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  • ¿Por qué la diferencia?
    ¡Despertad! 1971 | 8 de abril
    • ¿Por qué la diferencia?

      LAS cifras de la portada de esta revista no son ficción... son hechos.

      A menudo los árboles viven más que el hombre... entre las hayas las edades de 250 a 300 años son comunes. Los robustos robles ingleses pueden llegar a 500 años. A los 1.000 años de edad la gigantesca secoya de California todavía es una jovencita. Por recuento efectivo de los anillos se sabe que las secoyas han vivido de 3.000 a 4.000 años.

      De hecho, tocante a las secoyas, el Dr. Ferdinand C. Lane, en The Story of Trees, dijo que él “no había encontrado ningún registro de que jamás alguno hubiera sucumbido ante meramente la vejez y suponía que si pudieran eliminarse los peligros de los rayos, el fuego y las tormentas, algunos de estos árboles grandes podrían desafiar los estragos del tiempo durante 10.000 años.”

      ¡No obstante, la investigación muestra ahora que hay cierto tipo de pino que sobrepuja en edad hasta a las secoyas! Comparada con estas plantas, la vida del hombre parece chasqueadoramente corta. ¿A qué se debe esto?

      Sí, ¿por qué también las tortugas viven más que los hombres, como las gigantescas tortugas de las Galápagos que corrientemente viven de 100 a 150 años? Casos registrados muestran que ha habido tortugas que han pasado de la marca de 200 años de edad. Sin embargo, son raros los casos de hombres que vivan un solo siglo.

      En cuanto a eso, ¿por qué hasta los loros de vez en cuando son centenarios, de manera que se alega que uno vivió 140 años?

      Es verdad que la vida del hombre moderno es más larga que la de la mayoría de las otras cosas vivientes, plantas y animales, que hay en esta Tierra. Pero ciertamente usted concordará en que el hecho de que siquiera haya cosas vivientes que duren más que el hombre por un margen tan extenso —del doble a cincuenta veces— hace que uno se ponga a pensar.

      ¿Le parece a usted razonable que ciertas plantas sin mentalidad, que reptiles y aves disfruten de la inapreciable posesión de la vida por más tiempo que hombres inteligentes? ¿No debería ser lo contrario?

      Si aceptamos la creencia de que el hombre tiene un Creador, entonces el decir que de esta manera es que él se propuso que fueran las cosas equivale a decir que hay árboles y animales que valen más para Dios que su más elevada creación terrestre, el hombre. Sin embargo Jesucristo, en su Sermón del Monte, dijo a sus seguidores que ellos valían mucho más para su Padre celestial que las aves o la vegetación. (Mat. 6:25-30) De hecho, la Biblia declara que Dios le dio al hombre la asignación de ejercer dominio sobre todas las otras cosas vivientes de este planeta, los animales y la vegetación. (Gén. 1:26-30) Apropiadamente, el que ejerce dominio no debería morir antes que las cosas inferiores a él.

      El dejar de creer en un Creador y aceptar la teoría de la evolución no resuelve nada. En realidad, nos deja frente a un enigma. Esa teoría representa al hombre como el producto final de un proceso evolucionista. Sin embargo, queda en pie la pregunta: ¿Por qué trataría tan generosamente ese proceso con los árboles y las tortugas y tan mezquinamente con los hombres en el asunto vital de la vida?

      Este número de ¡Despertad! trata la respuesta satisfactoria a todas estas preguntas. Sea usted joven o de mayor edad, le será útil leerlo. Andrew Carnegie, sintiendo los embates de la vejez, dijo en cierta ocasión: “Daría todos mis millones, si pudiera tener juventud y salud. . . . Gozosamente lo vendería todo por poder disfrutar nuevamente de mi vida.” Sin duda usted ama la vida y estaría dispuesto a pagar un precio elevado para ver que su vida se extendiera más allá del promedio actual. Por el costo de solo algún tiempo y esfuerzo usted puede aprender por qué hay una esperanza razonable, con base sólida y alcanzable, de ver la realización de ese deseo.

  • ¿Está usted obteniendo lo que quiere de la vida?
    ¡Despertad! 1971 | 8 de abril
    • ¿Está usted obteniendo lo que quiere de la vida?

      DE TODAS las cosas vivientes terrestres, solo el hombre puede forjar planes. La vegetación sin cerebro, sin vista, no forja planes. Los animales son gobernados por instinto. Si construyen nidos o guaridas para que en ellos nazcan sus hijuelos, eso solo se debe a que el instinto los impele a hacerlo. Únicamente el hombre piensa en serio acerca del futuro, se preocupa por él, trabaja hacia él.

      Y solo el hombre tiene propósitos más elevados y más trascendentales que simplemente los de sustentar la vida y procrear. Tiene ideales, metas que trata de hacer que se conviertan en realidades. Las capacidades y la potencialidad del hombre sobrepujan a las de los animales más de mil veces. Para convertir en realidad sus propósitos el hombre necesita tiempo, y es por eso que solo él entre las cosas vivientes de la Tierra está conscientemente interesado en el tiempo. Las tortugas y los árboles no se interesan en los relojes ni en los calendarios.

      ¿Hasta dónde penetran en el futuro los planes suyos? ¿Qué espera lograr durante su vida? ¿Le parece a usted, personalmente, que sus capacidades están siendo utilizadas a grado cabal o lo estarán alguna vez? ¿Cuántas cosas hay que usted quisiera hacer, que usted cree que pudiera hacer... si tuviera el tiempo necesario?

      Quizás a usted le gustaría desarrollar algún talento, en la música, las artes, la literatura o los idiomas, o aprender algo acerca de ebanistería, mecánica, diseño o arquitectura, o entregarse a estudios de historia, biología, astronomía o matemáticas, o emprender el cultivo de ciertas plantas o la cría de animales, aves o peces. O posiblemente le gustaría a usted viajar, ver nuevos países, llegar a conocer gente de muchos lugares, desarrollar nuevas amistades, nuevos puntos de vista. A muchos les gustaría hacer no solo una, sino varias de estas cosas. Sin embargo, debido a que la vida es tan corta, lo que realmente hacen es muy limitado. Sin embargo, el deseo existe. Solo falta el tiempo.

      ¡Hay tantas razones para desear una vida más larga! No obstante, comúnmente se cree que por naturaleza la capacidad humana para efectuar cosas que valen la pena empieza a terminar después de cierta edad, de modo que una vida más larga es de poco valor o propósito de todas maneras. Pero, ¿es realidad probada el que todas estas cosas: la facultad de aprender, el poder de pensar y el talento creador, tengan que desaparecer gradualmente después de cierto punto? No, la evidencia muestra lo contrario.

      A la edad de noventa y nueve años, Tiziano, el famoso pintor, todavía producía espléndidas obras de arte con “incomparable firmeza de pulso.” El juez Holmes del Tribunal Supremo de los EE. UU. comenzó a estudiar griego a los noventa años de edad. A los ochenta y cinco años de edad, el director de orquesta Arturo Toscanini todavía podía aprenderse de memoria la partitura de una ópera completa. ¿Estaban estos hombres “acabados,” “listos para morir” a edad tan avanzada? Si lo estaban, ciertamente no se debía a que ya no pudieran producir lo que les producía gozo a ellos y provecho y placer a otros.

      Mostrando la potencialidad que hay en el hombre en cuanto a aprender, Joseph C. Buckley, en The Retirement Handbook, dice: “El descenso en la capacidad de aprender es tan gradual que a los ochenta años todavía tenemos la potencialidad de aprender que teníamos a los doce.”

      Apoyan esto los resultados de la investigación de los efectos que tiene la edad en la capacidad mental según el informe que se dio en el artículo “Su mente mejora con la edad,” condensado de The American Weekly e impreso en el Reader’s Digest de enero de 1959. Un grupo de 127 personas que como estudiantes de primer año de universidad habían recibido una prueba de inteligencia en 1919 recibieron la misma prueba más de treinta años después. Sus calificaciones en las pruebas posteriores fueron superiores no solo en las series de preguntas de información general y en juicio práctico, sino también en pruebas que requerían lógica y pensamiento claro. En pruebas de “maestría de concepto,” personas de inteligencia media han seguido obteniendo calificaciones cada vez más altas a través de sus años setenta y ochenta. Un estudio que efectuó la Universidad de Michigan mostró que la memoria y la capacidad para aprender no disminuyen constante y uniformemente con la edad, tal como no disminuye la inteligencia general.

      Claramente, pues, los hombres podrían efectuar mucho, mucho más si las debilidades y la enfermedad físicas no estorbaran su facultad de producir, y la muerte no hiciera que ésta cesara tan pronto como lo hace. A menudo la muerte derriba a los hombres precisamente cuando han empezado a desarrollar cierto talento o a obtener discernimiento acerca de un asunto.

      Aunque el interés de usted en el logro personal —el desarrollar cierto talento o habilidad— no sea tan grande, ¿qué hay de su interés en otros, en los que usted ama: la familia, los amigos o su prójimo en general? ¿Le parece a usted que habrá hecho todo lo que quisiera para ellos para cuando sus años de vida terminen?

      Realmente, ¿quién de nosotros podría escoger voluntariamente la ocasión —el año y el día— en que nos gustaría pasar nuestra hora final con nuestro cónyuge, hijo o hija, o darles el último beso? ¿Podría hacerlo usted? En cuanto a eso, ¿cuándo le gustaría a usted disfrutar junto con ellos por última vez de la frescura de un día de primavera, del calor dorado del verano, de la escarcha del otoño o la belleza calmada del invierno o compartir con ellos su última puesta o salida de sol? Estas no son cosas en que usted quiere pensar, ¿verdad? No si usted realmente ama a su familia y amigos, no si a usted le importan. Porque entonces usted jamás podría considerar con verdadera aprobación la expectativa de que la muerte acabe completamente el privilegio de usted de contribuir a la felicidad de ellos, hacer cosas para ellos, compartir cosas buenas con ellos. ¡Qué excelente, qué deseable sería si la vida de usted con ellos pudiera extenderse mucho más allá de la duración actual!

      Interés en el futuro de la humanidad

      Usted ha vivido bastante para ver que los cohetes del hombre han llegado a la Luna y los hombres han caminado en su superficie. Sin embargo hoy los hombres no pueden andar en la Tierra en paz, libres de peligro, crimen y violencia. ¿Le gustaría a usted vivir lo suficiente como para ver cambiar esta situación, vivir en un tiempo en que los que lo rodearan fueran decentes, considerados, amorosamente serviciales y estuvieran sinceramente interesados en su prójimo? Ese cambio tiene que venir con el tiempo, pues de otra manera la humanidad cesará de ser, por haber continuado en su presente proceder destructor hasta el grado del suicidio global. Ciertamente este planeta Tierra, con sus muchas provisiones singulares que hacen posible la vida, no existe simplemente para llegar a ser un cementerio a través de la eternidad.

      Usted vive en la era del automóvil, del avión de reacción, de las industrias de producción en masa. Pero también vive en la era de las ciudades apiñadas, hasta sofocadas y agonizantes; en la era del smog, de la contaminación del aire, la tierra, los ríos y los océanos. ¿Le gustaría vivir lo suficiente como para ver arroyos, ríos y lagos estar de nuevo resplandecientemente claros, ver campos y bosques recobrar su belleza natural, para inhalar aire fresco, puro, fragante? Eso, también, tiene que llegar, y la proporción actual de contaminación no da lugar a que se demore por mucho más tiempo el volver en la dirección opuesta el abuso de la Tierra... no si es que la humanidad ha de sobrevivir.

      Usted vive en la era de los corazones mecánicos, los trasplantes de corazón, las máquinas que sirven como riñón, la era de los antibióticos. Pero la enfermedad continúa, desde jaquecas hasta cáncer y ataques cardíacos. ¿Le gustaría vivir para ver el día en que verdaderamente sea vencida la enfermedad, cuando no solo los “asesinos” principales entre las enfermedades sean eliminados, sino que sea quitada la mismísima fuente del envejecimiento, la decadencia y la muerte del hombre?

      De hecho, si usted pudiera vivir con buena salud, en alrededores pacíficos, agradables, teniendo trabajo satisfactorio e interesante que hacer, oportunidades de ensanchar y profundizar su conocimiento y vivir entre personas altruistas e iluminadas, ¿querría usted que terminara la vida?

      Como se mostrará, hay razón para creer que los hombres y las mujeres que viven hoy pueden esperar ver estas cosas, que pueden esperar vivir, no solo unos cuantos años más, sino muchas veces más la duración de vida actual de la humanidad. ¿Cómo puede ser esto? ¿Es razonable tal esperanza, en armonía con los hechos conocidos, establecidos científicamente?

      [Ilustración de la página 5]

      ¡Son tantas las cosas que uno quisiera hacer para los que ama! ¡Qué excelente sería el que la vida durara más!

  • ¿Qué sabemos de la duración de la vida humana?
    ¡Despertad! 1971 | 8 de abril
    • ¿Qué sabemos de la duración de la vida humana?

      PARA la mayoría de las personas la duración actual de la vida del hombre sencillamente es un hecho conocido. Les parece que no debería considerarse ni como extraño ni sujeto a cambio. “Siempre ha sido así y siempre será así,” dicen. No alegan saber la causa del envejecimiento y la debilidad y la muerte concomitantes. Pero tienen la seguridad de que nada se puede hacer acerca de ello.

      ¿Qué opina usted acerca de ello? ¿Ha investigado usted el tema a cierto grado? ¿Ha sido siempre tan corta la vida del hombre? ¿Es realmente inalterable, y es “anticientífico” pensar de otra manera?

      ¿Sabe usted, por ejemplo, que los científicos médicos todavía están muy inseguros en cuanto a por qué envejecen y mueren los hombres? El libro Science Year de 1967 dice que, en una reunión de cuatro días de gerontólogos (especialistas en el estudio del envejecimiento), se convino en que “el proceso del envejecimiento todavía es en gran parte un misterio. ‘No tenemos la idea más leve de lo que causa el envejecimiento,’ dijo el Dr. Nathan W. Shock, del Hospital de la Ciudad de Baltimore, Baltimore, Md.”

      Esto no quiere decir que no haya teorías acerca del envejecimiento. Hay muchas. La mayoría de ellas tienen que ver con muerte de células. Según las teorías más comunes, durante los años de desarrollo el cuerpo produce más células que las que mueren. En una persona adulta se calcula que cada minuto mueren unos tres mil millones de células y, en el mismo tiempo, se reemplazan... casi. Hay evidencia de que se desarrolla un desequilibrio entre la muerte de células viejas y la formación de células nuevas. Se cree que la disminución en la producción de células causa la deterioración del cuerpo —pérdida de elasticidad muscular, reacciones retardadas, sentidos debilitados, fragilidad de los huesos, arrugas y, lo más serio, el deterioro de las funciones orgánicas— que conocemos como envejecimiento.

      Así, un artículo de Science Digest de febrero de 1969 informa: “Las fallas colectivas de las células se presentan como síntomas de las enfermedades degenerativas y los estragos de la edad, según el Dr. Howard J. Curtis, del Laboratorio Nacional de Brookhaven, en Upton, L.I.”

      ¿Cuándo principia el envejecimiento? Después de diez años de investigación, el Dr. Shock cree, según se le cita en el mismo artículo, que “el envejecimiento principia cuando se detiene el desarrollo,” es decir, aproximadamente de los dieciocho a los veinte años de edad. ¿Entonces qué? Continúa diciendo el artículo: “Entonces casi todas las funciones comienzan a decaer lentamente. A los 30, comienzan a deteriorarse a una velocidad más rápida pero todavía modesta que permanece constante hasta la muerte. En lenguaje llano, a los veinte años de edad pasamos la cumbre, y después de los 30 el descenso se empina más.” El Dr. Shock igualmente cree que la causa es la muerte de células.

      El problema es que los científicos todavía no saben precisamente por qué es que las células humanas, después de un período de años, dejan de reproducir su género y así mantener el abastecimiento que necesita el cuerpo.

      Algunas personas, como sabemos, sí viven cien años o más en la actualidad. En tiempos modernos, la más larga edad al morir que por lo general se acepta como auténtica, según la Encyclopædia Britannica (edición de 1968, artículo sobre la duración de la vida humana), es la de Pierre Joubert, que nació el 15 de julio de 1701 y murió el 16 de noviembre de 1814, a la edad de 113 años y 124 días.

      ¿Cree usted que ésa sea la edad máxima que una persona podría vivir? La Biblia, por ejemplo, declara que “Moisés tenía ciento veinte años de edad al morir. Su ojo no se había oscurecido, y su fuerza vital no había huido.” (Deu. 34:7) Quizás usted acepte esto también como posible, puesto que la diferencia solo es de unos seis años y dos tercios.

      ¿Qué hay, entonces, del antepasado de Moisés, Abrahán, que, según el Registro Bíblico, vivió “ciento setenta y cinco años” antes de morir? (Gén. 25:7, 8) ¿Y qué hay del antepasado de Abrahán, Sem, del que se informa en Génesis 11:10, 11 que vivió seiscientos años, o su bisabuelo Matusalén, cuyos días antes del diluvio global “ascendieron a novecientos sesenta y nueve años, y murió”? (Gén. 5:25-27) ¿Establecería usted un límite en alguna parte entre algunos de estos hombres y consideraría las otras edades como “anticientíficas” o “irrazonables”?

      Antes de contestar, considere esto:

      En el artículo que se mencionó antes, la Encyclopædia Britannica, 1968, muestra que el promedio de años que los hombres viven ahora y el número de años que un hombre podría vivir son dos cosas diferentes. ¿Cuánto podría vivir un hombre? La Encyclopædia dice que la duración de vida posible para los hombres es “un número teórico cuyo valor exacto no se puede determinar por el conocimiento que existe. Probablemente haya una duración máxima de vida para la raza humana, pero hasta que se descubra alguna propiedad del protoplasma que circunscriba definitivamente la duración posible de la vida humana, la duración exacta del lapso de vida del hombre permanecerá sin saberse.”

      ¿Le parece sorprendente eso? Continuando, el artículo dice: “De momento esta declaración parece irracional. Ciertamente ningún ser humano puede vivir 1.000 años. Aunque todo el mundo concuerde en que sea infinitesimal la probabilidad de que un individuo viva 1.000 años, no hay prueba científica de que esta declaración sea, o no sea, cierta.”

      La gente, pues, quizás rechace la posibilidad de la edad de Matusalén, hasta quizás bromee en cuanto a ella. Pero no puede hacerlo con base verdaderamente científica, pues se reconoce que la ciencia genuina no conoce ningún límite cierto o absoluto para la vida humana.

      ¿Qué edad establecería usted como la máxima que podría vivir el hombre? Supongamos que usted estableciera el máximo positivo en 120 años. ¿Rehusaría usted inflexiblemente entonces creer que un hombre podría vivir 120 años y un minuto? Y si usted está dispuesto a aceptar la extensión de un minuto, entonces ¿por qué no 120 años y un día... o una semana, un mes, un año, etc.?

      El Dr. Harold F. Dorn, que sirvió en la División de Investigación de Biometría del Instituto Nacional del Corazón como jefe durante 1960 a 1963, usó casi la misma ilustración en el artículo sobre la duración de la vida humana en la obra de consulta que se menciona. Tomando en cuenta la evidencia que se presentaba, su conclusión es: “En consecuencia, basándonos en el conocimiento existente sobre la longevidad, no se puede dar una cifra exacta para la duración de la vida humana.”

      ¿Qué esperanza, entonces, ofrecen para el futuro los científicos e investigadores médicos de la longevidad? ¿Esperan que pronto el hombre sea rival de la tortuga pasando la marca de cien años? ¿Ofrecen alguna esperanza verdadera de que usted disfrute de una vida prolongada?

      Dice Science Year de 1967: “Los optimistas del campo de la medicina están esperando con deleite el siglo 21 cuando puedan resolverse muchos problemas del día actual. Sin embargo, la mayoría de los especialistas duda que la vida media se prolongue mucho más allá de los setenta años proverbiales.”

      Es verdad que de vez en cuando en periódicos o revistas se hacen pronósticos algo sensacionales de que algunos científicos esperan grandes adelantos. Pero no hay ninguna evidencia sólida de algún progreso hacia una extensión dramática de la duración de la vida humana de tales fuentes. Como lo expresó la revista Scientific American de marzo de 1968:

      “Aunque las causas principales de la muerte en la vejez —enfermedades del corazón, apoplejía y cáncer— se eliminaran, la expectativa de vida media no sería extendida por mucho más de 10 años. Entonces sería aproximadamente de 80 años en vez de la expectativa de unos 70 años que ahora predomina en los países adelantados.”

      ¿Significa eso que no hay verdadera esperanza para vida más larga? ¿qué las generaciones de los hombres y las mujeres seguirán muriendo mientras que las hayas, los robles y las secoyas seguirán viviendo? ¿Hay alguna fuente de información que suministre base para creer algo diferente de eso?

      La hay. Y es una fuente que no solo especifica la causa fundamental del envejecimiento y la muerte, sino que también muestra cómo la vida humana puede sobrepujar y sobrepujará la de cualesquier plantas y animales vivientes de la Tierra. Es la misma fuente que suministra la cifra “proverbial” de la expectativa de vida del hombre a la que se refieren los científicos. Es la Biblia, la cual dice en el Salmo 90:10: “En sí mismos los días de nuestros años son setenta años; y si debido a poderío especial son ochenta años, sin embargo en lo que insisten es en penoso afán y cosas perjudiciales; porque tiene que pasar rápidamente, y volamos.”

      Usted quizás diga: “Pero eso simplemente confirma lo corta que es la vida del hombre.” Es verdad que ese salmo escrito hace miles de años muestra que el cuadro no ha cambiado mucho en lo que toca a la expectativa de la vida humana. Pero no dice que así siempre ha sucedido, que los hombres nunca tuvieron una expectativa de vida de más de setenta u ochenta años, o que jamás la tendrán. De hecho, es la Biblia el libro que da el registro de nueve hombres que vivieron antes del diluvio global del día de Noé, el cual registro muestra una vida media de 847 años.—Gén. 5:1-31.

      Los científicos en general reconocen su ‘perplejidad’ en cuanto a por qué envejece el hombre. La Biblia lo explica en términos sencillos. Muestra que el hombre envejece y muere debido al pecado y la imperfección heredados que le transmitieron sus primeros padres, Adán y Eva. Por esta razón el apóstol Pablo escribió: “Por medio de un solo hombre [Adán] el pecado entró en el mundo y la muerte por medio del pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado.”—Rom. 5:12.

      El Creador del Hombre diseñó al hombre para que su vida dependiera de ciertas cosas. Tenía que inhalar aire, beber agua, comer alimento. Sin éstas, el hombre moriría. Pero no eran solo estas cosas materiales lo que estaba envuelto en esto. La vida del hombre también dependía de su relación correcta con su Creador. El Hijo de Dios citó de las Escrituras Hebreas al decir: “No de pan solamente debe vivir el hombre, sino de toda expresión que sale de la boca de Jehová.” (Mat. 4:4) El primer hombre tuvo la ley explícita de Dios, pero la violó y así deterioró la relación de la humanidad con Dios. Esta acción incorrecta resultó en imperfección, y la imperfección acarreó con el tiempo la muerte. Cuando la primera pareja empezó a procrear, la ley de la herencia hizo que su prole heredara su naturaleza pecaminosa y la imperfección resultante.—Sal. 51:5.

      Los científicos reconocen que no pueden establecer ‘científicamente’ ningún límite determinado a la posible duración máxima de vida para los humanos. La Biblia muestra que la duración originalmente era ilimitada, que Dios le informó a la primera pareja humana que mientras obedecieran no morirían. (Gén. 2:16, 17) Fue el quebrantar su relación correcta con Dios por medio de la desobediencia lo que acarreó enfermedad, sufrimiento, envejecimiento y muerte a toda la humanidad, incluso a nosotros. Desde aquel tiempo en adelante la humanidad se ha debilitado constantemente y la duración de la vida se ha reducido de un promedio de centenares de años antes del Diluvio a la duración actual.

      La explicación de la Biblia significa que sin pecado el hombre no experimentaría el proceso del envejecimiento, no se debilitaría ni sufriría enfermedad mortífera. Por lo tanto la remoción del pecado y la restauración de las relaciones correctas con Dios resultaría en vida interminable. De hecho, la Biblia ofrece precisamente eso, la “esperanza de la vida eterna que Dios, que no puede mentir, prometió antes de tiempos de larga duración,” como escribió el apóstol Pablo en Tito 1:2. Jesucristo cuando estuvo en la Tierra dijo: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.” (Juan 10:10) No restringió esa esperanza de vida abundante al cielo, pues enseñó a sus seguidores a orar de este modo a su Padre: “Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra.”—Mat. 6:10.

      ¿Le parece irreal a usted esta expectativa de vida interminable en la Tierra? Sin embargo dentro de su propio cuerpo usted tiene evidencia de que los humanos fueron hechos para vivir sin sufrir el proceso del envejecimiento y la muerte. Considere ahora esa evidencia y vea cómo esto añade confirmación a lo razonable que es la esperanza que ofrece la Biblia.

      [Ilustración de la página 9]

      Los científicos en general reconocen que no saben por qué envejece el hombre; la Biblia lo explica en términos sencillos

  • Diseñado para durar eternamente
    ¡Despertad! 1971 | 8 de abril
    • Diseñado para durar eternamente

      SI EL hombre fue creado para vivir eternamente, esperaríamos hallar evidencia de ese diseño en su cuerpo y en su cerebro. ¿Tiene él el equipo mental y físico que muestre un diseño para vivir, con ayuda de Dios, no solo centenares o miles de años, sino eternamente?

      Para que la vida eterna valiera la pena, para que fuera deseable, el hombre necesitaría un cerebro que pudiera servirle eternamente. Tendría que ser un cerebro que pudiera adquirir cantidades virtualmente ilimitadas de información. Tendría que ser un cerebro que le hiciera posible añadir continuamente al conocimiento anterior de modo que el hombre pudiera progresar constantemente.

      ¿Tiene el hombre esta clase de cerebro? Sí, y es la única criatura terrestre que lo tiene. Entre la creación terrestre su cerebro es singular. The World Book Encyclopedia de 1970 (tomo 2, pág. 459) dice de él: “El cerebro humano está más altamente desarrollado que el cerebro de cualquier animal.”

      De hecho, hay una laguna gigantesca entre el cerebro humano y el de cualquier animal, lo cual muestra que fueron diseñados con propósitos diferentes. Ningún animal tiene la capacidad de añadir continuamente al conocimiento previo. Aunque pueden ser adiestrados a cierto grado, los animales no pueden transmitir este adiestramiento especial a sus hijuelos; cada generación de perros pastores o de perros amaestrados para guiar a personas ciegas tiene que ser adiestrada por el hombre como fueron adiestradas las generaciones anteriores. Los animales son guiados principalmente por instintos puestos dentro de ellos por el Creador. Es por eso que, siglo tras siglo, las aves continúan construyendo nidos, los castores construyen presas y las abejas construyen colmenas. Jamás progresan a más de eso.

      Solo el hombre tiene el cerebro que le hace posible añadir con amplificación al conocimiento adquirido en el pasado. Es por eso que solo él puede dominar el fuego, la electricidad y la energía atómica. Es por eso que solo él puede construir y usar máquinas, computadoras... hasta ir él mismo en cohete a la Luna. No es guiado principalmente por instinto, sino por facultades de raciocinio.

      Sí, solo el hombre tiene un cerebro que lo capacitaría a seguir aprendiendo y progresando eternamente. Eso se debe a que Dios se propuso que el hombre viviera para siempre, pero no se propuso lo mismo para los animales. El Creador le proveyó a cada uno la clase de cerebro que necesitaba: el del hombre para que sirviera eternamente; el del animal para que sirviera durante una vida corta.

      Una asombrosa capacidad

      La capacidad del cerebro humano es positivamente imponente. El artículo de The World Book Encyclopedia dice que si los científicos pudieran diseñar una computadora electrónica que pudiera compararse con un cerebro humano, ¡la computadora tendría que ser tan grande como el Edificio Empire State de Nueva York!

      La parte clave del cerebro es la célula que se llama neurona. Se calcula que el hombre tiene aproximadamente 10.000 millones (10.000.000.000) de neuronas en el cerebro. De éstas la revista Life (28 de junio de 1963) dijo:

      “Las neuronas del cerebro tienen miles de conexiones entre sí. Pero las innumerables conexiones extras que suministra la corteza humana, que es más grande, multiplica prácticamente hasta la infinidad la capacidad del cerebro para recibir y analizar datos. Y es este puro y macizo poder para encargarse de datos lo que coloca al hombre en una clase que es incomparablemente superior a cualquier otra cosa animada.”

      La capacidad de cada una de estas neuronas es tremendamente asombrosa. El bioquímico Isaac Asimov declaró:

      “Un ser humano maduro y saludable de inteligencia normal quizás tenga más de 20 millones de moléculas de RNA [de las cuales se cree que sirven de ‘sistema de archivar’ para la memoria] en cada neurona. . . . Una molécula de RNA compuesta de meramente 25 eslabones pudiera tener cualquiera de mil billones de diferentes combinaciones, . . . De hecho, cada molécula de RNA contiene muchos centenares de unidades... no meramente 25.”—Times Magazine de Nueva York, 9 de octubre de 1966.

      ¿Exactamente qué potencialidad le proporciona al cerebro humano esta construcción de la neurona? Asimov añade:

      “Entonces, no hay duda de que el RNA presenta un sistema de archivar perfectamente capaz de encargarse de cualquier carga de aprendizaje y memoria que el ser humano probablemente haya de poner sobre él... y mil millones de veces más que esa cantidad, también.”

      ¡Piense en eso! El cerebro no solo puede encargarse de cualquier carga que pueda poner sobre él una persona en una vida de setenta a ochenta años, ¡sino mil millones de veces más! De modo que podría servir mil millones de vidas, lo cual realmente significa que, con la ayuda de Dios, podría servir eternamente.

      ¿Es razonable que Dios crearía al hombre con un cerebro tan fantástico si éste nunca hubiera de ser usado a grado cabal? ¿Por qué crear un cerebro del cual el hombre únicamente podría usar una fracción por solo unos setenta a ochenta años? Es mucho más razonable el punto de vista, y es el que muestra la Biblia, de que Jehová Dios diseñó al hombre para que viviera eternamente en la Tierra y le dio un cerebro que encajaría maravillosamente con ese propósito.

      Sin embargo, un cerebro que fue diseñado para funcionar eternamente necesita un cuerpo que también pueda funcionar eternamente. ¿Tiene el cuerpo humano la potencialidad de vida eterna?

      Renovación de las células

      El cuerpo humano se halla en un constante estado de cambio. Como hemos visto antes, las células más viejas se mueren y son removidas del cuerpo. Se forman nuevas células que ocupan el lugar de éstas. Esto sostiene al cuerpo como es.

      Usted puede notar este proceso en su pelo o sus uñas. Hoy puede recortarlos, pero pronto tendrá que recortarlos de nuevo porque están creciendo constantemente. Otras células del cuerpo efectúan una cosa muy semejante. Como hizo notar el editor de artículos científicos Walter Sullivan, del Times de Nueva York:

      “Las células de nuestros cuerpos (con pocas excepciones, como las células cerebrales) constantemente están rellenándose en renuevo. Parecería que, excluyendo los accidentes o las enfermedades, esto debería continuar indefinidamente, pero debido a alguna influencia sutil el proceso de reemplazo es imperfecto.”—We Are Not Alone, 1964, pág. 282.

      La vida de diversas células difiere. Por ejemplo, los glóbulos blancos viven unos 13 días, los glóbulos rojos unos 120 días.

      En el libro The Human Brain (1955, pág. 3) John Pfeiffer declara lo siguiente: “Cambios constantes acontecen hasta en los huesos, que parecen ser los tejidos más inactivos de todos. Se ha calculado que cada siete años más o menos el cuerpo cambia completamente toda su sustancia. En otras palabras, su cuerpo no contiene una sola de las moléculas que eran ‘usted’ hace siete años.”

      Por consiguiente, el proceso para conservar vivo eternamente el cuerpo existe dentro del hombre: la renovación de las células. De este proceso T. M. Sonneborn, del departamento de zoología de la Universidad de Indiana, dijo: “Es patente que las células que normalmente se desarrollan y multiplican en el cuerpo son capaces de desarrollo y reproducción aparentemente ilimitados. . . . Así, pues, existe inmortalidad potencial en el nivel celular.” Por eso, el proceso está allí. Pero se necesita más: la remoción de la imperfección debida al pecado, para que las células del hombre no dejen de reproducirse apropiadamente después de cierto número de años. Dios puede levantar la maldición del pecado y la muerte que ahora experimentamos, y ya ha hecho provisión para efectuar eso.

      Renovación cerebral

      La mayoría de los científicos han opinado que las neuronas, las células principales del cerebro, no se renuevan. Se creía que tenían que durarle a cada persona toda su vida, y si una se dañaba no podía reemplazarse. Sin embargo, en el libro Your Brain—Master Computer (1962, pág. 52) leemos:

      “Por muchos años se creía que las células nerviosas, diferentes de otras clases de células del cuerpo, no se podían dividir. Se creía que una célula nerviosa destruida se perdía para siempre, y que el daño causado al cerebro jamás se podía reparar. Recientemente, en alguna investigación efectuada en cerebros de ratas, se encontraron algunas nuevas células nerviosas en partes que habían recibido daño.

      “Esto sugiere que puede haber una probabilidad de que el cerebro humano pueda reparar algunas de sus lesiones.”

      También, aunque la renovación o reparación de las células cerebrales en escala grande quizás no suceda ahora en la condición de imperfección del hombre, ¿quién puede decir que no sucederá al tiempo señalado de Dios?

      Aunque aceptáramos como hecho la alegación de que las células cerebrales no pasan, y jamás pasarán, por el mismo proceso de división y renovación por que pasan otras células, ¿significaría esto que no se renuevan en absoluto? No de acuerdo con el número del otoño de 1969 de American Scientist (pág. 288), en el cual el especialista en los nervios Paul A. Weiss informó:

      “Tropecé con una observación, muy casualmente, que perturbó cabalmente aquel cuadro apacible [que anteriormente se sustentaba] de nuestros nervios. Lo que se había considerado un accesorio estático, de repente se me reveló como una estructura en constante flujo, entregada a crecimiento incesante, de toda la vida, y, de hecho, creciendo a una proporción que igualaba a las más veloces células proliferantes del cuerpo adulto.”

      Explicó que las células cerebrales se renuevan, pero no dividiéndose ni multiplicándose como lo hacen otras células del cuerpo. Más bien, producen continuamente nuevo material para reemplazar lo que las células cerebrales despiden a medida que dirigen las operaciones de las otras partes del cuerpo. Esto se puede comparar a tener todas las partes para hacer una máquina nueva, completa, pero, en cambio, usándolas como partes de repuesto para una máquina existente de la misma clase.

      De este proceso insólito que Weiss sugiere que está aconteciendo en el cerebro, él dice: “La semana próxima nuestras células cerebrales no serán lo mismo que son hoy.” Por consiguiente, las células cerebrales podrían estar reabasteciendo constantemente su sustancia, mientras que al mismo tiempo mantendrían intactos los ‘conductos’ o ‘canales’ que el dueño ha efectuado por medio de su educación y ambiente.

      Sea cual sea el caso tocante a las células cerebrales, podemos estar seguros de que el Creador puede suministrar lo que necesitan para sostenerse y repararse eternamente.

      Restaurado a condición original

      Cuando Dios creó al hombre y a la mujer, sí les dio la potencialidad y la expectativa de vivir para siempre. Sus mentes y cuerpos estaban exentos de defectos, eran capaces de operar eternamente. Ellos habrían de tener dominio amoroso de la Tierra y de toda la vida sobre ella. Esa fue su condición original. Pero cuando se rebelaron contra Dios sobrevino el proceso de degeneración.

      Sin embargo, en aquel tiempo cerca del principio de la historia humana, la gente duraba mucho más que nosotros los de la actualidad. Eso se debía a que estaban más cerca de la perfección de lo que estamos nosotros ahora. Note las edades de algunos de los que vivieron antes del diluvio global del día de Noé:

      Nombre Edad al morir

      Adán 930

      Set 912

      Enós 905

      Quenán 910

      Mahalalel 895

      Jared 962

      Matusalén 969

      Con el transcurso de los siglos, la duración de la vida se acortó, especialmente después del Diluvio. Sem vivió 600 años. Más tarde Abrahán vivió 175 años. Para el tiempo de Moisés la vida había descendido a un promedio de 70 u 80 años.—Sal. 90:10; Gén. 5:3-27; 11:10, 11; 25:7.

      De esta historia, entonces, podemos ver que algunos hombres del pasado vivieron más de diez veces los 70 u 80 años de la actualidad. Puesto que la mente y el cuerpo del hombre operaron por casi 1.000 años aun después de sobrevenir la imperfección, ciertamente es posible que operen eternamente cuando estén libres del pecado y bajo la bendición y control de Dios.

      El salmista de la Biblia le dijo a Dios: “Te elogiaré porque de manera que inspira temor estoy hecho maravillosamente.” (Sal. 139:14) Sí, Dios ha equipado al hombre con una combinación maravillosamente singular de cerebro y cuerpo. Ha diseñado al hombre para vivir eternamente aquí en la Tierra.

      Pero quizás algunos opinen que el vivir para siempre en perfección sería aburrido, cansador. ¿Es verdaderamente cierto eso?

      [Ilustración de la página 12]

      El cerebro humano fue diseñado para servir durante mil millones de vidas... realmente para siempre

  • ¿Qué haría usted si viviera para siempre?
    ¡Despertad! 1971 | 8 de abril
    • ¿Qué haría usted si viviera para siempre?

      POR veintenas de años los científicos han estado tratando de extender la duración de la vida del hombre. Una expectativa de vida de cien años es la meta que a menudo se menciona.

      A muchos les gustaría ver que esa meta se hiciese realidad. Sin embargo, si se menciona la expectativa de vivir para siempre, algunos dicen que la expectativa es ‘indeseable.’ ¿Por qué?

      Sus argumentos van de este modo: ‘El vivir para siempre sería monótono. Se nos acabarían las cosas que podríamos hacer.’ ‘La vida eterna requeriría perfección y la perfección sería aburrida. Sin ninguna enfermedad, dificultad ni maldad, la gente dejaría de apreciar las cosas buenas.’ Esa clase de raciocinio quizás parezca tener sentido. Pero, ¿lo tiene?

      Muchos que expresan esos puntos de vista sencillamente están repitiendo como loros lo que han oído a otros decir; no se han puesto a pensar ellos mismos en el asunto.

      No se necesita lo malo para apreciar lo bueno

      Por ejemplo, ¿es deseable en realidad la enfermedad para que suministre contraste con la salud? ¿Cuán convincente cree usted que le parecería eso al hombre que ha visto a su esposa consumirse lentamente y morir de cáncer? Realmente, ¿se cansa la gente de la vida porque se siente bien? ¿Se cansa de la vida por lo agradable de sus alrededores y por la buena comida que tenga? ¿Se cansa de la vida por tener abundancia de trabajo sano, de paz, de justicia?

      ¿O es lo contrario de estas cosas lo que hace que la vida parezca pesada? ¿Verdad que es la mucha enfermedad, dificultad y fricción lo que hace que la vida parezca desagradable?

      Además, el pensamiento sano nos dice que son la enfermedad y los efectos debilitadores de la vejez los que hacen que nuestros sentidos físicos lleguen a estar embotados. Esto hace que disfrutemos menos del alimento, la bebida y la actividad.

      Nada aburrido acerca de la perfección

      Cuando usted oye el argumento de que el vivir para siempre en perfección con el tiempo acabaría con nuestro deleite de vivir, piense un momento. En un año la persona de término medio come más de mil comidas. Un hombre de treinta años de edad quizás haya comido más de treinta mil comidas. Pero, ¿necesariamente disfruta menos de ellas ahora que cuando había comido solo unos cuantos miles? Si usted pasa un solo día sin comer, ¿le parece aburrida la siguiente comida? No, usted no tiene que sufrir de desnutrición por el hambre para disfrutar de la comida... tal como no tiene que cortarse uno de los dedos de las manos para apreciar los otros nueve.

      Pero ¿tendría hambre, sed o se cansaría un hombre o una mujer perfecto? Certísimamente. El Hijo de Dios, Jesucristo, mientras fue humano perfecto en la Tierra, tuvo hambre, sed y se cansaba. Usted puede ver eso al leer el registro de su vida en la Biblia.—Compare con Juan 4:6, 7; Mateo 4:2; Lucas 8:22-24.

      No debemos entender mal lo que significa “perfección.” Aparte de la perfección de Dios, la perfección de todos los demás es relativa, no absoluta. Es decir, algo es perfecto según el propósito para el cual fue hecho. Un martillo perfecto serviría muy bien para clavar clavos; pero ¿lo usaría usted como serrucho? No; tampoco un serrucho perfecto podría servir de martillo regular. La perfección de cada uno es relativa... relacionada con el propósito para el cual fue diseñado y hecho.

      Así, también, sucede con el hombre. Las sensaciones físicas del hambre, la sed y el deseo de descansar después de muchas horas de actividad son normales. El Creador construyó dentro del hombre estas sensaciones físicas.

      ¿Qué hay, pues, de la magnífica promesa de la Biblia de que bajo el régimen justo del reino de Dios Él “limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento, ni clamor, ni dolor”? ¿Qué significa esto?—Rev. 21:3, 4.

      Aquí la Biblia describe la remoción de “las cosas anteriores” que entraron con la rebelión de la primera pareja humana en Edén. Estas “cosas anteriores” son el dolor, el sufrimiento y la muerte que el proceder pecaminoso de ellos ha traído a sus descendientes, toda la humanidad.—Rom. 5:12.

      Es obvio que ese relato bíblico no significa que, si se introdujera una partícula de polvo en el ojo de una persona, sus conductos lacrimales ya no producirían entonces lágrimas para lavarlo. Lo mismo sucede con las reacciones del sistema nervioso humano que producen la sensación del tacto, la presión y el dolor. Un hombre perfecto que pisara descalzo un espino oculto entre la hierba todavía sentiría dolor al reaccionar sus nervios perfectos a la pinchadura. Y el sistema de defensa intraconstruido de su sangre con su ejército de glóbulos blancos se pondría a trabajar para sanar la herida infligida. Pero un hombre perfecto no desarrollaría gangrena. Ni sería plagado con cosas como indigestión ácida, úlceras, jaquecas, artritis, enfermedades del corazón o cáncer. ¡Ciertamente el estar libre de esas cosas no disminuiría nuestra felicidad, sino que la aumentaría mucho!

      ¡Cosas interesantes para siempre!

      Pero, ¿podría siempre hallar la persona que viviera eternamente cosas que ocuparan sus facultades mentales y físicas? ¿Encontraría nuevos desafíos a su inteligencia y habilidad? ¿Continuaría siendo la conversación estimulante y deleitable o se llegaría pronto a la etapa en que todos sabrían lo que todos los demás supieran?

      Los que creen que a las personas se les acabarían las cosas que hacer y aprender, no consideran cuán vasto y magníficamente equipado Taller y Laboratorio hizo nuestro Creador cuando produjo este planeta. Considere todas las cosas que el hombre ha hecho hasta el tiempo presente. Y luego recuerde que todos los inventos complejos del hombre, sus computadoras, sus aparatos de televisión, sus aviones, sus cohetes, no se formaron de materiales traídos de algún lugar lejano del universo. No, sino que se formaron del mismísimo suelo en el cual vivimos y de su almacén de elementos químicos, sus minerales y metales. ¡Qué vastas son las posibilidades!

      Hoy el conocimiento que se obtiene por medio de la investigación aumenta a una proporción tan veloz que ni los individuos ni las organizaciones pueden mantenerse al día con él. Debido a su vida tan corta, las personas tienen que contentarse con saber un poco acerca de muchas cosas o mucho acerca de solo muy pocas cosas. Su conocimiento es extenso, pero generalmente somero; o profundo, pero muy angosto. A menudo se hacen especialistas en un campo muy restringido, tratando de “distinguirse en la vida” antes de que se acabe su lapso corto de años. Los científicos dicen que cada vez que por fin encuentran la “llave” para abrir una puerta en algún campo de investigación invariablemente encuentran otra docena de puertas del otro lado. Ciertamente, entonces, no hay peligro de que la Tierra llegue a estar llena de “sabelotodos” que no tengan de qué hablar debido a que todo el mundo sepa lo que la otra persona sepa.

      ¿Cuánto sabe usted acerca que su hogar, y cuánto de él ha visto usted en su vida? No el hogar en que vive usted, sino el planeta sobre el que vive... este inmenso satélite del Sol que los astronautas describen como “una joya en el espacio.”

      Hasta los que viajan por todo el mundo rara vez se familiarizan bien con algo más que solo una fracción de la Tierra, a menudo no más que sus ciudades principales y los llamados “puntos principales de interés.” Algunos han visto lugares como el Gran Cañón de Arizona, EE. UU., los fiordos noruegos, las llanuras Serengeti de África, los alpes coronados de nieve de la Isla del Sur de Nueva Zelanda y el paisaje tropical de Tahití.

      Pero por cada montaña descollante, cada cañón profundo, cada cascada, valle fértil, río sinuoso, meseta, bosque oscuro por su densidad, costa rocosa y escarpada o resplandeciente playa con hileras de palmeras que hayan visto, hay otros mil, cada uno con su propia belleza y atracción para la vista.

      Plantas, animales y gente

      Los botánicos alistan unas 335.000 especies de plantas. Tan solo en los Estados Unidos hay 1.035 diferentes clases de árboles. Van desde el árbol Josué que crece en el desierto hasta las magníficas secoyas gigantescas y abarcan el pintoresco arce de azúcar, el fresno blanco y el abeto azul.

      De las flores de la Tierra uno podría hacer una diferente combinación cada día durante cien años. Aun entonces uno apenas comenzaría a usar las variedades que se encuentran, desde los dondiegos de día hasta los dondiegos de noche, desde las delicadas dicentras y los lirios de los valles hasta la gigantesca Rafflesia arnoldi de Indonesia, cuya flor mide casi un metro de diámetro y pesa hasta 7 kilos.

      ¿Y qué hay de la vida animal de la Tierra? Los biólogos alistan unas 5.000 clasificaciones de mamíferos, 3.000 de anfibios, 6.000 de reptiles, 9.000 de aves y 30.000 de peces, sin mencionar las más de 800.000 de insectos.

      ¿A cuántas de esas criaturas vivientes conoce usted realmente? Quizás usted haya visto algunas de ellas en un libro o en un jardín zoológico. Pero, ¿a cuántas de ellas ha observado usted en su morada nativa, observando sus hábitos fascinantes y aprendiendo las diferentes cualidades de cada una? Por ejemplo, ¿con cuántas de las 400 variedades de colibríes está usted bien familiarizado... como el colibrí topacio, el colibrí de cuello rúbeo, el diminuto colibrí abeja que solo mide cinco centímetros de longitud? Estas son joyas vivientes que fulguran con colores iridiscentes de rojo llameante, violeta subido, anaranjado encendido y verde esmeralda. ¿Ha observado usted también cuidadosamente al majestuoso cóndor gigante o al albatros con su envergadura de más de tres metros y medio?

      Se necesitaría muchísimo tiempo para llegar a conocer todas las criaturas vivientes de tierra, mar y aire... mucho más que el que las duraciones de vida actuales podrían comenzar a abarcar.

      Sin embargo, de mucho mayor interés son los pueblos de la Tierra. Casi son tan variados como las flores, en sus rasgos, estilos de vestir, preferencias de alimento, arquitectura, música y otras características distintivas. Tampoco significaría la perfección el remover esta variedad y contraste de la personalidad, haciéndolos iguales los unos a los otros, así como las rosas para ser perfectas no tienen que ser todas rojas.

      Hoy no es fácil llegar a conocer las muchas razas de la Tierra. En muchos casos, de hecho, está llegando a ser sumamente peligroso. Pero la promesa bíblica de vida eterna solo es para las personas que aman y aprecian a su Creador, su verdad, justicia y normas justas y que aman a su prójimo como a sí mismas. Al producir el fruto del espíritu de Dios —amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad, gobierno de uno mismo— harán de este planeta un jardín espiritual de personas cooperativas, generosas y afectuosas.—Gál. 5:22, 23.

      Por lo tanto sus talentos y habilidades de artesanía, metalurgia, arquitectura, decoración exterior, decoración interior, arte, música y literatura se usarán con el motivo correcto. Esto estimulará a alcanzar nuevas cumbres de expresión y belleza. Ciertamente el llegar a conocer a esas personas, el ver los productos de su actividad y profundizar en lo que son sería una fuente continua de placer.

      Familiarizándose mejor con Dios

      Ante todo y más allá de todo esto, la vida eterna daría lugar para familiarizarse mejor con el Soberano Universal, Jehová Dios. Nada en la vida enriquece más, satisface más o ennoblece más.

      A través de toda la eternidad uno puede aprender más y más acerca de Dios, nuestro Creador... y todavía sería imposible saberlo todo acerca de Él. El apóstol cristiano Pablo escribió de nuestro Creador: “¡Oh la profundidad de las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán inescrutables son sus juicios e ininvestigables sus caminos! Porque ‘¿quién ha llegado a conocer la mente de Jehová?’”—Rom. 11:33, 34; Ecl. 3:11.

      Ese mismo apóstol también escribió de Jehová Dios: “Sus cualidades invisibles se ven claramente desde la creación del mundo en adelante, porque se perciben por medio de las cosas hechas, hasta su poder sempiterno y Divinidad.”—Rom. 1:20.

      El conocimiento del universo con sus planetas, estrellas y galaxias no permite que haya dudas en cuanto al poder infundidor de temor reverente y la sabiduría superlativa de Dios. Él es el Físico, Químico, Matemático, Diseñador y Constructor Supremo. El salmista de siglos pasados, lleno de aprecio, escribió: “¡Oh Jehová Señor nuestro, cuán majestuoso es tu nombre en toda la tierra, tú cuya dignidad se relata por encima de los cielos! Cuando veo tus cielos, las obras de tus dedos, la luna y las estrellas que tú has preparado, ¿qué es el hombre mortal para que lo tengas presente, y el hijo del hombre terrestre que cuides de él?”—Sal. 8:1, 3, 4.

      Aunque la creación visible da testimonio acerca de su Creador, es por su Palabra, la Biblia, que realmente llegamos a conocerlo, a conocer su personalidad, sus propósitos, sus caminos, sus normas. Es por medio de esa Palabra, la Biblia, que vemos que él ha tenido presente al hombre mortal, que lo cuida.

      Realmente, ¿cómo podría ser aburrido el vivir eternamente en perfección? El vivir estaría lleno de deleite y placer e interés eternamente.

      Pero si los hombres tuvieran vida eterna, ¿dónde viviría toda la gente? ¿Y podría satisfacer la Tierra las necesidades de todos ellos?

      [Ilustración de la página 16]

      ¿Le ha proporcionado la vida tiempo para familiarizarse con todos los lugares hermosos de la Tierra?

      [Ilustración de la página 17]

      . . . ¿o con la variedad de aves y gente?

  • ¿Dónde viviría toda la gente?
    ¡Despertad! 1971 | 8 de abril
    • ¿Dónde viviría toda la gente?

      ¿QUÉ persona de corazón sincero y honrado no se conmovería ante la expectativa de vivir para siempre en una Tierra donde predominaran la paz y la justicia, donde la salud y las fuerzas jamás se desvanecieran? La Biblia promete esto bajo el régimen del reino de Dios. Estas condiciones habrán de regir después que Dios haya quitado a los sistemas injustos actuales y a todos los que participan en los caminos corrompidos de ellos. Entonces la Tierra disfrutará de una administración justa en manos del propio Hijo de Dios, Cristo Jesús.—Dan. 2:44.

      Pero alguien pregunta: “Si la gente obtiene libertad de la vejez y de la muerte y si sigue teniendo hijos, ¿dónde vivirán todos?”

      No solo eso. La Biblia adicionalmente suministra la conmovedora promesa de que los que han muerto en el pasado serán levantados de entre los muertos. Jesús mismo dijo: “No se maravillen de esto, porque viene la hora en que todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz y saldrán.” (Juan 5:28, 29; compare con Hechos 24:15.) Ciertamente está en armonía con el amor de Dios el que los que han muerto no hayan de ser pasados por alto o no se hayan de perder de la magnífica perspectiva de vivir para siempre en su nuevo orden. Pero, ¿dónde vivirán todos estos resucitados?

      Esa es una pregunta lógica. Aun ahora algunos consideran la población actual de la Tierra, de unos 3.600.000.000, como demasiado grande. Advierten que la moderna “explosión demográfica” amenaza con acarrear hambre y perturbaciones extensas. Por eso, ¿qué sucederá en el nuevo orden de Dios si la gente ya no muere?

      Primero, hay que reconocer ciertos factores. Uno de ellos es que la Tierra realmente puede sostener a una población muchas, muchas veces mayor que la que ahora hay sobre ella. Otro factor es que el número de las personas que han muerto en los pasados miles de años no es tan grande como algunos se pudieran imaginar. Y finalmente, la Biblia no dice que Dios se propuso que la procreación continuara interminablemente. Su mandato dado a la primera pareja humana fue que ‘llenaran la tierra,’ no que la hicieran rebosar de prole. (Gén. 1:27, 28) Considere el pleno significado de estos factores.

      La Tierra puede alojar una población vasta

      ¿Cuánto espacio puede suministrar este planeta para todos los que obtengan la vida en el nuevo orden de Dios? ¿Bastará? Bueno, considere la superficie de la Tierra: Es de aproximadamente 510.000.000 de kilómetros cuadrados. Pero el 71 por ciento de eso es agua. La superficie terrestre es del 29 por ciento, aproximadamente 148.000.000 de kilómetros cuadrados. Esto equivale a unos 14.800.000.000 de hectáreas. The World Book Encyclopedia de 1970 dice de la población de hoy lo siguiente: “Si toda la gente del mundo se distribuyese uniformemente, habría unas 63 personas para cada milla cuadrada [640 acres] de tierra.” ¡Esto significaría unos diez acres de tierra [unas cuatro hectáreas] por cada persona que vive hoy! Sí, la Tierra puede alojar a muchos más que su población actual.

      Sin embargo, en el transcurso de la historia humana muchos miles de millones de personas han vivido en la Tierra. ¿Cuántos? Bueno, ¿cuánto tiempo ha estado el hombre en la Tierra? Según la cronología bíblica, casi 6.000 años. Pero debemos recordar que después de 1.656 años de historia humana, ¡la población de la Tierra disminuyó drásticamente... a solo ocho personas! Esto se debió al diluvio del día de Noé. (1 Ped. 3:20) La población de la Tierra creció considerablemente durante los siguientes 2.370 años hasta el principio de nuestra era común. Sin embargo, cuando Jesucristo estuvo en la Tierra, la población humana, según algunos cálculos, quizás no haya sido mayor que de 250 millones. De hecho, The World Book Encyclopedia (1970) fija el cálculo en aproximadamente la mitad de esa cifra... solo en 133 millones.

      Solo es en siglos recientes que la población de la Tierra ha crecido tremendamente. Respecto a esto el Dr. Albert L. Elder, como presidente de la Sociedad Química Americana, declaró en una reunión de esa sociedad en 1960:

      “Se necesitaron más de 5.000 años de historia humana hasta aproximadamente 1820 para que la población del mundo llegara a 1.100 millones. En el transcurso del siguiente siglo, la población se duplicó. Ahora, se encuentra en aproximadamente 2.800 millones y podría llegar a 3.000 millones a principios de la década de 1960 [como lo ha hecho]. En consecuencia, en menos de 50 años ha habido un aumento de población equivalente al que aconteció durante los primeros 50 siglos.”

      Por eso los que viven hoy representan una parte numérica de importancia considerable entre los que han vivido en esta Tierra. De hecho, en 1966 un orador de la asamblea de la Asociación Farmacéutica del Estado de Florida comentó: “Ahora se calcula que el 25 por ciento de toda la gente que ha vivido está viva en la actualidad.”—El Journal de Jacksonville del 18 de mayo de 1966.

      Con ese cálculo como base, la población a través de toda la historia humana solo sería de unos 14.000.000.000 de personas. Pero supongamos que muchos más que ésos han vivido en la Tierra. Agreguemos otros 10.000.000.000 de personas y asumamos que esté envuelta una población de 24.000.000.000. ¿Habría lugar para ellos? Bueno, puesto que la Tierra tiene unos 14.800.000.000 de hectáreas, ¡habría más de 3/5 de hectárea para cada persona! Pero, ¿bastarían 3/5 de hectárea para producir el alimento que se necesita? Hay buena razón para creer que solo una fracción de esos 3/5 de hectárea se necesitarían para alimento, dejando lugar para zonas recreativas y asilos para los animales y las plantas.

      La Tierra puede producir suficiente alimento

      Según The World Today: Its Patterns and Cultures (1966, pág. 76), menos de un octavo de la superficie terrestre total de la Tierra es adecuada para el cultivo. La producción de gran parte de la tierra de cultivo es muy deficiente, y los métodos agrícolas a menudo no son los más eficaces. Pero aun ahora, bajo condiciones que están lejos de ser ideales, se reconoce que la Tierra tiene la potencialidad de sostener a una población mucho más grande. Por ejemplo, la revista Time del 13 de julio de 1970, en un artículo acerca de nuevas especies de trigo y arroz de alto rendimiento, informó que la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación “ahora afirma que la potencialidad agrícola del mundo es suficientemente grande para alimentar a 157.000 millones de personas.” Ciertamente, entonces, la Tierra podría sostener a 24.000.000.000 de personas.

      Sin embargo, de ninguna manera es seguro que el vasto número de 24.000.000.000 de personas haya vivido en la Tierra. Podría ser mucho menos. Tampoco declara la Biblia que cada uno de los resucitados continuará viviendo para siempre. Sin duda el principio que se manifiesta en Isaías 26:10 resultará veraz en cuanto a un número considerable de ellos, a saber: “Aunque al inicuo se le muestre favor, simplemente no aprenderá justicia. En la tierra de derechura actuará injustamente y no verá la eminencia de Jehová.” Tales personas perecerán, para nunca jamás volver a vivir. (Rev. 20:11-15) Así, también, la Biblia muestra que no todos los que viven hoy sobrevivirán para vivir en la Tierra bajo el reino de Dios. Al contrario, muestra que muchos, la mayoría, rechazarán voluntariosamente su oportunidad de ponerse de parte de Dios y mostrar fe en sus provisiones, escogiendo así destrucción eterna más bien que vida eterna.—2 Tes. 1:9, 10; 2 Ped. 3:5-7.

      Cuando consideramos cuán abundantemente podría producir la Tierra bajo condiciones ideales y la bendición de Dios, podemos ver cuán fácilmente podría sostener a una población mucho más grande, incluso a los muertos resucitados, ¡aunque éstos ascendieran en número a diez o veinte mil millones o más!

      Dios, que creó la Tierra, sabe hacerla productiva. Bajo la administración sabia de su reino, la Tierra producirá como nunca antes. Tal como fue cierto para la nación de Israel cuando era fiel, así también será entonces: “La tierra misma ciertamente dará su producto; Dios, nuestro Dios, nos bendecirá.”—Sal. 67:6.

      Sin duda, se emprenderá un vasto proyecto de mejorar y utilizar terrenos para transformar toda la Tierra en un paraíso fructífero. Eso incluirá regiones que hoy quizás sean improductivas. De modo que aunque aproximadamente una cuarta parte de la superficie terrestre es árida o semiárida hoy en día, no tendrá que continuar así.

      Sobre las zonas desérticas, la Chambers’ Encyclopedia dice: “Aun en el terreno menos prometedor un aguacero de cuando en cuando hace que cobren vida las semillas que por largo tiempo han permanecido latentes y marchitas en la arena. . . . Donde existen ríos o abastecimientos subterráneos inmediatamente es evidente que el suelo del desierto es potencialmente fértil y solo espera el toque mágico del agua.” Y la Encyclopedia Americana dice: “Muchos trechos desérticos se tornan verdes con vegetación una vez que se les riega.”

      Aun hoy el agua y la buena atención hacen que algunas zonas desérticas florezcan, como en partes de Egipto e Israel. También, gran parte de California sería semejante a desierto si no fuera por el riego y la buena atención que hacen que la tierra produzca abundantemente.

      Si ahora se puede efectuar mucho para sostener una vasta población de la Tierra, ¿qué se podrá hacer bajo el reino de Dios y con su bendición? Jehová Dios demostró que podía proveer agua, así como alimento, cuando sostuvo a los seiscientos mil hombres de Israel y sus familias durante sus cuarenta años en la península árida de Sinaí. (Éxo. 12:37; 15:22-25; Deu. 8:3, 4) De nuevo demostró este poder siglos después cuando proveyó agua para los 50.000 judíos desterrados y sus asociados que regresaron a Jerusalén desde Babilonia por el yermo del desierto sirio, cumpliendo la profecía de Isaías: “En el desierto habrán brotado aguas, y torrentes en la llanura desértica. Y el suelo abrasado por el calor se habrá puesto como un estanque lleno de cañas, y el suelo sediento como manantiales de agua.” (Isa. 35:1, 6, 7; Esd. 2:64-70) Él puede hacer lo mismo en una escala vastamente más grande durante el régimen del Reino de su Hijo.

      Llena, no rebosante

      ¿Cuánta gente se propone tener Jehová Dios al fin en la Tierra? La Biblia no dice.

      Sin embargo, podemos estar seguros de que todos los que vivan entonces se deleitarán con la vida. Lo que se le prometió al pueblo fiel de Dios al tiempo del salmista David será cierto entonces, a saber, que ellos “verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz.” Jesús mostró que estas palabras del Salmo 37:11 señalaron proféticamente a las condiciones mundiales que habrán de llegar al citar de él en Mateo 5:5. Ciertamente los que vivan bajo el régimen de su Reino no podrían deleitarse con la vida pacífica si hubiese condiciones de apiñamiento, de estrechez.

      Recuerde, Jehová le dijo al hombre que ‘llenara la tierra.’ (Gén. 1:28) Él no dijo que la inundara de gente. Pero para impedir una superabundancia, ¿no tendrá que cesar alguna vez el dar a luz hijos? Sí, eso parece que es el caso.

      ¿Cómo puede cesar el dar a luz hijos? Bueno, ¿quién le dio al hombre y a la mujer la facultad de reproducirse? Fue su Creador, Jehová Dios. Puesto que él dio origen a la fertilidad humana, él también puede hacerla cesar. Pero exactamente cómo y cuándo sucederá esto la Palabra de Dios no dice. Sin embargo, el que no sepamos los detalles no es motivo para dudar que Dios pueda encargarse de la situación.

      Dios ha prometido restaurar la Tierra sin falta a la condición de un paraíso fructífero, de un paraíso que pueda sostener a todos los habitantes de la Tierra que obtengan la vida eterna. Él garantiza esto, pues su Palabra dice: “El que estaba sentado sobre el trono dijo: ‘¡Mira! Estoy haciendo nuevas todas las cosas.’ También, dice: ‘Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas.’” (Rev. 21:5) Sí, el nuevo sistema de Dios suministrará espacio donde todos vivan cómodamente.

  • ¿Cómo se alcanzará la vida eterna?
    ¡Despertad! 1971 | 8 de abril
    • ¿Cómo se alcanzará la vida eterna?

      ‘¿CÓMO se alcanzará la vida eterna?’ quizás pregunte usted lógicamente. ‘Si eso sucede será necesario que se efectúen algunos cambios importantes.’ Eso es cierto. Pero ¿quién los va a efectuar?

      Por mucho tiempo los médicos se han esforzado por efectuar cambios. Han aumentado el promedio de la duración de la vida del hombre principalmente con el uso de antisépticos y por mejores medidas sanitarias. La disminución en el número de muertes ha sido sumamente notable en el caso de los recién nacidos y en los muy jóvenes.

      Pero como resultado de simples esfuerzos humanos, ¿cuánto más puede usted, personalmente, esperar vivir? La Encyclopedia Americana (edición de 1968, bajo “Longevidad”) informa:

      “Aunque la expectativa de vida del hombre al nacer casi se ha duplicado en los países [más ‘adelantados’] desde a mediados del siglo 19, su expectativa a los 60 años de edad solo ha aumentado un año.”

      En el libro The Biology of Death el autor Raymond Pearl declara que la herencia es un factor principal en el secreto de la larga vida. Pearl expresa esta verdad en esta declaración medio humorística: “El mejor seguro de longevidad es . . . una selección cuidadosa de los padres y los abuelos de uno.”

      El hecho claro es que hoy se reconoce que los esfuerzos médicos casi se han estancado en cuanto a alargar la vida. Y ahora la contaminación del aire, el agua y el alimento está llegando a ser más mortífera cada día, con la amenaza de acortar la vida. ¿A quién, entonces, puede uno acudir por larga vida?

      Acuda a la fuente de la vida

      Si uno busca larga vida, ¿verdad que es razonable dirigirse a Aquel que le dio la vida al hombre al principio? Solo el Creador conocería a grado cabal todas nuestras necesidades y podría satisfacerlas. La Biblia dice de él: “Contigo está la fuente de la vida.” (Sal. 36:9) “Por él tenemos vida y nos movemos y existimos,” dijo el apóstol Pablo a los varones de Atenas.—Hech. 17:28.

      ¿Verdad que es lógico, entonces, ver lo que Dios dice acerca de la vida? Su Palabra, la Biblia, es la única fuente de información que hace alguna promesa de vida eterna en la Tierra o suministra alguna esperanza satisfactoria para los que ya han muerto.

      Al llegar a este punto quizás surja este pensamiento: ‘Hemos tenido la Biblia por siglos. Pero todavía no vemos que la gente viva ahora sin cesar.’ Bueno, la Biblia nos dice: “Para todo hay un tiempo determinado.” (Ecl. 3:1) Identifica el tiempo en el cual los beneficios dadores de vida comienzan a fluir a toda la humanidad obediente. Muestra que ese tiempo se ha acercado.

      El primer hombre, Adán, nuestro antepasado, emprendió un proceder rebelde de independencia de Dios. Se resolvió a ir por su propio camino. Quería ‘conocer,’ decidir, juzgar por sí mismo lo que era bueno y lo que era malo. (Gén. 3:5, 22) Dios pacientemente ha dejado que los hombres prueben su “independencia.” Pero ahora el hombre ha alcanzado la cima de la dificultad. Y ahora también es el tiempo en que Dios se ha propuesto acabar con la iniquidad, en esta generación, y producir condiciones en la Tierra de manera que los que deseen puedan vivir eternamente.—Rev. 11:18.

      ¿Cómo producirá esto? Cuando nos dirigimos a Dios y a su Palabra, nos enteramos de la provisión que ha hecho para que el hombre obtenga vida eterna.

      Se necesita un “rescate correspondiente”

      Jesucristo dijo que había venido al mundo de la humanidad para que los hombres pudieran tener vida eterna. (Juan 3:16, 17) Pero, ¿cómo podrían obtener vida eterna, puesto que toda la humanidad heredó el pecado y la muerte de Adán? Jesús explicó: “El Hijo del hombre no vino para que se le sirviera, sino para servir y para dar su alma en rescate en cambio por muchos.” (Mat. 20:28) Y Pablo, apóstol de Jesús, dijo que el Hijo de Dios “se dio a sí mismo como rescate correspondiente por todos.” (1 Tim. 2:5, 6) Como usted sabe, un rescate es el medio que sirve para sacar a personas de cautiverio o esclavitud. Cristo Jesús dio su vida humana como rescate para sacar a personas de esclavitud al pecado y la muerte. (Rom. 5:21) Ese sacrificio suministra la base para restaurar las vitales relaciones correctas con Dios, el Dador de Vida. Pero, ¿por qué se le llama al sacrificio de Jesús un “rescate correspondiente”? ¿Y cómo trae éste el alivio que necesita la humanidad?

      En el caso de la prole de Adán no serviría cualquier clase de rescate. Tendría que ser un “rescate correspondiente.” ¿De qué manera? Bueno, ¿qué posesión valiosa perdió Adán para sí mismo y para toda su prole? Fue la perfección humana. De modo que el verdadero sacrificio de rescate tendría que corresponder con el Adán perfecto y poseer perfección humana. Solo así el rescate podría satisfacer la justicia perfecta de Dios que exige igual por igual, ‘alma por alma.’—Éxo. 21:23-25; Deu. 19:21.

      Ningún animal podría pagar el precio de rescate, pues los animales son inferiores al hombre. No son de igual valor que el hombre, y por eso no era “posible que la sangre de toros y de machos cabríos [realmente] quite los pecados,” como dice la Biblia. (Heb. 10:1-4) Y ningún hombre que hubiera descendido de Adán podría pagar el “rescate correspondiente.” ¿Por qué no? Porque todos eran imperfectos. Todos habían heredado el pecado y la muerte.—Rom. 5:12-14; Sal. 49:6-9.

      De modo que se necesitaba un hombre perfecto. Dios satisfizo esta necesidad a tremendo costo para él mismo. Como dijo Jesús: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito . . . Porque Dios . . . envió a su Hijo al mundo . . . para que el mundo sea salvo por medio de él.” (Juan 3:16, 17) ¡Cómo se engrandece el amor de Dios por esto! Pues Dios dio la vida de su Hijo, el “Hijo de su amor,” su “Hijo unigénito,” para proveer el precio de rescate.—Col. 1:13; Rom. 5:6-8.

      Esto requirió que su Hijo viniera a ser humano para que correspondiera al Adán perfecto. Y Dios efectuó esto transfiriendo la vida de su Hijo del cielo a la matriz de la virgen judía María. (Luc. 1:26-37; Juan 1:14) Puesto que Jesús no debía su vida a ningún padre humano que hubiera descendido del pecador Adán, Jesús nació libre de toda herencia de pecado. Fue, por decirlo así, “un cordero sin tacha e inmaculado,” cuya sangre podía suministrar un sacrificio aceptable.—1 Ped. 1:18, 19.

      Nueva herencia de vida por medio de Jesucristo

      Pertenecemos a una familia imperfecta, con una herencia de muerte. Se ha probado científicamente veraz la regla: Padres enfermos o de poca vida no transmiten a sus hijos el vigor de la vida que pueden transmitir los padres fuertes, sanos. Necesitamos una nueva herencia de vida. Necesitamos regeneración. Por esa mismísima razón Jesús vino a la Tierra. Pero, ¿cómo entra la nueva herencia de vida?

      La explicación que da la Biblia en cuanto a la manera en que se efectúa esto es tanto sencilla como profunda... tal como el problema de la condición moribunda de la humanidad puede ser declarado sencillamente, pero es profundamente difícil de resolver. Primero, debe reconocerse que al tiempo del pecado de Adán y de ser condenado a la muerte, su prole o raza se hallaba toda sin nacer en sus lomos y por eso toda murió con él. (Compare con Hebreos 7:4-19; Romanos 7:9.) Jesús como hombre perfecto, “el último Adán,” tenía una posible raza de prole no nacida en sus lomos. Y cuando murió inocentemente como sacrificio humano perfecto, esta raza humana potencial murió con él. Jesús se había abstenido voluntariamente de casarse y producir una familia propia. Habiendo muerto Jesús como hombre sin hijos, su prole humana no nacida contrapesaba justamente toda la raza que Adán había reproducido hasta ahora.—1 Cor. 15:45; compare con Romanos 5:15-17.

      Por eso, al dar su vida humana, junto con la potencialidad de tener hijos propios, Jesucristo compró los derechos de vida “paternales” que perdió Adán. Extiende “crédito” a los de la familia de Adán que deseen valerse de este crédito.

      Para ilustrar cómo satisface esto a la justicia, podemos usar el caso de un hombre que ha muerto dejando una deuda grande sobre sus bienes. Sus hijos no pueden pagar la deuda. Pero un amigo con bastante dinero redime de los acreedores del muerto los bienes y entonces divide porciones de ellos como herencia a los que son hijos dignos. Por supuesto, en el caso de Jesús no es terreno u otras posesiones materiales lo que él redime y concede a los dignos, sino vida, vida humana perfecta.

      Al suministrar el “rescate correspondiente,” Jesús recompró a toda la humanidad que descendió de Adán para que pudiera llegar a ser su familia. Hizo esto presentando el valor completo de su sacrificio de rescate al Dios de justicia absoluta en el cielo. Él “entró . . . en el cielo mismo, para comparecer ahora delante de la persona de Dios” a favor del mundo de la humanidad.—Heb. 9:24.

      Así Jesucristo puede tener hijos en la Tierra, no por procreación natural, sino por redención de la prole de Adán. Eso se predijo en las profecías mesiánicas que muestran que Jesús tendrá “prole” como “Padre Eterno.” (Isa. 53:10-12; 9:6, 7) Jesús no sería un “Padre Eterno” para sus hijos terrestres si ellos murieran. Por eso, para que este título aplique a él, los hijos terrestres para quienes él llega a ser padre por medio de su rescate recibirán la oportunidad de vivir para siempre en la Tierra.

      Por lo tanto, por fe en Jesucristo los hijos moribundos del Adán muerto pueden ser transferidos a la familia de un Padre que vive para siempre. Este “Padre Eterno” puede regenerar sus mentes y cuerpos con vida, y después de eso puede sostener ese vigor de vida en ellos. (Rom. 6:23) Sí, por fe en Jesucristo usted puede tener una nueva herencia de vida. Y todo este arreglo de una nueva herencia de vida manifiesta la sabiduría de Dios y su justicia de manera maravillosa. ¿Por qué? Porque equilibra perfectamente la balanza de la justicia mientras que al mismo tiempo muestra bondad inmerecida y perdona los pecados.—Rom. 3:21-26.

      Régimen justo también por medio de Jesucristo

      Para disfrutar de vida eterna en la Tierra en felicidad el hombre necesita más que una nueva herencia de vida. Necesita un nuevo gobierno. Dios ha provisto esto también por medio de Jesucristo. Este nuevo gobierno es el reino de Dios. Jesús enseñó a sus seguidores a orar por ese reino de este modo: “Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra.”—Mat. 6:10.

      Para que la voluntad de Dios se haga sobre la Tierra, el sistema de cosas actual tiene que terminar. Y la Biblia muestra que ya muy pronto el reino de Dios triturará hasta quitarles la existencia y reemplazará a todos los sistemas del hombre que ahora causan tanta aflicción. (Dan. 2:44) Jesús describió ese tiempo de destrucción como una “tribulación grande como la cual no ha sucedido una desde el principio del mundo hasta ahora, no, ni volverá a suceder.” (Mat. 24:21) Después de la destrucción de este entero sistema inicuo, el reino de Dios, rigiendo desde el cielo, controlará todos los asuntos de la Tierra.

      Ese reino celestial será el único gobierno que tendrá la Tierra después del fin de este sistema inicuo. Su administración será muy superior a cualquier cosa que los hombres jamás hayan ideado. Rigiendo con justicia y rectitud, obrará para traer beneficios a todos, no solo a unos cuantos.

      ¿Qué seguridad tenemos de que el gobernante Jesucristo jamás permitirá la corrupción en los puestos encumbrados? Porque ha demostrado su sujeción al Creador. Y él rige, no para su propia gloria, sino para la gloria de Dios, y para provecho de la población de la Tierra. De él está escrito que ‘ama la justicia y odia el desafuero.’ (Heb. 1:9) La Biblia habla de su lealtad y de la posición ensalzada que se le ha concedido con estas palabras:

      “Cristo Jesús, quien, aunque existía en la forma de Dios, no dio consideración a un arrebatamiento, a saber, que debiera ser igual a Dios. . . . Más que eso, hallándose en figura de hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, sí, muerte en un madero de tormento. Por esta misma razón también Dios lo ensalzó a un puesto superior y bondadosamente le dio el nombre que está por encima de todo otro nombre.”—Fili. 2:5-11.

      Obra de re-creación bajo el Reino

      Aun después del fin de este sistema de cosas, los sobrevivientes de la “tribulación grande” todavía tendrán cuerpos imperfectos. Algunos necesitarán la restauración de órganos enfermos u órganos que les faltan. Esta curación de toda la humanidad sucederá durante el reinado de mil años de Jesucristo. Jesús habló de este tiempo como “la re-creación, cuando el Hijo del hombre se siente sobre su trono glorioso.”—Mat. 19:28; Rev. 20:1-6.

      De modo que Jesús efectuará obra de re-creación desde el cielo. Recordamos que cuando estuvo en la Tierra curó toda clase de enfermedades de las personas y restauró partes y funciones del cuerpo, como manos secas y vista a los que habían nacido ciegos. Hasta resucitó a un hombre que había estado muerto durante cuatro días. Efectuó desde lejos algunos de sus milagros de curación. Por eso, desde el cielo mismo, Jesús puede efectuar obra de re-creación de manera completa aquí en la Tierra.—Mar. 3:1-5; Juan 9:1-7; 11:38-44.

      Gradualmente la raza humana será hecha perfecta. Se necesitará tiempo para traer perfección de vida a todos los que la deseen. Junto con esto habrá el trabajo de hacer adecuado el ambiente para los humanos perfectos, un lugar deleitable.

      Sí, la tienda de Dios estará “con la humanidad, y él residirá con ellos, y ellos serán sus pueblos. Y Dios mismo estará con ellos. Y él limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento, ni clamor, ni dolor. Las cosas anteriores han pasado.” Las cosas anteriores con todas sus dificultades parecerán tan fuera de lugar entonces como las condiciones futuras que describe la Palabra de Dios quizás parezcan irreales ahora.—Rev. 21:3, 4.

      De modo que se puede alcanzar la vida eterna. Solo se puede alcanzar transfiriéndose de la familia moribunda de Adán a una nueva herencia de vida por Jesucristo, el “Maravilloso Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz.”—Isa. 9:6.

      Usted puede lograr lo que el escritor científico llamó “el mejor seguro de longevidad,” a saber, la selección de un nuevo padre... el “Padre Eterno,” Jesucristo. Él puede infundir vida verdadera en usted. Esta es su oportunidad ahora. Pero, ¿hay algo que tenga que hacer a fin de prepararse para la vida eterna bajo el régimen de Cristo Jesús?

      [Ilustración de la página 24]

      Quizás el vivir en medio de las condiciones actuales no parezca atractivo. Pero la vida eterna en el Paraíso... ¿verdad que sería un gozo interminable?

      [Ilustración de la página 25]

      ¿Verdad que sería maravilloso dar la bienvenida a los amados que vuelvan de entre los muertos?

  • Prepárese ahora para un futuro interminable
    ¡Despertad! 1971 | 8 de abril
    • Prepárese ahora para un futuro interminable

      ¿LE GUSTARÍA vivir en esta Tierra cuando las condiciones sean verdaderamente apropiadas para la felicidad genuina? ¿Verdaderamente quiere usted vida eterna en esa clase de mundo? Si ése es el caso, ¡usted tiene que prepararse para ello ahora!

      Pero, ¿por qué ahora? ¿Por qué no esperar y ver cómo resulta todo?

      Tiempo de oportunidad limitado

      El tiempo sencillamente no da lugar a ponerse a esperar. La razón para eso no es solo que la vida ya es breve. Más bien se debe a que la vida de la gran mayoría de la humanidad ahora se encuentra en grave peligro de ser acortada abruptamente, cortada por un desastre de proporciones globales.

      Quizás usted sepa que los líderes mundiales reconocen públicamente el peligro creciente de una guerra nuclear que haría inhabitable este planeta. Sin duda usted ha leído advertencias de científicos en cuanto a que la contaminación moderna del aire, el agua y la tierra plantea una amenaza tan grande como la de la guerra nuclear. Pero, por encima de todos estos peligros, el mayor factor que hace tan urgente el actuar ahora es que el debido tiempo de Dios para obrar nos ha alcanzado.

      Según la cronología bíblica y el cumplimiento de la profecía bíblica, el tiempo que le queda al sistema injusto que ahora opera en la Tierra se está acabando rápidamente. La Biblia no dice que la venidera guerra del Armagedón de Dios, junto con la “tribulación grande” de la cual ésta forma parte, se puede evitar; el proceder injusto en el cual los hombres y las naciones se han endurecido obstinadamente la hace inevitable. (Mat. 24:14, 21, 37-39; Rev. 16:16) Pero le ofrece a usted como individuo la oportunidad de ponerse ahora firmemente de parte de Dios en la controversia y así tener la esperanza de sobrevivir. La supervivencia introducirá a personas de corazón justo a la vida en un nuevo orden, un orden fundado en la provisión que Dios ha hecho para vida por medio de su Hijo y Rey nombrado, Jesucristo, y en el cual el respeto, la devoción y la obediencia a Jehová Dios como el Dador de Vida serán el principio que gobierne.—2 Ped. 3:8-13.

      ¿Qué hará usted? Esto dependerá de si tiene fe en las promesas de Dios o no. Porque aunque usted reconozca que es ilógico que los árboles y las tortugas vivan más que el hombre inteligente, eso no basta. Tampoco basta con reconocer que en realidad el hombre tiene un lado espiritual en su naturaleza y que el enfoque que presenta la Biblia sobre el pecado y la imperfección heredados como la fuente del envejecimiento y la muerte suministra la única explicación satisfactoria de estos problemas. Aun más que eso, no basta con admitir que la esperanza que se ofrece en la Biblia de obtener vida eterna bajo el gobierno justo de Dios por su Hijo es el único medio genuino de satisfacer los deseos apropiados de las personas de corazón justo. El llegar hasta este punto y no pasar adelante no le traerá ningún beneficio duradero a usted.

      El discípulo Santiago declara que “la fe sin obras está muerta,” tal como el cuerpo sin su fuerza de vida o espíritu está muerto. (Sant. 2:26) El simplemente reconocer lo lógico y lo razonable que es lo que dice la Biblia no es tener una fe viva. Su fe tiene que demostrarse por acción, por hechos. Así usted demostrará que no solo acepta mentalmente la promesa que Dios ha hecho de dar vida eterna. Usted mostrará que ésta llega a su corazón, que verdaderamente lo impele a usted.

      Si usted recibiera advertencia sobre un terremoto venidero, tal como el que recientemente devastó a una sección grande del Perú y segó la vida de decenas de miles de personas en unos minutos, usted podría obrar para salvar su vida. Hoy, algo peor que un terremoto amenaza a todos los habitantes de la Tierra... la “tribulación grande” acerca de la cual advirtió Cristo Jesús. (Mat. 24:21) De ese tiempo escribió el apóstol Pablo: “El día de Jehová viene exactamente como ladrón en la noche. . . . entonces destrucción repentina ha de sobrevenirles instantáneamente, como el dolor de angustia a la mujer encinta; y no escaparán de ninguna manera.” (1 Tes. 5:2, 3) La vía de escape todavía está abierta, y usted puede aprovecharse de ella antes de que se cierre irrevocablemente.

      Quienquiera que usted sea, ciertamente no está solo. Tiene parientes, quizás un cónyuge e hijos, y tiene amigos. Usted tiene una obligación no solo para con usted mismo, sino también para con ellos, de informarse ahora de las provisiones de Dios que permiten sobrevivir y entrar a la vida en su nuevo orden. Entonces, en vez de seguir un proceder egocéntrico de interesarse solo en su propio futuro inmediato, usted puede ayudarles a encaminarse a un futuro interminable en felicidad genuina. Es verdad que quizás usted esté demostrando interés ahora en la vida de ellos al suministrarles alimento, ropa, alojamiento, atención médica y otras cosas necesarias. Pero aun bajo condiciones normales eso solo podría ayudarles a vivir lo suficiente como para que murieran en la vejez... y quizás con alguna comodidad. El amor verdadero requiere que usted busque algo mejor para ellos si se puede alcanzar. ¡Y se puede alcanzar!

      Además, ¿siente usted que tiene una deuda de gratitud contraída con la Fuente original de la vida, el deseo de servir para la honra del Creador del universo, incluso de este planeta Tierra y todos sus rasgos deleitables? Entonces usted estará deseoso de aprender cuáles son los requisitos justos de Dios.

      ¿Qué, pues, debe hacer usted para no desperdiciar el tiempo de oportunidad que queda?

      Adquiera conocimiento dador de vida

      Le es necesario investigar la Palabra de Dios, la Biblia, estudiarla y averiguar cuál es el propósito de Dios para la Tierra y el hombre, aprender cuál es su voluntad para nosotros en este tiempo, ahora. El Hijo de Dios dijo en oración a su Padre: “Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo.”—Juan 17:3.

      Entonces, la vida eterna no viene por beber alguna poción mágica, por pasar por algunos ritos misteriosos o por llevar a cabo algunos ejercicios extraños. Viene por medio de la educación bíblica. Hoy los testigos de Jehová están efectuando una campaña mundial de educación bíblica en más de doscientos países e islas del mar. En más de un millón doscientos mil hogares se están conduciendo estudios bíblicos gratis cada semana con personas que muestran interés: hombres, mujeres y sus hijos. No solo se consideran asuntos como “Por qué envejecemos y morimos,” y “¿Dónde están los muertos?,” sino también temas como “¿Por qué ha permitido Dios la iniquidad hasta nuestro día?,” “Los últimos días de este inicuo sistema de cosas,” “Régimen justo hace de la Tierra un paraíso,” “Cómo identificar la religión verdadera,” “Cómo orar y ser oído por Dios,” “Edificando una vida de familia feliz” y “La adoración verdadera... un camino y modo de vivir.” Al pasar aproximadamente una hora a la semana con un instructor, se consideran las enseñanzas básicas de toda la Biblia en seis meses.

      Usted puede hacer arreglos para un estudio bíblico de este tipo en su hogar solicitándolo a cualquier testigo de Jehová de su localidad o escribiendo a los publicadores de esta revista. El único costo para usted será una parte de su tiempo y el esfuerzo de leer y prepararse para la consideración de los temas. Después de todo, es la vida de usted y la vida de sus amados las que están envueltas, y ciertamente esto merece serio esfuerzo. El escritor bíblico Santiago habla de “la implantación de la palabra que puede salvar sus almas.” (Sant. 1:21) Esa implantación de la palabra no se puede efectuar sin que usted haga lo que le corresponde. La Palabra de Dios no puede resultarle en vida a menos que usted reciba sus verdades en su mente y en su corazón para que lo impelan a hacer la voluntad divina. Jesús dijo: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3:16) El ejercer fe en Jesús significa más que el simplemente decir: “Creo en Jesús.” Requiere acción.

      Busque ambiente correcto para vida

      El ambiente físico malo —incluso la contaminación del aire, la tierra y el agua, las fuentes contaminadas o inadecuadas de abastecimientos alimentarios y las condiciones apiñadas, inmundas, infestadas de gérmenes— obviamente acorta la vida. La gente reconoce esto. Sin embargo pocas personas profundizan mentalmente en la situación como para darse cuenta de que esto también aplica al ambiente espiritual malo. Para prepararnos para un futuro interminable es preciso que estemos alimentando nuestra mente y corazón regularmente con alimento espiritual sano, puro. Necesitamos asociaciones correctas con personas cuya conversación sea edificante, saludable, que contribuya a la fe en Dios, que fomente el deseo de las cosas correctas, que fortalezca la determinación de adherirse uno a las normas correctas. El nuevo orden de Dios estará poblado de personas de esa clase.

      Pero aun ahora necesitamos esa clase de asociación. Y podemos hallarla. ¿Dónde?

      ¿Podrá hallarse en las muchas iglesias de la cristiandad? Bueno, ¿qué sucede hoy en esas iglesias? A menudo se oye que la Biblia está siendo desacreditada por los ministros y clérigos de hoy, que aumenta su tendencia a excusar toda clase de desmán sexual, incluso la homosexualidad, que el clero apoya las manifestaciones públicas contra la autoridad constituida. Quizás usted haya visto personalmente evidencia de considerable hipocresía en tales iglesias. Y es probable que usted haya leído, también, acerca de la decadencia de las iglesias, no solo en un país, sino en todos los países. ¿De qué es evidencia esto? Ciertamente no es evidencia de la bendición de Dios sobre ellas. No podemos culpar a Dios por la condición malsana, moribunda, de esas iglesias. Ellas han sustituido la Palabra de vida con filosofía, política y tradiciones humanas, y están sufriendo las consecuencias.

      ¿Están en mejores condiciones las religiones no cristianas? No, pues los pueblos que practican esas religiones están sufriendo el mismo alboroto, la misma desunión y el debilitamiento general de la influencia y el vigor como se encuentran en las iglesias de la cristiandad.

      La religión falsa no solo es engañosa y no satisfactoria, sino también mortífera. Produce un clima espiritual malsano que carece de amor genuino a Dios o al prójimo, que es deficiente en devoción genuina a las normas de la justicia verdadera. Es por eso que la Biblia representa a toda la religión falsa con el símbolo de “Babilonia la Grande,” una ciudad imperial llena de inmundicia. Revelación 18:4 da la advertencia: “Sálganse de ella, pueblo mío, si no quieren participar con ella en sus pecados, y si no quieren recibir parte de sus plagas.” Toda la religión babilónica, así como sus apoyadores, serán destruidos en la venidera “tribulación grande” para que nada de su pensamiento enfermo infecte a los que sobrevivan y entren en el nuevo orden de Dios.

      Entonces, ¿a dónde irá usted? ¿Con quiénes se asociará? La Biblia dice: “Sigue tras la justicia, la fe, el amor, la paz, junto con los que de corazón limpio invocan al Señor.” (2 Tim. 2:22) Los testigos de Jehová le invitan a usted a familiarizarse con ellos, a asistir a sus reuniones de congregación en sus Salones del Reino, participando con ellos en el estudio de la Biblia. Le invitan a descubrir usted mismo el ambiente espiritual que se experimenta allí. Sinceramente creemos que le parecerá fortificante, como el inhalar aire fresco después de salir de un lugar infestado de humoso aire contaminado. Vea usted mismo si las aguas puras de la verdad de la Palabra de Dios fluyen allí o no en toda su refrescante claridad.

      Reaccione a la Palabra de Dios

      Al adquirir conocimiento de la Palabra de Dios, usted apreciará la sabiduría de ésta, que puede mejorar inmensamente la calidad del vivir, aun ahora. Usted aprenderá, por ejemplo, el requisito de Dios de reemplazar nuestra “vieja personalidad” con una “nueva personalidad.” ¿Por qué? Bueno, ¿qué hará tan deseable la vida en el nuevo orden de Dios? Entre otras cosas la paz en toda la Tierra. El gritar, el pelear, el reñir afectan tanto la salud mental como la física. A los que buscan la vida en el favor de Dios, la Biblia les dice qué hacer ahora:

      “Realmente deséchenlas todas de ustedes, ira, cólera, nocividad, habla injuriosa y habla obscena de su boca. No estén mintiéndose los unos a los otros. Desnúdense de la vieja personalidad con sus prácticas, y vístanse de la nueva personalidad.”—Col. 3:8-10.

      Por supuesto, se necesitará tiempo para esto. Pero el progreso en esas cosas hará que la vida, la vida de familia en particular, sea mucho más deleitable. De modo que es necesario que los cristianos respondan a la Palabra de Dios.

      El mentir, el defraudar, la borrachera y otras prácticas inmorales, como la fornicación, el adulterio y la homosexualidad, todas forman parte de la “vieja personalidad.” Corrompen y dañan física, mental y espiritualmente. Pero el consejo y las instrucciones de Dios son “vida a los que los hallan y salud a toda su carne.” (Pro. 4:22) Le muestran a usted cómo usar su tiempo y fuerzas en actividades constructivas, útiles, que son verdaderamente deleitables y remuneradoras. A medida que usted responda a la Palabra de Dios querrá proceder como dice el Salmo 97:10: “Oh amadores de Jehová, odien lo que es malo.” Si usted hace esto, evitará lo que es malo. Y usted hará esto, no solo cuando no tenga oportunidad de hacer lo malo, sino a todo tiempo, porque usted ama lo que es correcto. Al rechazar los pensamientos y las inclinaciones incorrectos, usted ‘salvaguardará su corazón, porque procedentes de él son las fuentes de la vida.’ (Pro. 4:23) Esto es algo que es necesario hacer ahora a fin de prepararse para la vida eterna.

      Su Creador le invita a usted de este modo: “Inclinen su oído y vengan a mí. Escuchen, y su alma se mantendrá viva.” (Isa. 55:3) No desatienda ni desperdicie la oportunidad que ahora tiene de aprender de Él el camino a la vida eterna. Use sus fuerzas mentales, emocionales y físicas ahora en Sus caminos correctos, para el propio bienestar eterno de usted y el de aquellos a quienes usted ama. Sí, prepárese ahora para un futuro interminable en el justo nuevo orden de Dios.

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