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  • El fruto del espíritu
    La Atalaya 1955 | 15 de abril
    • Por eso, entonces, dado que cada variedad de semilla produce de su propia clase, y dado que nosotros mismos llegamos a un conocimiento de la verdad por la predicación que otra persona hizo acerca del mensaje del Reino, entonces se desprende que el fruto que tenemos que producir es el de dar testimonio a todavía otros acerca de ese mismo mensaje y así ayudar a multiplicar los intereses del Reino. Ese es un punto de vista, y ése es el principal que gobierna el uso de la ilustración de dar fruto en las referencias citadas del capítulo 32 de Isaías y el capítulo 15 de Juan.

      10 Pero ése no es el único punto de vista. El apóstol, al escribir a los que han sido iluminados por la Palabra de verdad, dice: “Sigan andando como hijos de la luz, porque el fruto de la luz consiste en toda clase de bondad y justicia y verdad.” (Efe. 5:8, 9, NM) Una clase es la que debe manifestarse en nuestra vida cotidiana, en “toda clase de bondad.” La otra clase es la que debe manifestarse en conexión con la proclamación de la verdad, en “toda clase” de servicio del campo. Realmente, ambas clases van juntas y son inseparables, como veremos. Pero en este estudio presente estamos prestando atención particular a la clase que atañe a nuestra vida cotidiana y personalidad, a nuestra disposición. Y no olvidemos aplicar estas cosas a nosotros mismos de manera práctica, siendo “hacedores de la palabra, y no solamente oidores.”—Sant.1:22, NM.

      AMOR—EL PRINCIPAL FRUTO DEL ESPÍRITU

      11. ¿Cuál es el principal fruto del espíritu, y qué pregunta surge concerniente a éste?

      11 En la lista de nueve cosas que constituyen el fruto del espíritu, como se menciona en Gálatas 5:22, 23, la primera y principal es el amor, y así es como debe ser también. Ahora, hagámonos la pregunta de manera personal y práctica. ¿Qué se quiere decir, en lo que a mí toca, cuando se dice que “el fruto del espíritu es amor”? ¿Quiere decir que tengo que someterme a un ejercicio mental y decirme a mí mismo como primera cosa cada mañana: ‘Tengo que tratar de ser más amoroso. Resuelvo que seré más amoroso’? Bueno, si lo emprendiéramos de esa manera, siguiendo un curso de desarrollo propio, entonces cualquier cosa que lográramos desarrollar en esa dirección realmente sería el fruto de nuestro propio espíritu, ¿no es verdad? Pero el apóstol se refiere al espíritu de Dios, no al nuestro. ¿Cómo, entonces, surte efecto?

      12. ¿De qué manera manifiestan las Escrituras que el amor de Dios nos afecta y opera dentro de nosotros?

      12 Primero, cuando comenzamos a aprender la verdad, es el gran amor a Dios el que nos atrae, su benignidad y bondad. A medida que aprendemos más acerca de la verdad, más aprendemos a apreciar el amor altruísta de Dios hasta que llegamos al punto en que respondemos a su invitación: “¡Hijo mío, dame tu corazón!” (Pro. 23:26) Eso significa que con el espíritu de devoción nos dedicamos a Jehová para hacer su voluntad, y así llegamos a ser cristianos verdaderos. Obviamente eso no es a causa de amor que hayamos desarrollado de nuestra propia iniciativa. Más bien, como Pablo dice, es “porque el amor de Dios ha sido derramado dentro de nuestro corazón por medio del espíritu santo.”—Rom. 5:5, NM.

      13. ¿Cómo afecta este amor nuestra relación con nuestros hermanos?

      13 Al mismo tiempo comprendemos que hemos sido traídos a asociación con otros que han procedido de la misma manera y han dado los mismos pasos. Estos por lo tanto son compañeros cristianos con nosotros y, en este día, todos somos miembros juntos de la sociedad del Nuevo Mundo. Nuestra relación con estos hermanos y hermanas nuestros sigue natural y lógicamente, así como el fruto es un producto natural, y no forzado o manufacturado. En apoyo de esto Juan escribe: “El amor consiste en esto, no que nosotros hayamos [primero] amado a Dios, sino que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como sacrificio propiciatorio para nuestros pecados. . . . [y] si Dios nos amó de esta manera, entonces nosotros mismos estamos obligados a amarnos unos a otros” del mismo modo ardiente, bondadoso, altruísta. (1 Juan 4:10, 11, NM) Naturalmente, debemos amarnos unos a otros. Cuando llegamos a ser cristianos verdaderos, con el corazón lleno del amor de Dios y la mente llena del conocimiento y la esperanza del Reino, pues, inevitablemente eso debe cambiar y transformar nuestra entera vida y disposición.

      14. ¿Recalcan las Escrituras la responsabilidad personal en cuanto al fruto del espíritu?

      14 ¿Hay alguien que al leer esto obtenga la impresión de que el dar el fruto del espíritu es asunto sumamente sencillo y fácil? Pues no, no lo es. Aunque este fruto no es asunto de autocultivación, no significa ni por un momento que todo lo que tenemos que hacer es sentarnos y abandonarnos en las manos de Dios, inertes y acomodadizos. Como dijimos antes, consigamos el debido punto de vista en cuanto a nosotros mismos y la parte que nos toca desempeñar. En la ilustración de la vid Jesús dijo: “Mi Padre es el cultivador.” (Juan 15:1, NM) Sí, Jehová es el gran Cultivador de fruto de todo el fruto del Reino, y todo el crédito es para él. Bajo su dirección, sin embargo, nosotros hacemos algún trabajo de cultivación, como Pablo manifiesta, a manera de plantar y regar y desyerbar, pero jamás olvidemos que es “Dios que lo hace crecer.” Sin embargo, como el apóstol continúa, aunque individualmente no somos nada en nosotros mismos “cada uno siga cuidando” cómo está llevando a cabo sus responsabilidades, porque “la obra de cada uno se hará manifiesta, porque el día [este día de juicio] la pondrá al descubierto.”—1 Cor. 3:6, 7, 10, 13, NM.

      15. ¿Cuál es nuestra responsabilidad individual y cuál es la mejor manera de cumplirla?

      15 Entonces, ¿qué, exactamente, es nuestra parte en cuanto al cultivo del fruto del espíritu en lo que toca a amor? Esa pregunta no es difícil de contestar. A medida que apreciamos más y más lo que el amor verdadero es, como se ve en Jehová, la mismísima fuente de amor, y al llegar a estar siempre más cerca de él en la unión con él, entonces tenemos un deseo profundo y ardiente de expresar esa misma cualidad. Así es el amor. Quiere expresarse, quiere ser activo. Es altruísta, de modo que deseamos ver que otros disfruten y participen de las mismas cosas que significan tanto para nosotros. Y ahora preguntamos: ¿Cómo puede el amor llegar a su fruto pleno de mejor manera que mediante el que participemos tan plena y estrechamente como nos sea posible con ese cuerpo de personas dedicadas que Jehová ha recogido en una sociedad del Nuevo Mundo? Y ¿cómo podemos obedecer de mejor manera el mandato de “háganse imitadores de Dios, como hijos amados y sigan andando en amor” que mediante el asistir y activamente participar en todas las reuniones de nuestra congregación local y en las diferentes actividades del servicio del campo directo? Al proceder de esta manera, ¡cuán infinitas y excelentes oportunidades tenemos de ejercer amor, benignidad y bondad altruístas y parecidos a los de Dios! Pues, no hay límite, porque, como Pablo dijo: “Contra tales cosas no hay ley” que diga: ‘Usted no puede seguir más allá en esta dirección.’—Efe. 5:1, 2; Gál. 5:23, NM.

      16. ¿Cuáles son nuestras obligaciones como miembros de la sociedad del Nuevo Mundo?

      16 Note usted, esto es muy diferente de sólo ir a las reuniones para obtener una bendición, sentándose allí silenciosamente semana tras semana y simplemente absorbiendo todo lo bueno, u ocupándose en la obra de servicio como un asunto de rutina por un sentido del deber. Estamos de acuerdo, los árboles frutales embeben todo lo bueno que pueden del sol, el aire y la tierra. Pero ¿por qué? Para que puedan dar fruto para el beneficio y refrigerio de otros. Y eso aplica al fruto de nuestra vida cotidiana y disposición, así como al fruto de la predicación del Reino. Nuestra personalidad debe ser disfrutada y apreciada por nuestros compañeros cristianos y por personas del mundo dispuestas a lo decente, también, con motivo de dichas cualidades excelentes. ¿Se disfruta de su personalidad por ese motivo?

      17. ¿Qué se da a entender por “viviendo por espíritu y “andando ordenadamente también por espíritu”?

      17 En apoyo de la idea de que la mejor manera de producir el fruto del espíritu es mediante el participar tan plenamente como sea posible con el pueblo recogido de Dios, consideremos otra vez la expresión ya citada: “Si estamos viviendo por espíritu, continuemos andando ordenadamente también por espíritu.” (Gál. 5:25, NM) Allí tenemos el secreto de nuestra parte en el cultivo y producción de este fruto deseable. El apóstol no dice nada acerca de un curso de entrenamiento por uno mismo mediante un proceso de ejercicio mental. No. Es un asunto de ‘vivir por espíritu’ y ‘andar ordenadamente también por espíritu.’ Eso significa vernos a nosotros mismos como un pueblo recogido, recogido a Sión, donde Jehová ha derramado su espíritu sobre su clase del siervo y donde ha puesto su palabra en nuestra boca y es nuestro Maestro, enseñándonos, no individualmente, sino como pueblo, a vivir por espíritu, su espíritu. Entonces, con nuestros pies puestos en el camino correcto, el asunto es lograr progreso constante, ordenado, bajo dirección teocrática y, no tema, el fruto del espíritu será producido para alabanza de Jehová y la bendición de otros y para nuestra propia salvación para vida en el nuevo mundo.—Isa. 54:13; 59:21.

      18. ¿De qué maneras prácticas nos ayuda la organización en este asunto?

      18 De parte de lo práctico, la organización de Jehová suministra muchas ayudas para andar ordenadamente y lograr buen progreso. Mediante La Atalaya y el Informador, también las reuniones donde se consideran las verdades y el consejo contenido en estas publicaciones, de continuo se nos ayuda, tanto por estímulo como por corrección, a ver claramente y apegarnos al debido modo de proceder en cuanto a comportamiento y servicio. En estos tiempos malos y críticos a menudo encontramos problemas que nos hacen preguntarnos justamente qué actitud debemos adoptar y de qué manera debemos proceder. En este sentido, también, nos es de verdadero beneficio el apegarnos estrechamente a la organización, porque mediante ella se suministran en este día, como en el día del apóstol, siervos maduros y confiables, cuya conducta y disposición ponen un buen ejemplo y los cuales están allí con el mismísimo propósito de ayudarnos, aunque su consejo no siempre sea lo que queríamos o pensábamos que íbamos a recibir. Como Pablo escribió a los filipenses: “Hasta donde hemos progresado, sigamos caminando ordenadamente en esta misma rutina. Unidamente háganse imitadores de mí, hermanos, y vigilen a los que andan de la manera que va de acuerdo con el ejemplo que ustedes tienen en nosotros.”—Fili. 3:16, 17, NM.

      19. ¿Es posible y necesario un cambio de personalidad al hacerse uno cristiano?

      19 Al concluir esta parte de nuestra discusión, queremos decir unas cuantas palabras más acerca del cambio de disposición y personalidad que ya ha sido mencionado. Esto es algo que cada uno de nosotros debe entender claramente. A ninguno de nosotros le conviene decir: ‘Bueno, no creo que hubiera algo muy malo acerca de mi conducta o personalidad antes de entrar en la verdad. No veo ninguna gran necesidad de hacer algún cambio en particular. Después de todo, tenemos que ser naturales, ¿no es verdad?’ Está bien, admítase que su vida cotidiana era tan buena y su personalidad tan encantadora como deben haber sido en el caso de aquel rico y bien educado gobernante joven a quien Jesús amó, y quien sinceramente guardaba todos los mandamientos desde su juventud, y quien quiso saber qué faltaba. ¿Recuerda usted lo que faltaba? Pues, le faltaba la mismísima esencia del fruto del espíritu, el amor altruísta. (Mar. 10:17-22) Así que, ¡venga! Seamos honrados con nosotros mismos y humildes ante Jehová. Cada uno de nosotros debe ponerse lado a lado con sus hermanos de Éfeso a quienes Pablo escribió: “Deben despojarse de la vieja personalidad [el antiguo propio yo egotista] que se conforma a su manera de proceder anterior y que está corrompiéndose conforme a sus deseos engañosos; pero . . . [sean] renovados en la fuerza que impulsa su mente, y deben revestirse de la nueva personalidad que fué creada [no desarrollada por uno mismo] de acuerdo con la voluntad de Dios en verdadera justicia y bondad amorosa.”—Efe. 4:22-24, NM.

  • Andando en buen comportamiento
    La Atalaya 1955 | 15 de abril
    • Andando en buen comportamiento

      “Andemos en buen comportamiento.”—Rom. 13:13, NM.

      1. ¿Dónde hallamos la fuente y el conducto del fruto del espíritu? ¿Cómo debe afectarnos el aprecio de esto?

      LO QUE se ha considerado hasta ahora tocante al fruto del espíritu en general, y concerniente al amor en particular, también aplica a las otras cosas mencionadas. En cada caso se ve que estas otras cualidades primero son inherentes en Jehová con excelencia superlativa. También se ven en su amado Hijo, Cristo Jesús, con plena perfección. Y a medida que vemos, mediante un conocimiento acertado de la verdad, la maravillosa demostración que Jehová ha hecho de estas cualidades en todos sus tratos, llegamos a admirarlas y en cada caso queremos ‘hacernos imitadores de Dios, como hijos amados, y seguir andando’ en ellas, manifestándolas en nuestros tratos, también, con todos aquellos con quienes nos ponemos en contacto. Como dijo Pablo al fin de su carta a los gálatas: “Mientras tengamos tiempo favorable para ello, obremos lo que es bueno para con todos, pero especialmente para con los que están relacionados con nosotros en la fe.”—Efe. 5:1, 2; Gál. 6:10, NM.

      2. ¿Por qué se menciona primero el amor en la lista de Gálatas 5:22, 23?

      2 Entonces, demos un vistazo breve a estas otras cualidades, todas las cuales constituyen el fruto del espíritu. Sin embargo, es indiscutible que ‘la mayor de éstas es el amor.’ Es el móvil principalísimo,

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