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  • ¿Cómo ve usted a los ancianos?
    ¡Despertad! 1979 | 8 de noviembre
    • Ayuda discreta

      Sin embargo, al mismo tiempo se necesita equilibrio y buen tacto. Uno no puede hacerse dominante ni mandón al ofrecer ayuda, ni de mal genio. Es importante, siempre que sea posible, que la persona de edad avanzada siga sintiendo que controla su vida.

      Por ejemplo, un día un hombre vio a una anciana que cargaba un paquete pesado. Cortésmente preguntó: “¿Puedo ayudarle a cargar eso, señora?” Ella se sonrió, expresó su gratitud por la oferta, pero no aceptó, diciendo: “No, todavía puedo hacerlo por mí misma.”

      Por otra parte, un hombre estaba a punto de cruzar una bulliciosa intersección en una ciudad a mediados del invierno. Vio a una ancianita de pie en el borde de la acera con una mirada recelosa en el rostro. Entonces notó el montón de nieve y hielo que ella tenía que cruzar. Dirigiéndose a ella, le preguntó: “¿Puedo ayudarle a cruzar?” Rápidamente ella respondió: “Oh, sí, por favor.”

      Las visitas son muy significativas

      El visitar a las personas de edad avanzada significa mucho para ellas. Como dijo una persona anciana de los que la visitan: “No pueden saber el gozo que le traen a alguien cuyos hijos y nietos viven lejos.” Puede que usted tenga una experiencia interesante que narrarles, o a veces algunos artículos de las noticias que pudieran ser de provecho para ellos. Sin embargo, muchas veces el que usted sencillamente sea un buen oyente es el servicio más importante que puede darles.

      Otra cosa que muchos ancianitos apreciarían cuando les falla la vista es el que alguien les lea en voz alta. Quizás usted tenga una experiencia edificante de una carta que ha recibido. O quizás ellos tengan algún material que les gustaría que se les leyera. Usted pudiera leerles y considerar con ellos una porción de la Biblia. Muchos hallan que la variedad de información que se publica en la revista ¡Despertad! y también en la revista bíblica La Atalaya es interesante y edificante para leer en voz alta.

      A veces, pudiera llevarles una pequeña muestra de su interés en la forma de un regalo. Pudiera ser alimento, una planta, o tal vez algo que usted haya confeccionado. Sí, usted pudiera hasta regalarles dinero si ve la necesidad. También, pudiera ofrecerse para hacerles una comida, o tal vez llevarlos a una comida si ellos pueden salir. O quizás aprecien el que se les invite a otras casas o a reuniones. Ofrézcase a acompañarles a asistir. Y cuando haga esto, esté al tanto de que se les atienda en la reunión.

      A veces el proceso de envejecimiento resulta en enfermedades o achaques que le impiden a uno salir a encargarse de asuntos necesarios como el ir de compras. Sería una verdadera bondad el ofrecerse a hacer esto, o el encargarse de que se haga.

      Sí, hay muchas maneras en que otros pueden contribuir a hacer la vida más gozosa para las personas de edad avanzada. El hacer esto muestra el espíritu piadoso de dar. Ayuda también al dador, y le trae más satisfacción, debido a que sabe que se ha hecho lo correcto. Y por lo general reciben mayor amor de parte del recipiente. Jesús dijo: “Hay más felicidad en dar que la que hay en recibir.”—Hech. 20:35.

      Ese es el espíritu tras la buena obra que el muchacho de doce años de edad efectuó por las dos damas de edad avanzada cuando paleó la nieve de las aceras de ellas. Él había aprendido esa actitud piadosa del entrenamiento que había recibido en los principios bíblicos como hijo de un testigo de Jehová. Su padre le había enseñado que el ser un siervo de Dios incluye el hacer buenas obras así como creer en Dios.—Sant. 2:26.

      Ayuda financiera

      En muchos países hay varias agencias gubernamentales que pueden ofrecer ayuda financiera, y sería apropiado usarlas.

      Sin embargo, a veces las formas de ayuda financiera del exterior no dan lo suficiente o no existen. Entonces, ¿qué obligación financiera, en particular, tienen los hijos adultos para con los padres envejecidos, y hasta con los abuelos? Sobre este asunto importante la Palabra de Dios dice lo siguiente:

      “Si alguna viuda tiene hijos o nietos, que éstos aprendan primero a practicar devoción piadosa en su propia casa y a seguir pagando la debida recompensa a sus padres y abuelos, porque esto es acepto a la vista de Dios.

      “Ciertamente si alguno no provee para los que son suyos, y especialmente para los que son miembros de su casa [como los padres o abuelos envejecidos], ha repudiado la fe y es peor que una persona sin fe.”—1 Tim. 5:4, 8.

      El decir que uno no debería aceptar la carga de los padres envejecidos realmente no tiene sentido. Los padres cuidaron de los hijos de muchas maneras. Por de 18 a 20 años, o más, dependieron de sus padres para alimento, alojamiento, ropa, educación, dinero y otras cosas. Esto incluyó el que se cuidara de ellos cuando eran bebés indefensos, así como cuando se enfermaron. ¿Por qué, pues, debería parecer incorrecto el que los hijos, al llegar a ser adultos, aceptaran la responsabilidad de cuidar de sus padres envejecidos?

      Por supuesto, quizás llegue el tiempo cuando ya no sea posible proveer personalmente el cuidado que la persona de edad avanzada necesita si ésta queda incapacitada. Pudiera ser que quizás se le dé mejor cuidado en un hospicio para ancianos que se especializa en esto. Si esto llega a ser necesario, se les debe visitar a menudo. Pasar los últimos años de la vida en un hospicio para ancianos no es algo agradable.

      ¿Continuará el hombre envejeciendo, tal vez quedando postrado en cama e incapaz de participar en las actividades de las cuales disfrutó, y será la muerte siempre el resultado final?

  • Cómo se recobrará la juventud
    ¡Despertad! 1979 | 8 de noviembre
    • Cómo se recobrará la juventud

      ES REVELADOR el hecho de que en realidad no queremos envejecer y morir. Mientras nos sea posible queremos adherirnos a la vitalidad que viene con la juventud.

      Este anhelo fundamental armoniza con otro hecho básico: No fuimos hechos para envejecer y morir. La vejez y la muerte no solo son indeseables, sino también anormales.

      Pero, ¿no es éste el modo en que Dios nos creó, es decir, para vivir por un período breve, y entonces envejecer y morir? ¿No hizo él arreglos para el proceso de envejecimiento, y la muerte subsiguiente, como el estado de cosas normal para los seres humanos?

      La respuesta que viene de la propia Palabra inspirada de Dios es: ¡NO! Los seres humanos no fueron creados para morir. No se les creó ni siquiera para envejecer en el sentido en que ahora experimentamos la vejez. La vejez y la muerte eran completamente ajenas a la familia humana cuando ésta comenzó.

      Sírvase leer el relato de la creación del hombre y la mujer por Dios, que se encuentra en los primeros tres capítulos de la Biblia en Génesis. En ninguna parte dice que los seres humanos fueran creados para envejecer y morir como si esto fuera una secuencia natural de la vida.

      En vez de eso la Biblia claramente revela que la vejez y la muerte fueron las consecuencias de quebrantar la ley de Dios, de rebelarse contra Dios. (Gén. 2:15-17; 3:1-5, 17-19) Si nuestros primeros padres hubieran continuado siendo obedientes a las leyes de Dios, si hubieran permanecido en sujeción a Él, todavía estarían vivos hoy.

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