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Requisitos para el ministerioLa Atalaya 1954 | 15 de noviembre
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crecían los árboles.” (Ecl. 2:4-6, BC) Hoy día tres de esas albercas todavía pueden verse en Jerusalén. Estaban conectadas con tubería figulina, y son de unos 50 pies de largo, 20 pies de ancho y unos 12 pies de profundidad, con peldaños de piedra en cada extremidad. Además de estas albercas también estaba la alberca de Siloé, donde se pudieron haber efectuado inmersiones en masa con facilidad. De modo que Pedro no roció a aquellos miles de personas; sin duda fueron sumergidas en agua. Verdaderamente ese apóstol fiel estuvo bien entrenado para el ministerio y, ayudado por el espíritu de Jehová, Pedro usó la primera de las “llaves del reino” para abrir privilegios del Reino a los judíos.—Mat. 16:19.
EL MINISTERIO DE PABLO
15, 16. (a) ¿Cuándo y cómo seleccionó Jesús al último de sus doce apóstoles? (b) ¿Qué prácticas de Pablo lo identificaron como ministro verdadero?
15 Después del Pentecostés el mensaje del Reino se esparció rápidamente, causándoles mucho disgusto a los enemigos de Jesús. Algunos hombres prominentes de ese tiempo aceptaron el mensaje del Reino y comenzaron a predicarlo a otros. Entre ellos estuvo un talentoso joven de Tarso, llamado Saulo. Su nombre más tarde fué cambiado a Pablo y llegó a ser uno de los doce apóstoles de Jesús.
16 Pablo tuvo una experiencia maravillosa que dió lugar a su conversión a la verdad. Mientras iba en el camino a Damasco para perseguir a los cristianos recibió un vistazo milagroso del Cristo glorificado, quien le dijo a Pablo que era un vaso escogido para llevar el mensaje del Reino a mucha gente. Con gran celo Pablo emprendió el ministerio. Después de un período de estudio cuidadoso para aprender los requisitos para el ministerio se dedicó plenamente al servicio de Jehová Dios. Viajó a tierras distantes, predicando y enseñando las buenas nuevas dondequiera que iba. En una ocasión Pablo visitó la ciudad de Atenas en Grecia, donde esperaba encontrar a sus compañeros en el ministerio. Allí en la sinagoga se esforzó por interesar a los judíos de habla griega en el mensaje del Mesías, pero ninguno de ellos quiso escucharle. Más tarde, en la plaza del mercado, tuvo oportunidad de discutir las Escrituras con ciertos filósofos, poniéndose en contacto también con los epicúreos y los estoicos. Los epicúreos no creían que sus numerosos dioses se interesaban mucho en los asuntos del hombre. Su principal objetivo en la vida era complacer los sentidos. Los estoicos creían que todos los intereses de la vida eran gobernados y dirigidos por el hado.
17. En Atenas, ¿qué actitudes de ciertos oyentes curiosos no oscurecieron ni destruyeron el sentido de responsabilidad que Pablo tenía como ministro de Jehová?
17 Ambos grupos, aparentemente importunados por la persistencia de Pablo, finalmente se disgustaron con él, de modo que algunos lo llamaron charlador, y otros comenzaron a preguntarse exactamente qué era lo que estaba tratando de hacer. (Hech. 17:18, NM) Este vocablo “charlador” lo usaron con desprecio, queriendo decir que Pablo era semejante a un cuervo que iba juntando pedacitos de alimento a lo largo del camino, suponiéndose que él había estado recogiendo pedacitos de conocimiento acá y allá y ahora trataba de pasar dicho conocimiento a otros como si fuera suyo. Ah, pero estos filósofos no pudieron contestar las preguntas de Pablo o refutar sus argumentos acerca de Jesús y la resurrección. Por eso, en desesperación, “lo agarraron y lo condujeron al Areópago, diciendo: ‘¿Podemos llegar a saber qué es esta nueva enseñanza?’” En ese tiempo una ley romana disponía que ‘ninguna persona tendrá dios alguno separado, o dios nuevo; ni adorará en privado algún dios extraño a menos que sea permitido públicamente.’ Pablo topó con esta ley primero en Filipos, donde sus acusadores dijeron a los magistrados: “Estos hombres están perturbando muchísimo a nuestra ciudad, siendo ellos judíos, y están publicando costumbres que no nos es lícito adoptar o practicar, puesto que somos romanos.”—Hech. 17:19; 16:19-40, NM.
18. ¿Cómo se ven aquí Atenas y Jerusalén en contraste?
18 Ahora Pablo estaba en el lugar que en ese entonces y durante muchos siglos antes se jactaba de ser el centro de cultura y educación, una ciudad independiente o libre, una democracia modelo. Sus grandes filósofos, presentando su llamada sabiduría, habían atraído la atención de gente instruída de todo el mundo. Los atenienses habían sido un pueblo orgulloso y rico. Pero ahora Atenas, también, estaba sujeta al sexto imperio mundial, Roma. Pablo, por otra parte, era de Jerusalén, la ciudad sobre la cual Jehová había tenido agrado en poner su nombre y donde Jesús había enseñado a la gente y dado ímpetu inicial a la religión verdadera. Más que eso, Pablo era un ciudadano activo de la verdaderamente libre “Jerusalén que está arriba,” la organización de Jehová. (Gál. 4:26, NM) ¿Qué resultaría de esta invitación para que se diera una manifestación de la sabiduría procedente de lo alto a los defensores de la sabiduría de este mundo? Veamos:
19-21. (a) ¿Quiénes formaron el auditorio de Pablo en el cerro de Marte, y cómo estuvo él equipado para ministrarles? (b) ¿Cómo procedió Pablo para esclarecer a sus oyentes?
19 El antiquísimo Areópago, o cerro de Marte, en un tiempo el lugar donde el famoso tribunal supremo de la ciudad se reunía al aire libre, ahora apenas era más que un foro público. Ahora estaban sentándose en los mejores asientos los orgullosos, bien vestidos y bien alimentados epicúreos. Desfilando detrás de ellos llegan los estoicos de rostro serio, seguidos de sus discípulos de todas partes. Dionisio, un juez, también llega, ocupando un asiento donde pudiera oír todo lo que Pablo dijera. Finalmente se ve a una dama llamada Dámaris ocupando un asiento. (El discurso de Pablo en esa ocasión la convirtió de modo que vino a ser seguidora de Cristo.) ¡Qué auditorio!—representantes de la magistratura, de las clases cultas y de los círculos de buen tono de esa decadente metrópoli de erudición y cultura.
20 Ahora miremos al orador invitado, el apóstol Pablo, siervo de Jehová. Él es un hombre pequeño, que nada ofrece a la vista y que no está vestido ricamente. Ya había pasado algún tiempo en la cárcel antes de venir a Atenas, y debido a sus viajes su ropa probablemente estaba ajada. Allí, completamente solo, estaba de pie sin ayuda o consuelo humano. ¿Estaba desanimado y abatido? Difícilmente, porque estaba armado de la “espada del espíritu,” la cual es más aguda que cualquier espada carnal, y él sabía esgrimirla porque llenaba los requisitos necesarios para el ministerio. Con el espíritu de Jehová guiándolo, Pablo habla:
21 “Hombres de Atenas, observo que en todas las cosas ustedes parecen estar más entregados al temor de las deidades que lo que están otros. Por ejemplo, mientras iba de paso y observaba cuidadosamente sus objetos de devoción también hallé un altar sobre el cual se había inscrito ‘A un Dios Desconocido’. Por lo tanto a lo que ustedes desconocidamente le están dando devoción piadosa, esto les estoy publicando.” (Hech. 17:22, 23, NM) ¡Qué introducción! ¡Qué manera de dirigirse a esta reunión de filósofos! Estas palabras provinientes de un “charlador” tuvieron un efecto electrizante en sus oyentes curiosos, austeros. De seguro que ellos no esperaban cosa semejante a ésta. Pues con una sola declaración breve Pablo les había devuelto la pelota. Ahora los filósofos eruditos habían llegado a ser los ‘charladores’ que parecían insensatos e ignorantes, mientras que el hombre pequeño e insignificante de Jerusalén se había convertido en el instructor erudito. Estos orgullosos atenienses públicamente admitían que ignorantemente adoraban a un dios del que no conocían nada, mientras que Pablo conocía mucho acerca de él y felizmente procedió a darles información. Él no podía hablar de esta manera a esos hombres en la plaza del mercado, donde regularmente se reunían para instruir a otros, pero aquí Pablo era su orador invitado, libre para decir lo que deseara.
22, 23. ¿Cómo identificó Pablo atinadamente al Dios vivo?
22 ¿Puede usted imaginarse a esos filósofos, incómodos, decirse unos a otros: ‘¿De quién fué la idea de traer a este hombre aquí para que nos avergonzara así?’ ¡Ah, pero espere! Pablo sólo había comenzado a exponer la ignorancia de estos hombres. Él continúa: “El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que hay en él, siendo, como es Este, Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos a mano, ni es servido por manos humanas como si necesitara alguna cosa, porque él mismo da a todas las personas vida y aliento y todas las cosas. Y él hizo de un solo hombre toda nación de hombres, para habitar sobre la entera superficie de la tierra, y decretó las estaciones señaladas y los límites fijos de la habitación de los hombres, para que buscaran a Dios, . . . aunque, de hecho, no está muy lejos de cada uno de nosotros. Porque por él tenemos vida y nos movemos y existimos, aun como ciertos poetas de entre ustedes han dicho: ‘Porque también somos progenie de él.’” ¡Qué palabras, viniendo del pequeño “charlador” de Jerusalén; sí, palabras de vida!—Hech. 17:24-28, NM.
23 Pablo entonces citó, según algunos afirman, de un poema por Arato de Cilicia y también de Cleanto: “Comencemos por Dios. Levante todo mortal su voz para entonar la infinita alabanza a Dios. Dios llena el cielo, la tierra, el mar, el aire; sentimos su espíritu moviéndose aquí y por dondequiera, y nosotros somos prole de él.” De modo que el orador apoyó su asombroso argumento, no citando algo de los profetas hebreos, a quienes su auditorio no aceptaría como autoridad, sino recordándoles de un escrito de uno de su propia clase. Escuche a medida que él continúa: “Viendo, por lo tanto, que somos la progenie de Dios, no debemos imaginarnos que el Ser Divino sea semejante a oro o plata o piedra, semejante a algo cincelado por el arte e ingenio del hombre.” Ahora, ¡cómo se estaba encogiendo la egolatría de cada uno de aquellos orgullosos filósofos, y qué incómodos se estaban sintiendo! ¡Cómo anhelaban que dejara de hablar y cuán regocijados hubieran estado si pudieran haber salido del auditorio sin que nadie los viera!—Hech. 17:29, NM.
24, 25. (a) Continuando, ¿qué requisito de Jehová recalcó Pablo? (b) ¿El hablar a sus oyentes de qué doctrina sana resultó en qué desenvolvimientos culminantes en la extraordinaria asamblea pública?
24 Pero sean pacientes, caballeros, Pablo tiene más que decirles. Usando tino teocrático sus siguientes observaciones son bondadosas; y si esos llamados “sabios” mal informados estuvieran dispuestos a escucharlas quizás pudieran conseguir la vida. Él añade: “Cierto, Dios ha pasado por alto los tiempos de tal ignorancia, empero ahora le está diciendo a la humanidad que todos ellos por todas partes deben arrepentirse. Porque él ha fijado un día en que se propone juzgar la tierra habitada en justicia por un hombre a quien él ha designado, y él ha proporcionado una garantía a todos los hombres con haberlo resucitado de entre los muertos.”—Hech. 17:30, 31, NM.
25 ¿Resurrección de los muertos? Asombroso, sí; pero para los filósofos atenienses eso instantáneamente llegó a ser para ellos la salida. “Algunos empezaron a mofarse, mientras que otros dijeron: ‘Le oiremos acerca de esto aun otra vez.’” Así, abruptamente y con ceremonia no refinada, la mayoría democrática, mediante voto oral, declaró terminada la sesión. Ellos, como “sabios,” pensaron que nadie de importancia alguna en Atenas creía en la resurrección. Pero, como de costumbre, estuvieron muy equivocados. Cuando “Pablo se salió de en medio de ellos . . . algunos hombres se unieron a él y vinieron a ser creyentes.” Entre los tales estuvieron el juez Dionisio y una mujer llamada Dámaris. (Hech. 17:32-34, NM) Se organizó una congregación en Atenas y, por la bondad inmerecida de Jehová, aun hoy muchos testigos de Jehová continúan predicando en esa ciudad. Mediante el uso libre y denodado de la Palabra de Dios Pablo manifestó que toda la “sabiduría” producida por aquellos filósofos atenienses era insensatez, indigna de seria consideración, mientras que se puso de manifiesto que la Palabra de Jehová contiene el camino a la vida. Sólo ella durará para siempre. Mediante esta experiencia de Pablo se nos recuerda que él llenaba los requisitos necesarios para el ministerio asignado a él. Con este discurso vigoroso, claro, aunque interrumpido, atinadamente puso al descubierto las sofisterías de estos hombres curiosos y sabios en las cosas del mundo y también estableció la fe de unos cuantos que estaban conscientes de su necesidad espiritual.
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Ministros de la clase correcta hoy díaLa Atalaya 1954 | 15 de noviembre
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Ministros de la clase correcta hoy día
1. ¿Qué conducta correcta e incorrecta demostró Moisés como ministro?
LOS requisitos para el ministerio verdadero pueden diferir en ocasiones determinadas. Hace unos treinta y cinco siglos el profeta de Jehová, Moisés, fué instruído en toda la sabiduría de los egipcios, habiendo sido criado en la corte real. Más tarde, como hombre maduro que obedecía a Jehová, Moisés supo cómo acercarse a y tratar con el Faraón orgulloso. Puesto que era de genio apacible y humilde, Moisés ejercitó también notable paciencia con los millones de israelitas que, acabando de ser librados de la esclavitud en Egipto, estaban inquietos y no eran muy fáciles de dirigir. Como esclavos el gobierno egipcio les había provisto las cosas necesarias, y por lo tanto habían tenido poca o ninguna experiencia en hacer provisión para ellos mismos. Por eso frecuentemente se quejaron acerca de las provisiones que ahora Jehová hacía para ellos en la jornada del desierto. Moisés nunca se exasperó, salvo en una ocasión. En esa ocasión perdió su dominio propio; sí, en esa ocasión olvidó a Jehová. A los israelitas murmurantes, millones de ellos, Moisés entonces exclamó coléricamente: “¡Rebeldes! ¿Es de este risco que les sacaremos agua a ustedes?” (Núm. 20:9-13, NM; Sal. 106:32, 33) Pero, considerándolo todo, Moisés estuvo equipado para su trabajo como ministro de Jehová, desempeñándolo bien, muriendo en el favor de Jehová y siendo enterrado por Jehová.—Deu. 34:5-7; Heb. 3:1-6, NM.
2. (a) ¿Cómo nos ayuda ahora la conducta ejemplar de Jesús como ministro de la clase correcta? (b) ¿Cómo nos ayuda la de Pablo?
2 El Moisés Mayor, Cristo Jesús, como hombre sobre la tierra fué un ejemplo
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