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María, la madre de JesúsLa Atalaya 1951 | 15 de enero
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defender su enseñanza de que María nunca dejó de ser virgen hasta ha tomado la libertad de añadir a la Biblia. Una breve comparación de dos versiones católicas sirve para poner esto de manifiesto. En Lucas 1:34 donde María le pregunta a Gabriel, “¿Cómo podrá ser esto, pues que yo no conozco varón?” (versión de Nácar-Colunga), la versión de Torres Amat se atreve a interpolar “ni jamás conoceré”. Luego en Mateo 1:25 Nácar-Colunga correctamente dice que José “no la conoció hasta que dió a luz a su hijo”, pero Torres Amat suprime esta verdad de que José no conoció a María hasta después que nació Jesús, diciendo: “Y sin haberla conocido o tocado, dió a luz su hijo primogénito.” No es sin significado que también Lucas 2:7 llama a Jesús su “hijo primogénito”.
Como una buena madre María enseñó e instruyó diligentemente a sus hijos en justicia. Sabía el proverbio: “Críese al niño en el camino en que debe andar, y cuando fuere viejo no se apartará de él.” (Pro. 22:6) Estudiosamente se instruyó en las Escrituras inspiradas, como se demuestra en su expresión espontánea cuando se encontró con Elisabet. (Luc. 1:46-55) En esa ocasión repitió los sentimientos del canto de Ana, y mostró un buen conocimiento de los salmos, escritos históricos y proféticos, y libros de Moisés. (1 Sam. 2:1-10; Gén. 30:13; Pro. 31:28; Mal. 3:12) Los acontecimientos y dichos proféticos los aprendió de memoria, los atesoró en su corazón, los consideró en su mente, y estuvo equipada así para dar instrucción paternal al jovencito Jesús.—Luc. 2:19, 33.
Cuando sólo era un muchacho de 12 años de edad, Jesús asombró a los doctores sabios del templo con la enseñanza de las Escrituras que había recibido en casa. Sin embargo, las circunstancias en las que Jesús se separó de sus padres en ese tiempo de pascua le ocasionaron reprensión de su madre. “Hijo, ¿por qué has hecho así con nosotros? ¡He aquí que tu padre y yo te hemos buscado angustiados!” El jovencito Jesús defendió su actividad predicadora, y estas palabras también las guardó María en su memoria. Sin embargo, Jesús aprendió y ejerció obediencia a sus padres, porque “descendiendo con ellos, vino a Nazaret; y les estaba sujeto”.—Luc. 2:42-52.
MARÍA COMO DISCÍPULA DE JESÚS
La mansedumbre y la pureza del corazón y mente de María, su amor y devoción sinceros a Dios, la ausencia de cualquier ambición egoísta de brillar por causa de su asignación de servicio singular, todas se manifiestan en el hecho de venir a ser discípula devota de Jesús. Examine las Escrituras y usted no la hallará con una aureola, sentada en un trono como “reina madre” o “madona”, bañándose en la reflejada gloria de Cristo. Más bien la verá usted lejos en el último término fuera del proyector público.—Juan 2:12; Mat. 13:53-56.
Jesús impidió cualquier cosa semejante a la “hiperdulía” o mariolatría pagana entre sus seguidores. “Y aconteció que mientras él decía estas cosas, una mujer de en medio de la multitud, levantando la voz, le dijo: ¡Bienaventurado el seno que te trajo, y los pechos que mamaste! Mas él dijo: Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan.” (Luc. 11:27, 28; Va; TA; BC) De nuevo, en la fiesta de bodas Jesús le dijo a María, “Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo?” (Juan 2:4) Hoy en día podríamos decir, ‘¿Qué tiene eso que ver contigo?’ Las traducciones modernas dicen: “Deja el asunto en mis manos.” (Wéymouth) “No trates de dirigirme.”—UTA.
Cuando uno de los oyentes de Jesús interrumpió su predicación para decir que su madre y sus hermanos estaban afuera y deseaban hablarle, Cristo sencillamente señaló hacia sus discípulos y dijo: “He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, éste es mi hermano, y hermana, y madre.” (Mat. 12:46-50; Mar. 3:31-35; Luc. 8:19-21) ¡Verdaderamente, Jesús nunca haría una comparación como ésta a menos que tuviera en realidad hermanos y hermanas naturales, hijos de su madre!
De manera que el privilegio y felicidad singulares de que gozó María fueron primeramente el dar en nacimiento el cuerpo humano de Jesús, después criar y enseñar al niño, y finalmente, por medio de la relación con Dios mediante la fe, llegar a ser discípula y hermana espiritual de Cristo. Nuestra última ojeada referente a María en la Biblia no nos la muestra siendo reverenciada y adorada como “Nuestra Señora”, la “Virgen Bendita”, sino más bien la vemos en un aposento alto junto con otras mujeres fieles y los apóstoles y con sus otros hijos, adorando a Dios y a su Hijo Cristo Jesús. (Hech. 1:13, 14) Con el curso del tiempo murió ella, regresando su cuerpo al polvo, y, como los demás cristianos primitivos, esperó hasta el debido tiempo de Dios para levantada como una criatura espiritual para vida en el cielo.—1 Cor. 15:44, 50; 2 Tim. 4:8; Apo. 11:15-18.
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El libro más agradableLa Atalaya 1951 | 15 de enero
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El libro más agradable
Un testigo de Jehová que trabaja como electricista en una de las tiendas grandes de Dayton, Ohío, fué invitado por el director del periódico editado por la tienda a escribir un informe constando de unas cien palabras acerca del libro que más le había agradado de los que había leído recientemente. Escribió el informe, lo publicaron, y otros trabajadores comentaron favorablemente. Colocó muchos folletos tratando de temas bíblicos. Varios clérigos vinieron a la tienda para hablar con el escritor del informe, pero perdieron todo interés cuando el director les informó que el señor que escribió el artículo era testigo de Jehová. El informe fué reimpreso en otros periódicos. Un compañero de trabajo le contó al escritor que tenían dificultades con el ministro de su iglesia porque siempre estaba predicando acerca de la política desde el púlpito, y que se había celebrado una reunión especial en la cual él leyó dicho informe sobre el libro, y entonces este compañero de trabajo le dijo al ministro: “¡Mire lo que un electricista nos puede decir gratis, mientras que a usted le pagamos un sueldo grande y no oímos nada más que la política!” A continuación se presenta el informe que el testigo de Jehová escribió acerca del libro:
“Jamás acabaré de leer este libro en toda mi vida. Comienza con la destrucción de un hermoso hogar por la rebelión. La tragedia, el desastre, la tristeza, el homicidio y la muerte luego vienen. Al ir multiplicándose la familia, su descenso precipitado en la desesperanza y oscuridad aumenta en velocidad. Un siglo tras otro pasan, naciones suben y caen, miles de personajes pasan ante sus ojos, y se encuentra toda emoción humana, desde el odio más brutal e inflexible al amor de mártir. La esperanza, que empieza como una pequeña chispa, crece hasta llegar a ser seguridad absoluta. Un gobierno perfecto va a restablecer el hermoso hogar. Su gobernante es el Rey, Cristo Jesús. El gobierno, el Reino de Dios. La familia, la raza humana. El libro—¡la Biblia!”
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