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  • ¿A qué se deben las diferencias de raza?
    ¡Despertad! 1973 | 22 de mayo
    • tiempo ha venido una inestimable familiaridad con la geografía de la región ártica y las costumbres de los animales que les proveen muchas de las necesidades.

      Pero, ¿no está el esquimal protegido del frío por un metabolismo más alto heredado? No. Aunque el metabolismo del esquimal es a veces un tercio más alto que el de los extraños que vienen a sus fríos alrededores, no es heredado, sino de naturaleza dietética. Sin su habitual dieta de carne alta en proteínas, la proporción metabólica del esquimal desciende en cuestión de días.

      Con relación a esto y a otras aparentemente adaptaciones “innatas,” los evolucionistas J. F. Downs y H. K. Bleibtreu declaran en Human Variation (1969):

      “Podemos ver que los esquimales han desarrollado muchos recursos culturales para habérselas con el frío . . . Su nariz angosta, y la de ciertos pueblos vecinos en Siberia, ha sido llamada una adaptación que les ayuda a evitar la inhalación de grandes cantidades de aire frío dentro de sus pulmones. El hecho de que alguna gente vive en climas igualmente fríos sin este rasgo sugiere que su importancia en la adaptación es solo supuesta. De igual manera, se dice que la nariz ancha que con frecuencia se encuentra en África, Australia, y Nueva Guinea es un recurso para enfriar el aire; pero gran parte de Australia es muy fría de noche y las regiones montañosas de Nueva Guinea nunca son excesivamente calientes. En África, una vez que buscamos más allá de los estereotipos, encontramos una variedad de anchuras de nariz . . . Por consiguiente, hablando en general, las adaptaciones biológicas al frío no son bien entendidas y parece que, en donde sí existen, son ajustes fisiológicos de corta duración... no alteraciones genéticas que evolucionaron por medio de la selección natural.”—Páginas 201-203.

      Pero, ¿qué hay acerca del color de la piel? ¿No ha sido esto el resultado de la evolución de manera que el hombre negro, por ejemplo, está mejor adaptado para los trópicos? Note la respuesta del médico biólogo londinense Alex Comfort:

      “Podemos suponer que el color de la piel es o fue una adaptación, pero el hecho es que en la actualidad, con excepción de los individuos blancos que se queman sin tostarse, ninguna raza parece contar con una señalada ventaja o desventaja debido a su color en sus encuentros con el calor o la luz solar. La única excepción es la levemente superior resistencia al cáncer de la piel en la gente de piel morena sobre las partes del cuerpo expuestas al sol. Aparte de esto y del hecho de que no sufren de quemaduras de sol, los negros no tienen ninguna gran ventaja en soportar el calor en comparación con los hombres blancos adaptados.”

      Sin embargo, la gente de piel blanca, recién llegadas a los trópicos, a menudo tienen problemas debido a no estar acostumbradas al modo de vivir y a la variedad de enfermedades que se encuentran allí. Los nativos adaptados a este modo de vivir, pueden medrar allí.

      El propósito de Dios y las razas

      Con seguridad, Jehová, el Hacedor del hombre, conoce las maravillosas posibilidades genéticas y culturales del hombre. Él originalmente se propuso que el hombre extendiera sus actividades y llenara la Tierra. Cuando los hombres, contrario a su decreto expreso, trataron de concentrarse alrededor de la torre de Babel, Dios confundió sus idiomas y de todos modos fueron esparcidos por la Tierra.—Gén. 9:1, 2; 11:1-9.

      De ahí en adelante, a medida que los hombres se dispersaron y, en ciertos casos, quedaron aislados los unos de los otros, aparecieron diferencias debido a la genética. Pero la capacidad del hombre de educarse según su ambiente, su adaptabilidad cultural, le ha permitido establecerse virtualmente en cualquier lugar.

      Además, en la grandiosa providencia de Dios, adondequiera que estas “razas” de hombres fueran, con el tiempo aprenderían de los propósitos de Dios para el hombre. Como resumió el apóstol Pablo:

      “[Dios] hizo de un solo hombre toda nación de hombres, para morar sobre la entera superficie de la tierra, y decretó las sazones señaladas y los límites fijos de la morada de los hombres, para que busquen a Dios.”—Hech. 17:26, 27.

      En la actualidad, los testigos de Jehová están enseñando el propósito de Dios a hombres que ‘buscan a Dios’ en unos 208 países e islas del mar. ¿No ha oído usted de su genuina hermandad cristiana internacional? ¿Y de su falta de discriminación racial? Permítales que le muestren cómo estar entre la “grande muchedumbre, que nadie podía contar, de todas las razas y tribus y pueblos y lenguas . . . [que claman con voz fuerte:] ‘La salvación pertenece a nuestro Dios que se sienta en el trono y al cordero.’”—Rev. 7:9, traducción de Byington.

  • Lo que es ser enfermera
    ¡Despertad! 1973 | 22 de mayo
    • Lo que es ser enfermera

      Según fue relatado a un redactor de “¡Despertad!”

      NACÍ en Jamaica en las Antillas y allí comencé mi carrera de enfermera para fines de la década de 1940, cuando todavía era una adolescente. Así es que por veinticuatro años he estado trabajando de enfermera, tanto en Jamaica como en los Estados Unidos.

      He cuidado a miles de pacientes afligidos con prácticamente toda clase de enfermedad y dolencia imaginable. He trabajado en la sala de operaciones, atendido a víctimas de accidentes que estaban mutiladas y magulladas, consolado a los moribundos, y realizado veintenas de otras tareas propias de las enfermeras. Muchas veces he conocido la tristeza y la frustración, así como el júbilo y las alegrías, comunes a las enfermeras.

      Con frecuencia me han preguntado: “¿Por qué escogió esta profesión? Yo nunca podría ser enfermera.” O uno quizás oiga: “Hay que nacer para ser enfermera.” Pero, ¿es eso cierto?

      Tal como con otros trabajos, se requiere educación y entrenamiento considerables para ser una buena enfermera. También se requiere valor, y un verdadero deseo de ayudar al prójimo. El estar en buen estado de salud, también, es importante, pues uno está expuesto a enfermedades contagiosas. Pero una buena enfermera mostrará compasión especial por sus pacientes, y dará de sí misma para satisfacer sus necesidades.

      No obstante, esto es mucho más fácil de decir que de hacer. Porque una enfermera puede, día tras día y semana tras semana, cuidar de los que sufren o aun de los que agonizan. Esto la puede endurecer, haciendo que se vuelva indiferente hacia las necesidades de los pacientes. Pero eso no tiene que suceder. Hay enfermeras que se conmueven profundamente por la condición de sus pacientes.

      Puedo recordar, por ejemplo, a una paciente joven que tuve hace algunos años en el Hospital Carson Peck Memorial de Brooklyn, Nueva York. Era una persona amable, de solo unos treinta y seis años de edad. Unos tres años antes, le habían extirpado un pecho canceroso, y ahora había tenido otra operación de cáncer. Al mirarla, una nunca hubiera sabido que estaba enferma. Pero su cuerpo estaba lleno de cáncer.

      Realmente sentí compasión por ella, porque tenía una voluntad muy grande de vivir. No creo que ella llegó a aceptar el

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