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¿Es incorrecto cambiar de religión?La Atalaya 1960 | 1 de enero
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el mandato divino: “Salgan de ella, pueblo mío, si no quieren participar con ella en sus pecados, y si no quieren recibir parte de sus plagas.” (Apo. 18:4) Por lo tanto, no cierre los oídos a los testigos de Jehová cuando llaman a su puerta. Escuche lo que ellos vienen a decirle y examine las Escrituras cuidadosamente para ver si esto es así. El bienestar eterno de usted depende de que haga una decisión sabia concerniente a la manera en que usted quiere adorar.
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Siguiendo tras mi propósito en la vidaLa Atalaya 1960 | 1 de enero
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Siguiendo tras mi propósito en la vida
Según lo relató Leslie R. Franks
NUEVA ZELANDIA fué el escenario de los primeros años de mi vida hogareña. Allí por primera vez tuve conocimiento de la verdad. En 1926, a la edad de dieciséis, mi trabajo me hizo partir del hogar. El interés en la verdad decayó. Catorce años más tarde (1940) volví a comenzar a leer la literatura de la Sociedad que mis padres me habían enviado. Ahora, también, mi compañero de trabajo resultó ser testigo de Jehová. Un día en la conversación él mencionó que sabía que mis padres también eran testigos de Jehová, y ¿me interesaría en asistir a un estudio de La Atalaya? Lo hice con placer el siguiente fin de semana. Luego en una reunión de servicio durante la visita del siervo de zona el estudio del Informador reveló cuánta falta hacían precursores, especialmente de entre quienes no tuvieran otras obligaciones. Cuando me di cuenta de que esta invitación se dirigía a mí, frente a muchos problemas que se me pusieron en el camino, me decidí a adelantar para seguir tras mi propósito en la vida. A mi patrón le presenté mi renuncia.
De modo que en septiembre de 1940 yo estaba libre para emprender de tiempo cabal la obra del Reino. Inmediatamente fuí enviado por la Sociedad como siervo de congregación a una congregación en la Isla Sur. Tenía yo poco conocimiento y experiencia, y personalmente me sentía del todo incapaz de llevar a cabo esta asignación. No obstante, la oración a Jehová y el apoyarme en él para que él me dirigiera me ayudó en esos meses a cumplir mis obligaciones. Un mes más tarde el siervo de zona escribió pidiendo la ayuda de la congregación para dar publicidad al discurso grabado en discos intitulado “Gobierno y paz” y tocarlo con equipo sonoro en un pueblo que distaba aproximadamente ciento setenta kilómetros hacia el norte. Allí surgió mucha oposición. Durante el discurso se puso en acción una turba. Mi compañero, que servía de acomodador conmigo, retrocedió con una herida de bala en el muslo. Más tarde fué necesario amputarle la pierna.
Para el fin de ese mes adeptos de las religiones falsas usaron este incidente para obligar la imposición de una proscripción contra la obra de la Sociedad en Nueva Zelandia. El segundo día de la proscripción tuve el privilegio de llevar a dos personas de buena voluntad en el servicio por la primera vez, pero el día siguiente fuí arrestado, junto con otro hermano, por tener en nuestra posesión la literatura de la Sociedad. En diciembre se nos sentenció a dos meses de encarcelación. Pronto se nos ofreció libertad inmediata si renunciábamos a Jehová mediante el rehusar llevar a cabo nuestra obra dedicada. Ahora éramos
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