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Decisiones que han contribuido a una vida felizLa Atalaya 1979 | 15 de abril
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de las “buenas nuevas,” y predicaba en los muchos idiomas que sabía.
Las tradiciones locales todavía tenían mucho agarro en Paraku. Cuando el rey murió, el pueblo cerró la plaza del mercado, el centro de actividad, por cuatro meses. Los seguidores del rey difunto y los del nuevo rey celebraron grandes concentraciones montados a caballo. Durante las noches se escuchaba el sonido de los tambores que acompañaban las ceremonias relacionadas con los acontecimientos.
La ideología antirreligiosa de Marx y Lenin finalmente dominó a la población. Progresivamente, se presionó a la gente, especialmente a los niños escolares, a repetir lemas tales como ‘Gloria al pueblo, todo el poder para el pueblo.’ Después que habíamos servido en Paraku por más de un año, las autoridades insistieron en que dejáramos la actividad de predicar de casa en casa. Hubo arrestos de hermanos, y, unos meses después, nosotras fuimos transferidas a Cotonú; los Testigos locales continuarían llevando a cabo la predicación de manera menos conspicua.
A medida que aumentaban las restricciones gubernamentales, los hermanos, a fin de prepararse, daban énfasis repetidamente a los puntos de La Atalaya que tenían que ver con la persecución. Con el tiempo, algunos recibieron golpizas malignas por no querer gritar los lemas de la revolución.
Un día, cuando Gisela y yo regresamos del pueblo, hallamos que el edificio de la sucursal en Cotonú estaba rodeado por miembros armados del comité revolucionario. Nos permitieron entrar en el hogar, donde nos mantuvieron con los demás. El día siguiente hombres uniformados y con ametralladoras registraron cuidadosamente nuestro hogar y equipaje. Dos de ellos se pusieron a considerar quiénes serían el Elías y el Eliseo cuyos nombres encontraron en una de mis libretas. ¡Finalmente les hicimos entender que aquéllos eran profetas de Dios que habían vivido más de 2.500 años atrás!
Nos llevaron a las oficinas centrales de la Seguridad Nacional, donde nos dijeron que el día siguiente nos sacarían del país. “Puesto que son cristianos, confiamos en ustedes,” dijo un oficial, “así que pueden quedarse en su hogar esta noche.” El día siguiente observamos como se llevaban hacia Nigeria a la mayoría de los misioneros. Aquella tarde un policía nos llevó a la frontera de Togo. Después que él partió, el chofer nos condujo hasta la sucursal de los testigos de Jehová en Lomé.
¡Qué consuelo fue estar con los hermanos de Togo! ¡Y cuánto disfrutamos de poder ir nuevamente de casa en casa con el mensaje del Reino! Después de disfrutar de algunas semanas en Togo, llegó el tiempo en que partiríamos hacia nuestra nueva asignación.
En mayo de 1976 fuimos transportadas por auto hasta el Alto Volta. Durante el viaje de dos días pasamos por campiñas preciosas, y al fin llegamos con éxito al hogar misional de Uagadugú. Al poco tiempo finalizamos un curso en el idioma moore, y comenzamos a predicar a la gente de esta región en francés y en este idioma local. El estar aquí ayudando a atender a la gran cantidad de gente que está interesada en la verdad de la Biblia me llena de contento.
UNA FAMILIA MUNDIAL DE AMIGOS
Nunca me he arrepentido de la decisión de usar mi vida en el servicio de Jehová. Puesto que tengo un título académico en química, pude haber seguido una carrera remuneradora en sentido material, pero para mí eso es como nada en comparación con el privilegio de haber ayudado a personas en Alemania, Francia, Madagascar, Kenia, Benin, y ahora aquí en el Alto Volta, a aprender la verdad acerca de Dios y sus maravillosos propósitos. No puedo imaginarme una vida que fuese más satisfaciente y remuneradora, más llena de sucesos emocionantes y nuevas experiencias.
Recientemente visité a mi querida madre, que ahora tiene unos 80 años, pero que todavía continúa firme en la fe y está ayudando a otras personas a aprender la verdad de Dios allá en Munich. A ella le alegra el que yo esté en el campo misional. El viaje que Gisela y yo hicimos de ida y vuelta desde el Alto Volta a Munich nos hizo pensar en las muchas bendiciones que tenemos.
En el aeropuerto de París nos encontramos con hermanos con quienes habíamos servido años atrás. Solamente nuestra necesidad de descanso pudo interrumpir nuestro deleitable intercambio de recuerdos y noticias. Entonces, durante una corta escala en Niamey, República de Níger, algunos hermanos africanos, a quienes habíamos conocido en Benin, vinieron a reunirse con nosotras en el aeropuerto. La animación que desplegamos en nuestros saludos y nuestra conversación hizo que un oficial del aeropuerto preguntara qué clase de grupo era aquél, donde veía a negros y blancos disfrutando de asociación tan franca.
Finalmente, nuestro avión se detuvo cerca del edificio del aeropuerto de Uagadugú. Los rostros sonrientes de nuestros amigos que nos saludaban desde la terraza de observación reflejaban nuestro propio sentimiento de gozo por estar con ellos aquí de nuevo. Sinceramente, hay un gozo profundo y satisfaciente en ser parte de una familia mundial de verdaderos hermanos y hermanas. ¡Que usted también pueda hacer decisiones en su vida que le traigan bendiciones tan alentadoras!
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Preguntas de los lectoresLa Atalaya 1979 | 15 de abril
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Preguntas de los lectores
● En vista de la terrible destrucción de Dresde, Estalingrado, Hiroshima y Nagasaki en la II Guerra Mundial, ¿cómo pudo Jesús describir lo que le sobrevino a Jerusalén en 70 E.C. como una ‘grande tribulación como la cual nunca había sucedido una antes, ni sucedería de nuevo’?
Esa profecía tenía una aplicación futura que se extendía hasta más allá de lo que le sucedió a Jerusalén y les sobrevino a los judíos en 70 E.C., pero también fue cierto en cuanto a la historia de aquella ciudad y la nación.
Estas palabras están en la respuesta profética que Jesús dio a la pregunta de los apóstoles acerca de Su presencia futura y la conclusión del sistema de cosas. (Mat. 24:3, 21; Mar. 13:19) Con frecuencia los testigos de Jehová han señalado que mucho de lo que Jesús predijo allí tuvo dos cumplimientos: Primero, un cumplimiento limitado en los desenvolvimientos que condujeron a la destrucción de Jerusalén y el sistema judío de cosas por los romanos en 70 E.C., y que incluyeron aquella destrucción. Segundo, una aplicación mayor desde 1914 E.C., cuando Jesús comenzó su presencia celestial invisible como rey del Reino mesiánico, y que incluirá el fin todavía futuro del malvado sistema de cosas mundial.—Vea La Atalaya del 15 de junio de 1970, páginas 361-375, y El reino de mil años de Dios se ha acercado, páginas 293-331.
En aquella profecía Jesús enfatizó que es necesario que uno se mantenga alerta y esté preparado. Dijo: “Sigan orando que su huida no ocurra en tiempo de invierno, ni en día de sábado; porque habrá entonces grande tribulación como la cual no ha sucedido una desde el principio del mundo hasta ahora, no, ni volverá a suceder.”—Mat. 24:20, 21.
Para los cristianos que estuvieran viviendo en Jerusalén y Judea y que serían afectados directamente por el fin del sistema de cosas judío, la advertencia de que se mantuvieran alerta era vital. Los ejércitos romanos rodearon la ciudad en 66 E.C., pero entonces se retiraron inesperadamente. Esa fue la señal específica que Jesús había mencionado en Lucas 21:20-22. Y la historia nos dice que los cristianos obedientes respondieron por medio de huir de la ciudad de Jerusalén y de Judea. De modo que es razonable aplicar también a la ciudad literal de Jerusalén y a Judea lo que Jesús pasó a decir entonces, acerca de la “grande tribulación.”
La destrucción que causaron los romanos en 70 E.C. fue más extensa y terrible que la que ocurrió cuando los babilonios destruyeron a la ciudad de Jerusalén en 607 a. de la E.C. También, la tribulación de 70 E.C. trajo, por destrucción, el fin permanente de la ciudad construida por los judíos y el templo y el sistema de adoración que tenía como centro aquel templo. De modo que Jesús se expresó con corrección al describir proféticamente los acontecimientos de 70 E.C. como “grande tribulación como la cual no ha sucedido [sobre aquella ciudad, nación y sistema de cosas] una desde el principio del mundo hasta ahora, no, ni volverá a suceder.”
Pero la cuestión no termina ahí. Nos envuelve a nosotros. ¿Por qué? Porque las palabras de Jesús en Mateo 24:21 evidentemente tenían un significado mayor. La presencia invisible de Cristo como rey mesiánico con gobernación sobre el globo terráqueo no empezó en 70 E.C. Él mismo mostró que aquello ni siquiera había de esperarse. Una vez, cuando los discípulos “se imaginaban que el reino de Dios iba a exhibirse instantáneamente,” Jesús dio lo que se conoce como la parábola de las minas. Esta era acerca de ‘cierto hombre que viajó a una tierra lejana para conseguir gobierno real y entonces volver,’ y mostró que
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