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Siguiendo tras mi propósito en la vidaLa Atalaya 1959 | 1 de febrero
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mejor trabajo. Había sólo 500 publicadores en Cuba cuando llegamos en 1943. Después de cinco años ese número había aumentado hasta 5,000. Ha sido felicidad nuestra presenciar este aumento y sentirnos parte de él.
El hermano Knorr nos dijo que permaneceríamos en Cuba hasta que hubiera 5,000 publicadores. Ya que teníamos esa cantidad nos preguntábamos si se nos cambiaría nuestra asignación algún día. Pero más pronto que lo que esperábamos llegó una carta de la Sociedad inquiriendo si iríamos a Argentina. No era agradable pensar en irnos de Cuba, porque nos habíamos granjeado tantos amigos queridos. Pero, habiendo resuelto hacer del precursorado nuestro propósito en la vida, nos esforzamos hacia adelante.
El 6 de octubre de 1948 seis de nosotros abordamos un barco rumbo a nuestro nuevo país, Argentina. Innecesario es decir que estábamos excitados y esperanzados. Ahora, después de nueve años en el país, hemos llegado a ser parte de su suelo. Bebemos mate, comemos asado y nos sentimos apegados a la gente. Durante más de tres años he servido como siervo de circuito, visitando todas las congregaciones del país. Los publicadores han madurado y las congregaciones han prosperado, aumentando. En 1953 fuí nombrado siervo de sucursal, y por este privilegio adicional de servicio doy gracias a Jehová y oro que me guíe en este puesto responsable.
Pronto hará catorce años que sigo tras la vida de precursor como misionero. No todos ellos han sido años fáciles. No quisiera que usted pensara eso. La vida misional no es toda un viaje cuesta abajo. Hay muchas dificultades que vencer, pero teniendo fe en Jehová uno puede vencerlas.—1 Juan 5:4.
Cuando emprendí el precursorado en 1938 no tenía casi nada en cuanto a los bienes de este mundo. Todavía no tengo mucho, pero lo que tengo no se puede comprar con riquezas mundanas. Tengo tranquilidad de ánimo, gozo del corazón y contentamiento genuino—ninguna de las cuales cosas es tesoro pequeño—y yo los tengo todos. El glorioso tesoro del servicio de tiempo cabal se me ha hecho más precioso con cada año que pasa. Durante este tiempo he adquirido experiencia inapreciable. He aprendido a confiar en Jehová y fiarme de su organización, y la esperanza de conseguir la vida eterna, que Jehová da, arde dentro de mí más brillantemente que nunca antes. El ser siervo de tiempo cabal del Rey de los reyes y miembro de la sociedad del nuevo mundo es verdaderamente algo digno en que emplear uno su vida.
Sin embargo, sentado aquí escribiendo, no puedo menos que preguntarme por qué será que más publicadores capacitados para ello no siguen tras el ministerio de tiempo cabal. Es mi esperanza que esta experiencia mía le inspire a usted a quitarse el peso que le ha estado deteniendo de hacer que el precursorado sea su propósito en la vida—meta gloriosa si alguna vez hubo una.
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Por qué las civilizaciones se desmoronanLa Atalaya 1959 | 1 de febrero
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Por qué las civilizaciones se desmoronan
“El sentir que la corriente va llevando a uno,” dice Arnold J. Toynbee, historiador británico, “se cuenta entre las tribulaciones más poderosas que afligen el alma de hombres y mujeres que se hallan obligados a vivir su vida en una edad de desmoronamiento social; y este dolor probablemente es un castigo por el pecado de idolatría que se ha cometido por medio de adorar a la criatura en vez de al Creador; porque en este pecado ya hemos hallado una de las causas de aquellos derrumbamientos de donde procede el desmoronamiento de las civilizaciones.”
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