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Siguiendo tras mi propósito en la vidaLa Atalaya 1958 | 15 de abril
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me sentía capacitado para estar al frente llevando la delantera como trabajador precursor de tiempo cabal. Eso era para los ungidos.
Sin embargo, para ahora yo había resuelto firmemente que mi vocación en la vida era servir de tiempo cabal a la Teocracia; pero en vez de dar el salto allí inmediatamente, me sentí obligado a terminar algunos trabajos seglares primero. ¡Cuán fácil e insensato es el ser atado! ¡Cuánto iba a arrepentirme en sólo una semana o dos! Echando carreras en una motocicleta mientras iba de un trabajo a otro, me estrellé contra un automóvil que iba a gran velocidad y fuí lanzado a la carretera, como muerto. Yaciendo consciente con ocho huesos rotos, mi pensamiento inmediato fué: “¿Por qué no estoy muerto?” “¿Qué servicio podría haber dado si hubiese sido muerto?” “¿Cuán importante es el trabajo seglar en comparación con el servicio al Dios vivo?”
En ese instante estuve absolutamente convencido de que Jehová me había salvado la vida. Ya no tenía importancia para mí nada salvo el servicio del Reino. Sirviéndome esto de estímulo impulsor, me repuse con asombrosa rapidez. El choque ocurrió en agosto de 1938 y para mediados de noviembre comencé el servicio de Betel de tiempo cabal. Con tal comienzo demorado, pero por la bondad inmerecida de Jehová, me he regocijado en seguir tras mi vocación como siervo de tiempo cabal de Jehová desde entonces.
Después de menos de un año de trabajo de tiempo cabal recibí un nombramiento para encargarme de una congregación grande metropolitana. Cuando pensé en la responsabilidad que se me había confiado me puse pálido y aprendí a apoyarme fuertemente en Jehová.
Allá en 1940 la oposición a la verdad era intensa en Australia, igual que en otras partes. Pronto llegamos a ser veteranos endurecidos. El trabajo con automóviles equipados con altoparlantes y las marchas informativas causaron gran excitación. Tres veces me hallé en el calabozo, pero tres veces salí libre, apreciando mejor cómo se sintieron los apóstoles, según se registra en el capítulo cinco de los Hechos.
Como siervo de zona, tuve muchas experiencias agradables y ahora disfruto de muchos recuerdos maravillosos del servicio. Cuando la proscripción llegó a Australia no hubo ningún momento de soñolencia. Sí, me tocó mi turno en las granjas del Reino y otras empresas. Al principio de 1943 se me 1lamó para trabajar en la oficina de Betel en el departamento de las congregaciones. Había que entrenar y enviar a los siervos para los hermanos y esto tenía que efectuarse bajo condiciones de proscripción. Después de dos años en la oficina salí otra vez a desempeñar el trabajo que tanto quería, el de siervo de circuito. Este trabajo me llevó a Nueva Zelandia por otros dos años.
GALAAD Y LUEGO HONG KONG
Para mí fué un paso totalmente inesperado el que la Sociedad abriera la Escuela Bíblica de Galaad. Entonces parecía algo que estaba muy lejos de nosotros, a causa de la guerra y la distancia. Nunca pensé que se me llamaría a la escuela. Nuestro gozo se desbordó cuando supimos que se nos llamaba para la clase once.
Disfruté de cada minuto en Galaad. Esos seis meses fueron un rasgo sobresaliente en mi vida. Suministraron una colección de recuerdos que ha sido fuente de gozo para nosotros durante los nueve años desde que nos graduamos.
En noviembre de 1948, después de servir en un circuito en Wisconsin, donde trabé amistad con hermanos con los cuales mantengo comunicación desde entonces, llegó una carta de la Sociedad en que se me invitaba a emprender la obra misional en Hong Kong. Oriente nunca me había atraído, pero yo había ofrecido ir adondequiera que se me enviara, de modo que a Hong Kong iría.
A través del Pacífico fuimos. En ese entonces los ejércitos comunistas descendían precipitadamente desde el norte y se creía que Shanghai caería de un momento a otro, de modo que nuestro barco quizás tendría que atracar en algún puerto poco conocido. Sin embargo, llegamos a Shanghai a tiempo para experimentar la sensación pavorosa que acompaña a la desaparición de un poder para dar paso al siguiente. Pasamos algún tiempo con los hermanos que valientemente han sostenido en operación el servicio de predicar durante los tiempos angustiosos hasta la actualidad. Sentimos alivio cuando zarpamos para la etapa final hasta Hong Kong, ya que habíamos tenido visiones de quedarnos detenidos en Shanghai lejos de nuestra asignación.
¡Cuán ansiosamente contemplamos la hermosa y bulliciosa isla de Hong Kong al entrar en el puerto protegido! ¿Qué produciría en frutos del Reino? ¿Qué papel haría nuestro entrenamiento? Todo era tan extraño y nuevo que nos preguntábamos dónde comenzar. Afortunadamente dos publicadores habían venido desde Shanghai antes que nosotros y nos recibieron y nos ayudaron a orientarnos. Hong Kong estaba atestada. Casi era imposible conseguir habitaciones donde vivir. El precio de los alojamientos era estratosférico. El club naval británico nos aceptó por unas cuantas semanas, hasta que tuvimos la buena fortuna de hallar una habitación. Mientras tanto nos establecimos en la obra. Muchas personas a las que les dábamos el testimonio hablaban inglés y para los casos en que teníamos que habérnoslas con el chino nos aprendimos de memoria un corto testimonio y presentamos una tarjeta y descubrimos que surtía muy buen efecto. Era muy fácil colocar literatura y conseguir estudios.
Habíamos llegado a mediados de enero de 1949 y para mayo de ese año tuvimos organizada una congregación pequeña; sólo tres publicadores con los dos misioneros. Estos tres todavía están firmes y activos y otros se han unido a ellos, hasta que se ha alcanzado un máximo de ciento cuarenta y ocho publicadores.
Yo no sabía cuánto amaba mi asignación hasta que visité a los Estados Unidos para la Asamblea “Sociedad del Nuevo Mundo” en 1953. Descubrí que anhelaba regresar. Hong Kong había llegado a ser mi hogar.
A veces me pongo a pensar en los años ociosos que pasé siguiendo tras los bagazos del viejo sistema de cosas y eso me hace pensar en la gran paciencia de Dios. Me siento desbordante de gratitud a Jehová por haber hallado él un lugar para mí en su casa y trabajo para mí en su campo de cosecha. Oro que él me suministre sostén mientras sigo tras mi propósito en la vida como ministro de tiempo cabal, para la alabanza y vindicación de Él.
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Jefe africano muestra sabiduríaLa Atalaya 1958 | 15 de abril
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Jefe africano muestra sabiduría
Dos ministros de Jehová que dedican todo su tiempo al ministerio fueron enviados a cierta aldea de Nyasaland para predicar. Como resultado de esto el representante de las Misiones Universales al África Central presentó al jefe una petición en que pedía la expulsión de los testigos, basándose en la premisa de que las dos organizaciones no podían funcionar en la misma aldea. Después de consultar con sus superiores el jefe declaró su decisión: “Si los de las M.U.A.C. no desean quedarse junto con los testigos de Jehová, pueden irse. Me agrada mucho saber que el nombre de Jehová se predica en mi distrito y convengo en que ellos se queden aquí y sigan con su buena obra.” De modo que todavía hay sólo un grupo religioso activo en la aldea, ¡pero es el de los testigos de Jehová!—Yearbook of Jehovah’s Witnesses para 1958.
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