pero ellos le dijeron que saliera del auto. Por lo general esto significaría que lo iban a matar. Sin embargo, cuando estos hombres se hubieron asegurado, al registrarle el auto, de que él en realidad era Testigo, le dijeron que siguiera adelante en su vehículo, y le desearon bien.

      Lo más importante de todo es que, al cabo de la conclusión de este sistema de cosas corrompido, Dios remunerará a los que aman sus caminos rectos por medio de conservarlos vivos, para que vivan en una Tierra depurada. Esto se aseguró en una visión que se le dio al apóstol Juan. En ella él vio “una grande muchedumbre, que ningún hombre podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas.” Cuando surgió la pregunta de a quiénes representaba esta muchedumbre, se dio esta respuesta: “Estos son los que salen de la grande tribulación [que señala el fin de este sistema de cosas].” (Rev. 7:9, 14) ¡Imagínese el ver pasar de la escena este sistema que pone en peligro la vida, y vivir para disfrutar de un sistema dador de vida en el cual, bajo la supervisión de Dios, la gente verdaderamente pueda rehacer su personalidad para llevarse bien en paz y armonía! Ciertamente si para usted su vida es una cosa valiosa, ésa es una meta por la cual vale la pena esforzarse.

  • ¿Para qué tenemos vida?
    La Atalaya 1976 | 1 de marzo
    • ¿Para qué tenemos vida?

      “VI TODAS las obras que se habían hecho bajo el sol, y, ¡mira! todo era vanidad y un esforzarse tras viento.” (Ecl. 1:14) Estas no son las palabras de un cínico. Proceden de un escritor inspirado de la Biblia que justipreció con apego a la realidad lo que es la vida en medio de condiciones de imperfección. Un examen de lo que este escritor, el sabio rey Salomón, consideró bajo estudio nos ayuda a determinar qué pudiera impedir que nuestra vida sea “vanidad.”

      Hay personas cuya vida entera gira en torno de conseguir conocimiento. Pero ¿es la adquisición de conocimiento simplemente para tener conocimiento lo que hace significativa la vida? No, porque frecuentemente ese conocimiento lleva a la dolorosa comprensión de que tanto es el error que hay en este sistema imperfecto que los hombres no pueden corregirlo. Como lo expresó el rey Salomón: “Lo que se hace torcido no se puede hacer derecho, y lo que falta absolutamente no se puede contar.” (Ecl. 1:15) Por otra parte, también, las circunstancias pueden estar contra el que uno use su conocimiento de la mejor y más provechosa manera.

      Además, el tratar uno de disfrutar de la vida procurando placeres materiales, como muchos lo hacen, no es la clave para una vida con propósito determinado. En cuanto a sus esfuerzos al respecto, Salomón escribió: “Me edifiqué casas; me planté viñas. Me hice jardines y parques, y en ellos planté árboles frutales de toda suerte. Me hice estanques de agua, para regar con ellos el bosque, en que brotaban árboles. . . . Acumulé también para mí plata y oro, y propiedad propia de reyes y de los distritos jurisdiccionales. Me hice cantores y cantoras y los deleites exquisitos de los hijos de la humanidad, una dama, sí, damas. . . . Y nada de lo que mis ojos pidieran mantuve yo alejado de ellos.”—Ecl. 2:4-10.

      En el transcurso de la historia humana, pocos de entre la humanidad han tenido los recursos que le estuvieron disponibles al rey Salomón. Sin embargo, aunque aparentemente él tuvo todo cuanto pudo desear, halló frustratorios, no satisfacientes, sus empeños. ¿Por qué? Entre otras cosas, Salomón sabía que su vida no le podía ser sustentada indefinidamente. Todo lo perdería al morir. “Yo, yo mismo,” dijo Salomón, “odié todo mi trabajo duro en que estaba trabajando duro bajo el sol, que dejaría atrás para el hombre que llegaría a ser después de mí. ¿Y quién hay que sepa si resultará ser sabio o tonto? Sin embargo él asumirá el control de todo mi trabajo duro en que trabajé duro.”—Ecl. 2:18, 19.

      De modo similar, los esfuerzos de uno por conseguir una posición de prominencia en el mundo pueden llevar a amarga desilusión. Muy corrientemente personas bien capacitadas son víctimas de circunstancias que les roban la oportunidad de dar buen uso a su aptitud. El rey Salomón halló que: “La tontedad ha sido colocada en muchos puestos encumbrados . . . He visto a siervos a caballo pero a príncipes andando en la tierra justamente como siervos.” (Ecl. 10:6, 7) “No tienen los veloces la carrera, ni los poderosos la batalla, ni tampoco tienen los sabios el alimento, ni tampoco tienen los entendidos las riquezas, ni aun los que tienen conocimiento tienen el favor; porque el tiempo y el suceso imprevisto les acaecen a todos.”—Ecl. 9:11.

      Entre las criaturas humanas imperfectas, la habilidad no necesariamente es el factor determinante en conseguir una posición en particular. Se ha dicho: ‘Lo que vale no es lo que uno sabe, sino a quién conoce.’ Por eso, muchas veces sucede que hombres muy capacitados que quizás sean de disposición noble tienen que tolerar la tontedad de personas ineptas que tienen el control administrativo. Pudiera ser que a estos hombres semejantes a príncipes no se les concediera ninguna dignidad, sino que hasta fueran representados como tontos a otros por los que administran los asuntos.

      Salomón no estaba exagerando las cosas cuando clasificó como “vanidad” las obras que se efectúan en un sistema imperfecto. El trazarse metas materiales y procurar obtenerlas —posición y posesiones y cosas semejantes— simplemente no es satisfactorio; lo acompaña una multitud de frustraciones.

      Entonces, ¿para qué tenemos vida? ¿No habrá algo que pueda traer satisfacción? Sí, es procurar lo que puede llevar a que uno tenga un porvenir permanente y seguro. El rey Salomón mostró exactamente qué era eso después de completar su examen de las empresas y ocupaciones vanas. Escribió: “La conclusión del asunto, habiéndose oído todo, es: Teme al Dios verdadero y guarda sus mandamientos. Porque esto es el deber todo del hombre.”—Ecl. 12:13.

      Sí, la clave para una vida satisfaciente es reconocer la necesidad espiritual de uno. Uno que es mayor que Salomón, Jesucristo, señaló esto al oponerse a Satanás el Diablo. Citó de las Escrituras Hebreas y dijo: “No de pan solamente debe vivir el hombre, sino de toda expresión que sale de la boca de Jehová.” (Mat. 4:4) Cuando una persona tiene una saludable estima del Creador y presta atención a Sus mandamientos, se ve libre de las frustraciones que provienen de hacer del conocimiento mundano, la posición o las posesiones materiales la meta principal. En vez de fijar su corazón en algo que es transitorio, está edificando con Dios una relación que puede durar por toda la eternidad. Esa relación no se basa en lo que una persona tiene, sino en lo que realmente es como persona. Como dice la Biblia: “[El] hombre ve lo que aparece a los ojos; pero en cuanto a Jehová, él ve lo que es el corazón.”—1 Sam. 16:7.

      Ni siquiera la muerte puede destruir lo que han ganado los que temen al Dios verdadero. ¿Por qué no? Porque nada puede separarlos del amor de Dios. “Estoy convencido,” escribió el apóstol cristiano Pablo, “que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni gobiernos, ni cosas aquí ahora, ni cosas por venir, ni poderes, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra creación podrá separarnos del amor de Dios que está en Cristo Jesús nuestro Señor.” (Rom. 8:38, 39) Los siervos de Jehová, aunque físicamente estén muertos, viven desde Su punto de vista, ya que él ha hecho provisión para que ellos sean restaurados a la vida. Por esta razón, el salmista inspirado pudo decir: “Si tendiera mi lecho en el Seol [la región de los sepulcros], ¡mira! tú estarías allí.”—Sal. 139:8.

      Ciertamente, entonces, sabios son los que reconocen que la vida como siervo aprobado de Dios es lo que verdaderamente hace que valga la pena vivir. Toda la razón que hay para la vida es honrar al Dador de la Vida, Jehová, temiéndole y guardando sus mandamientos. ¿Es eso lo que usted se está esforzando por hacer?

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