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¿Por qué se escribió así?La Atalaya 1973 | 1 de septiembre
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Escrituras, tenemos que comprender por qué se escribieron así. Con la ayuda de libros como Aid to Bible Understanding, así como “Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa” y muchas otras publicaciones, realmente tenemos un almacén de conocimiento para ayudarnos a saber cómo y por qué cada libro de la Biblia se escribió así. Con ese punto de vista ensanchado ciertamente podemos llegar a estar equipados para toda buena obra que Dios nos dé para desempeñar. Tal como hemos hecho con el libro bíblico de Hebreos podemos proceder con los otros sesenta y cinco libros que comprenden la Palabra de Dios, la Santa Biblia. ¡Qué apropiadas son las palabras que se hallan en el capítulo de conclusión de la carta a los Hebreos para todos los cristianos hoy día: “Que el Dios de paz . . . los equipe con toda cosa buena para hacer su voluntad, efectuando en nosotros, por medio de Jesucristo, lo que es muy agradable a su vista”!—Heb. 13:20, 21.
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El desierto transformado en un paraísoLa Atalaya 1973 | 1 de septiembre
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El desierto transformado en un paraíso
HOY ninguna parte de la Tierra es un paraíso, libre de toda contaminación y peligro. El aire y el agua están siendo contaminados con alarmante rapidez. Inmensas zonas de tierra están quedando transformadas en cosas que ofenden la vista. La competencia feroz, la rivalidad y el odio amenazan la felicidad y el bienestar del hombre. Accidentes, enfermedad y muerte contribuyen su parte al sufrimiento y tristeza que por largo tiempo han sido la porción de la familia humana.
¿Será diferente alguna vez? Sí, la Santa Biblia nos da la seguridad agradablemente conmovedora de que esta Tierra llegará a ser un paraíso libre de toda enfermedad, pesar, dolor y muerte. (Luc. 23:43; Rev. 21:3-5) El que ha prometido el paraíso, Jehová Dios, tiene tanto el poder como la sabiduría para hacerlo una realidad. En su bondad amorosa también ha provisto un registro de sus tratos pasados en cumplimiento de sus promesas. Este registro en la Biblia nos suministra una garantía positiva de que nada impedirá el que se realice el propósito de Jehová.
El producir un paraíso no es nada nuevo para Jehová Dios. Colocó a los primeros humanos, Adán y Eva, en un paraíso en una sección de la Tierra conocida como “Edén.” Siglos más tarde se encargó de que la tierra de Judá, que se había convertido en un desierto desolado después de la conquista babilónica, fuera transformado en un “jardín de Edén,” un paraíso. Y en este siglo Jehová Dios ha bendecido a su pueblo devoto con un paraíso espiritual.
LA TIERRA DE JUDÁ TRANSFORMADA
Hace más de veinticinco siglos que la tierra de Judá llegó a ser un desierto desolado, sin hombre ni animal doméstico. La transformación de esa tierra en un paraíso no fue cosa fácil. Las naciones circunstantes no querían ver que sucediera esto. Sin embargo, Jehová Dios dijo a su profeta Ezequiel:
“Profetiza acerca de las montañas de Israel, y tienes que decir: ‘Oh montañas de Israel, oigan la palabra de Jehová. Esto es lo que ha dicho el Señor Soberano Jehová: “A causa de que el enemigo ha dicho contra ustedes: ‘¡Ajá! ¡Hasta los lugares altos de la antigüedad... como posesión esto ha llegado a ser nuestro!’”’ Por lo tanto profetiza, y tienes que decir: ‘Esto es lo que ha dicho el Señor Soberano Jehová: “A causa, aun a causa de que ha habido un desolar y un tirar a morder a ustedes de todos lados, para que lleguen a ser una posesión de los que quedan de las naciones y continúan siendo objeto de habla con la lengua y hay un mal informe entre la gente, por lo tanto, oh montañas de Israel, ¡oigan la palabra del Señor Soberano Jehová! Esto es lo que ha dicho el Señor Soberano Jehová a las montañas y a las colinas, a los cauces de los arroyos y a los valles y a los lugares devastados que fueron desolados y a las ciudades abandonadas que han llegado a ser cosa para saqueo y para ridículo para los que quedan de las naciones que están en los alrededores; por lo tanto esto es lo que ha dicho el Señor Soberano Jehová: ‘Ciertamente en el fuego de mi celo de veras hablaré contra los que quedan de las naciones y contra Edom, todo él, los que se han dado mi tierra a sí mismos como posesión con el regocijo de todo el corazón, con escarnio en el alma, por motivo de su dehesa y por el saqueo.’”’”—Eze. 36:1-5.
Las naciones enemigas alrededor de la tierra desolada de Judá tenían su propio propósito egoísta en cuanto al territorio que había quedado vacío. Pero Jehová tenía otro propósito, y Su propósito iba a efectuarse. Las naciones codiciosas alrededor no iban a conseguir la tierra. Sus esfuerzos codiciosos serían obstruidos puesto que a ellas mismas les sobrevendría calamidad. A ningún edomita ni a ninguna otra nacionalidad se les permitiría saquear las ciudades abandonadas de Judá y usar la tierra como dehesa. Con el tiempo Jehová se encargaría de que la tierra, el “suelo de Israel,” fuera transformada de una condición de desolación y floreciera como un paraíso con los israelitas repatriados y sus animales domésticos. Jehová le dijo a Ezequiel:
“Profetiza acerca del suelo de Israel, y tienes que decir a las montañas y a las colinas, a los cauces de los arroyos y a los valles: ‘Esto es lo que ha dicho el Señor Soberano Jehová: “¡Miren! Yo mismo en mi celo y en mi furia tengo que hablar, debido a que humillación impuesta por las naciones es lo que ustedes han llevado.”’ Por lo tanto esto es lo que ha dicho el Señor Soberano Jehová: ‘Yo mismo he alzado mi mano en juramento de que las naciones que ustedes tienen en derredor... ellas mismas llevarán su propia humillación. Y ustedes mismas, oh montañas de Israel, darán sus mismas ramas mayores y llevarán su propio fruto para mi pueblo Israel, porque se han acercado al punto de entrar. Porque aquí estoy a favor de ustedes, y ciertamente me volveré hacia ustedes, y ustedes realmente serán cultivadas y sembradas con semilla. Y ciertamente multiplicaré sobre ustedes el género humano, toda la casa de Israel, toda ella, y las ciudades tienen que llegar a estar habitadas, y los lugares devastados mismos serán reedificados. Sí, ciertamente multiplicaré sobre ustedes el género humano y el género animal, y ciertamente se multiplicarán y se harán fructíferos, y realmente haré que sean habitadas como en su condición anterior y ciertamente haré más bien que en su estado inicial; y tendrán que saber que yo soy Jehová. Y sobre ustedes ciertamente haré que ande el género humano, aun mi pueblo Israel, y tienen que tomar posesión de ustedes, y ustedes tienen que llegar a ser una posesión hereditaria a ellos, y ustedes no volverán a privarlos de más hijos.’”—Eze. 36:6-12.
Allá en los días del profeta Ezequiel el cumplimiento del juramento jurado de Jehová era algo que todavía habría de ser buscado, pues faltaban décadas de destierro en Babilonia. Como Jehová declaró por medio de Ezequiel:
“Esto es para lo que todavía dejaré que me busque la casa de Israel, para hacerlo para ellos: Los multiplicaré con hombres como un rebaño. Como un rebaño de personas santas, como el rebaño de Jerusalén en sus períodos de fiesta, así las ciudades que habían sido un lugar desierto llegarán a estar llenas de un rebaño de hombres; y la gente tendrá que saber que yo soy Jehová.”—Eze. 36:37, 38.
Esa repoblación de las ciudades devastadas de la tierra de Judá era algo que tenían que buscar de Jehová los judíos desterrados que se arrepintieran y que desearan el cumplimiento de las promesas misericordiosas de Jehová. Algunos de aquellos judíos desterrados sí sobrevivieron y regresaron a su país de origen para ver la realización de las promesas de Jehová. En 537 a. de la E.C., el conquistador de Babilonia, Ciro, expidió un decreto que permitió que los desterrados judíos regresaran al país de su origen y reedificaran el templo en Jerusalén. (Esd. 3:1, 2, 12) Al estar de nuevo los israelitas en sus ciudades y comenzar la obra de reedificar y plantar, las naciones tuvieron que reconocer que Jehová había efectuado una transformación maravillosa. Era tal como Jehová había declarado por medio de Ezequiel: “La gente ciertamente dirá: ‘Esa tierra de allí que había estado desolada ha llegado a ser como el jardín de Edén, y las ciudades que eran un lugar desierto y que habían sido desoladas y que estaban demolidas están fortificadas; han llegado a estar habitadas.’” (Eze. 36:33-36) Sin embargo, los edomitas con el tiempo llegaron a ser un pueblo desplazado y, después de la segunda destrucción de Jerusalén en 70 E.C., cesaron de existir como pueblo.
SE PRODUCE UN PARAÍSO ESPIRITUAL
En tiempos modernos los del resto ungido del Israel espiritual, los testigos cristianos de Jehová, han pasado por experiencias que se comparan a las de los israelitas naturales en los siglos séptimo y sexto a. de la E.C. Durante la I Guerra Mundial sufrieron persecución y opresión religiosas y entraron en una condición de cautiverio. Jehová Dios permitió que les sucediera esto a los del resto del Israel espiritual debido a error de parte de ellos. Pero no era Su propósito que la heredad espiritual de ellos permaneciera desolada, y que la cristiandad tomara posesión de todo el campo religioso durante el período posbélico.
Como Edom y otras naciones que antiguamente rodeaban a Israel, la cristiandad sufrió gran humillación en 1919 E.C. Esto se debió a que las cosas humillantes que había predicho y esperado contra el resto perseguido de los israelitas espirituales no se realizaron. En ese año esta heredad espiritual comenzó a cobrar vida al ir llenándose de israelitas espirituales.
Aunque el número de los miembros de las iglesias y las matrículas en los seminarios han disminuido notablemente en años recientes, los testigos cristianos de Jehová desde 1919 en adelante han disfrutado de maravillosos aumentos hasta este día. Las “montañas” de su heredad espiritual han llegado a mostrarse llenas de vida con muchos adoradores devotos de Jehová Dios. Para el año 1935 la “grande muchedumbre” de las “otras ovejas” del Pastor Excelente comenzó a asociarse con el resto ungido de los israelitas espirituales y así se hizo activa sobre las simbólicas “montañas de Israel.” Ni siquiera las persecuciones mundiales durante la II Guerra Mundial despojaron a las simbólicas “montañas de Israel” de sus habitantes ni los redujeron. Aunque allá en 1928 solo 44.080 individuos proclamaban públicamente las “buenas nuevas” del reino de Dios, en 1972 el número de proclamadores del Reino alcanzó un máximo de 1.658.990 en 28.407 congregaciones en 208 países.
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