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La moralidad de los que son y de los que no son miembros de iglesiasLa Atalaya 1958 | 15 de abril
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La moralidad de los que son y de los que no son miembros de iglesias
CUANDO las bombas y cohetes nazistas comenzaron a caer en Inglaterra durante la II Guerra Mundial, la gente de la Gran Bretaña correctamente pudo haber puesto en tela de juicio la moralidad de los miembros de iglesias alemanes que estaban arrojando esas bombas y disparando esos cohetes. Lo mismo podría decirse acerca de los residentes de poblaciones alemanas. Ellos pudieron haber puesto en tela de juicio la moralidad de los miembros de iglesias aliados que demolían sus poblaciones, matando a hombres, mujeres y niños.
Parece que muchas personas consideran que los miembros de iglesias son, como clase, la personificación de la civilización y la elevada moralidad. A los que no son miembros de iglesias se les considera faltos de moralidad y civilización. Esto fué lo que dió a entender el Dr. Jorge W. Crane cuando dijo: “Tenemos la paradoja de 100,000,000 de personas modernas morales que viven en las mismas poblaciones con 70,000,000 de personas de la edad de piedra. Podemos confiar en el 60 por ciento de nuestros semejantes aun en la obscuridad. Pero no nos atrevemos a confiar en el otro 40 por ciento ni siquiera a la luz del día.” Ese 40 por ciento de la población estadounidense se compone de los que no frecuentan las iglesias.
El Dr. Crane siguió expresándose y arguyó que si todo el mundo perteneciera a una secta de religión, ya fuera judía, católica o protestante, no se cometerían crímenes. Pero, ¿cómo puede decirse esto en vista de lo que hicieron miembros de iglesias durante la II Guerra Mundial y de lo que tantos de ellos están haciendo hoy día? Pues, una de las desfalcadoras más grandes de tiempos modernos, Minnie Mangum, era una miembro de iglesia muy devota y respetada. Su improbidad fué una falta de buena moralidad. Ella hizo algo que muchos que no son miembros de iglesias jamás pensarían hacer.
Los asesinatos en masa de judíos y disidentes durante la Edad Media no recomiendan la moralidad de los miembros de iglesias. Seguramente éstos y los otros crímenes perpetrados durante la Inquisición por miembros de iglesias a instigación de líderes de iglesias no pueden clasificarse como morales. Tampoco puede clasificarse como moral la lucha entre miembros de las iglesias protestante y católica durante la Reforma, la cual lucha hizo jirones sangrientos a Europa. Consideren estos hechos de la historia los que piensan que el ser miembro de iglesia impide los crímenes.
Reflexionen también acerca de por qué las prisiones están llenas de criminales religiosos. Los funcionarios de prisiones de los Estados Unidos anuncian que mientras el 60 por ciento de la gente de los Estados Unidos afirma ser de alguna fe religiosa, el 85 por ciento de los criminales condenados alega pertenecer a alguna religión.
En su número del 4 de septiembre de 1957, The Christian Century informó lo que se averiguó en sólo una institución de detención. Dijo: “Después de hacer una encuesta estadística de los reclusos, Arturo Tenario, psicólogo de la facultad de la Escuela de Muchachos de Nuevo México, informa que el 85 por ciento de los muchachos confinados a esa institución son de origen mixto hispano y norteamericano y el 71 por ciento es católico romano.”
En los días de Jorge Wáshington el 5 por ciento de la gente afirmaba tener afiliación a alguna iglesia. Hoy un 60 por ciento afirma tenerla. Seguramente nadie alegaría que hoy día los norteamericanos son doce veces más morales y civilizados que la gente del tiempo de Wáshington. Si algo puede concluirse de lo que se observa, lo contrario se acerca más a la verdad. La moralidad ha deteriorado grandemente desde los días del primer presidente de los Estados Unidos.
Los líderes modernos de las iglesias frecuentemente se lamentan por el hecho de que los aumentos en miembros de las iglesias están acompañados por aumento de crímenes. En los Estados Unidos cada vez que el número de miembros religiosos aumenta un por ciento la proporción de crímenes sube 8 por ciento. ¿Podría deberse esto a que las iglesias no infunden principios cristianos en sus miembros?
En vista de un registro no envidiable de acciones inmorales de parte de miembros de iglesias, es incorrecto alegar que no habría crímenes si todo el mundo perteneciera a alguna iglesia. También es incorrecto alegar que se puede confiar en los que son miembros de alguna iglesia, mientras que no se puede confiar en los que no son miembros de alguna. El ser miembro de una iglesia no significa necesariamente que la persona viva en conformidad con buena moralidad. Es más fácil revestirse de una apariencia de respetar la buena moralidad que verdaderamente vivir en conformidad con ella.
En muchos respectos los miembros de iglesias de la cristiandad se asemejan a la gente religiosa del día· de Jesús. Esa gente era celosa de sus tradiciones religiosas y se revestía de una apariencia exterior de ser justa; pero cuando se trataba de practicar los elevados principios morales de las Escrituras, eso era un asunto muy distinto. Jesús apropiadamente citó esto que Dios había dicho por medio del profeta Isaías: “Este pueblo me honra con sus labios, sin embargo su corazón está alejado de mí. Es en vano que continúan guardándome respeto, porque enseñan mandamientos de hombres como doctrinas.”—Mat. 15:8, 9.
Esas personas tenían una apariencia exterior de devoción a Dios, pero sus acciones de perseguir y por fin matar a Cristo mostraron que su devoción no provenía del corazón. Lo que fué cierto de estos judíos o miembros de iglesias también es cierto de muchos de los que asisten a las iglesias de la cristiandad. Su devoción no proviene del corazón. Si tal fuera el caso respetarían las leyes y principios justos de Dios. No odiarían a personas de raza o nacionalidad diferente; no mentirían, defraudarían ni robarían, y no se dispararían ni se arrojarían bombas unos a otros.
Lo que el apóstol Pablo dijo a los judíos de su día puede dirigirse a los miembros de iglesias de la cristiandad: “Porque los oidores de la ley no son los justos delante de Dios, mas los hacedores de la ley serán declarados justos. Tú, sin embargo, el que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú, el que predicas ‘No robes’, ¿robas? Tú, el que dices ‘No cometas adulterio’, ¿cometes tú adulterio? Tú, el que expresas aborrecimiento de los ídolos, ¿robas a los templos? Tú, que te glorías en la ley, ¿por medio de transgredir tú la Ley deshonras a Dios? Porque ‘el nombre de Dios es blasfemado entre las naciones a causa de ustedes’—Rom. 2:13, 21-24.
El hecho de que algunos que son miembros de iglesias asuman una actitud de “yo soy más santo que tú” para con los que no son miembros de iglesias no significa que sean superiores moralmente y más civilizados. Realmente son más reprensibles a los ojos de Dios porque, igual que los fariseos, no son lo que pretenden ser. El ser miembro de una iglesia no es lo que hace civilizada y de buena moralidad a una persona; más bien lo hace el aplicar los principios de la Palabra de Dios.
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Preguntas de los lectoresLa Atalaya 1958 | 15 de abril
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Preguntas de los lectores
● Si Jehová es supremo, ¿por qué ha permitido que la iniquidad continúe a través de los siglos?
Realmente es este punto en disputa de la soberanía lo que se encuentra en la base del asunto. La iniquidad comenzó cuando un hijo espiritual de Dios se rebeló contra la soberanía de Dios. Acerca de este rebelde espiritual la Biblia dice: “Perfecto eras en tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que la iniquidad fué hallada en ti.” (Eze. 28:15, Mod) Al rebelarse contra la soberanía universal de Dios, esta criatura espiritual hizo de sí misma un diablo, y se le vino a llamar Satanás el Diablo y “la serpiente original.”—Apo. 12:9.
Satanás indujo a Adán y Eva a rebelarse contra la soberanía universal de Dios. Satanás se jactó de que podía corromper a cualquier hombre y hacerlo oponerse a la soberanía universal de Dios, así como lo hizo con Adán y Eva. En el libro de Job, capítulos uno y dos, leemos de cómo Satanás se jactó ante Dios. Satanás desafió a Dios, en realidad, afirmando que Él no podía poner un hombre en la tierra que retuviera integridad a Dios bajo tentación. Jehová dejó que el Diablo pusiera a prueba a Job, y al retener Job su integridad expuso la falsedad del Diablo. Así ha sido a través de los siglos: Dios ha permitido la iniquidad para que el importantísimo punto en disputa de la soberanía universal fuera puesto a prueba; y unido a ese punto en cuestión principalísimo está el de la integridad del hombre.
Pero, ¿no pudo haber ejecutado Dios al rebelde Satanás y a sus súbditos terrestres, Adán y Eva, inmediatamente, suprimiendo mediante ello toda la iniquidad? Sí, pero si Dios lo hubiera hecho nosotros no estaríamos vivos hoy día; y, sobre todo, el punto en disputa no habría sido resuelto para plena satisfacción de toda la creación viviente. Habría sido disputable a través de la eternidad—implicando preguntas tales como: Si Dios hubiera permitido al Diablo un campo de acción extenso, ¿habría probado este inicuo el punto que sostenía? Y ¿había creado Dios al hombre de tal manera que era inevitable que se rebelara contra Dios si se le tentaba? Tales preguntas tenían que ser contestadas decisivamente.
Esto ha requerido tiempo, tiempo para darle a Satanás amplia oportunidad de acción y dejar que tratara de respaldar su pretensión, y tiempo “para que la gente sepa que tú, cuyo nombre es Jehová, tú solo eres el Altísimo sobre toda la tierra.” Por causa del punto en disputa Dios ha permitido la iniquidad, pero sólo hasta que el punto en disputa sea resuelto y la soberanía universal de Dios sea vindicada. La razón por la cual Dios ha permitido temporáneamente la iniquidad se expresa bien en las palabras que él dirigió al inicuo Faraón: “Por esta causa te he mantenido en existencia, a fin de mostrarte mi poder y para que mi nombre sea declarado en toda la tierra.”—Sal. 83:18; Exo. 9:16.
● ¿Por qué hay tan grande aumento de iniquidad hoy día?
No es casualidad el que la iniquidad haya aumentado a tan alto grado. Los dolores aumentados para la tierra comenzaron con la I Guerra Mundial. El año 1914, en realidad, señaló el principio de los “últimos días.” Los últimos días ¿de qué? Del dominio inicuo de Satanás sobre la tierra y la humanidad. “El mundo entero,” dice l Juan 5:19, “está yaciendo en el poder del inicuo.” Pero ¿a qué se debe que los “últimos días” del dominio inicuo de Satanás resulten en tan grande aumento de iniquidad en la tierra? La Biblia contesta.
“Estalló guerra en el cielo,” nos dice la Palabra de Dios. Esta, por supuesto, fué una guerra invisible a los ojos humanos. En este conflicto celestial Cristo Jesús como Rey entronizado de Jehová condujo los ejércitos del cielo contra Satanás y sus demonios. El Diablo fué derrotado de manera humillante en este conflicto, como lo revela la Biblia: “De modo que fué arrojado hacia abajo el gran dragón, la serpiente original, aquel que es llamado Diablo y Satanás, el cual está desviando a toda la tierra habitada; fué arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados junto con él.”—Apo. 12:7-9.
El degradar a Satanás y restringirlo a la proximidad
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