BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
Español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • La prosperidad material... una meta universal
    ¡Despertad! 1982 | 22 de marzo
    • La prosperidad material... una meta universal

      “SE DICE que la religión de la nación es el consumo de artículos materiales. Todos los estadounidenses deben querer ser ricos, y la cultura se basa en la comodidad y el placer. . . . El materialismo de la cultura estadounidense se difunde en todo aspecto de la vida.” Se informa que este es el punto de vista que actualmente se presenta en los libros de texto de las escuelas francesas en cuanto a la vida en los Estados Unidos.a

      Se reconoce que esta valoración es algo exagerada, pero sin duda tiene algo de verdad. El nivel de vida de los Estados Unidos ha llegado a ser el criterio por el cual se mide el éxito económico de todo país. Solo unas cuantas otras naciones (tales como Suiza y Suecia) pueden jactarse de tener un nivel de vida similar. Estas cuantas naciones favorecidas han llegado a ser objeto de envidia de muchos otros países, incluso los países comunistas.

      “Salarios más altos,” “menos horas de trabajo” y “mejores condiciones de vida.” Estas son las demandas de la clase obrera de todos los países, sin importar que su sistema de gobierno sea capitalista, socialista o comunista.

      En lo que se refiere a la actitud de la gente para con la vida, la palabra “materialismo” ha sido definida como “la doctrina de que la comodidad, el placer y la riqueza son las únicas o las supremas metas o valores.” ¿Quién puede negar que gran parte del género humano ha adoptado tal parecer materialista tocante a la vida? Para muchos, la prosperidad material se ha hecho el sinónimo de la felicidad. Parece que ha llegado a ser la meta universal que se debe alcanzar. Pero, ¿por qué medios?

      Muchas personas de los países industriales sinceramente creen que el sistema capitalista ofrece la mejor esperanza para lograr la prosperidad y la felicidad. Ellos están a favor de la libertad de empresa, en la que el estado se interpone lo menos posible.

      Millones de otras personas están convencidas de que el capitalismo favorece a unos pocos, en detrimento de la mayoría de la gente. Prefieren el comunismo, un sistema económico y político fundado en el principio de que el estado o la comunidad tiene la posesión o el dominio de toda propiedad. Están dispuestas a renunciar a ciertas libertades con tal que el estado les garantice la prosperidad material.

      Entre estos dos grupos se encuentran otros millones de personas para quienes el camino a la prosperidad material y a la felicidad no está en seguir ni el capitalismo ni el comunismo. Estas personas reconocen las desventajas del sistema capitalista, pero también se dan cuenta de los peligros del comunismo. Por medio de reformas, esperan realizar una sociedad igualitaria democrática en la cual el estado planifica y controla los principales medios de producción. Estas personas son socialistas, que se llaman por los nombres Socialdemócratas, Laboristas, defensores del Estado Benefactor y así por el estilo.

      El repasar brevemente la historia del capitalismo, el comunismo y el socialismo, y los logros que estos sistemas han efectuado, nos ayudará a determinar si uno de estos sistemas puede producir felicidad verdadera.

  • ¿Pueden éstos producir felicidad verdadera?
    ¡Despertad! 1982 | 22 de marzo
    • ¿Pueden éstos producir felicidad verdadera?

      ¿el capitalismo? ¿el comunismo? ¿el socialismo?

      EL BUSCAR la felicidad por medio de la prosperidad material no es una idea nueva. Fue el modo de vida de muchos griegos y romanos de la antigüedad. Pero esta idea no tuvo buena acogida durante toda la edad media. ¿Por qué? Principalmente por razones religiosas.

      La religión dominaba todo aspecto de la actividad humana en la sociedad medieval. La Iglesia Ortodoxa de Oriente y la Iglesia Católica Romana consideraban que la pobreza era una virtud. Era una “prueba” que los pobres tenían que aceptar. Los ricos eran ricos y los pobres eran pobres a causa de lo que se consideraba que era un arreglo ordenado por Dios. La pobreza voluntaria se consideraba algo “santo,” y el derecho canónico condenaba la “usura” (el prestar dinero por ganancia).

      Pero, mientras condenaban a los prestamistas judíos, los cabildos de las catedrales católicas prestaban dinero y cobraban intereses altos. El papado mismo se convirtió en “la mayor institución financiera de la edad media.” Este arreglo continuó durante gran parte del período del orden feudal eclesiástico.

      El nacimiento del capitalismo

      Con la desintegración del sistema feudal hubo un aumento en el comercio entre los pueblos y las ciudades. Aumentó también el comercio entre las naciones. Las ideas circularon más libremente, en particular después que se inventó la imprenta. La influencia que ejercía la Iglesia Católica comenzó a debilitarse.

      El catolicismo de la edad media había sido el mayor obstáculo al desarrollo de un sistema económico nuevo. Sin embargo, hacia el fin de la edad media grupos que empleaban una forma capitalista de comercio, de manufactura y de banca habían estado creciendo aquí y allá dentro de la mismísima cristiandad católica. Este fue el caso de ciudades católicas como Venecia en Italia, Ausburgo en Alemania y Amberes en Flandes.

      Entonces, en el siglo dieciséis se desató la Reforma Protestante. Aunque sería una exageración decir que la Reforma engendró al capitalismo, sí puede decirse que liberó ideas que dieron un impulso decisivo al capitalismo. Entre otras cosas, gracias al Calvinismo la ganancia legal que se obtenía en los negocios ya no llevaba el estigma de que se le considerara “usura.” Además, ciertas creencias de los protestantes proporcionaban el incentivo para que las personas trabajaran duro de modo que tuvieran éxito en la vida y así demostraran que estaban entre los “elegidos.” El éxito en los negocios se consideraba un indicio de que uno tenía la bendición de Dios. La riqueza que resultaba de esto llegaba a ser el “capital” que uno podía invertir en su propia empresa comercial o en alguna otra. Así, la ética protestante que hacía hincapié en el trabajar fuerte y en la economía contribuyó a la expansión del capitalismo.

      No es sorprendente que la economía capitalista se haya desarrollado más rápidamente en los países protestantes que en los estados católicos. Pero la Iglesia Católica rápidamente recuperó el tiempo perdido. Permitió que el capitalismo se desarrollara en los países donde ella era poderosa, y se convirtió en una organización capitalista extremadamente rica por derecho propio.a

      Indudablemente, cuando se compara con el sistema feudal, el capitalismo trajo un mejoramiento, aunque sea solo en el sentido de proporcionar más libertad a la clase obrera. Pero también trajo consigo muchas injusticias. La brecha entre los ricos y los pobres fue haciéndose más grande. En el peor de los casos resultó en explotación y en la lucha entre las clases sociales. En el mejor de los casos produjo, en algunos países, una sociedad opulenta de consumidores que, desde el punto de vista material, lo poseían todo. Pero también ha producido un vacío espiritual, y no ha producido felicidad verdadera y permanente.

      ¿Es el comunismo el camino a la felicidad?

      La Reforma Protestante fue una revuelta contra el abuso papal del poder y de los privilegios. Sin embargo, desató un diluvio de ideas que se extendió mucho más allá de lo que los reformadores originales habían previsto. Estas ideas —tarde o temprano— habrían de producir revoluciones en otros campos además del campo religioso. La revuelta contra Roma no solo dio impulso al desarrollo del capitalismo, sino que también contribuyó a innovaciones en el campo de la ciencia, la tecnología y la filosofía... innovaciones que condujeron al ateísmo.

      Con el advenimiento de la máquina de vapor y otras maquinarias, el capitalismo se extendió del campo comercial al de la industria. A fines del siglo dieciocho y durante el siglo diecinueve aparecieron inmensas fábricas que requerían una fuerza laboral inmensa, de modo que se reclutaron como obreros a campesinos, artesanos y hasta a niños. Pero la “explotación [capitalista] del hombre por el hombre” resultó en la creación de movimientos obreros y en filosofías revolucionarias tales como el comunismo.

      Teóricamente, el término “comunismo” denota “sistemas de organización social que se basan en la propiedad común, o en la distribución equitativa de los ingresos y la riqueza.” En la práctica general, el comunismo es un sistema de gobierno que tiene como fundamento el que la propiedad esté en manos del estado, que controla la economía bajo una estructura política de un solo partido.

      A millones de desposeídos alrededor del mundo les pareció que el comunismo ofrecía la esperanza de una vida mejor. Parecía que era el mejor medio de nivelar las flagrantes desigualdades sociales que había creado el sistema capitalista. Muchas personas hasta estuvieron dispuestas a renunciar a las esperanzas de obtener libertad inmediata a condición de que, por medio de una revolución, pudieran obtener mejores condiciones de vida. Ellos pensaban que la libertad vendría después. Pero los años han pasado. En muchos países el sistema de gobierno comunista ha tenido tiempo para mostrar lo que puede hacer. Los resultados han sido desalentadores, aun en lo que toca a la prosperidad material, sin hablar de la libertad y la felicidad.

      Por años, muchas personas jóvenes de Occidente —y hasta algunas no tan jóvenes— se sintieron atraídas por la ideología comunista. Pero las malas noticias que salen de continuo de muchos países comunistas y el flujo de refugiados en una sola dirección han desilusionado a muchas personas.

      ¿Ofrece el socialismo algo mejor?

      La palabra “socialismo” se deriva de la palabra latina socius, que significa “compañero.” Se usó por primera vez en Inglaterra a principios del siglo diecinueve, y un poco más tarde en Francia. Se aplicó ésta a las teorías sociales del inglés Robert Owen (1771-1858) y de los franceses Saint-Simon (1760-1825) y Charles Fourier (1772-1837).

      Owen criticó el sistema capitalista de organizar la industria, basado en la competencia y la explotación de los obreros. Recomendó un sistema cooperativo en el que los hombres y las mujeres vivirían en “Aldeas de Unidad y Cooperación,” donde disfrutarían de los frutos de su labor tanto en la agricultura como en la industria. Se establecieron varias comunidades owenitas en Escocia, Irlanda y aun en los Estados Unidos. Pero con el tiempo éstas se desintegraron.

      En Francia, Fourier abogó por la creación de comunidades modelos a las que llamó falansterios, y que habrían de estar compuestas de personas que trabajarían según sus propias preferencias. A diferencia de Owen, quien aceptaba que el estado interviniera en el establecimiento de las “aldeas,” Fourier creía que su sistema funcionaría sobre una base completamente voluntaria. Además, a los miembros de dichas comunidades se les habría de pagar de acuerdo con los esfuerzos que hicieran y se les permitiría ser dueños de propiedades. Fourier creía haber encontrado la organización social que correspondía con los deseos naturales del hombre en su búsqueda de la felicidad. De hecho, se establecieron comunidades fourieristas en Europa y en los Estados Unidos. Pero éstas también fracasaron.

      Las ideas del francés Saint-Simon se asemejan más al socialismo moderno. El abogó por la posesión colectiva de los medios de producción y el que éstos fueran administrados por peritos en los campos de la ciencia, la tecnología, la industria y las finanzas. Saint-Simon opinaba que la cooperación entre la ciencia y la industria produciría una nueva sociedad en la que las personas tendrían igual oportunidad de prosperar, pues la prosperidad de cada uno dependería de sus habilidades y de la cantidad y la calidad de su trabajo.

      Aunque ninguna de estas primeras ideologías socialistas tuvo éxito, prepararon el camino para movimientos socialistas posteriores. Fueron las primeras expresiones del socialismo moderno, al que se ha descrito como un sistema de organización social que tiene como fundamento el que los principales medios de producción y distribución de bienes estén en posesión del pueblo y bajo el control de éste. Aunque las miras de este movimiento son semejantes a las del comunismo, la democracia social del día presente difiere del Marxismo en que aboga por reformas progresivas pero no favorece la revolución ni un sistema político de un solo partido.

      Aunque el socialismo tiene mayor respeto por la libertad del individuo que el comunismo, no ha tenido éxito en producir paz internacional y felicidad. ¿Por qué?

      ¿Por qué ha fracasado?

      Por un lado, el socialismo no ha resultado más poderoso que el nacionalismo. Concerniente a la Segunda Internacional, una federación de partidos socialistas y sindicatos que se fundó en 1889, se dice que “emitió muchas proclamas emocionantes y conmovedoras en contra de la guerra, pero cuando estalló la guerra [en 1914], quedó revelada la incapacidad de la federación. La mayoría de sus miembros nacionales apoyaron a sus propios gobiernos y abandonaron la idea de la solidaridad internacional de la clase obrera.”—Encyclopaedia Britannica.

      Desde entonces, el movimiento socialista ha continuado dividido y significa diferentes cosas para diferentes personas. Varios gobiernos en diferentes partes del mundo usan el nombre socialista, y algunos de estos gobiernos varían muy poco de gobiernos progresivos conservadores, mientras que otros son autoritarios y hasta totalitarios. Por lo tanto, la palabra “socialista” ha perdido mucho de su significado para muchas personas sinceras que creían que dicho sistema político resultaría en una hermandad mundial dentro de una sociedad materialmente próspera y feliz en la que no habría distinción de clases.

      No es de extrañar entonces que el líder sindical francés Edmond Maire escribiera en Le Monde: “El fracaso histórico del movimiento laboral en su ambición de edificar el socialismo . . . [ha] hecho que una cantidad de militantes —tanto trabajadores como intelectuales— abandonen aun sus esperanzas a largo plazo. . . . El que la esperanza socialista se haya debilitado parece haber afectado en particular a los jóvenes.”

      Por lo tanto, ya sea por medio del capitalismo, el comunismo, o el socialismo, la búsqueda de la humanidad de un sistema que le proporcione prosperidad material y felicidad verdadera ha fracasado. El sociólogo norteamericano Daniel Bell admite lo siguiente: “Para el intelectual radical, las viejas ideologías han dejado de ser ‘la verdad,’ y han perdido su poder de persuadir. Quedan pocas personas de mentalidad seria que crean que uno pueda trazar los ‘planos’ y que por medio de ‘la ingeniería social’ se pueda producir una nueva utopía de armonía social.”—The End of Ideology.

      No obstante, esta búsqueda de prosperidad material y de felicidad es algo natural. Entonces, ¿por qué no les ha sido posible a los sistemas económicos y políticos de la humanidad encontrar el modo de lograr tal prosperidad y felicidad? El siguiente artículo dará atención a esa pregunta.

      [Nota a pie de página]

      a Vea The Vatican Empire, por el autor católico Nino Lo Bello.

      [Ilustración en la página 6]

      Niño trabajando en una mina de carbón de Inglaterra en 1842

      [Recuadro en la página 8]

      Capitalismo

      El sistema económico en el que todos los medios de producción y distribución de bienes (tierras, minas, fábricas, ferrocarriles, etc.) o la mayor parte de ellos están en posesión privada, y se les opera por lucro; los propietarios (capitalistas) emplean los servicios laborales de personas que no tienen capital (los obreros)

      Comunismo

      Un sistema de organización social que tiene como fundamento el que toda propiedad esté en manos de la comunidad o del estado, que planea y controla la economía bajo una estructura política de un solo partido

      Socialismo

      Un sistema de organización social que tiene como fundamento el que los principales medios de producción y distribución de bienes estén en posesión del pueblo y bajo el control de éste; en los países occidentales el socialismo se distingue del comunismo porque aboga por reformas progresivas dentro de una sociedad democrática

  • ¿Basta con la prosperidad material?
    ¡Despertad! 1982 | 22 de marzo
    • ¿Basta con la prosperidad material?

      EL DESEO de disfrutar de prosperidad material no es malo en sí. ¿Pero basta ésta para alcanzar verdadera felicidad? ¿Se han olvidado el capitalismo, el comunismo y el socialismo del ingrediente principal para la felicidad verdadera? ¿Y pudiera esta falta seria explicar, al menos en parte, el porqué esos sistemas no han podido hacer que la gente sea verdaderamente feliz?

      No hay duda de que hombres sinceros han dedicado toda su vida para hacer que el capitalismo, el comunismo o el socialismo tengan éxito. Y cada sistema ha tenido éxito en elevar la norma de vida en ciertos países, para cierta gente. Pero, ¿han traído éstos felicidad genuina a la mayoría de la gente de esos países? ¿Han acabado con el crimen, la violencia y la guerra? ¿Ha podido alguno de estos sistemas eliminar el suicidio, el enviciamiento en la droga o el alcoholismo? ¿Es propio de la gente feliz suicidarse, “escapar” mediante el uso de drogas o “ahogar sus penas” en el alcohol?

      El propósito declarado de estos diversos sistemas humanos es promover un modo de vida que todos, o por lo menos “el grueso de la gente,” consideren el mejor. Ellos dan más o menos importancia a la libertad o a la igualdad como esencial para la felicidad humana. El capitalismo está dispuesto a sacrificar la igualdad a favor de la libertad. El comunismo antepone la igualdad a la libertad. La democracia social trata de conseguir lo mejor de ambos sistemas. Pero ninguno de éstos ha tenido éxito en cambiar la naturaleza humana. El egoísmo humano saca a relucir lo peor de los capitalistas y hace de muchos de ellos explotadores injustos; el egoísmo ha convertido los experimentos comunistas en capitalismo del estado, donde el estado, en vez de los capitalistas individuales o las grandes corporaciones, explota a la gente común; el egoísmo ha arruinado los utópicos sueños socialistas.

      No basta con la tecnología

      Hasta hace poco ideólogos políticos y economistas de toda tendencia cifraron sus esperanzas en el progreso científico y en la tecnología. Leemos: “La nueva tecnología parecía caerle [al capitalismo de libre empresa] como anillo al dedo y parecía garantizar la realización inmediata del ideal de los filósofos utilitaristas, que es ‘el mayor bien para el grueso de la gente.’ Hasta Marx y Engels, cuya orientación política era radicalmente diferente, vieron solo beneficios en la tecnología.”—Encyclopaedia Britannica.

      Sí, desde los capitalistas más intransigentes hasta los comunistas más revolucionarios, hombres han aclamado la tecnología como la clave para la felicidad futura de la humanidad. Máquinas nuevas y mejores eliminarían el trabajo pesado. Se reducirían las horas de trabajo, lo cual dejaría más tiempo libre para que la gente viajara, se educara o se divirtiera. ¿En qué pudiera resultar todo esto sino solo en felicidad?

      Hoy día el optimismo se ha desvanecido. La tecnología ha creado tantos problemas como los que ha resuelto, o quizás usted pregunte: ¿no ha producido más problemas? La obra de consulta que acabamos de citar pasa a hablar de “los defectos sociales del progreso tecnológico, tales como las muertes por accidentes de automóvil, la contaminación del aire y el agua, la superpoblación en zonas urbanas y el ruido excesivo.” También menciona el serio problema de la “tiranía tecnológica sobre la individualidad del hombre y los patrones tradicionales de la vida.”

      ¿Quiénes, hoy día, pueden afirmar seriamente que la tecnología ha mejorado la vida familiar, que ha provisto a la gente empleos satisfacientes o ha hecho que el mundo sea un lugar más seguro en el cual vivir? Indudablemente se necesita algo más que la tecnología para que la gente sea feliz.

      “No de pan solamente”

      Mientras comenzaba la revolución tecnológica, varios hombres perspicaces previeron los peligros de ésta. El estadista británico William Gladstone (1809-1898) advirtió en contra de la “dominación aumentante de las cosas que se ven sobre las que no se ven,” y en contra del “poder de un materialismo inconsciente que es silencioso y reservado.” El ensayista estadounidense Ralph Waldo Emerson (1803-1882) escribió esta advertencia en contra del materialismo aumentante: “Las cosas están en control de la humanidad.”

      En su libro Religion and the Rise of Capitalism, R. H. Tawney censura severamente la “ilusión de progreso que obtuvo debido al dominio del ambiente material una raza demasiado egoísta y superficial como para determinar el propósito por el cual sus triunfos han de ser aplicados.” Critica la idea “de que el obtener riquezas materiales es el objetivo supremo del esfuerzo humano y el criterio final del éxito humano.” Además, recalca lo necesario que es tener “una escala de valores . . . que se base en alguna concepción de los requisitos de la naturaleza humana en conjunto, para la cual la satisfacción de las necesidades económicas sea claramente vital, pero que exija la satisfacción de otras necesidades también.”

      Sí, para ser verdaderamente feliz, el hombre tiene que tener una “escala de valores.” Pero la condición actual del mundo demuestra más allá de toda duda que la filosofía, la economía política, la ciencia y la tecnología humanas todas han dejado de suministrar al hombre una escala de valores que sea práctica. Por eso, la gente haría bien en no despreciar el único libro que ciertamente suministra una escala de valores confiable... la Biblia.

      Tanto en las Escrituras Hebreas como en las Griegas hallamos esta verdad básica: “No de pan solamente debe vivir el hombre, sino de toda expresión que sale de la boca de Jehová.” (Mateo 4:4; Deuteronomio 8:3) La Biblia coloca el énfasis donde va... en los valores espirituales. Al dar un prerequisito fundamental para la felicidad, ésta dice: “Felices son los que están conscientes de su necesidad espiritual.”—Mateo 5:3.

      El hombre ha demostrado que no puede satisfacer esta necesidad espiritual. Al hacer de la tecnología y las búsquedas materialistas su meta principal, se ha encarado a una crisis que se resume como sigue: “A pesar de toda su inteligencia, el hombre que vive en comunidades muestra indiferencia por su ambiente, lo cual es potencialmente un suicidio. Por eso es debatible el hecho de que la tecnología sea una bendición o una plaga [que causa desconsuelo, muerte o ruina]. La historia de la tecnología ha ido desde los primeros logros tecnológicos del hombre que fabricaba herramientas hasta la encrucijada en la que se halla ahora la especie humana, en el último tercio del siglo veinte, ante la alternativa de autodestrucción o un milenio de crecimiento y expansión aventurados.”—Encyclopaedia Britannica.

      Un milenio de verdadera prosperidad

      La Biblia no solo suministra ahora mismo los valores espirituales que son los ingredientes principales para la felicidad, sino que también proporciona la esperanza maravillosa de un milenio de paz, justicia y prosperidad material aquí mismo en la Tierra. (Vea la página 13.) Más de dos millones de testigos de Jehová que viven en 206 países cuyos gobiernos representan toda la variedad de sistemas económicos y políticos —desde el capitalismo hasta el comunismo— han hallado felicidad instantánea al aplicar los valores morales de la Biblia a la vez que cifran su esperanza de paz y justicia en la segura promesa divina de un nuevo orden.—2 Pedro 3:13.

      En el pasado, muchos que ahora son testigos de Jehová habían cifrado su fe en los sistemas políticos y económicos que el hombre ha inventado, o pensaban que se podía hacer algo para reformar estos sistemas. Algunos creían fervientemente en el capitalismo de libre empresa. Otros opinaban que el socialismo del estado benefactor resolvería los problemas de la humanidad. Aun otros eran militantes comunistas. Uno de éstos, quien vive en Francia, escribió: “Creía que toda la clase obrera podía alcanzar la felicidad material mediante practicar el marxismo. Por unos 12 años fui miembro activo del Partido Comunista. Vendía L’Humanité [un periódico comunista francés] en las calles y pegaba en las paredes carteles de propaganda tarde por la noche. Estaba muy convencido de que el comunismo era el único medio que pondría fin a la explotación del hombre por el hombre. Pero finalmente me cansé del Partido. Siempre éramos los mismos a quienes se nos pedía que hiciéramos el trabajo. Los demás solo compraban la tarjeta del Partido.”

      Al explicar por qué se hizo testigo de Jehová, él añadió: “Los Testigos pudieron contestar todas mis preguntas. Comprendí que las promesas de Dios se apegaban más a la realidad que las del Partido comunista. Me regocijé en gran manera cuando llegué a conocer a personas bondadosas que realmente se amaban unas a otras. Entonces aprendí que el paraíso que yo esperaba ver mediante el comunismo vendría por el reino de Dios.”

      Otros Testigos han aprendido por experiencias penosas que la prosperidad material definitivamente no basta para producir felicidad. Han experimentado la veracidad de este axioma bíblico: “El amor al dinero es raíz de toda suerte de cosas perjudiciales.” (1 Timoteo 6:10) Esto ha resultado cierto tanto para ricos como para pobres. Sea cual sea la condición social de ellos, los testigos de Jehová siguen este consejo bíblico: “Entrénate espiritualmente. . . . la utilidad de la espiritualidad no tiene límite, puesto que ofrece la recompensa de la vida que tenemos ahora mismo y también de la vida futura.”—1 Timoteo 4:7, 8, The Jerusalem Bible.

      La “vida futura” que la Biblia ofrece en una Tierra paradisíaca es una eternidad de prosperidad espiritual y material, una eternidad de vida en felicidad para los que son fieles al “Dios feliz,” Jehová. (1 Timoteo 1:11; Revelación 21:1-5) Esta es una esperanza que ni el capitalismo, ni el comunismo ni el socialismo se atreven a ofrecer.

      [Comentario en la página 11]

      “Hasta Marx y Engels . . . vieron solo beneficios en la tecnología”

  • Valores y promesas bíblicos que producen felicidad verdadera
    ¡Despertad! 1982 | 22 de marzo
    • Valores y promesas bíblicos que producen felicidad verdadera

      La Biblia no es un libro que trata sobre política o economía. Sin embargo, sí condena la injusticia y predice el fin de los sistemas hechos por el hombre y la sustitución de éstos por un nuevo orden de paz y prosperidad bajo la gobernación del Reino de Dios.

      VALORES ESPIRITUALES SOBRE PROSPERIDAD MATERIAL:

      “Feliz es el hombre que ha hallado sabiduría, y el hombre que consigue discernimiento, porque el tenerla como ganancia es mejor que tener la plata como ganancia . . . Sus caminos son caminos de agradabilidad, y todas sus veredas son paz. Es árbol de vida a los que se asen de ella, y los que la mantienen firmemente asida han de ser llamados felices.”—Proverbios 3:13-18.

      SE CONDENA LA AVARICIA:

      “¡Ay de los que juntan casa a casa, y de los que anexan campo a campo hasta que no hay más lugar!”—Isaías 5:8.

      “Inclina mi corazón a tus recordatorios, y no a las ganancias.”—Salmo 119:36.

      ADVERTENCIA CONTRA EL MATERIALISMO:

      “Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo . . . porque raíz de todos los males es el amor al dinero.”—1 Timoteo 6:9, 10, “Valera Revisada,” 1977.

      “La vida no depende del poseer muchas cosas.”—Lucas 12:15, “Versión Popular.”

      LA PROMESA DE UN NUEVO ORDEN JUSTO:

      “Ateniéndonos a su promesa [la de Dios], aguardamos un cielo nuevo y una tierra nueva en los que habite la justicia.”—2 Pedro 3:13, “Nueva Biblia Española.”

      EL FIN DE TODA OPRESIÓN:

      “El opresor ha llegado a su fin; el despojar violentamente ha terminado; los que hollaban a otros han sido acabados de sobre la tierra. Y en bondad amorosa ciertamente se establecerá firmemente un trono; y uno [Cristo, el Rey Mesiánico] tendrá que sentarse sobre él con apego a la verdad en la tienda de David, juzgando y buscando el derecho y siendo pronto en la justicia.”—Isaías 16:4, 5.

      VIDA EN ABUNDANCIA ESPIRITUAL Y MATERIAL:

      “La tierra ciertamente estará llena del conocimiento de Jehová.”—Isaías 11:9.

      “La tierra misma ciertamente dará su producto; Dios, nuestro Dios, nos bendecirá.”—Salmo 67:6.

Publicaciones en español (1950-2025)
Cerrar sesión
Iniciar sesión
  • Español
  • Compartir
  • Configuración
  • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
  • Condiciones de uso
  • Política de privacidad
  • Configuración de privacidad
  • JW.ORG
  • Iniciar sesión
Compartir