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  • Las cosas vivientes más grandes del mundo
    ¡Despertad! 1974 | 8 de julio
    • Raíces y enemigos

      A pesar de su tamaño colosal, estos árboles tienen un sistema de raíces de excepcional poca profundidad. Sus raíces pueden estar a solo un metro veinte o un metro cincuenta de profundidad, pero se pueden extender para recoger elementos nutritivos a través de una superficie de casi 120 metros de largo... casi una hectárea. Requeriría 500 personas, paradas con los brazos extendidos, para rodear una superficie de raíz semejante. Es difícil imaginar que un sistema de raíces tan poco profundas afirmen con buen éxito a pesar de las tormentas de siglos, la estructura de un árbol tan alto como un edificio de veinticinco pisos, y que pesa tanto como un pequeño buque de carga trasatlántico.

      No se ha sabido de ningún secoya que jamás haya muerto de enfermedad o vejez. Sus enemigos son el fuego, la erosión, el viento y el hombre. La erosión de un arroyo cercano puede minar el árbol, el cual se inclina más y más, por un largo período de años, hasta que finalmente se viene abajo estrepitosamente. Los leñadores han destruido en un día árboles que ya eran viejos cuando nació Jesús, y que quizás se erguían cuando Salomón construyó el templo de Jehová en Jerusalén. Pero poca ganancia vino de esta destrucción, pues la madera es quebradiza, y se parte fácilmente bajo el estrepitoso choque de la caída de un árbol tan colosal, y no es muy útil para la construcción. Actualmente se conservan muchas arboledas en parques nacionales, para protegerlas de tal destrucción.

      Alaban al Creador

      El hombre es humillado a los pies de estos gigantes. Su habilidad de soportar las pesadas nevadas de tres mil inviernos, y las sequías de innumerables veranos sin lluvia, está más allá de nuestro limitado entendimiento. Literalmente cientos de generaciones de ardillas diligentes se han afanado a la sombra de estos árboles. Incontables generaciones de ciervos, puerco espines y zorros grises han olfateado a través de las ramitas de su base. Otros árboles han brotado, madurado, envejecido, muerto, y han sido reemplazados por generaciones de sus descendientes, mientras que los Grandes Árboles permanecen, silenciosamente supremos.

      Miles de visitantes se han parado cerca de la base de estos árboles, sorprendidos primero con admiración, después con reverencia. Algunos se han sentido impulsados a un mayor aprecio de la creación de Dios, y la sabiduría de Aquel que hizo posible semejante esplendor. Nos recuerdan las palabras de Pablo: “Porque sus cualidades invisibles se ven claramente desde la creación del mundo en adelante, porque se perciben por medio de las cosas hechas, hasta su poder sempiterno y Divinidad, de modo que [las personas que no lo glorifican] son inexcusables.”—Rom. 1:20.

      Prediciendo las condiciones del justo nuevo orden de Dios, ahora tan cercano, la Biblia dice que la vida del pueblo de Dios será “como los días de un árbol”; es decir, disfrutarán de larga vida. Aun en Palestina hubo árboles que vivieron mil años o más. (Isa. 65:22) La existencia de esos árboles nos ayuda a apreciar que está bien dentro del alcance del poder de Dios el cumplir su promesa de vida humana permanente en la Tierra.

      La promesa bíblica de vida humana eterna la hace Aquel cuya creación hizo posible el crecimiento y vida de estos grandes árboles. No es “fábula” así como no fueron fábulas los informes de estos árboles... que la gente no quiso creer hace un siglo.

  • La inhospitalaria Antártida
    ¡Despertad! 1974 | 8 de julio
    • La inhospitalaria Antártida

      ● Este continente que está en el polo sur es la región más fría y más desolada de la Tierra, pues las temperaturas descienden en el invierno en algunos lugares a 73 grados centígrados bajo cero y a más de eso.

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