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  • El camino de amor de Dios
    La Atalaya 1953 | 15 de mayo
    • El camino de amor de Dios

      LA Biblia nos asegura que el camino de Dios es uno de amor. (1 Juan 4:8) Algunos se preguntan, en vista de todo el sufrimiento que hay en el mundo, cómo podría esto ser así. Pero los tales están en incertidumbre sólo porque no han llegado a conocer a Dios y sus propósitos.a

      Todo lo que Dios ha hecho, está haciendo y todavía hará para sus criaturas está impulsado por la ausencia del egoísmo, por amor. Nuestra existencia misma es una expresión del amor de Dios. Él no tenía necesidad de crear nada o a nadie. Él es perfectamente completo en sí mismo. Pero porque él es amor, tuvo gran gozo y felicidad en producir creaciones de todas clases, visibles e invisibles.

      ¡Y cuán completamente ha provisto Dios para toda necesidad nuestra en la hermosa tierra que nos rodea! Nos dotó de una mente capaz de razonar, de recordar, de ejercer voluntad y sentir emociones. Nos dió un cuerpo capaz de ejecutar movimiento, y para que nos mantengamos en contacto con nuestro ambiente nos dió los cinco sentidos.—Sal. 139:14.

      En adición Dios mostró su amor al dotar al hombre de sus propios cuatro atributos de amor y sabiduría, justicia y poder, verdaderamente haciendo así al hombre a su imagen. Y amorosamente dió al hombre un mandato, que se multiplicara, llenara la tierra, la sojuzgara, y ejerciera dominio sobre los animales inferiores, y también le dió las facultades necesarias para ejecutar este mandato.

      Hasta el colocar el árbol del conocimiento del bien y del mal en el Edén y entonces mandar al hombre que no comiera de él fué una expresión del amor de Dios. ¿Cómo así? En virtud de que la seguridad y la felicidad del hombre dependían de su continuo aprecio a su Creador y de su dependencia continua en él; y por este mandamiento al hombre se le recordaba de continuo que todo lo que tenía y lo que estaba disfrutando venía de Dios y que él podría perderlo si actuara contrario al requisito de Dios. Al desobedecer, nuestros primeros padres no sólo mostraron falta de amor y aprecio a lo que Dios les había dado, sino también falta de todo amor a su futura prole. Dios, sin embargo, sí tenía amor para la prole de ellos, que aun no había nacido, y por eso hizo inmediatamente una promesa del triunfo eventual de la justicia. (Gén. 3:15) A medida que pasó el tiempo él dió al hombre más revelaciones de sus propósitos y sus requisitos, todas las cuales gradualmente vinieron a constituir su Libro, la Biblia.

      Jehová Dios también mostró su amor enviando a su Hijo, la Palabra o el Logos, a la tierra a venir a ser un hombre; para que allí diera a conocer la verdad, mostrara a los hombres cómo mantener su integridad y así probar al Diablo un mentiroso, y proveyera un rescate para la humanidad.—Pro. 27:11; Mat. 20:28; Juan 18:37.

      Porque Dios es amor, él, a su debido tiempo, destruirá a todas las fuerzas de la iniquidad en la batalla del Armagedón. Y porque él es amor él ha provisto que todos los que ahora lo buscan a él y la justicia y la mansedumbre tengan esperanzas de pasar a salvo a través de esa batalla y entrar al nuevo mundo de justicia. Con este fin él está haciendo que las buenas nuevas de su reino se prediquen en toda la tierra como un testimonio a todas las naciones.—Mat. 24:14.

      En el nuevo mundo del post-Armagedón no habrá dudas en la mente de nadie que viva de que el camino de Dios es uno de amor, porque ese mundo será uno en que no habrá más dolor, pena, lloro o muerte, un mundo donde hasta los animales inferiores habitarán juntos en paz los unos con los otros. Y como una expresión final de su amor, Dios hasta traerá a la vida de nuevo, desde las tumbas memorialescas, a las incontables multitudes que él tiene anotadas en su memoria.—Juan 5:28, 29, NM.

      Que todos los que quieran disfrutar de las bendiciones de ese nuevo mundo estudien ahora la Palabra de Dios, la Biblia, y prueben para sí mismos que el camino de Dios es el de amor.

      [Nota]

      a Para más detalles, vea La Atalaya del 15 de abril de 1953.

  • Cuando una declaración incompleta sirve de mentira
    La Atalaya 1953 | 15 de mayo
    • Cuando una declaración incompleta sirve de mentira

      LA Palabra de Dios es verdad. ¿Cómo podría ser de otra manera, puesto que la justicia es uno de los atributos fundamentales de Jehová y “es imposible que Dios mienta”? (Juan 17:17; Heb. 6:18, NM) Ese hecho nos da base firme para la fe, así como el profeta amador de dinero, Balaam, se vió obligado a decir al rey Balac, quien le ofreció sobornos para que Balaam maldijera a Israel: “Dios no es hombre para que mienta, ni hijo de Adam, para que mude de propósito.”—Núm. 23:19.

      En contraste directo con Jehová Dios se halla Satanás el Diablo, concerniente a quien Cristo Jesús, al dirigirse a los caudillos religiosos de su día, dijo: “Él es un mentiroso y el padre de la mentira.”—Juan 8:44, NM.

      Por supuesto, el motivo para usar falsedades y engaño es egoísta, es un deseo de conseguir los fines de uno mediante “medio limpio o sucio”. Hombres egoístas, en un esfuerzo para parecer justos o debido a darse cuenta de que no pueden salirse con la suya con falsedades o mentiras redondas, recurren a declaraciones incompletas en que no se hacen constar todos los hechos o que son mitad o parte verdad para dar una impresión falsa. Sin embargo, los motivos ulteriores que los impulsan a dicho proceder, y la resultante ceguedad de la gente contra sus propios mejores intereses, hacen a los que usan de medias verdades tan culpables a la vista de Dios como si hubieran expresado mentiras redondas.

      Un ejemplo notorio de una declaración incompleta que sirve de mentira apareció en la revista Collier’s del 4 de octubre de 1952. Hablando del progreso en traducir la Biblia al inglés, el escritor hace la siguiente declaración incompleta: “En 1525, el primer Nuevo Testamento en idioma inglés se imprimió en Alemania y se metió de contrabando a Inglaterra, donde fué leído extensamente a pesar de la oposición de los oficiales eclesiásticos (estaban de punta con su traductor, Guillermo Tyndale).”

      ¿Qué entendería el público de esa declaración entre paréntesis? Sencillamente que había un desacuerdo personal entre la “iglesia” y Tyndale. ¿Podrían apreciar o apreciarían que el punto en cuestión era el de dar a la gente común una Biblia en su propia lengua? ¿Entenderían de eso que el clero católico romano en el día de Tyndale era tan notoriamente ignorante de la Palabra de Dios que Tyndale dijo: “Si Dios guarda mi vida, antes de muchos años yo haré que el muchacho que conduce un arado conozca más de las Escrituras de lo que ahora sabe el gran cuerpo de los clérigos”?

      ¿Podrían los lectores entender de esa declaración entre paréntesis que había tanta oposición a la impresión de la Biblia que él encontró que “no había lugar para hacerlo en toda Inglaterra”, lo que hacía necesario que lo hiciera en el continente? ¿Y entenderían que esta condición de estar de punta con la “iglesia” era tan seria que se enviaron espías para que lo entramparan hasta fuera de Inglaterra; que uno de éstos, pretendiendo ser un amigo interesado en la traducción de la Biblia, traicionó a Tyndale, haciendo que fuera estrangulado y luego quemado en la hoguera? ¿Y entenderían de eso que las últimas palabras de Tyndale fueron: “Oh, Señor, abre los ojos del rey de Inglaterra”? No, no lo entenderían. Todo eso está encubierto por la declaración incompleta entre paréntesis: “estaban de punta con su traductor, Guillermo Tyndale.” Verdaderamente las declaraciones incompletas sirven de mentiras.

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