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Alaban la paz, pero glorifican la guerra¡Despertad! 1985 | 22 de diciembre
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Alaban la paz, pero glorifican la guerra
¿Cuáles son las consecuencias?
DICIEMBRE de 1914. En Europa rabiaba la I Guerra Mundial. Las tropas de ambos ejércitos se hallaban atrincheradas frente a frente, separadas por una franja que aún era tierra de nadie. Entonces, el 25 de diciembre, día de Navidad, ocurrió algo sorprendente.
El libro The War in the Trenches (La guerra en las trincheras), muestra una fotografía en la que se ve a las fuerzas oponentes departir amigablemente, y en su epígrafe dice: “Navidad de 1914, las tropas británicas y alemanas fraternizan”. Alan Lloyd, autor del libro, menciona que las tropas “de hecho se reunieron en tierra de nadie para intercambiar artículos de recuerdo.
”Según el comentario de uno de los protagonistas ‘la situación se asemejaba a las pausas que hay entre un asalto y otro en un combate de boxeo. [...] Todos conversaban y reían e iban a la caza de algún regalo para tenerlo de recuerdo’”.
¿Por qué esta tregua? Porque a estos soldados británicos y alemanes se les había enseñado que Cristo, el Príncipe de Paz, había nacido un 25 de diciembre. Además, ¿no habían cantado los ángeles al tiempo de su nacimiento: “Sobre la tierra paz entre los hombres de buena voluntad”? (Lucas 2:14.) ¡Ciertamente, entonces, carecía de sentido el que personas que afirmaran ser cristianas se mataran entre sí en una época como esta!
Sin embargo, la tregua de paz navideña no gozaba de las simpatías de todos. “Cuando al año siguiente se celebró la Navidad en el frente occidental —explica Lloyd—, el espíritu de fraternización en la tierra de nadie afloró una vez más, pese a las órdenes que se habían dado en contra de tal comportamiento. Por lo menos, a dos oficiales que tomaron parte se les tuvo que hacer consejo de guerra.”
La actitud de las iglesias
¿Qué opinaban las iglesias respecto a que sus miembros lucharan contra compañeros de creencia de otros países? Pues bien, durante la Navidad, el clero repitió hasta la saciedad el mensaje de paz que los ángeles anunciaron al tiempo del nacimiento de Cristo, y aclamaron a Jesús como el Príncipe de Paz. (Isaías 9:6.) No obstante, no se opusieron a que miembros de una misma religión, de bandos contrarios, se mataran entre sí en las trincheras, ¡sin importar que fuese en Navidad o en cualquier otra época del año!
El historiador eclesiástico, Roland H. Bainton, explica lo que ocurrió cuando los Estados Unidos entraron en la I Guerra Mundial, él dijo: “El clero norteamericano de todas las iglesias nunca estuvo tan unido entre sí y con la voluntad de la nación. Esta era una guerra santa. Se representó a Jesús vestido de caqui y apuntando con un fusil. A los alemanes se les comparó con hordas bárbaras. El matarlos equivalía a exterminar monstruos de la Tierra” (Christian Attitudes Toward War and Peace, páginas 209, 210).
En efecto, las iglesias apoyaron la paz solo de boca. Al mismo tiempo, el púlpito se convirtió en una oficina de reclutamiento en apoyo del esfuerzo bélico de la nación. El brigadier general británico, Frank P. Crozier, dijo lo siguiente sobre esta colaboración durante la I Guerra Mundial: “Las iglesias cristianas son las que mejor incitan en la gente la sed de sangre, y nosotros nos hemos aprovechado libremente de ellas”.
Harry Emerson Fosdick, pastor protestante ya fallecido, admitió que la actitud de las iglesias fue, sin lugar a dudas, hipócrita. Él reconoció que: “La historia del mundo occidental ha estado jalonada por la guerra. Hemos engendrado hombres para la guerra y les hemos enseñado a guerrear; hemos glorificado la guerra, y el guerrero se ha convertido en nuestro héroe; hasta en nuestras iglesias hemos puesto el estandarte de la guerra [...] Con la misma boca que hemos aclamado al Príncipe de Paz, hemos glorificado la guerra”.
Esta situación no cambió durante la II Guerra Mundial. Sírvase leer lo que el periódico New York Times publicó en un artículo durante el primer mes de la guerra, cuya página reproducimos aquí. Viene a reforzar lo que más tarde admitió el católico romano Friedrich Heer, profesor de historia en la Universidad de Viena, en su libro God’s First Love (El primer amor de Dios):
“En la cruda realidad de la historia alemana, hallamos que los símbolos de la cruz y la esvástica fueron aproximándose a tal grado que fue la esvástica el símbolo con el que se proclamó el mensaje de la victoria desde las torres de las catedrales alemanas, banderas con este símbolo adornaron los altares, y teólogos católicos y protestantes, pastores, clérigos y políticos aclamaron la alianza con Hitler” (Página 247).
Las consecuencias
Una consecuencia del apoyo incondicional que las iglesias le han dado a la guerra en sus respectivos países es el que hoy día millones de personas de países no cristianos consideran que el cristianismo es una religión belicista y no quieren tener nada que ver con él. Es evidente que su punto de vista no carece de fundamento, no solo porque en el pasado la iglesia apoyó las guerras, sino por su postura actual ante la guerra. La revista The Christian Century, dice:
“Una encuesta realizada en los últimos 20 años en relación con la actitud ante la guerra revela que los cristianos en los Estados Unidos, Canadá y Alemania Federal, tienen un punto de vista más favorable respecto a la guerra que los no cristianos. [...] A la luz de este estudio, en las comunidades cristianas de dichos países, los que se consideran a sí mismos seguidores escrupulosos de la fe cristiana están más predispuestos a favorecer la guerra que los que manifiestan una actitud más liberal” (31 de diciembre de 1980, página 1289).
En su opinión, ¿cómo se han visto afectadas también muchas personas de países llamados cristianos por la actitud belicista de las iglesias? El profesor de ciencias políticas, Reo M. Christenson, comentó sobre esta cuestión en la revista The Christian Century: “El que los cristianos se adhieran, por una parte, a la fe del apacible Salvador y, por otra, apoyen con vehemencia guerras religiosas o nacionalistas ha perjudicado la fe y ha promovido el tipo de escepticismo religioso que, por siglos, ha sido característico entre la gente pensadora” (25 de mayo de 1983).
A veces, ese escepticismo religioso se ha expresado en términos penetrantes e ingeniosos. Por ejemplo, el año pasado un soldado de la infantería de marina se negó a ser trasladado al Líbano, aduciendo que él era musulmán y que, por lo tanto, no mataría a otro musulmán. A este respecto, el columnista Mike Royko hizo unas observaciones contundentes. Él dijo que el soldado “pretendía incumplir las antiguas reglas y tradiciones de la guerra”, ya que los cristianos nunca “habían sido muy escrupulosos a la hora de enfrentarse a otros cristianos”. Luego añadió: “De haber sido escrupulosos, muchas de las guerras más intensas que ha habido en Europa nunca hubieran ocurrido”.
Royko señaló algunos ejemplos históricos: “Alemania está repleta de cristianos de todas las confesiones. Pero de vez en cuando siente la necesidad de abrirse paso a tiros en Francia, Polonia y otras naciones cristianas. Así mismo, Francia, en su apogeo napoleónico, no vaciló en pisotear toda la Europa cristiana.
”La fe si de algo ha servido ha sido para aumentar la presión sanguínea del cuerpo, aunque no parece que fuese la intención de Cristo el que su mensaje sirviera para este propósito. [...] Si todos pensáramos como este soldado, nunca se hubiesen producido la I y la II Guerra Mundial, guerras que han establecido la marca de todos los tiempos en la cantidad de cristianos muertos a manos de cristianos. [...]
”Desde luego —añadió Royko en son de burla— hay ciertos beneficios de hacer la guerra contra personas de su propia fe. En primer lugar, si cae prisionero y muere, la oportunidad de recibir cristiana sepultura es mayor, lo cual siempre es más agradable que el que le arrojen con los desechos. Por otra parte, en días de festividades religiosas, pudiera ser que el ambiente de recogimiento espiritual del día inspire al carcelero a darle una patada menos”.
No cabe duda de que este es un comentario sarcástico. Pero ¿podría usted negar su veracidad? Y, ¿no está de acuerdo usted en que las iglesias merecen este tratamiento ridiculizante por su pretensión hipócrita de representar al Príncipe de Paz, Jesucristo?
El clero tal vez proteste, diciendo: ‘Pero en este mundo moderno no se puede vivir según las enseñanzas de Cristo’. No obstante, en respuesta a esta objeción, el profesor Christenson escribió lo siguiente en el artículo citado anteriormente: “Creo que no nos vendría mal el aplicar cuanto sabemos acerca de las enseñanzas de Jesús y de su ejemplo a nuestro concepto de la guerra... especialmente de la guerra moderna.
”¿Puede alguien imaginarse a Jesús lanzando granadas de mano contra sus enemigos, disparando una ametralladora o un lanzallamas, arrojando bombas nucleares o disparando un ICBM [mísil balístico intercontinental] que matarían o dejarían lisiados a millares de madres y niños? La pregunta es tan absurda que ni siquiera merece una respuesta. Si Jesús no hubiera podido hacerlo sin traicionarse a sí mismo, ¿cómo podría uno hacerlo sin traicionarle a él?”.
Cuando usted honradamente se encara a estas preguntas, puede entender por qué el editor eclesiástico del periódico The Toronto Star escribió en una nochebuena reciente: “Es una burla contra la Navidad el no entender que la totalmente insensata escalada nuclear de los Estados Unidos y la Unión Soviética es una blasfemia abominable contra Cristo y la humanidad”.
También es cierto que los problemas a los que se enfrenta este mundo son complejos. ¿Significa esto que nunca se alcanzará verdadera paz sobre la Tierra? ¿Es que el cumplimiento del anuncio angélico acerca de ‘paz en la tierra’ ha de ser solo una ilusión? O, ¿hay una base segura para creer que gente de todas las razas y nacionalidades pueden vivir juntas en paz, sin jamás experimentar de nuevo los horrores de la guerra?
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Paz en la Tierra... ¿solo una ilusión?¡Despertad! 1985 | 22 de diciembre
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Paz en la Tierra... ¿solo una ilusión?
HABIENDO sobrevivido los horrores de la II Guerra Mundial, el anhelo de la gente era la paz. El general Douglas MacArthur declaró: “Esta ha sido nuestra última oportunidad. Si no ideamos ahora un sistema más amplio y equitativo, tendremos el Armagedón a las puertas”.
En ese mismo año se firmó la carta constituyente de las Naciones Unidas. En su preámbulo se afirma: “Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas [estamos] resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra, [...] y a unir nuestras fuerzas para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales”.
A partir de entonces, tanto líderes políticos como religiosos aclamaron la Organización de las Naciones Unidas. En 1961, John F. Kennedy, presidente de los Estados Unidos, la llamó “nuestra última y mejor esperanza en una era en la que los instrumentos de guerra han superado por mucho los instrumentos de paz” (cursivas nuestras). Y, en 1965, el papa Paulo VI declaró: “Los pueblos de la Tierra se vuelven hacia las Naciones Unidas como la última esperanza de concordia y paz”.
Sin embargo, ¡no ha habido paz! En su lugar, desde entonces han muerto millones de personas a través de la Tierra en conflictos armados y ha aumentado la desilusión respecto al papel de las Naciones Unidas. A pesar de que recientemente este organismo ha declarado que el año 1986 será el Año Internacional de la Paz, la gente, por lo general, duda que la paz sea realizable algún día.
Otra esperanza
Pero ¿qué hay del anuncio angélico al tiempo del nacimiento de Cristo sobre ‘paz en la tierra’? (Lucas 2:14.) El editor religioso, Tom Harpur, escribió: “La clase de paz cantada por los ángeles no era una paz meramente personal, una calma interior al estilo de la tonadilla ‘a salvo en los brazos de Cristo’. [...] Representa la paz que vendrá cuando la justicia prevalezca, el temor sea eliminado y la guerra ni siquiera se conciba más”.
Desde un punto de vista humano, puede que una verdadera paz como esta no parezca realizable. Sin embargo, respecto a Aquel en cuyo nacimiento los ángeles cantaron, la Biblia promete: “En sus días el justo brotará, y la abundancia de paz hasta que la luna ya no sea. Y tendrá súbditos de mar a mar y desde el Río hasta los cabos de la Tierra”. (Salmo 72:7, 8.)
En efecto, lo que estas palabras predicen es una gobernación de toda la Tierra a manos del Hijo de Dios, Jesucristo. Estas palabras han de realizarse en cumplimiento de la promesa del ángel a María respecto al hijo que daría a luz, Jesús, “y gobernará como rey [...] y de su reino no habrá fin”. (Lucas 1:32, 33.)
Tal vez usted pregunte: ‘Pero ¿cómo es posible esto, si los cristianos no han vacilado en ir a la guerra y matarse unos a otros? ¿Qué base hay para creer que tal paz verdadera sea realmente posible?’.
“Cristianos” que no son cristianos
En primer lugar, es esencial que aclaremos lo que es y lo que no es cristianismo. Por lo que el propio Jesús dijo, puede verse que una persona no es cristiana sencillamente porque afirme serlo. De hecho, él advirtió: “Guárdense de los falsos profetas que vienen a ustedes en ropa de oveja”. También dijo: “Muchos me dirán en aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre [...] y en tu nombre ejecutamos muchas obras poderosas?’ Y sin embargo, entonces les confesaré: ¡Nunca los conocí! Apártense de mí, obreros del desafuero”. (Mateo 7:15, 21-23.)
Jesús dio esta regla: “Por sus frutos los reconocerán”. (Mateo 7:16.) Así de sencilla es esta regla o verdad. En este mismo sentido comentó Steve Whysall, del equipo de redacción del periódico The Vancouver Sun, al decir: “A menudo se oye a la gente decir que esto o lo otro ha sido hecho en el nombre del cristianismo y que ha sido horrible hacer algo así. Pues bien, ha sido horrible. [...] Pero ¿quién ha dicho que quienes cometieron tales atrocidades sean cristianos?
”Tal vez usted diga que las iglesias mismas lo afirman. Pues bien, ¿quién ha dicho que esas iglesias sean cristianas?
”Sí, el papa bendijo a Mussolini y, según la evidencia, ha habido otros papas en el pasado que han hecho cosas viles. Bien, ¿quién ha dicho que ellos eran cristianos?
”¿Acaso cree usted que porque un hombre sea papa es forzosamente cristiano? Solo porque una persona diga ‘soy cristiano’ no significa que lo sea... como tampoco es mecánico un hombre sólo porque lo afirme. [...]
”Sorprende el que muchas personas crean que la lucha en Irlanda del Norte sea una especie de guerra santa. Eso es mentira.
”Ningún cristiano puede luchar contra otro cristiano... sería como luchar contra sí mismo. Los verdaderos cristianos son hermanos en Jesucristo. [...] Nunca jamás causarían daño intencionadamente a otros”.
La Biblia expone este asunto muy llanamente, al decir: “Los hijos de Dios y los hijos del Diablo se hacen evidentes por este hecho: Todo el que no obra justicia no se origina de Dios, tampoco el que no ama a su hermano. Porque este es el mensaje que ustedes han oído desde el principio, que debemos tener amor los unos para con los otros; no como Caín, que se originó del inicuo y mató atrozmente a su hermano”. (1 Juan 3:10-12.)
Es evidente que las iglesias no ofrecen base alguna para creer que pueden traer paz a la Tierra. ¿Qué muestra el registro histórico de las iglesias? Que sus miembros han sido los principales combatientes en las dos guerras más grandes del mundo; no solo se asesinaron entre sí, también asesinaron a mujeres y niños inocentes.
Entonces, ¿hay alguna base para esperar que la paz duradera sea realizable?
Cómo se logrará que la guerra sea una imposibilidad
Jesús explicó cómo se reconocería a sus verdaderos seguidores. Él dijo que ellos serían “pacíficos”. (Mateo 5:9.) También dio este otro medio de identificarlos: “En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos, si tienen amor entre ustedes mismos”. Además, Jesús dijo de sus discípulos: “Ellos no son parte del mundo, así como yo no soy parte del mundo”. (Juan 13:35; 17:16.)
A la luz de estas enseñanzas, ¿cree usted que los primeros seguidores de Cristo participaron en las guerras de las naciones? A este respecto, el profesor Reo M. Christenson escribió en la revista The Christian Century: “Los primeros cristianos no sirvieron en el ejército. Roland Bainton indica que, ‘desde el fin del período neotestamentario hasta la década de 170 a 180 A.D., no existe evidencia alguna de que los cristianos hayan participado en el ejército’ [...] Fue de una manera gradual que los cristianos claudicaron en su oposición al servicio militar”.
Por consiguiente, no hubo en aquel tiempo cristianos que fuesen a la guerra a enfrentarse a otros compañeros de fe. Prescindiendo de lo que un gobernante mundano ordenara, los seguidores de Cristo rehusaban convertirse en hijos del Diablo por asesinar a sus hermanos espirituales. ¡Obedecían a Dios como gobernante más bien que a los hombres! (Hechos 5:29.) Por lo tanto, si el mundo entero estuviese habitado solo por verdaderos cristianos, ¡la guerra sería imposible!
Afortunadamente, la Biblia predice que esa situación de hecho se producirá. Dice: “Volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra”. (Isaías 2:4, Versión Valera Revisada.) Las palabras de este texto han sido inscritas en una pared de mármol que se halla al otro lado de la calle enfrente del edificio principal de las Naciones Unidas en la ciudad de Nueva York, pero es evidente que los miembros de las Naciones Unidas no han cumplido con el espíritu de este texto. Sin embargo, ¡los primeros cristianos sí!
C. J. Cadoux, destacado historiador eclesiástico, comentó: “Los cristianos primitivos tomaron a Jesús al pie de la letra [...] Ellos relacionaron estrechamente su religión a la paz; condenaron con firmeza la guerra, por el derramamiento de sangre que esta ocasionaba; hicieron suya la profecía del Antiguo Testamento sobre la transformación de las armas de guerra en herramientas agrícolas”. (Isaías 2:4.)
Entonces, la paz en la Tierra no es un sueño inalcanzable. Puesto que la adherencia de los cristianos primitivos a las enseñanzas de Cristo excluyó la posibilidad de la guerra, se había colocado la base para creer que con el tiempo la paz en la Tierra sería realizable. ¿Existe hoy una base similar para creer que la paz en la Tierra será posible?
Base para la esperanza en nuestro día
A este respecto, la Encyclopedia Canadiana, dice: “La obra de los testigos de Jehová consiste en un reavivamiento y restauración del cristianismo primitivo practicado por Jesús y sus discípulos durante los primeros dos siglos de nuestra era. [...] Todos son hermanos”.
¿Es esto verdaderamente cierto? Cuando las naciones se enfrascaron en la II Guerra Mundial, ¿obedecieron los testigos de Jehová las enseñanzas de Cristo de ‘amarse unos a otros’ y ser “pacíficos”? (Juan 13:34; Mateo 5:9.)
Sí, lo hicieron. El libro The Nazi Persecution of the Churches 1933-45, por J. S. Conway, explica: “Basando su causa en el mandamiento bíblico, [los testigos de Jehová] rehusaron empuñar las armas”. La publicación católica romana St. Anthony Messenger, contrastando la adherencia de los testigos de Jehová a las instrucciones de Cristo con el comportamiento de otros grupos, dijo: “Los testigos de Jehová se mantienen al margen del ‘orden establecido’ y no asumen responsabilidad alguna por aprobar cualquier decisión que los gobiernos tomen. Miles de personas bien intencionadas consideran que ese distanciamiento de los intereses políticos y económicos está más próximo al espíritu del Nuevo Testamento que los acuerdos, a menudo amistosos, que existen entre la iglesia y el estado”.
Los testigos de Jehová de todo el mundo ponen su esperanza de paz, no en las Naciones Unidas ni en cualquier otro esfuerzo humano por la paz, sino en la gobernación del Príncipe de Paz, Jesucristo. ¿Qué ocurriría si todo el mundo hiciera lo mismo? ¡Sí, imagínese lo que ocurriría si todo el mundo prestara atención a las enseñanzas de Cristo de ‘amarse unos a otros’ y ser “pacíficos”!
Verdadera paz en la Tierra... ¡pronto!
La expresión ‘paz en la Tierra’ se escucha con frecuencia en la época de la Navidad, acompañada de la imagen de un bebé en un pesebre. Pero ¿es este un cuadro real de la posición que Cristo ocupa? ¡De ningún modo! Cristo ya no es un infante; en cumplimiento de una antigua profecía bíblica, a él se le han dado gobernación y autoridad: “El gobierno principesco vendrá a estar sobre su hombro. Y por nombre se le llamará [...] Príncipe de Paz”. (Isaías 9:6.)
Como gobernante nombrado por Dios, Cristo traerá la paz a la Tierra. Pero esto no ocurrirá de la manera como algunos creen. Tenga la bondad de abrir su Biblia al libro de Revelación, capítulo 19, y leer los versículos 11 a 16. Es esencial que entendamos el cuadro que aquí se nos describe respecto a la posición de Cristo: Un poderoso gobernante a la cabeza de las fuerzas angélicas de Dios. Note que el texto dice que Cristo, quien es “La Palabra de Dios”, ‘herirá a las naciones y las pastoreará con vara de hierro’, quitándolas de en medio, para dar paso al gobierno de paz de Dios.
Por lo tanto, así es como se realizará la paz en la Tierra. No vendrá por medio de las Naciones Unidas ni por ninguna otra agencia humana para la paz. Llegará a ser una realidad por medio de la gobernación del Reino de Dios. Hoy vivimos en el tiempo en que se cumplirá la profecía bíblica que dice: “Y en los días de aquellos reyes el Dios del cielo establecerá un reino que nunca será reducido a ruinas. Y el reino mismo [...] triturará y pondrá fin a todos estos reinos, y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos”. (Daniel 2:44.)
En vista de la predicha destrucción divina de todos los gobiernos de la actualidad, así como de las religiones que los apoyan, es vital que examinemos qué posición ocupamos nosotros. Si usted concuerda en que la guerra no tiene sentido y quisiera vivir sobre la Tierra cuando haya paz universal, póngase en contacto con los testigos de Jehová. Ellos, con mucho gusto, le ayudarán a aprender más acerca de cómo se hará que la paz en la Tierra llegue a ser pronto una realidad bajo la gobernación del Reino de Dios.
Vengan, contemplen las actividades de Jehová, cómo ha establecido acontecimientos pasmosos en la tierra. Está haciendo cesar las guerras hasta la extremidad de la tierra. Quiebra el arco y verdaderamente corta en pedazos la lanza; quema los carruajes en el fuego. (Salmo 46:8, 9.)
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