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¿Cómo llegará a ser la Tierra un parque habitado?¡Despertad! 1971 | 8 de octubre
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cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará.” (Gál. 6:7) Habiendo sembrado muerte y destrucción, merecen segar lo mismo. Dios ha prometido que así será.
Una Tierra limpiada en nuestro día
¿Qué estamos diciendo entonces? ¿Va a exterminar Dios toda la vida humana de este planeta, posiblemente quemando toda la Tierra mientras lo hace? Algunas religiones presentan esa idea. Pero cuando enseñan eso contradicen la Biblia.
Como muestra Revelación 11:18, Dios no actúa para arruinar la Tierra, sino, exactamente al contrario, para poner coto a que esté siendo arruinada. Tal como un hombre no tiene que incendiar una casa para librarse de la suciedad y las cucarachas, así Dios no tiene que destruir la Tierra para librarla de la contaminación y de los que la causan. Como en el tiempo de Noé, la Tierra necesita que la limpien de los que la están ensuciando. Es preciso que sea removido un sistema mundial entero que se funda en el egoísmo.
Esta vez la destrucción no vendrá por un diluvio acuoso, sino, como predijo Jesús, por una “tribulación grande,” como paralelo de la destrucción que devastó a la Jerusalén antigua. Jesús dijo que la destrucción sería una “como la cual no ha sucedido una desde el principio del mundo hasta ahora, no, ni volverá a suceder. De hecho, a menos que se acortaran aquellos días, ninguna carne se salvaría; mas por causa de los escogidos serán acortados aquellos días.” (Mat. 24:21, 22) Entre los “dolores de aflicción” que llevan a esa “tribulación grande” se profetizó que habría:
“Guerras y desórdenes . . . grandes terremotos, y en un lugar tras otro pestes y escaseces de alimento.”—Mat. 24:6-8; Luc. 21:9-11.
Estas son las mismísimas cosas que han constituido los titulares de los periódicos durante toda esta generación actual, además de ahora el ‘arruinamiento de la tierra’ por la contaminación mundial. Este cumplimiento de la profecía suministra base sólida para la esperanza de que se ha acercado el tiempo en el cual al acto irrespetuoso del hombre de convertir la Tierra en una inmensa pila de basura le será puesto un veloz y terminante fin, cuando Dios traiga la predicha “tribulación grande.” La culminación de esa tribulación será la ‘guerra del Armagedón’ —no alguna batalla internacional librada con deshojadores, gases neurotóxicos y bombas de hidrógeno con desprendimiento radiactivo que deje a todo el planeta desprovisto de toda vida— sino una guerra justa en la cual el mismo Hijo de Dios y sus ejércitos celestiales saldrán victoriosos, para la bendición y liberación de todos los que aman la justicia.—Rev. 16:13-16; 19:11-18.
Entonces el reino de Dios hará que la voluntad de Dios se efectúe, “como en el cielo, también sobre la tierra.” El registro bíblico declara que, cuando Dios creó a la primera pareja humana, les dio un hogar-jardín en la región que se llamaba Edén. Y les dio el mandato: “Sean fructíferos y háganse muchos y llenen la tierra y sojúzguenla, y tengan en sujeción los peces del mar y las criaturas volátiles de los cielos y toda criatura viviente que se mueve sobre la tierra.” (Gén. 1:28) Esto no fue licencia para que el hombre explotará la Tierra hasta el grado de arruinarla. Pues Génesis 2:15 dice: “Y procedió Jehová Dios a tomar al hombre y establecerlo en el jardín de Edén para que lo cultivase y lo cuidase,” no para contaminarlo y arruinarlo. De modo que el mandato de Dios fue que la Tierra debería estar poblada cómodamente y llevada a una condición semejante a la de un parque por todas partes. El gobierno celestial de su Hijo superentenderá la actividad terrestre de todos los que sobrevivan a la guerra del Armagedón para asegurar que el propósito de Dios se lleve a cabo.
Se hace posible una vida más rica, más saludable
Esto claramente no significa que la Tierra habrá de llegar a ser una vasta región desértica. Tampoco significa que forzosamente todas las personas vivirán en cabañas de trozas, cocinarán en estufas de leña, alumbrarán sus hogares en la noche con linternas alimentadas con aceite vegetal o simplemente usarán las herramientas más toscas. Pero sí significa que cualesquier inventos y fuentes de energía que se usen, se usarán de tal manera que no causen daño... ni a la Tierra ni a los que vivan en ella. El amor a Dios y al prójimo asegurará eso. De hecho, será debido a que han cambiado su modo de pensar, actitudes y sentido de los valores para amoldarse a las normas de Dios de amor y justicia que a estas personas se les concederá sobrevivir a través de la destrucción del Armagedón.
Hoy el uso que le da el hombre a la energía ensucia la Tierra. Pero hay muchas fuentes de energía limpias. El Sol siempre ha sido la principal fuente de energía natural para toda la Tierra, pues su energía hace posible los cambios químicos que acontecen en las plantas y forman el medio básico de sustentar toda vida. Hoy la energía solar se utiliza para impulsar satélites, y para suministrar calefacción a los hogares aun a mediados del invierno. En Francia se construyó un espejo gigantesco para formar un horno solar, y cuando sus rayos se enfocan pueden producir temperaturas hasta de 5.400 grados Fahrenheit, capaces de hacer un hoyo a través de un pedazo grueso de acero.
Otras fuentes de energía limpias son el viento, el agua corriente y las mareas de los océanos. En el sistema de hoy con énfasis en la velocidad, con hambre de poder y de producción en masa, ha habido poco interés en los aparatos productores de energía anticuados como los molinos de viento, las ruedas hidráulicas y equipo similar pintoresco y no contaminador. El uso de animales, como el caballo, el carabao, el elefante, se considera adecuado únicamente para los “países subdesarrollados.”
Pero el régimen del reino de Dios no solo traerá liberación del presente sistema entregado en masa a métodos que causan contaminación; también abrirá el camino a la salud perfecta y a la vida eterna. No afrontando ya la presión de una vida corta, entonces las personas podrán saborear la vida sin la urgencia frenética y la tensión que caracterizan a lo que hoy ciertos hombres llaman una “carrera de ratas” humana. Con vida eterna, con motivos correctos y con la guía de Jehová Dios, el Científico Supremo del universo, ¿quién sabe lo que los súbditos del reino de Dios podrán desarrollar entonces a modo de fuentes limpias de energía para uso humano?
En los tiempos anteriores a la Revolución Industrial, aun cuando los hombres trabajaban juntos en un taller pequeño podían conversar, disfrutar de compañerismo agradable mientras trabajaban, quizás hasta intercambiar saludos amigables y noticias con los transeúntes. Por lo general conocían a los clientes a quienes servían y eran conocidos de éstos. Legítimamente podían tener una sensación de satisfacción personal y orgullo justificable al producir artículos de alta calidad, de larga duración. La moderna Era de las Máquinas innegablemente les ha robado a los hombres gran parte de estos placeres. Las máquinas de movimiento rápido inflexiblemente exigen que el operador tenga los ojos pegados a la máquina mientras repite silenciosamente los mismos movimientos miles de veces. A menudo sucede que mientras más grande es la operación más impersonal y deshumanizada es la posición del trabajador, al grado de sentirse como el conocido “diente de engranaje.” sirviendo a gente que rara vez ve o conoce.
Ciertamente el gobierno de Dios restaurará la deleitable variedad de vida y trabajo que tan a menudo falta hoy. La cantidad ya no se considerará por encima de la calidad. Habiéndose reemplazado el espíritu de competencia con el espíritu de cooperación, los hombres cesarán de esforzarse por sobrepujarse unos a otros por ganancia egoísta. Pues el amor “no busca sus propios intereses” (1 Cor. 13:5), y a los cristianos se les exhorta a no hacer “nada movidos por espíritu de contradicción ni por egotismo, . . . no vigilando con interés personal solo sus propios asuntos, sino también con interés personal los de los demás.” Su Rey, Jesucristo, les puso el ejemplo en esto.—Fili. 2:3-8.
Profecías bíblicas que en otro tiempo se cumplieron en el Israel de la antigüedad (después de los años de restricción babilónica) tendrán cumplimiento aun mayor durante el reinado del Hijo de Dios. Como declara Isaías 65:21, 22: “Y ciertamente edificarán casas, y las ocuparán; y ciertamente plantarán viñas y comerán su fruto. . . . Porque como los días de un árbol serán los días de mi pueblo; y la obra de sus propias manos mis escogidos usarán a grado cabal.” Y Miqueas 4:4 dice: “Y realmente se sentarán, cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá nadie que los haga temblar; porque la boca misma de Jehová de los ejércitos lo ha hablado.”
Estos cuadros proféticos de vida pacífica en su mayor parte son agrícolas. Esto, por supuesto, no excluye completamente toda vida de comunidad bajo el régimen del Hijo de Dios. Sin embargo podemos estar seguros de que, sea cual sea el tamaño que alcancen las comunidades entonces, jamás se desarrollarán en algo semejante a las monstruosidades modernas que apiñan a la gente en viviendas atestadas en hileras sobre hileras de edificios de muchos pisos, robándoles la luz del Sol, el aire fresco y el derecho a la vida privada, rodeándolos de ruido, de problemas de tránsito frustratorios y de otras fuentes de irritación... todo por ganancia comercial y explotación industrial.
¡Qué bendición el poder andar por veredas agradables guarnecidas por césped y helechos, sombreadas por las ramas frondosas de los árboles, o atravesar por una pradera undulada, en la cual hay margaritas blancas y doradas ondeando en la brisa, o agacharse por debajo de una cerca de madera y dirigirse a un bosque cercano, caminando bajo su sombra profunda y fresca sobre una alfombra de hojas, alcanzando vistazos del Sol muy arriba en un cielo azul claro! ¡Qué refrescante y agradable oír los sonidos de la creación en la Tierra... el melodioso reclamo de los pájaros, el zumbido y susurro de los insectos de vez en cuando, el chirrido de la ardilla, el sonido del arroyo que murmulla, del viento cuando susurra a través de los árboles!
Originalmente estas cosas iban a ser la herencia de toda persona. Son dádiva de Dios. ¿Realmente las queremos? ¿Cuáles son los cambios que cada uno de nosotros tiene que efectuar si quiere disfrutar de vida en un parque que abarcará toda la Tierra por todo el tiempo venidero?
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¿Qué se debe hacer?¡Despertad! 1971 | 8 de octubre
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¿Qué se debe hacer?
HOY el problema de la contaminación afecta a cada uno de nosotros a cierto grado. En el futuro cercano la solución permanente de Dios para el problema nos afectará aun más. Tendrá una relación directa con la existencia continua de cada persona en esta Tierra, incluso usted.
En vista de esto, ¿qué se debe hacer? Hay dos cosas que considerar. La primera es lo que uno puede hacer ahora para disminuir el problema de la contaminación. Además, hay la consideración mucho mayor: lo que uno puede hacer para sobrevivir al fin de este sistema de cosas y vivir en el paraíso que Dios traerá a esta Tierra.
¿Qué se puede hacer acerca de la contaminación?
Hay muchas cosas prácticas que uno puede hacer para disminuir la contaminación.
Un ofensor principal es el automóvil, especialmente en cuanto a contaminación del aire. Aunque uno compre gasolina no emplomada, su auto todavía despedirá sustancias contaminadoras, en particular si uno no lo mantiene afinado. El hacer menos viajes innecesarios, y viajar en grupos que compartan un solo auto puede disminuir mucho la participación de uno en la contaminación.
El mantener los hornos domésticos en apropiada condición de funcionamiento también ayudará. ¿Y qué hay de las muchas personas que se quejan acerca de la contaminación del aire pero que entonces causan contaminación de sus propios pulmones (y de los de otros) fumando cigarrillos? ¿Qué consistencia hay en eso?
Uno puede ayudar a controlar la contaminación del agua no usándola innecesariamente, no desperdiciándola. Para lavar la ropa, uno quizás pueda comprar productos de limpieza que sean “biodegradables” y estén libres en gran parte de fosfatos, un contaminador principal.
En cuanto al terreno, ¿dónde echa usted sus desperdicios? Quizás no se dé cuenta de ello, pero todo el modo de pensar de uno sobre el problema de la contaminación puede reflejarse en lo que haga con la basura, incluso artículos menores como servilletas de papel o envolturas pequeñas. Es verdad que uno no puede hacer que otros se deshagan apropiadamente de los desperdicios y mantengan limpias las calles y los parques. Pero por lo que uno haga con los desperdicios muestra si respeta a otras personas, la propiedad de ellas, o aun la de uno.
Estas cuantas sugerencias quizás parezcan muy pequeñas en comparación con el vasto problema que existe. Esto, por supuesto, es cierto. Haga uno lo que haga para evitar la contaminación, no afectará mucho el cuadro general. Sin embargo, el hacer lo que las circunstancias de uno le permitan es importante. ¿Por qué? Porque demuestra que uno tiene respeto al Creador y su creación. Hace mucho escribió el salmista: “A Jehová pertenece la tierra y lo que la llena.”—Sal. 24:1.
En el nuevo orden de Dios es probable que se pida cuentas a los que causen contaminación, puesto que eso fue lo que sucedió en el Israel de la antigüedad cuando estaba bajo el régimen de Dios. El campamento de Israel se había de mantener limpio en todo aspecto, moral y físicamente. No se permitía la contaminación por deshacerse incorrectamente de las aguas de albañal. Así fue como Dios trató con su pueblo en tiempos pasados, y probablemente sea así que trate con su pueblo en su prometido nuevo orden. (Deu. 23:10-14) Ciertamente de todos los que vivan entonces se requerirá que trabajen en armonía con sus leyes que rigen la creación natural. ¿Lo querrá él a usted en ese nuevo orden?
Lo que más se debe considerar
Prescindiendo de lo dignos de encomio y deseables que sean, los esfuerzos de uno por reducir la contaminación jamás cambiarán el derrotero que ha emprendido este mundo. Solo acción por Dios puede
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