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  • Matrimonios en que ambos cónyuges trabajan por salario... los desafíos a que se encaran
    ¡Despertad! 1985 | 8 de febrero
    • Por eso algunos esposos se deprimen mucho, o se hacen hipercríticos, y se quejan de que sus esposas se han vuelto demasiado independientes o que el hogar simplemente no está tan limpio como antes.

      Y si la esposa gana más que el esposo u obtiene un puesto de alta categoría, ¿cuál puede ser el resultado? La revista Psychology Today afirma: “En el caso de algunos esposos cuyos logros son inferiores a los de sus esposas, la muerte prematura debido a enfermedad cardíaca es 11 veces más frecuente que lo normal”. La publicación The Journal of Marriage and the Family informó además que cuando las esposas tenían una ‘consecución profesional superior’, “tales matrimonios tenían mayor probabilidad de terminar en divorcio”a.

      No obstante, las esposas mismas tienen que luchar a veces contra el resentimiento. Aunque conozcan bien la crisis económica del esposo, puede que aún se pregunten: ‘¿Por qué tengo que trabajar yo? ¿No debería él cuidar de mí?’. Además, quizás se vea atormentada por lo que el doctor Martin Cohen, sicólogo, llama la mayor fuente de tensión entre las mujeres que trabajan... “el sentimiento de culpabilidad por no estar haciendo lo suficiente... por no ser tan buena esposa y madre como lo era su propia madre”.

      Por consiguiente, el aceptar las realidades económicas que obligan a trabajar por salario tanto al esposo como a la esposa quizás sea el primer desafío al que se encaren. Pero ciertamente no es el último.

      “Tuyo”, “mío”... ¿de quién?

      Más de una tercera parte de las 86.000 mujeres que participaron en una encuesta dijeron que el mayor problema de su matrimonio era: ¡el dinero! Un artículo de la revista Ladies’ Home Journal dijo: “El tema del dinero [...] convierte en locos delirantes a hombres y mujeres que en otros respectos están en su sano juicio”. Cierto esposo dijo: “Nuestro peor problema era el dinero. El mero hecho de que éste nos faltara, su carencia absoluta y agobiante”. Es cierto que un segundo salario pudiera aliviar esta presión, pero a menudo también crea nuevos problemas.

      Ed, esposo joven, explica: “A principios de nuestro matrimonio, Ronda estaba ganando aproximadamente la misma cantidad de dinero que yo. Y cuando ella empezó a ganar más dinero que yo, en la subconsciencia tuve la impresión de que ella era mejor que yo”. Parece que el segundo salario también hace que el “equilibrio de fuerzas” favorezca a la esposa. Es comprensible que a ella quizás le parezca que ahora tiene derecho a mayor voz en la manera como se debe gastar el dinero.

      Sin embargo, los hombres están poco dispuestos a compartir el control de esa esfera. “Él hacía que yo le dijera, cada día, cuánto dinero necesitaba para el día —recuerda cierta esposa—. Y eso realmente me disgustaba.” El esposo que sea inepto en el manejo del dinero o que, todavía peor, desperdicie los fondos, aumenta dicho resentimiento. Cierta tanzanesa se quejó: “Se gasta el dinero en la bebida, no en nosotros ni en los hijos. Compartimos el trabajo, o hacemos la mayor parte de éste, pero él se queda con todo el dinero y nos dice que es de él... que él se lo ganó”.

      No obstante, no siempre es fácil llegar a un arreglo que satisfaga a ambos cónyuges. Por ejemplo, Ed y Ronda concordaron en poner ambos salarios en una sola cuenta bancaria. “Pero en lo que tocaba a los gastos —recuerda Ed—, los ojos de ella eran ‘más grandes’ que los míos. Mientras más dinero ella ganaba, más gastaba.” Y algunas esposas replicarían que el esposo es quien tiene los ojos ‘grandes’.

      Neveras vacías y calcetines sucios

      “Compartir los papeles.” Esto sonaba maravilloso en teoría. Se creía que cuando las esposas trabajaran, los esposos naturalmente harían su parte de los quehaceres domésticosb. ¡Quizás las mujeres finalmente podrían disfrutar del lujo de descansar después de un día de trabajo! Pero, lamentablemente, ¡hasta la fecha, el “compartir los papeles” ha resultado ser a menudo simple teoría!

      ¡Oh!, los hombres dicen que están dispuestos a ayudar. En cierta encuesta, 53 por 100 de los hombres a quienes se entrevistó no expresaron ninguna objeción a la idea de empujar una aspiradora. Pero ¿cuántos realmente lo hicieron? El 27 por 100. Su falta de acción ahogó sus palabras.

      En Canadá, unos investigadores hallaron igualmente que “en las familias en que las mujeres tienen empleo de tiempo completo, ellas aún dedican aproximadamente tres veces más tiempo a los quehaceres domésticos y al cuidado de los hijos” que sus esposos. (Las cursivas son nuestras.) El cuadro no es muy diferente en Europa ni en los países en vías de desarrollo. Así que las esposas que trabajan llevan la carga equivalente a dos empleos de tiempo completo. No es de extrañar, pues, que los autores de Mothers Who Work digan: “La cuestión más crítica en la vida de las madres que trabajan es el tiempo”.

      Durante las mañanas y las noches puede haber momentos de mucha agitación para la esposa que trabaja: despertar a los hijos y vestirlos, preparar el desayuno, apresurar a los hijos para que partan hacia la escuela, e irse al trabajo... solo para regresar luego y encontrar hambrientos a los hijos y al esposo, quien quizás se haya acomodado en su sillón favorito. Los investigadores de habla inglesa usan el término “role strain” para describir la tensión que resulta de desempeñar dicho papel. Para la esposa se trata de puro agotamiento. Cierta esposa dice: “Mi vida es como un delicado y bien construido castillo de naipes. Si algo no va bien, todo se desploma”. Y mientras más grande es la familia, mayor es la tensión que probablemente sienta la esposa que trabaja.

      A la mujer que trabaja tal vez le den ganas de gritar: ‘¡Esto no puede seguir así! ¡Algo tiene que suceder!’. Y con frecuencia lo que sucede es que se sacrifica la calidad al desempeñar los quehaceres domésticos. Cierta esposa recuerda: “En nuestra casa [la situación] llegó al punto en que nunca había suficiente alimento en la nevera o nadie podía encontrar calcetines limpios. Mi esposo se estaba enojando conmigo, pero finalmente me llevé las manos a la cabeza, me senté y me puse a llorar”.

      Hasta el matrimonio mismo puede sufrir. Otra esposa que trabaja dijo: “Tanto mi esposo como yo hallamos que nuestra relación no sufre porque nos falte el amor o el deseo, sino simplemente porque después que hemos cumplido con nuestras obligaciones para con el trabajo y los niños, frecuentemente nos queda poca energía que dedicar uno al otro”. Entonces, ¿cuál es la solución? ¿Cuál es la clave del éxito para las parejas que trabajan?

  • Parejas que trabajan... la clave del éxito
    ¡Despertad! 1985 | 8 de febrero
    • Parejas que trabajan... la clave del éxito

      NO CABE la menor duda... el que las parejas ganen dos sueldos puede producir tensión y agotamiento. Por lo tanto, es prudente que las parejas o los matrimonios calculen el costo —en sentido financiero, emocional y espiritual— cuando ambos cónyuges trabajan. (Véase Lucas 14:28.) No obstante, cuando las circunstancias requieren que ambos cónyuges mantengan la familia, los problemas que resultan no son insuperables. Muchas parejas están teniendo éxito en superarlos ¿Cuál es la clave de tal éxito? A menudo consiste en seguir los principios bíblicos.

      El consejo de la Biblia nunca pasa de moda. Hasta puede ayudarle a encararse mejor a la crítica situación económica de hoy día. Hace mucho la Biblia explicó que “en los últimos días se presentarán tiempos críticos, difíciles de manejar” (2 Timoteo 3:1-5). El hecho de que el hombre se dé cuenta de esto puede evitar que él crea que es un fracasado, cuando se le haga difícil hacer equilibrios para vivir.

      Y si una familia realmente necesita dos sueldos, la Biblia no condena el que la esposa trabaje. En realidad, muestra que la mujer fue creada para ser “ayudante” del hombre (Génesis 2:18). De modo que si la esposa ayuda por medio de ganar un sueldo que se necesita, el esposo no tiene que sentirse amenazado debido a esto. Al contrario, él debería sentirse impulsado a alabarla por los esfuerzos que ella hace, como lo hizo el esposo de la “esposa capaz” (Proverbios 31:10, 28). Sin embargo, ¿qué hay de algunos problemas específicos a que se encaran las parejas que trabajan, como el problema del manejo del dinero?

      Problemas financieros

      ‘No es justo —dijo cierto esposo refunfuñando—. El dinero que yo gano es para la familia. El dinero que ella gana es para ella.’ ¿Le suena esto como algo conocido? La escritora Susan Washburn hace esta observación: “Los conflictos sobre asuntos monetarios son frecuentemente medios de expresar otras tensiones en las relaciones”.

      Por ejemplo, muchas parejas pasan varias horas discutiendo sobre qué parte del dinero es “tuya”, “mía”, o “nuestra”. Sin embargo, el problema en tales casos no es un presupuesto deficiente, sino un punto de vista egoísta del matrimonio. Dios declaró que las parejas deben obrar como “una sola carne” (Génesis 2:24). Cuando se obedece este principio, ¿realmente importa qué parte de los fondos es “tuya” y qué parte es “mía”? De hecho, ¡Pablo señaló que los esposos y las esposas amorosos solo estarían ‘inquietos’ en cuanto a ganar la aprobación uno del otro! (1 Corintios 7:33, 34.)

      Otro problema matrimonial que puede manifestarse como una “disputa por el dinero” es la falta de comunicación. Una esposa se quejó: “Obrábamos independientemente uno del otro. Sencillamente nunca hablábamos acerca de lo que gastábamos hasta que llegaban las facturas. Entonces no hablábamos, discutíamos”. No obstante, considere nuevamente el principio bíblico de ser “una sola carne”. ¿No abarcaría esto también la comunicación? (Génesis 2:24.) La Biblia nos dice además que “el amor [...] no busca sus propios intereses”. (1 Corintios 13:4, 5.)

      Cuando los matrimonios siguen estos principios, a menudo cualesquier arreglos financieros pueden funcionar eficazmente. Después de sentarse y considerar los asuntos a fondo, algunas parejas deciden que cada cónyuge debe tener cierta cantidad de dinero y ser responsable de ciertas facturas. O quizás prueben el método de esta pareja: “Juntamos nuestro dinero, y la esposa es quien de hecho lleva la contabilidad y paga las facturas”. Sin embargo, el éxito de cualquier proyecto de esta índole no depende tanto del propósito del mismo como de la calidad del matrimonio de la pareja.

      No obstante, el libro Working Couples advierte acerca de otro peligro potencial: “El problema, en el caso de muchas parejas que trabajan, es que empiezan a querer ser ricos. Especialmente cuando no están acostumbradas a otro sueldo, éste les parece una panacea para todos sus problemas financieros”. Por lo tanto, las parejas con sendos sueldos tienen que tener claramente presente por qué están trabajando ambos. ¿No debería ser para mantener a la familia? (1 Timoteo 5:8.) La Biblia amonesta a los cristianos contra “el amor al dinero” y los anima a permanecer modestos en sus expectativas materiales (1 Timoteo 6:7-10). Hay menos probabilidad de que los gastos excesivos sean una manzana de discordia si las parejas no tienen ostentación material ni el “deseo de los ojos”. (1 Juan 2:16.)

      ¿Quién va a fregar los platos?

      “¿Quién nota si está limpia una sala de estar? —preguntan los sicólogos Marjorie y Morton Shaevitz—. Nadie. ¿Quién nota si está sucia una sala de estar? ¡Todos!” Sí, los quehaceres domésticos son indispensables, inevitables... y, a veces, no se aprecian. Por consiguiente, quién va a hacerlos puede ser una cuestión delicada.

      Por lo general la esposa termina por hacer la mayor parte de los quehaceres domésticos. Con todo, ¿qué sucede si ella comienza a resentirse de estoa? Pudiera abordar a su esposo y decirle con tacto, como lo hizo cierta esposa: “Mira, tenemos un problemita”. Muchas veces los esposos simplemente no saben lo que está implicado en el mantenimiento de una casa. Quizás pudieran resumir juntos lo que se tiene que hacer, y lo que sería bueno hacer. Tal vez algunas

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