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  • Cómo se hace que el día de ajuste de cuentas nos resulte en bien
    La Atalaya 1979 | 15 de junio
    • el salmista escribió proféticamente, y conocemos su nombre. Es Jesucristo, el Hijo de Jehová Dios. ¿Merece su nombre ser mencionado “durante todas las generaciones por venir”? El salmista predijo que habría “pueblos” que serían de ese parecer y quienes, por lo tanto, ‘elogiarán’ al portador de este nombre “hasta tiempo indefinido, aun para siempre.”

      17. Por eso ahora es el tiempo favorable para que hagamos ¿qué? ¿Y qué significará para nosotros el que hagamos eso?

      17 Hoy tenemos ante nosotros la oportunidad de ser conservados con vida a través del día de ajuste de cuentas para todas las naciones y de entrar en las bendiciones del reino de Dios que las reemplazará a todas. Aun ahora, por fe podemos alborozarnos con su Rey ungido, porque la victoria de este Rey en Har-Magedón es segura y su reinado por 1.000 años sobre una Tierra limpiada es definitivo. Ah, entonces ahora —hoy— es el tiempo favorable en el cual ponernos entre los “pueblos” que elogiarán al Rey victorioso “hasta tiempo indefinido, aun para siempre.” Esto redundará en gloria para Jehová Dios, el Padre celestial del Rey y quien es él mismo el supremo “Rey de la eternidad,” así como el “Rey de las naciones.” El que hagamos esto significará para nosotros una vida de elogiar y alabar a Su Rey ungido “aun para siempre.” Esto impartirá verdadero significado a la vida. Pondrá ante nosotros un propósito elevado para nuestra vida perdurable.

  • ¿Por qué mantenernos libres de la murmuración?
    La Atalaya 1979 | 15 de junio
    • ¿Por qué mantenernos libres de la murmuración?

      “HAY gente que nunca está satisfecha con nada.” ¿Con cuánta frecuencia ha oído usted esta declaración? Es verdad que en estos tiempos críticos muchas personas despliegan una tendencia hacia la murmuración. Tienen dudas y vacilaciones en cuanto a casi toda cosa. Pero ¿es sabio que un cristiano permita que en él se desarrolle tal actitud? Evidentemente el apóstol Pablo no pensaba que eso sería sabio, porque, al escribir a la congregación de Filipos, dijo: “Sigan haciendo todas las cosas libres de murmuraciones y argumentos, para que lleguen a ser intachables e inocentes, hijos de Dios sin mácula.”—Fili. 2:14, 15.

      Estas palabras de Pablo nos hacen pensar en ciertas preguntas. ¿Cuán grave, precisamente, puede llegar a ser el asunto de la murmuración? ¿Puede tener efecto en mi relación con otras personas? ¿Con la congregación? ¿Qué piensa Jehová de mí si tiendo a ser murmurador, o murmuradora? ¿Qué puedo hacer para evitar este espíritu?

      EJEMPLOS DE LA ANTIGÜEDAD

      El hecho de que la murmuración es un asunto que debe considerarse seriamente se puede entender por lo que Pablo dijo acerca de ella en su primera carta a compañeros de creencia que se hallaban en Corinto. El apóstol dijo: “Ni seamos murmuradores, así como algunos de ellos [los israelitas] murmuraron, de modo que perecieron por el destructor.” (1 Cor. 10:10) Considere, por ejemplo, el tiempo en que Moisés envió 12 hombres, uno de cada tribu de Israel, a espiar la tierra que Jehová les había prometido como herencia. Esto fue poco después de la salida de los israelitas de Egipto, mientras se hallaban en el desierto. Cuando estos 12 espías regresaron al campamento israelita, solo dos de ellos, Josué y Caleb, dieron un informe favorable e instaron a la gente a obrar valerosamente y entrar en la tierra. Los otros 10 pintaron un cuadro desanimador. Llamaron a aquella región una “tierra que se come a sus habitantes,” y dijeron: “Toda la gente que vimos en medio de ella son hombres de tamaño extraordinario.”—Núm. 13:32.

      Al oír esto, los israelitas sin fe “empezaron a murmurar contra Moisés y Aarón, y toda la asamblea empezó a decir contra ellos: ‘¡Si siquiera hubiésemos muerto en la tierra de Egipto, o si siquiera hubiésemos muerto en este desierto! ¿Y por qué está Jehová trayéndonos a esta tierra para caer a espada?’” ¡Sí, estaban murmurando contra Jehová! Debido a esto, todos aquellos hombres de 20 años de edad y más, a excepción de Josué, Caleb y los levitas, perecieron en el desierto. Nunca se les permitió entrar en la Tierra Prometida. (Núm. 14:2, 3, 26-30) ¡Qué precio pagaron por su murmuración!

      Esto ilustra lo que puede suceder a una entera nación que se da a las quejas. Otros ejemplos muestran que la murmuración por parte de individuos contra Jehová encierra el mismo grado de seriedad. Considere el caso de Míriam, la hermana de Moisés. En cierta ocasión ella, junto con su hermano Aarón, murmuró, e hizo la pregunta: “¿Es simplemente por Moisés solo que Jehová ha hablado? ¿No es también por nosotros que ha hablado?” Significativamente, el relato añade: “Y Jehová estaba escuchando.” (Núm. 12:1, 2) ¿En qué resultó esto? Dios hizo que Míriam, quien evidentemente llevó la delantera en estas quejas, fuera humillada. ¿Cómo? Fue herida de lepra y tuvo que permanecer fuera del campamento por siete días hasta que fue limpiada.—Núm. 12:9-15.

      ¿A QUÉ LLEVA LA MURMURACIÓN?

      De estos ejemplos podemos aprender mucho. Pero usted quizás se pregunte por qué será tan serio el asunto de la murmuración. Bueno, la murmuración no es simplemente una queja justa acerca de algún mal que se haya cometido.Es una expresión de falta de satisfacción o de descontento, y suele deberse a que uno se ha dado demasiado énfasis a sí mismo. El que se queja de esta manera da demasiada importancia a sus propios sentimientos o su posición, y está llamando atención a sí mismo en vez de a Dios. Esto causa disensión entre los hermanos espirituales y, si no se restringe, conduce a divisiones dentro de la congregación.—1 Cor. 1:10-13.

      Esto se debe a que el murmurador nunca guarda para sí sus quejas. En todos los casos envuelve a otras personas. ¿Por qué? Indudablemente porque espera que esas personas, también, dejen de estar satisfechas y simpaticen con él.

      Es muy fácil que esto suceda. Por ejemplo, imagínese que algún cristiano empieza a quejársele de cierto anciano nombrado de la congregación. Critica la manera en que el anciano, o superintendente, se encarga de las partes que tiene en los programas que se presentan en la plataforma, o la manera en que atiende ciertos deberes que desempeña en la congregación. Si usted escucha al que se queja, puede empezar a pensar como él piensa. Entonces, a medida que usted observara al anciano, pudiera empezar a decirse: ‘Ahora que pienso en ello, lo que mi amigo dice acerca de este anciano es verdad. Nunca me había fijado en ello antes.’ Eso es precisamente lo que el murmurador desea que usted piense. Antes de que la semilla del descontento

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