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Matrimonios en que ambos cónyuges trabajan por salario... una larga historia¡Despertad! 1985 | 8 de febrero
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Matrimonios en que ambos cónyuges trabajan por salario... una larga historia
RICHARD no se avergüenza de ponerse un delantal. Pasa de una tarea a otra en la cocina mientras despeja la mesa, barre el piso, friega los platos... un vivo retrato de aptitud doméstica. “Me toca hacer la limpieza —explica él—. Carol está durmiendo unas cuantas horas porque luego tiene que ir al trabajo esta nochea.”
Richard y Carol comparten un estilo de vida que en muchos lugares ha llegado a ser la norma más bien que la excepción: Un matrimonio en que ambos cónyuges trabajan por salario. En los Estados Unidos, la cantidad de esposas que forman parte de la mano de obra casi se ha triplicado desde 1950. Y de acuerdo con cálculos recientes, más de tres quintas partes de los matrimonios estadounidenses viven de dos sueldos. En países como Francia, Australia, Canadá, Bélgica, Suecia y Japón, la gente ha seguido un derrotero parecido.
Por supuesto, puede que en muchas de las llamadas naciones en vías de desarrollo los lectores se pregunten por qué causa esto tanta agitación. Pues en dichos países las mujeres tradicionalmente han contribuido en gran medida a los ingresos de la familia. (Véase la página 4.) No obstante, el aumento en la cantidad de familias en que ambos cónyuges trabajan por salario es, hasta cierto grado, un fenómeno en Occidente. ¿A qué se debe esto?
“Gravámenes económicos”
El hecho de que los hombres sean los únicos que sostengan la familia no solo es propio de Occidente, sino también es una práctica bastante moderna. El libro The Individual, Marriage, and the Family dice que durante la mayor parte de la historia humana “las mujeres han sido completamente iguales a los hombres en cuanto a satisfacer las necesidades económicas de la familia”.
La Biblia muestra cómo contribuían económicamente al sostén de la familia las mujeres de la antigüedad. En Proverbios 31 se describe a la “esposa capaz”. Ella no solo atendía a sus deberes domésticos, sino que también tenía ingresos. La compra de propiedad, la agricultura, y la confección y venta de ropa eran algunas de sus ocupaciones lucrativas (Proverbios 31:16, 24). En Hechos 18:2, 3, la Biblia habla de un matrimonio en que ambos cónyuges, Aquila y Priscila, trabajaban juntos en el mismo oficio. El comentarista bíblico Adam Clarke hace esta observación: “Las mujeres, incluso de las clases más altas, entre los griegos, los romanos y los israelitas trabajaban con las manos en todo tipo de ocupación necesaria para el sostén de la familia”.
Por siglos, hombres y mujeres trabajaban como compañeros o socios en sentido económico. Con todo, el trabajo giraba en torno al hogar. Entonces llegó la revolución industrial, y los hombres buscaron empleo en las fábricas de las ciudades grandes. Sin embargo, al cambiar de la agricultura e industrias caseras a empleos de esa índole, los hombres llegaron a tener “empleos lejos del hogar... empleos que no exigían la participación de las esposas ni de los hijos”. ¿Cuál fue el resultado? Las mujeres —dicen algunos— llegaron a ser “gravámenes económicos”. (Scientific American.)
No obstante, la industrialización trajo cierto grado de prosperidad. Y a medida que las naciones de Occidente fueron saliendo de una depresión y una segunda guerra mundial, el nivel de vida de la clase media (o de una clase aun más alta) llegó a ser la meta que muchas familias procuraron ansiosamente alcanzar. Y por cierto tiempo los salarios altos, los precios bajos, y la facilidad de conseguir crédito permitieron que algunos hombres proporcionaran a sus familias casas, automóviles... y hasta algunos componentes de la asombrosa serie de nuevos productos y aparatos que entonces se hacía brillar delante de ellos.
Sin embargo, en el caso de muchos, el sueño acerca de la clase media resultó ser una trampa sutil a medida que la inflación empezó su mortífero ascenso en espiral. Ya en la década de los sesenta, dice el escritor Marvin Harris, “a los padres se les estaba haciendo cada vez más difícil alcanzar la categoría de la clase media o mantenerse en ella”. Por ejemplo: En 1965 el precio medio de venta de una casa nueva para una familia en los Estados Unidos era de $20.000. Para mediados de 1984, ¡el precio había subido rápidamente a unos $100.000! De igual manera, el costo de los alimentos y la ropa quedó fuera de control. Así que las mujeres empezaron a buscar trabajo a raudales, en cantidades sin precedente.
‘Necesitábamos más dinero’
Richard y Carol (a quienes mencionamos al principio) son dueños de una casa cómoda pero modesta, según las normas estadounidenses. Pero al igual que muchos otros matrimonios, se encontraron atrapados en las garras de la inflación. Carol dice: “Sencillamente necesitábamos más dinero para poder pagar nuestras cuentas. Me daba cuenta de que Richard no podía ganar mucho más de lo que ya estaba ganando. De modo que yo realmente no tuve más remedio que conseguir un empleo de tiempo completo”. No, la filosofía del movimiento de la liberación femenina no ha sido la fuerza principal que ha impelido a las mujeres a buscar empleo. Cuando se pregunta a los matrimonios por qué trabajan ambos, la mayor parte de ellos contestan: ‘¡Porque necesitamos el dinero!’. (Véase la página 5.)
A algunas mujeres les desagrada que se las desarraigue del hogar. “El trabajar fuera del hogar me está matando poco a poco”, se lamentó cierta esposa. No obstante, hay muchas que aceptan de buena gana sus empleos. “Me encanta trabajar —dice otra esposa, quien es gerente de una sala de exhibición de muebles—. Sencillamente no soy ama de casa.” Los índices de divorcio en aumento vertiginoso y el espectro de la viudez han contribuido también a atraer a las mujeres a los empleos. “Me asustaría muchísimo el no trabajar —dice cierta esposa—. Perdí a mi primer esposo cuando yo tenía 22 años de edad [...] Ahora siempre tengo en lo más recóndito de la mente la idea de que si Stephen muriera o huyera con alguna joven, yo estaría en un terrible apuro si no tuviera empleo.”
Con todo, en el caso de la mayoría de los matrimonios, el deseo de mantenerse a flote en sentido financiero es lo que los ha convertido en familias en que ambos cónyuges trabajan por salario. ¿Cuáles son, pues, algunos de los desafíos a que se encaran dichos matrimonios, y cómo pueden hacerles frente con éxito?
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Matrimonios en que ambos cónyuges trabajan por salario... los desafíos a que se encaran¡Despertad! 1985 | 8 de febrero
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Matrimonios en que ambos cónyuges trabajan por salario... los desafíos a que se encaran
“ME PARECE que el hombre debería hacer el trabajo, y que debería traer el dinero al hogar —afirma cierto esposo—. Y cuando terminara de trabajar, debería sentarse y descansar el resto del día.” Sin embargo, a pesar de tal opinión obviamente arraigada, su esposa trabaja.
Muchos hombres se encuentran igualmente atrapados en una lucha emocional: la necesidad económica contra las obstinadas ideas sobre la hombría. La socióloga Lillian Rubin comenta: “En una sociedad en que personas de todas las clases están atrapadas en un esfuerzo frenético por adquirir bienes, en que el sentido de valía del hombre y la definición de su hombría dependen grandemente de su capacidad para proveer dichos bienes, a él se le hace difícil admitir que la familia sí necesita en realidad los ingresos de su esposa para vivir como ambos quisieran”. Por eso algunos esposos se deprimen mucho, o se hacen hipercríticos, y se quejan de que sus esposas se han vuelto demasiado independientes o que el hogar simplemente no está tan limpio como antes.
Y si la esposa gana más que el esposo u obtiene un puesto de alta categoría, ¿cuál puede ser el resultado? La revista Psychology Today afirma: “En el caso de algunos esposos cuyos logros son inferiores a los de sus esposas, la muerte prematura debido a enfermedad cardíaca es 11 veces más frecuente que lo normal”. La publicación The Journal of Marriage and the Family informó además que cuando las esposas tenían una ‘consecución profesional superior’, “tales matrimonios tenían mayor probabilidad de terminar en divorcio”a.
No obstante, las esposas mismas tienen que luchar a veces contra el resentimiento. Aunque conozcan bien la crisis económica del esposo, puede que aún se pregunten: ‘¿Por qué tengo que trabajar yo? ¿No debería él cuidar de mí?’. Además, quizás se vea atormentada por lo que el doctor Martin Cohen, sicólogo, llama la mayor fuente de tensión entre las mujeres que trabajan... “el sentimiento de culpabilidad por no estar haciendo lo suficiente... por no ser tan buena esposa y madre como lo era su propia madre”.
Por consiguiente, el aceptar las realidades económicas que obligan a trabajar por salario tanto al esposo como a la esposa quizás sea el primer desafío al que se encaren. Pero ciertamente no es el último.
“Tuyo”, “mío”... ¿de quién?
Más de una tercera parte de las 86.000 mujeres que participaron en una encuesta dijeron que el mayor problema de su matrimonio era: ¡el dinero! Un artículo de la revista Ladies’ Home Journal dijo: “El tema del dinero [...] convierte en locos delirantes a hombres y mujeres que en otros respectos están en su sano juicio”. Cierto esposo dijo: “Nuestro peor problema era el dinero. El mero hecho de que éste nos faltara, su carencia absoluta y agobiante”. Es cierto que un segundo salario pudiera aliviar esta presión, pero a menudo también crea nuevos problemas.
Ed, esposo joven, explica: “A principios de nuestro matrimonio, Ronda estaba ganando aproximadamente la misma cantidad de dinero que yo. Y cuando ella empezó a ganar más dinero que yo, en la subconsciencia tuve la impresión de que ella era mejor que yo”. Parece que el segundo salario también hace que el “equilibrio de fuerzas” favorezca a la esposa. Es comprensible que a ella quizás le parezca que ahora tiene derecho a mayor voz en la manera como se debe gastar el dinero.
Sin embargo, los hombres están poco dispuestos a compartir el control de esa esfera. “Él hacía que yo le dijera, cada día, cuánto dinero necesitaba para el día —recuerda cierta esposa—. Y eso realmente me disgustaba.” El esposo que sea inepto en el manejo del dinero o que, todavía peor, desperdicie los fondos, aumenta dicho resentimiento. Cierta tanzanesa se quejó: “Se gasta el dinero en la bebida, no en nosotros ni en los hijos. Compartimos el trabajo, o hacemos la mayor parte de éste, pero él se queda con todo el dinero y nos dice que es de él... que él se lo ganó”.
No obstante, no siempre es fácil llegar a un arreglo que satisfaga a ambos cónyuges. Por ejemplo, Ed y Ronda concordaron en poner ambos salarios en una sola cuenta bancaria. “Pero en lo que tocaba a los gastos —recuerda Ed—, los ojos de ella eran ‘más grandes’ que los míos. Mientras más dinero ella ganaba, más gastaba.” Y algunas esposas replicarían que el esposo es quien tiene los ojos ‘grandes’.
Neveras vacías y calcetines sucios
“Compartir los papeles.” Esto sonaba maravilloso en teoría. Se creía que cuando las esposas trabajaran, los esposos naturalmente harían su parte de los quehaceres domésticosb. ¡Quizás las mujeres finalmente podrían disfrutar del lujo de descansar después de un día de trabajo! Pero, lamentablemente, ¡hasta la fecha, el “compartir los papeles” ha resultado ser a menudo simple teoría!
¡Oh!, los hombres dicen que están dispuestos a ayudar. En cierta encuesta, 53 por 100 de los hombres a quienes se entrevistó no expresaron ninguna objeción a la idea de empujar una aspiradora. Pero ¿cuántos realmente lo hicieron? El 27 por 100. Su falta de acción ahogó sus palabras.
En Canadá, unos investigadores hallaron igualmente que “en las familias en que las mujeres tienen empleo de tiempo completo, ellas aún dedican aproximadamente tres veces más tiempo a los quehaceres domésticos y al cuidado de los hijos” que sus esposos. (Las cursivas son nuestras.) El cuadro no es muy diferente en Europa ni en los países en vías de desarrollo. Así que las esposas que trabajan llevan la carga equivalente a dos empleos de tiempo completo. No es de extrañar, pues, que los autores de Mothers Who Work digan: “La cuestión más crítica en la vida de las madres que trabajan es el tiempo”.
Durante las mañanas y las noches puede haber momentos de mucha agitación para la esposa que trabaja: despertar a los hijos y vestirlos, preparar el desayuno, apresurar a los hijos para que partan hacia la escuela, e irse al trabajo... solo para regresar luego y encontrar hambrientos a los hijos y al esposo, quien quizás se haya acomodado en su sillón favorito. Los investigadores de habla inglesa usan el término “role strain” para describir la tensión que resulta de desempeñar dicho papel. Para la esposa se trata de puro agotamiento. Cierta esposa dice: “Mi vida es como un delicado y bien construido castillo de naipes. Si algo no va bien, todo se desploma”. Y mientras más grande es la familia, mayor es la tensión que probablemente sienta la esposa que trabaja.
A la mujer que trabaja tal vez le den ganas de gritar: ‘¡Esto no puede seguir así! ¡Algo tiene que suceder!’. Y con frecuencia lo que sucede es que se sacrifica la calidad al desempeñar los quehaceres domésticos. Cierta esposa recuerda: “En nuestra casa [la situación] llegó al punto en que nunca había suficiente alimento en la nevera o nadie podía encontrar calcetines limpios. Mi esposo se estaba enojando conmigo, pero finalmente me llevé las manos a la cabeza, me senté y me puse a llorar”.
Hasta el matrimonio mismo puede sufrir. Otra esposa que trabaja dijo: “Tanto mi esposo como yo hallamos que nuestra relación no sufre porque nos falte el amor o el deseo, sino simplemente porque después que hemos cumplido con nuestras obligaciones para con el trabajo y los niños, frecuentemente nos queda poca energía que dedicar uno al otro”. Entonces, ¿cuál es la solución? ¿Cuál es la clave del éxito para las parejas que trabajan?
[Notas a pie de página]
a Algunos investigadores opinan que el hecho de que la esposa trabaje —no la cantidad de su salario— es lo que causa depresión y pérdida de amor propio en ciertos esposos. Un estudio hasta indica que los hombres pueden aceptar con mayor facilidad el que la esposa tenga un empleo de categoría superior si se trata de uno que tradicionalmente ocupan las mujeres.
b Lo que precisamente constituye “quehaceres domésticos” varía de una parte del mundo a otra. Aquí nos referimos a las labores domésticas que tradicionalmente han desempeñado las mujeres.
[Comentario en la página 8]
Las esposas que trabajan llevan la carga de dos empleos de tiempo completo
[Ilustración en la página 7]
A algunos esposos se les hace difícil encararse al hecho de que sus esposas ganen tanto como ellos, o más
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Parejas que trabajan... la clave del éxito¡Despertad! 1985 | 8 de febrero
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Parejas que trabajan... la clave del éxito
NO CABE la menor duda... el que las parejas ganen dos sueldos puede producir tensión y agotamiento. Por lo tanto, es prudente que las parejas o los matrimonios calculen el costo —en sentido financiero, emocional y espiritual— cuando ambos cónyuges trabajan. (Véase Lucas 14:28.) No obstante, cuando las circunstancias requieren que ambos cónyuges mantengan la familia, los problemas que resultan no son insuperables. Muchas parejas están teniendo éxito en superarlos ¿Cuál es la clave de tal éxito? A menudo consiste en seguir los principios bíblicos.
El consejo de la Biblia nunca pasa de moda. Hasta puede ayudarle a encararse mejor a la crítica situación económica de hoy día. Hace mucho la Biblia explicó que “en los últimos días se presentarán tiempos críticos, difíciles de manejar” (2 Timoteo 3:1-5). El hecho de que el hombre se dé cuenta de esto puede evitar que él crea que es un fracasado, cuando se le haga difícil hacer equilibrios para vivir.
Y si una familia realmente necesita dos sueldos, la Biblia no condena el que la esposa trabaje. En realidad, muestra que la mujer fue creada para ser “ayudante” del hombre (Génesis 2:18). De modo que si la esposa ayuda por medio de ganar un sueldo que se necesita, el esposo no tiene que sentirse amenazado debido a esto. Al contrario, él debería sentirse impulsado a alabarla por los esfuerzos que ella hace, como lo hizo el esposo de la “esposa capaz” (Proverbios 31:10, 28). Sin embargo, ¿qué hay de algunos problemas específicos a que se encaran las parejas que trabajan, como el problema del manejo del dinero?
Problemas financieros
‘No es justo —dijo cierto esposo refunfuñando—. El dinero que yo gano es para la familia. El dinero que ella gana es para ella.’ ¿Le suena esto como algo conocido? La escritora Susan Washburn hace esta observación: “Los conflictos sobre asuntos monetarios son frecuentemente medios de expresar otras tensiones en las relaciones”.
Por ejemplo, muchas parejas pasan varias horas discutiendo sobre qué parte del dinero es “tuya”, “mía”, o “nuestra”. Sin embargo, el problema en tales casos no es un presupuesto deficiente, sino un punto de vista egoísta del matrimonio. Dios declaró que las parejas deben obrar como “una sola carne” (Génesis 2:24). Cuando se obedece este principio, ¿realmente importa qué parte de los fondos es “tuya” y qué parte es “mía”? De hecho, ¡Pablo señaló que los esposos y las esposas amorosos solo estarían ‘inquietos’ en cuanto a ganar la aprobación uno del otro! (1 Corintios 7:33, 34.)
Otro problema matrimonial que puede manifestarse como una “disputa por el dinero” es la falta de comunicación. Una esposa se quejó: “Obrábamos independientemente uno del otro. Sencillamente nunca hablábamos acerca de lo que gastábamos hasta que llegaban las facturas. Entonces no hablábamos, discutíamos”. No obstante, considere nuevamente el principio bíblico de ser “una sola carne”. ¿No abarcaría esto también la comunicación? (Génesis 2:24.) La Biblia nos dice además que “el amor [...] no busca sus propios intereses”. (1 Corintios 13:4, 5.)
Cuando los matrimonios siguen estos principios, a menudo cualesquier arreglos financieros pueden funcionar eficazmente. Después de sentarse y considerar los asuntos a fondo, algunas parejas deciden que cada cónyuge debe tener cierta cantidad de dinero y ser responsable de ciertas facturas. O quizás prueben el método de esta pareja: “Juntamos nuestro dinero, y la esposa es quien de hecho lleva la contabilidad y paga las facturas”. Sin embargo, el éxito de cualquier proyecto de esta índole no depende tanto del propósito del mismo como de la calidad del matrimonio de la pareja.
No obstante, el libro Working Couples advierte acerca de otro peligro potencial: “El problema, en el caso de muchas parejas que trabajan, es que empiezan a querer ser ricos. Especialmente cuando no están acostumbradas a otro sueldo, éste les parece una panacea para todos sus problemas financieros”. Por lo tanto, las parejas con sendos sueldos tienen que tener claramente presente por qué están trabajando ambos. ¿No debería ser para mantener a la familia? (1 Timoteo 5:8.) La Biblia amonesta a los cristianos contra “el amor al dinero” y los anima a permanecer modestos en sus expectativas materiales (1 Timoteo 6:7-10). Hay menos probabilidad de que los gastos excesivos sean una manzana de discordia si las parejas no tienen ostentación material ni el “deseo de los ojos”. (1 Juan 2:16.)
¿Quién va a fregar los platos?
“¿Quién nota si está limpia una sala de estar? —preguntan los sicólogos Marjorie y Morton Shaevitz—. Nadie. ¿Quién nota si está sucia una sala de estar? ¡Todos!” Sí, los quehaceres domésticos son indispensables, inevitables... y, a veces, no se aprecian. Por consiguiente, quién va a hacerlos puede ser una cuestión delicada.
Por lo general la esposa termina por hacer la mayor parte de los quehaceres domésticos. Con todo, ¿qué sucede si ella comienza a resentirse de estoa? Pudiera abordar a su esposo y decirle con tacto, como lo hizo cierta esposa: “Mira, tenemos un problemita”. Muchas veces los esposos simplemente no saben lo que está implicado en el mantenimiento de una casa. Quizás pudieran resumir juntos lo que se tiene que hacer, y lo que sería bueno hacer. Tal vez algunas tareas sean innecesarias o puedan efectuarse con menos frecuencia. La pareja puede determinar lo que cada uno va a hacer, quizás según preferencias o aptitudes personales.
Pero ¿debería el hombre hacer ‘trabajo de mujer’? De acuerdo con la Biblia, Abrahán no consideró que fuera una amenaza para su hombría el ayudar a su esposa a servir una comida a tres visitantes importantes. (Véase Génesis 18:6-8.) Los esposos hoy día con frecuencia se sienten igualmente movidos a ayudar cuando se dan cuenta de que se necesita ayuda. Cierto esposo dice: “Pongo manos a la obra y ayudo en los quehaceres domésticos. Reconozco que a veces realmente no quiero hacerlo. Pero puesto que ambos trabajamos, me parece que sería injusto por mi parte obrar de otro modo”. (Compárese con Efesios 5:28.)
Sin embargo, puede surgir un problema si la esposa espera perfección de su cónyuge y olvida que él es solo un principiante en las faenas domésticas. (“¡Jorge! ¿No sabes siquiera limpiar el fregadero cuando terminas de fregar los platos?”) Tal vez un poco de ayuda junto con paciencia sería más productivo.
También está el asunto de permitir que reine la cualidad cristiana de ser ‘razonable’ (Filipenses 4:5). Quizás simplemente no sea práctico ni posible mantener el hogar tan inmaculadamente limpio como haya estado antes. “Cuando estaba en casa todo el día —recuerda Betty, esposa que trabaja—, parecía como si todo lo que hacía era limpiar.” Pero cuando ella entró en el mundo del trabajo, hubo que hacer ajustes en las normas de limpieza. “Todavía mantenemos limpio nuestro hogar —dijo ella—, pero ahora tiene un poco más la apariencia de una vivienda.”
Salvaguardia verdadera
Ésos son apenas algunos de los desafíos a que se encaran los matrimonios en que ambos cónyuges trabajan por salariob. No obstante, el éxito es posible si los matrimonios siguen la guía de las Santas Escrituras.
Sin embargo, se continuarán ejerciendo presiones. Por eso, puede que el tener empleos seguros y sueldos adecuados parezca más importante que nunca. Pero, cierta pareja cristiana advierte: “Se puede edificar una salvaguardia falsa en el empleo. Uno puede suponer: ‘Bueno, estoy trabajando y mi esposa tiene empleo, y nosotros podemos hacer que las cosas salgan bien’. Pero eso es solo una salvaguardia falsa, porque en cualquier momento uno puede perder el empleo. Lo que hay que hacer es recordar que Jehová Dios está cerca para apoyar a uno”.
Ése es un consejo sabio de una pareja que trabaja y obviamente ha descubierto la clave del éxito: depender del Dios que promete que nunca abandonará a los que confían en él. (Hebreos 13:5, 6.)
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