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¿A quién le hace falta el dolor?La Atalaya 1980 | 15 de mayo
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¿A quién le hace falta el dolor?
LA JOVEN era inteligente y aparentemente normal. Sin embargo, era diferente de las demás personas. Como estudiante universitaria, sorprendió a peritos neurológicos canadienses. Hasta cuando se le enterraban agujas en la carne, o cuando se le administraban descargas eléctricas, esta joven no sentía dolor.
“Entonces,” informó Science Digest, “el 28 de agosto de 1955 fue admitida en un hospital porque tenía una infección masiva; por primera vez en la vida ella en realidad sintió dolor, y recibió analgésicos para calmárselo. Murió dos días después, a los 29 años de edad, y una autopsia reveló que su cerebro y sistema nervioso eran completamente normales.”—Julio de 1978, pág. 35.
EL DOLOR FÍSICO PUEDE SER BENEFICIOSO
Por toda la Tierra puede haber centenares de personas, o hasta miles, que sean insensibles al dolor físico. Al reflexionar en el sufrimiento que uno quizás experimente debido a dolor de espalda, lesiones y cosas similares, es probable que uno piense que sería una bendición el no sentir dolor físico. Bien pudiera ser que uno dijera: ‘¿A quién le hace falta el dolor?’
Pero, ¿qué pasaría si a uno se le torciera el tobillo? Imagínese que uno sufriera una caída o se fracturara el brazo. ¿O qué hay si uno se viera invadido por una infección grave? Obviamente, sería bueno tener la sensación del dolor físico para poder responder a la situación e inmediatamente tomar medidas para remediarla. En lo que a eso se refiere, el poder sentir dolor (como cuando uno sin darse cuenta toca un objeto que está caliente) puede resultar en acción que evite daño serio. En realidad, el que uno fuera inmune al dolor pudiera poner en peligro su vida. El dolor puede ser beneficioso para uno.
EL DOLOR QUE NADIE DESEA
Sí, la capacidad de percibir el dolor físico puede ser beneficiosa. Pero ¿qué se diría del dolor mental y emocional? Con frecuencia los dolores de esa índole son más persistentes y atormentadores. El dolor físico pudiera ser calmado o eliminado por la medicina, los tratamientos o la cirugía. El dolor emocional y mental, sin embargo, puede ser totalmente debilitante, y puede mantener a uno en gran angustia por años.
La adversidad ciertamente es una causa de dolor emocional. Para las personas sensibles y de corazón bondadoso puede ser muy angustioso el ver sufrir a sus semejantes humanos, quizás por causas como la pobreza, el hambre y la mala alimentación. Y, por supuesto, es extremadamente doloroso para nosotros mismos experimentar tales dificultades y privaciones.
La opresión también produce dolor emocional y mental. Por ejemplo, los opresores pudieran crear una atmósfera de gran temor. Eso en sí mismo puede causar angustia, sin decir nada de los duros problemas cotidianos a que tienen que encararse los oprimidos.
La enfermedad puede ser otra causa de dolor emocional, hasta para quien no esté sufriendo el mal personalmente. ¿No es intensamente doloroso el observar que una persona a quien amamos va sucumbiendo lentamente ante el avance de una enfermedad mortífera? Esto es cierto especialmente cuando la víctima experimenta intenso dolor físico.
La muerte de un miembro amado de la familia o de un amigo también puede resultar en gran dolor emocional. David, el rey israelita, dio evidencia de haber experimentado tal dolor interior debido a la muerte de su hijo, porque este padre afligido clamó: “¡Hijo mío Absalón! ¡Absalón, hijo mío, hijo mío!”—2 Sam. 19:4.
Ninguna persona normal anhela experimentar dolor emocional y mental. Y de seguro nadie desea sufrir gran dolor físico. ¿Quién quiere sufrir? Pero, también, ¿quién puede hacer algo en cuanto al dolor que a grado tan profundo ha llegado a ser parte de la vida humana?
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Viene... un mundo sin dolorLa Atalaya 1980 | 15 de mayo
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Viene... un mundo sin dolor
“Y vi un nuevo cielo y una nueva tierra; porque el cielo anterior y la tierra anterior habían pasado, y el mar ya no existe. Vi también la santa ciudad, la Nueva Jerusalén, que descendía del cielo desde Dios y preparada como novia adornada para su esposo. Con eso oí una voz fuerte desde el trono decir: ‘¡Mira! La tienda de Dios está con la humanidad, y él residirá con ellos, y ellos serán sus pueblos. Y Dios mismo estará con ellos. Y él limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado.’”—Rev. 21:1-4.
EL SENTIR dolor físico puede hacer que una persona se dé cuenta de alguna lesión que, de otro modo, pudiera pasar inadvertida por algún tiempo. Ciertamente hay ocasiones en las cuales el poder percibir tal dolor puede resultar en la salvación de la vida. Sin embargo, la Palabra de Dios promete un mundo sin dolor. El apóstol cristiano Juan escribió:
“Vi un nuevo cielo y una nueva tierra; porque el cielo anterior y la tierra anterior habían pasado, y el mar ya no existe. Vi también la santa ciudad, la Nueva Jerusalén, que descendía del cielo desde Dios y preparada como novia adornada para su esposo. Con eso oí una voz fuerte desde el trono decir: ‘¡Mira! La tienda de Dios está con la humanidad, y él residirá con ellos. y ellos serán sus pueblos. Y Dios mismo estará con ellos. Y él limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado.’”—Rev. 21:1-4.
Ahí está... una promesa de Dios en el sentido de que ‘el dolor no será más.’ ¿Qué pudiera significar esto? ¿Qué efecto tendrá en la humanidad?
NOS ESPERA ALGO NUEVO
Estas preguntas necesitan respuesta. Pero esas palabras registradas hace 19 siglos dicen mucho más. Indican que nos espera algo nuevo. Considere brevemente lo que esta profecía significa.
El predicho “nuevo cielo” es el reino celestial de Jesucristo. Con él, asociados en la gobernación, están sus “coherederos,” designados aquí como la “Nueva Jerusalén.” (Rom. 8:14-17) La prometida “nueva tierra” no es un globo terrestre diferente. Más bien, es una nueva sociedad humana unificada y justa que está en sujeción al reino de Cristo.—Compare con Salmo 96:1; Eclesiastés 1:4.
El “cielo anterior y la tierra anterior,” el sistema previo lleno de lágrimas, muerte, lamento, clamor y dolor angustioso, serán reemplazados. Y aunque los mares acuosos literales permanecerán, el “mar” simbólico de pueblos agitados e impíos ya no existirá.
DESENVOLVIMIENTOS BAJO LA GOBERNACIÓN DEL REINO
¡Qué grandiosos desenvolvimientos nos esperan! Bajo la gobernación del Reino, Dios “limpiará toda lágrima” de los ojos humanos. Esto, por supuesto, no significa que los conductos lagrimales no hayan de descargar ya su fluido natural... algo que es beneficioso en sentido físico. Tampoco se eliminarán las lágrimas de gozo, porque la Tierra se llenará de regocijo.
El lamento y los clamores debidos a varias razones que causan angustia serán removidos gradualmente durante el reinado de mil años de Jesucristo. (Rev. 20:6) Como resultado de esto, cesará el fluir de lágrimas de desconsuelo de los ojos humanos. Pero ¿qué hay de la remoción del dolor... algo que también se predice?
EL DOLOR QUE DESAPARECERÁ
El poder sentir el dolor físico puede ser beneficioso. De hecho, es esencial para la vida humana. Por lo tanto, la promesa de Dios en el sentido de que no habrá más dolor no pudiera significar que los súbditos terrestres de la gobernación del reino llegarán a ser insensibles a todo dolor.
Más bien, esta promesa de que ‘el dolor no será más’ indica que el dolor mental y emocional y el dolor físico intenso y severo desaparecerán. El dolor de esa índole ha sido resultado del pecado y la imperfección. (Rom. 5:12; 8:21, 22) ¿Cómo sucederá que ‘no será más’? En el sentido de que se eliminarán las causas de éste.
SE ELIMINAN LAS CAUSAS DEL DOLOR
Considere tan solo algunas de las bendiciones de que disfrutará la humanidad bajo la gobernación del Reino. Quizás usted pueda colocarse mentalmente entre las muchedumbres que de seguro disfrutarán del mundo sin dolor que nos espera. ¿Qué clase de vida se vivirá en la Tierra después de haberse removido las siguientes causas de dolor?
La adversidad se habrá ido, y con ella el dolor emocional que ésta produce. La pobreza —ciertamente una de las manifestaciones de la adversidad en tantos casos— no existirá. ¿Cómo podemos estar seguros de eso? Pues bien, ¿carecería el Dios Todopoderoso, a quien pertenece todo el oro y la plata de la Tierra, de poder para eliminar la pobreza? (Ageo 2:8) Sin lugar a dudas, el Señor Soberano Jehová puede eliminar la causa del dolor, y lo hará.
Bajo la gobernación del Reino se eliminarán el hambre y la mala alimentación, que producen dolor. “Si tuviera yo hambre,” dice Jehová, “no te lo diría; porque a mí me pertenece la tierra productiva y su plenitud.” (Sal. 50:12) Además, la Palabra de Dios nos da esta seguridad: “Llegará a haber abundancia de grano en la tierra; en la cima de las montañas habrá sobreabundancia.” (Sal. 72:16) Y ciertamente el Hacedor de la humanidad puede encargarse de que haya una altruista distribución del abundante suministro de alimento de la Tierra, y se encargará de que así sea, de modo que para siempre desaparezca el dolor que es resultado del hambre.
La opresión, otra causa de dolor mental y emocional, también se eliminará. En palabras que se cumplirán por completo bajo la gobernación de Jesucristo, se nos asegura: “Él librará al pobre que clama por auxilio, también al afligido y a cualquiera que no tiene ayudador. Le tendrá lástima al de condición humilde y al pobre, y las almas de los pobres salvará. De la opresión y de la violencia les redimirá el alma, y la sangre de ellos será preciosa a sus ojos.” (Sal. 72:12-14) ¿Puede haber alguna duda de que el dolor de la opresión habrá pasado entonces?
La enfermedad, una causa más de dolor mental y emocional, jamás desbaratará la tranquilidad y felicidad de las familias piadosas bajo la gobernación del Reino. Jehová Dios tiene poder para eliminar las enfermedades. (Éxo. 15:26; 23:25; Deu. 7:15) Su profeta Isaías escribió acerca de un tiempo en que “ningún residente dirá: ‘Estoy enfermo.’” (Isa. 33:24) La remoción de todo dolor físico, mental y emocional no presentará ningún problema insoluble al Médico Divino.
La muerte —el gran enemigo de la humanidad que tanto dolor produce— “no será más” cuando la voluntad divina se haga plenamente en el cielo y en la Tierra. (1 Cor. 15:26; Rev. 21:4; Mat. 6:9, 10) El lamento, el clamor y el dolor ciertamente estarán fuera de lugar cuando las gozosas resurrecciones reemplacen a los tristes entierros y ‘la muerte y el Hades entreguen los muertos que hay en ellos.’—Juan 5:28, 29; Rev. 20:13.
DE USTED... SI LO DESEA
Sí, viene un mundo en el cual no habrá dolor. Puede ser suyo porque esa esperanza puede ser suya. La ausencia del dolor que se asocia con la adversidad, opresión, enfermedad y muerte estará entre las muchas bendiciones que verá realizada la humanidad obediente que teme a Dios.
¿Pueden abrigar esta esperanza con confianza absoluta personas que viven actualmente? Sí, porque un mundo sin dolor es la promesa que ha hecho Aquel que puede producirlo... Jehová, “el Altísimo sobre toda la tierra.”—Sal. 83:18.
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La fe en Dios me sostuvoLa Atalaya 1980 | 15 de mayo
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La fe en Dios me sostuvo
Según lo relato Harald Abt
EN SEPTIEMBRE de 1940 fui enviado al campo de concentración de Sachsenhausen, en Alemania. Los oficiales de la SS (Camisas Negras/Guardia Selecta de Hitler) me dieron una “calurosa” bienvenida; me golpearon y amenazaron repetidamente. Señalando hacia una chimenea del crematorio cercano, un oficial me advirtió: “Desde allí vas a ascender hasta tu
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