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La música dominaba mi vida¡Despertad! 1977 | 22 de diciembre
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a afectar mi bienestar físico. Empezábamos lo más temprano posible para aprovechar hasta el último rayo de la luz del día. Entonces trabajábamos tarde por la noche filmando las escenas nocturnas. Para desplegar vivacidad ante las cámaras tomaba bencedrina. Enseguida vino la televisión, y la filmación de espectáculos para ella. Los ensayos eran largos y abrumadores. Con razón vine a padecer de hipertensión arterial.
Una familia, y Louis Armstrong
Por fin opté por ir a Hawai, donde, en 1947, llegué a conocer a Sally. Nos casamos más tarde ese año, y en 1948 nos nació una hija. Mi esposa estudiaba la Biblia y, aunque mi horario de trabajo no me permitía aplicarme con la misma diligencia que ella, asistía con ella a las reuniones en el Salón del Reino de los Testigos de Jehová. Entonces, en 1952, partí de Hawai para trabajar con Louis Armstrong, y, pasé los siguientes doce años con él.
Mi familia trató de viajar conmigo, pero esa clase de vida no les convenía... el humo de mariguana, el lenguaje soez y el constante volver a deshora. Alquilaba un piso, enviaba a mi esposa e hija a ir de compras, entonces me encerraba en un cuarto y pasaba cinco o seis horas practicando el trombón. Estaba invirtiendo mi vida entera en un instrumento; mi trombón y el dinero que me acarreaba eran mi dios.
Por fin hice arreglos para que mi esposa e hija se establecieran en Los Ángeles, donde compramos una casa. Pero, en realidad, yo estaba alejado de allí la mayor parte del tiempo, pues a veces pasaba seis o siete meses de una vez en África y en otros lugares. Hicimos muchas películas en Europa. Yo pensaba que, ya que enviaba mucho dinero a casa, eso justificaba mi ausencia. Pero mi familia no se interesaba en estas cosas materiales; querían que yo estuviera en casa. Pero yo no veía el asunto así. Mi hijita estaba creciendo y apenas conocía a su padre.
Este negocio es sumamente competidor, por eso, a fin de mantenerme en la cumbre, practicaba el trombón constantemente, a menudo todo el día. Me estaba sintiendo cada vez más infeliz porque parecía que no tenía tiempo para nada salvo practicar, viajar, tocar y enviar dinero a casa. Me agradaba trabajar para Armstrong, fue buen patrón, y tal vez eso explique por qué no veía las cosas que más tarde fueron llamadas a mi atención con gran énfasis.
La Sra. Fitzpatrick estudiaba con Louis siempre que podía ponerse en comunicación con él. Esto no era fácil, pero de vez en cuando tocábamos en un teatro de Nueva York y ella estudiaba con Louis, y conmigo también, entre las presentaciones. A fines de los años cincuenta, mientras tocaba en Las Vegas, me visitó mi esposa, y ¡qué sorpresa tuve cuando me enteré de que ella y la Sra. Fitzpatrick habían salido juntas en la actividad de testificar! Más tarde Ida me preguntó: “Sr. Young, ¿qué espera? Considerando el conocimiento que usted tiene de las verdades bíblicas, le es peligroso no obrar en armonía con lo que usted sabe.”
Cada vez que volvía a Los Ángeles, reanudaba mis estudios bíblicos e iba a las reuniones con mi familia. Para entonces mi esposa se había bautizado y era Testigo, y mi hija también estaba estudiando. La bondad que los Testigos les manifestaban a Sally y nuestra hija Andrea me impresionó mucho, pues iban a verlas frecuentemente para asegurarse de que todo marchaba bien, puesto que sabían que yo estaba viajando de pueblo en pueblo.
Librándome
Entonces, a principios de 1964, sucedió algo que me sacudió. Mi esposa me hizo una llamada telefónica de larga distancia para decirme que estaba enferma. Previamente, cuando había deseado dejar de trabajar, me ofrecían más dinero. Esta vez no fue excepción. Pero ahora nada iba a separarme de las personas a quienes amaba.
Le oré a Jehová Dios, y sé que fue él quien me dio la fortaleza para desprenderme de mi trabajo. Esto no les cayó bien a los patrocinadores de la orquesta. De hecho, se airaron mucho. Siempre me habían vencido con dinero. ¡Pero ya no! La Sra. Fitzpatrick ciertamente tenía razón. ¿Qué había estado esperando? No había apreciado el valor del proverbio bíblico: “El conseguir sabiduría es ¡oh cuánto mejor que el oro! Y el conseguir entendimiento ha de escogerse más que la plata.”—Pro. 16:16.
Regresé rápidamente a Los Ángeles y me puse a estudiar la Biblia de nuevo con verdadera sinceridad. ¡Por fin se me abrieron los ojos verdaderamente y pude ver la tontería de lo que había estado haciendo, haciendo de mi trombón y dinero mi dios! El reconocimiento de cuánto había faltado en cumplir con mi familia me dejó anonadado. Después de escudriñarme mucho el corazón, me bauticé como testigo de Jehová unos cuantos meses más tarde.
La enfermedad de Sally siguió empeorando y, después de muchas pruebas, se descubrió que tenía cáncer. ¡Fue un golpe terrible! Pensábamos regresar a Hawai, pero el médico insistió en que ella entrara en un hospital inmediatamente y empezara a recibir tratamientos de cobalto. Para agosto de 1964 había terminado su serie de tratamientos.
Puedo decir sin vacilar que éste fue el tiempo más penoso de mi vida. Me hizo ver la futilidad de tratar de conquistar la fama y las riquezas en comparación con las cosas que son verdaderamente importantes en la vida. Cuando Sally enfermó, ¿a quién acudí? A Jehová Dios en oración. ¡Cuánto me alegro de haber llegado a apreciar que una relación estrecha con él vale más que todas las cosas materiales!
Más tarde regresé con mi familia a Hawai. Mi esposa recobró su salud, y está bien hasta el día de hoy.
Más feliz que en cualquier otro tiempo
Ya hace varios años que tengo mi propia orquesta pequeña y tocamos en un hotel grande de Honolulú. Pero ahora la música ocupa un lugar secundario a los intereses espirituales. Varios miembros de mi orquesta aceptaron el estudio bíblico que les ofrecí, y uno de ellos actualmente es Testigo. Nuestra hija se casó con un Testigo y lleva una vida feliz. Mi esposa y yo asistimos con regularidad a las reuniones de la congregación con nuestros compañeros cristianos, y participamos con ellos en la obra de testificar, hablando a otros acerca de las bendiciones que el reino de Dios le traerá a la humanidad.
Rara vez salgo de Honolulú en viajes relacionados con mi música, a pesar de las muchas ofertas que se me han hecho. Sin embargo, sí respondí a la solicitud que recibí de la División de las Artes Interpretativas del Instituto Smithsoniano; y en septiembre de 1976 hicieron una cinta magnetofónica de una entrevista de seis horas que tuvieron conmigo acerca de mi vida.
Cuando recuerdo las giras que hice con Louis Armstrong, hay una experiencia que sobresale como acontecimiento especial. Sucedió en 1961 cuando estábamos en el Japón. Aunque no era Testigo en ese entonces, le hablé a un grupo de músicos jóvenes acerca de la actividad cristiana de los Testigos. Más tarde me enteré de que lo que había dicho cayó en corazones dispuestos a responder porque varios de estos jóvenes llegaron a ser Testigos.
A menudo tengo la oportunidad de hablar con músicos jóvenes que abrigan grandes aspiraciones, y les insto: “Consideren el costo.” Si uno deja que la música domine su vida, como yo lo hice por un tiempo, esto puede arruinarlo. La única manera en que podemos lograr la felicidad verdadera es reconociendo las cosas que verdaderamente valen la pena. ¡Qué agradecido estoy de que por fin haya logrado hacer eso!—Contribuido.
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Sacando frutos nuevos de frutos conocidos¡Despertad! 1977 | 22 de diciembre
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Sacando frutos nuevos de frutos conocidos
Por el corresponsal de “¡Despertad!” en las Islas Británicas
UNA asombrosa variedad de frutas nos está disponible hoy. ¡Y qué diferente el sabor! Hay manzanas silvestres que se pueden describir como ‘tan agrias que le quitan el filo a un cuchillo,’... palabras que el naturalista Plinio empleó hace unos dos mil años. Pero hay muchas otras variedades de manzanas cuyo sabor es un deleite al paladar, y uno no se halla limitado en su selección a solo unos cuantos tipos. ¡Pues hace más de cien años en un libro de frutas que se publicó en los Estados Unidos se presentó una lista de 1.823 diferentes variedades! Sin embargo, todas estas manzanas, con sus rasgos distintivos, han descendido de antepasados comunes. Realmente se han sacado frutas nuevas de las variedades ya existentes. ¿Cómo se ha logrado esto?
Sin duda los hombres, al adquirir más experiencia en la agricultura, ejercían más cuidado al escoger las semillas que conservaban para siembras futuras, tomándolas de los racimos más grandes de uvas, las manzanas más dulces, las aceitunas más grandes y así por el estilo. Así gradualmente aumentó la diferencia entre estas clases y las variedades silvestres.
El cruzamiento deliberado para combinar las características deseables de diferentes plantas madres es un desarrollo más reciente. Este método de producir frutos nuevos de frutos conocidos no siempre es fácil, como descubrió el profesor L. H. Bailey a fines del siglo diecinueve.
Bailey cruzó una calabaza Bergen del otoño con una calabaza vinatera, y volvió a cruzar la prole con la calabaza Bergen. En 1891, esta segunda generación produjo frutos que se parecían a los de la calabaza Bergen con una cáscara tan delgada como el papel sobre carne amarilla espesa y atractiva. La cáscara protegía el fruto del manejo brusco y de la escarcha. La carne
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