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  • Duras realidades que afronta la mujer que trabaja
    ¡Despertad! 1981 | 22 de mayo
    • dice ella. “Estoy convencida de que una madre debe pasar tanto tiempo como sea posible con sus propios hijos. No quiero poner en peligro la unidad de mi familia por tener un dólar más.”

      Cuando a esta madre se le preguntó si le parecía que había alguna diferencia en su vida familiar como resultado de que ella hubiera dejado de trabajar, contestó enfáticamente: “He podido ver un gran cambio en mis hijos desde que dejé el empleo. Son mucho más francos conmigo. La comunicación entre nosotros ha mejorado. Mientras estuve trabajando pude darme cuenta de que mi hija estaba alejándose de mí. ¿Qué se podía esperar? Ella pasaba todo el día en casa de su abuela. Conozco a madres que trabajan fuera del hogar y ahora puedo ver una verdadera diferencia entre mis hijos y los de ellas.”

      Claro, fue necesario hacer ajustes cuando esta madre dejó de trabajar fuera de casa. Ella admite lo siguiente: “Tuvimos que dejar de gastar dinero en ciertas cosas. Mi gran debilidad es la ropa y he tenido que aprender a esperar hasta las ventas especiales en vez de simplemente comprar algo cuando se me antoja. Mi esposo se lleva el almuerzo en una bolsa ahora en vez de almorzar en un restaurante, y eso nos ayuda también.”

      Es verdad que no todas las madres que trabajan fuera de casa pueden darse el lujo de dejar el trabajo para pasar más tiempo con sus hijos. En ciertos casos el esposo ha perdido el empleo debido a las fluctuaciones económicas, y el único ingreso que la familia tiene proviene del trabajo de la esposa. Debido al aumento en el índice del divorcio en la mayoría de los países, aumenta la cantidad de madres que se ven obligadas a criar a sus hijos sin la ayuda de un cónyuge, y sin suficiente ayuda financiera del que era su esposo.

      Sin embargo, en muchos casos las esposas y madres están trabajando fuera de casa, no para que la familia pueda sobrevivir, sino simplemente para mantener el nivel de vida al cual la familia se ha acostumbrado. En este caso, particularmente, hay que hacer la pregunta: ¿Vale la pena?

      Robert Coles, siquiatra de niños, hizo el siguiente comentario acerca de la vida de familia en los Estados Unidos: “La vida familiar ha llegado a ser para muchas personas un asunto materialista: ¿Cuánto tiene la familia, y cuánto puede seguir teniendo desde el punto de vista material? La gente está viviendo muy cómodamente en el sentido de que tiene varios automóviles, un aparato de aire acondicionado y televisión; pero están destrozándose el alma unos a otros.” ¿No indica esto que hace falta un examen de prioridades?

      Mejor opción

      Nadie quiere ser pobre ni morir de hambre. Si uno se enfrenta a la alternativa de vivir en extrema pobreza o pasar hambre, sería insensato no trabajar para alcanzar un nivel de vida aceptable. Pero mucha gente hoy en día no está trabajando para ganarse su próxima comida, sino para comprarse un segundo automóvil, equipo estereofónico, un hogar de veraneo... la gente está destrozándose el alma para adquirir ciertas posesiones materiales.

      Esto recuerda un excelente consejo práctico que se dio hace más de 2.500 años. “No me des ni pobreza ni riquezas.” (Pro. 30:8) Tal como la pobreza produce frustración, degradación y miseria, el otro extremo de tener demasiadas posesiones materiales puede resultar en que uno excluya de la vida asuntos de más valor, como la familia o la adoración de Dios. Si hay personas que se están desgastando por pagar por un modo de vivir que les impide tener tiempo para sus seres queridos o para asuntos que refresquen el espíritu humano... ¿están esas personas realmente en mejor situación que la de aquellas a quienes oprime la pobreza?

      Usted probablemente disfrutará de más felicidad si, en vez de luchar desesperadamente por mantener un modo de vida de mayor opulencia, sacrifica unas cuantas cosas superfluas y se contenta con un modo de vivir más sencillo. En muchos casos, el no trabajar fuera del hogar elimina ciertos gastos que la esposa tendría que afrontar al tener un empleo. Por lo tanto, no se necesitaría “apretar el cinturón” tanto como se hubiera pensado, aunque esto varía según los casos.

      ¿Por qué no aprovechar el desafío envuelto en trabajar juntos como familia para ahorrar, de modo que haya menos gastos? El siquiatra Coles hace el siguiente comentario: “Los padres olvidan que quizás lo que los hijos necesitan, más que cualquier otra cosa, es disciplina y un sentido de estar comprometidos a algo que sea mayor que ellos mismos. Los hijos necesitan que de ellos se exija, así como que se les dé.” Por eso, ¿por qué no dejar que los hijos participen en los esfuerzos que haga la familia por eliminar gastos innecesarios, o en tratar con más cuidado las posesiones de la familia? Puede cultivarse un sentido de propósito y cooperación dentro del círculo familiar.

      Cuando se necesita que todo miembro de la familia desempeñe su papel en cuidar de las necesidades genuinas de la familia, el contribuir a esto produce un sentido de satisfacción. Pero el efecto es bastante diferente cuando una mujer se consigue un empleo simplemente porque se siente aburrida en casa, o por un interés mayormente personal.

      La verdadera felicidad no resulta de ganar suficiente dinero para que cada miembro de la familia pueda poseer su propio automóvil. Lo que proporciona verdadero contentamiento no es el tener una televisión o un aparato estereofónico en su propia habitación ni el poder comprar ropa nueva con mayor libertad. La vida consiste en mucho más que eso. Los intereses espirituales enriquecen la vida como jamás pueden hacerlo las posesiones materiales. Sea que a usted como mujer se le haga necesario conseguir empleo o no, su mayor felicidad resultará de ser rica en esos intereses espirituales.—Luc. 12:20, 21; Mat. 13:18-23.

  • La mofa del obispo tuvo malos resultados
    ¡Despertad! 1981 | 22 de mayo
    • La mofa del obispo tuvo malos resultados

      SUCEDIÓ en 1860. La Asociación Británica para el Adelanto de la Ciencia estaba en sesión en la Universidad de Oxford. Estaban presentes allí el evolucionista Thomas H. Huxley y un opositor enconado de la teoría evolucionista, el obispo Samuel Wilberforce. Sin embargo, Wilberforce arruinó todo lo bueno que pudiera haber tenido su argumento en contra de la evolución al hacer “una pregunta personal ofensiva acerca de los antecedentes símicos de Huxley.”

      Huxley reconoció que Wilberforce había arruinado la presentación de su argumento. Cuando le tocó responder, Huxley dijo: “Si . . . se me plantea la pregunta, en cuanto a si preferiría tener a un miserable simio como abuelo o a un hombre altamente dotado por la naturaleza y que tiene los medios de ejercer gran influencia, pero que emplea sus facultades y esa influencia simplemente para introducir la mofa en una seria consideración científica... sin vacilar declaro que preferiría al simio.”

      La mofa de Wilberforce tuvo malos resultados. Le habría ido mucho mejor si hubiera hecho caso del consejo bíblico: “El esclavo del Señor no tiene necesidad de pelear, sino de ser amable para con todos, capacitado para enseñar, . . . instruyendo con apacibilidad a los que no están favorablemente dispuestos.”—2 Tim. 2:24, 25.

      El cristiano verdadero no solo tiene la Palabra inspirada de Dios como prueba de creación por un Creador personal que es todopoderoso y omnisapiente, sino que también tiene todos los hechos incontrovertibles del mundo natural como apoyo de su creencia firme en que ha habido creación divina.

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