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¿Habrá verdadera paz algún día?¡Despertad! 1982 | 8 de julio
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¿Habrá verdadera paz algún día?
Por el corresponsal de “¡Despertad!” en el Japón
MICHIKO era solo una joven viuda cuando oyó por la radio las sorprendentes noticias. Era la voz del emperador quien decía que la lucha había terminado; el Japón se había rendido incondicionalmente.
El asombro inicial de ella se tornó inmediatamente en ira. “¿Pero por qué?,” se preguntaba a sí misma. “¿Por qué darse por vencidos ahora? ¿Por qué no luchar hasta vencer o morir, sí, hasta que todo el mundo, incluso yo misma, esté muerto?”
Se comprende por qué ella abrigaba pensamientos amargos. Su esposo había muerto en la guerra. Había tenido que irse al ejército cuando ella todavía estaba en el hospital con su hijito de una semana de edad. El cuadro que pendía de la pared era lo único que su hijo, Yasuo, jamás vería de su padre. Ella recordaba vívidamente también la noche en que los bombarderos B-29 norteamericanos hicieron incursión en Tokio y destruyeron su hogar y todas sus pertenencias.
“A los japoneses se les había pedido que dieran todo para la guerra,” recordó Michiko, “y ahora se nos dice que todo ha terminado, que está perdido. ¿Dónde está ‘Kamikaze’?a ¿Qué pasó con los ejércitos japoneses que hasta la fecha nunca habían perdido una guerra? ¿Dónde está la orgullosa tradición de ellos de ‘No rendirse’?” Estas y otras ideas similares le pasaron por la mente.
Pero ya han transcurrido rápidamente casi 37 años. Japón ha disfrutado de paz y prosperidad relativas. Michiko puede recordar los años de la guerra con actitud filosófica y entiende mejor qué pasó y a qué se debió el fracaso. Ella comprende que la guerra ha desperdiciado vidas, ha retrasado el progreso y ha arruinado la Tierra. Después de la guerra se informó que, en los bombardeos aéreos, habían muerto 668.000 personas tan solo entre los civiles. La mayoría de las ciudades principales estaban en ruinas. Se había animado a los japoneses a luchar por su país y su emperador, pero las cuestiones por las que se peleaba no estaban claras en la mente de ellos. Ella puede ver cómo los políticos se valieron de la religión para conseguir que la gente apoyara la guerra con fe ciega y resolución obstinada. Ella habla de lo terrible que es el nacionalismo cuando se inculca éste en la mente de niños escolares de edad tierna.
Aun ahora se están peleando guerras terribles en el mundo, ¡y qué armas tan aterradoras hay! Además, muchas de esas guerras están afectando adversamente al Japón y su economía. Se ejerce mucha presión en el Japón para que aumente sus “gastos de defensa.” ¿Se eliminará de la nueva constitución el artículo en el cual se renuncia a la guerra? ¿Volveremos a tener guerra, quizás una guerra nuclear? Mucha gente opina que ésta es una verdadera posibilidad, puesto que las naciones tienen amontonadas decenas de millares de armas nucleares. ¿Por qué no podemos tener verdadera paz, en todo el mundo? Michiko pregunta: “¿Es incapaz el hombre de vivir en paz?”
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¿Es incapaz el hombre de vivir en paz?¡Despertad! 1982 | 8 de julio
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¿Es incapaz el hombre de vivir en paz?
Cada año se gastan 500.000.000.000 de dólares en armamentos. ¿Es el guerrear una parte fundamental de lo que el hombre es?
CIERTAMENTE podría parecer que así es. Al presente el hombre gasta 500 mil millones de dólares al año en armamentos. Se ha dicho que desde el fin de la II Guerra Mundial, el mundo solamente ha tenido 26 días de paz. Cuando la gente de un país no está peleando contra la de los países vecinos, a menudo están peleando entre sí... una religión contra otra, hijos contra padres, esposos contra esposas. El Japón, país que por mucho tiempo se ha distinguido por la diligencia y la armonía de sus habitantes y por el respeto que se muestra a los padres, ahora está experimentando un aumento de 42 por ciento en los delitos cometidos por jóvenes. Se hizo referencia a esto en un número reciente de la revista Newsweek como el “sismo juvenil japonés,” y, según parece, muchos de los delitos son una manifestación de “furia insensata” contra maestros, padres y la policía.
Algunos afirman que, fundamentalmente, el hombre es un animal guerrero y que es incapaz de vivir en paz. Como dijo el Dr. Polykarp Kusch, profesor de física nuclear en la Universidad de Dallas y que fue laureado con un premio Nobel en 1955: “Finalmente, a medida que desaparezcan los recursos principales, nos atacaremos unos a otros con arcos y flechas y hachas de guerra.”
Pero, ¿es el guerrear una parte fundamental de lo que el hombre es? No. Los muchos casos de personas que sí viven en paz unas con otras es prueba de esto. Considere, por ejemplo, a los tasaday que viven en un bosque tropical de las Filipinas. Un científico que vivió con ellos por algún tiempo dijo: “¡Desconocen el matar, asesinar, la guerra! Jamás han oído de estas cosas.” Además, ¿qué hay acerca de los más de 2.000.000 de testigos de Jehová que viven en casi todo país de la Tierra, pero que no se envuelven en los conflictos de ninguna nación? Una monja católica romana, al escribir un artículo sobre los testigos de Jehová en Mozambique para una revista misional católica de Portugal, dijo: “¡Qué diferente sería el mundo si una mañana todos nos levantáramos con la firme resolución de no volver a tomar las armas, sin importar el precio ni el motivo, tal como lo hacen los testigos de Jehová!” De modo que el hombre sí es capaz de vivir en paz. Pero si así es, ¿por qué, precisamente, hay guerras?
¿Por qué hay guerras?
Parece, desde el aspecto superficial, que hay varias razones. Por el momento, estas razones les parecen admisibles a las naciones implicadas. Se han peleado guerras por fronteras que las naciones tienen en común. En otros casos el temor a la discriminación económica, sea real o imaginario, frecuentemente es la raíz del problema. Parece que ésta fue una de las razones por las cuales el Japón comenzó a extenderse a Manchuria antes de la II Guerra Mundial. Los Estados Unidos se hallaban en medio de la gran depresión económica de 1929. Las resultantes políticas proteccionistas y nacionalistas de los Estados Unidos y otras naciones asociadas con ellos en el comercio fueron un factor determinante en la decisión de Japón de tratar de extenderse a países cercanos para aumentar su influencia y acrecentar su potencial económico.
El nacionalismo, los prejuicios, las injusticias y los problemas de comunicación entre las naciones han sido la raíz de otros conflictos. En demasiados casos los ejércitos han ejecutado las órdenes de caudillos como Hitler, Napoleón y Alejandro Magno, quienes han mostrado un deseo desmedido de obtener gloria y honor personales.
Sin embargo, además de estas razones obviamente de naturaleza superficial, ¿qué dice la Biblia que son las razones fundamentales para la guerra? La Biblia muestra que el hombre mismo es la causa fundamental del problema de la guerra. Bien se ha dicho a menudo que las guerras no las causan los cañones, los tanques ni las bombas, sino los hombres que, pudiera agregarse, son egoístas. Si en el hombre se reemplazaran tales actitudes egoístas como el prejuicio, el odio y el celo con el amor, la compasión y la inclinación a perdonar, veríamos el fin de las guerras al igual que de todo otro tipo de contienda. Jesús dijo: “Del corazón salen razonamientos inicuos, asesinatos.”—Mateo 15:19.
Pero, ¿por qué hay esos defectos en el hombre? ¿Son éstos parte de lo que el hombre es... está hecho así? No. La Biblia muestra que Dios hizo al hombre bueno, perfecto. Como explica Eclesiastés 7:29: “¡Ve! Esto solo he hallado, que el Dios verdadero hizo a la humanidad recta, pero ellos mismos han buscado muchos planes.” No fue sino hasta después que los hombres buscaron independizarse de Dios y de su gobernación, y así pecaron, que pensamientos y deseos egoístas comenzaron a formárseles en la mente y corazón. Estos a su vez resultaron en ira, contienda y guerra.—Génesis 4:5.
La Biblia señala a otra causa que contribuye a la guerra cuando declara en 1 Juan 5:19: “El mundo entero está yaciendo en el poder del inicuo.” Este inicuo, Satanás el Diablo, ha tenido un efecto profundo en la historia y las guerras de la humanidad. Ha sido su deseo apartar a todo hombre y mujer de la gobernación de Dios. Y la guerra ha servido bien para ese propósito. Por medio de utilizar a los que forman y moldean la opinión pública y el modo de pensar de la gente, Satanás ha tenido éxito en fomentar guerras con sus resultados que deshonran a Dios.
La Biblia también señala a la falta de un gobierno poderoso reconocido universalmente como otro factor que contribuye a los conflictos. El científico Isaac Asimov dijo: “La cooperación internacional tiene que adoptar la forma de un gobierno mundial suficientemente eficaz como para tomar las decisiones necesarias y ponerlas en vigor, y contra el cual las naciones individuales no tengan ni el derecho ni el poder para tomar las armas.”
Pero, ¿no tenemos ahora mismo, en la Organización de las Naciones Unidas, un intento por establecer precisamente esa clase de gobierno mundial? No, porque todos los estados miembros han retenido sus propias soberanías nacionales y han rehusado transferir a las Naciones Unidas todo el poder. Parece que la O.N.U. es meramente un foro en el cual se discuten las diferencias de política y no un gobierno central al cual todas las naciones se sometan. En tiempos de conflicto entre sus estados miembros lo único que ésta ha podido hacer es un gesto de desaprobación, pero ha mostrado que tiene poco poder para detener la guerra. Las Naciones Unidas no son el gobierno mundial que se necesita.
¿Qué hay de las guerras que se mencionan en la Biblia?
Muchas de las guerras que se mencionan en la Biblia parecen haber tenido la aprobación de Dios. ¿Por qué es eso? Al examinar cuidadosamente aquellas guerras que Dios respaldó se verá que éstas son ejemplos de cómo Dios ejerció sus derechos como Soberano Universal. Como “Juez de toda la tierra,” ciertamente tiene el derecho de eliminar la iniquidad y la inmoralidad de sobre la Tierra. (Génesis 18:25) En ocasiones Jehová usó fenómenos de la naturaleza como inundaciones y terremotos para hacer eso, mientras que en otras ocasiones se valió de ciertas naciones para que le sirvieran de ejecutores.—Génesis 6:5-8; Números 31:3.
Esto se hace especialmente claro en el caso de la nación de Israel. Dios mandó a los israelitas que eliminaran de la Tierra Prometida a ciertos descendientes de Canaán. Moisés expone claramente la razón para esto en Deuteronomio 9:4, donde declara: “Es por la iniquidad de estas naciones que Jehová está expulsándolas de delante de ti.” El Halley’s Bible Handbook, página 161, declara lo siguiente acerca de ese pueblo: “Los cananeos adoraban, por satisfacción inmoral, como rito religioso en la presencia de sus dioses; y entonces, por asesinar a sus hijos primogénitos, como sacrificio a estos mismos dioses. Parece que, en gran medida, el país de Canaán había llegado a ser cierta clase de Sodoma y Gomorra en escala nacional. ... ¿Tenía derecho alguno a seguir existiendo una civilización de tan aborrecible suciedad y brutalidad? ... Los arqueólogos que excavan en las ruinas de las ciudades cananeas se maravillan de que Dios no las destruyera antes de lo que lo hizo.”
Es interesante que la Biblia indique que pronto Jehová volverá a ejercer su autoridad como Soberano Supremo del Universo al poner fin a todos los que hoy día violan sus leyes morales.—1 Corintios 10:11, 12; 2 Tesalonicenses 1:6-9.
¿Qué esperanza hay de que haya un mundo sin guerra?
La Biblia se refiere a Jehová como “el Dios que da paz.” (Romanos 15:33) Puesto que todos los esfuerzos del hombre por conseguir la paz han tenido un fin tan triste, consideremos lo que Jehová se propone hacer para traer paz.
La paz que Dios ofrece no está basada en el temor a la cantidad de mísiles que tengan otras naciones ni en algún tratado de paz mutua. La Biblia muestra que el modo que Dios tiene de traer paz comienza con la educación: el conseguir que haya un cambio genuino en el modo de pensar y en las actitudes de las personas, que es donde radica el problema. Por mucho tiempo caudillos de las naciones se han valido de la educación como un medio para conseguir que sus jóvenes les sigan a la guerra. Por ejemplo, Mitsui Sanshiro, quien pasó 12 años en Manchuria con el ejército japonés y que ahora es testigo cristiano de Jehová, recuerda que desde el mismísimo primer año en la escuela hasta que se graduó se le enseñó Shushin, o “éticas.” En las clases de “ética,” se les enseñó que era un gran honor dar la vida por su nación y por el emperador. Por otra parte, Jehová educará a su pueblo en los caminos de la paz. Como lo expresa Isaías 54:13: “Y todos tus hijos serán personas enseñadas por Jehová, y la paz de tus hijos será abundante.”
Mediante el estudio de la Biblia muchos cristianos están aprendiendo a andar en los caminos de la paz. Un japonés cuenta cómo cambió de revolucionario profesional a cristiano pacífico por medio de precisamente esa clase de estudio. Mientras estudiaba en la universidad leyó el libro de gran venta intitulado Toshi Ronri, o “Lógica de la ciudad,” que presenta en detalle el cambio corrupto que ha experimentado la sociedad humana en las ciudades. Dejó que lo enardecieran los discursos que escuchó y los libros que leyó sobre el existencialismo, el comunismo y otras filosofías radicales.
Creía que tenía que hacer algo para efectuar un cambio. Con el tiempo se unió a las actividades de un “Ejército Rojo” ultrarradical y tomó la delantera en ellas. Tenían como meta efectuar un cambio de gobierno mediante la revolución violenta y reemplazarlo con una nueva sociedad de los proletarios (obreros). Sin embargo, con el tiempo, quedó desilusionado debido a las luchas internas y hasta el asesinato de disidentes dentro del grupo, así como también debido al daño que se causaba a tantos ciudadanos inocentes a fin de lograr sus metas. Abandonó el grupo y posteriormente comenzó a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová. Halló en el mensaje de ésta lo que él había estado buscando, el fundamento para la verdadera paz y la esperanza de un mundo mejor. Vio también los resultados que ya había producido entre los testigos de Jehová la educación en la paz. Ahora él, su esposa y sus tres hijos dedican muchas horas cada mes a hablar a otros acerca del propósito de Dios de traer paz.
Por mucho tiempo se ha reconocido que como elemento clave en la búsqueda de la paz mundial es preciso que haya un gobierno mundial central que todo el mundo acepte de buena gana. El deseo de establecer tal gobierno estuvo tras los esfuerzos de muchos supuestos conquistadores mundiales, al igual que tras la formación de las Naciones Unidas.
El libro bíblico de Daniel muestra que Jehová establecerá precisamente el gobierno mundial que se necesita destruyendo todas las divisivas formas de gobierno que existen hoy. Daniel 2:44 dice: “En los días de aquellos reyes el Dios del cielo establecerá un reino que nunca será reducido a ruinas. ... Triturará y pondrá fin a todos estos reinos, y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos.”
Ese gobierno mundial de Dios efectuará algunos cambios muy necesarios para lograr la paz. Destruirá todas las armas. (Isaías 2:4; Salmo 46:8, 9) Eliminará todas las fronteras nacionales, lo que hará posible una distribución equitativa y razonable de la población y recursos del mundo. Hará posible que haya un lenguaje universal para todos... y así quitará lo que por mucho tiempo ha sido una barrera en la realización de la paz mundial. Dicho gobierno producirá un clima en el cual el hombre pueda volver a estar en paz con su Creador y a tener perfección mental y emocional, todo lo cual es esencial para una paz verdadera y durable.—Sofonías 3:9; Revelación 21:3, 4; 22:2.
Pero, ¿no es todo esto un poco utópico? ¿No habrá aquellos que sencillamente no estarán de acuerdo con el gobierno mundial instituido por Dios que mantendrá la paz y evitará que ésta se viole, y no rehusarán éstos someterse a él? Esa es una posibilidad fáctica y un asunto que la Biblia considera. Aun en nuestro día, muchas personas muestran una fuerte inclinación a dejarse llevar por las imperfecciones heredadas y a resistir la idea de que deben reconocer el derecho que Dios tiene a gobernar y de obedecer sus leyes. Como ya se mostró en este artículo, Jehová volverá a ejercer sus derechos como Creador y Soberano y eliminará a esos rebeldes, después de haberles dado suficiente oportunidad para que aprendan y obren en armonía con lo que han aprendido. Será imprescindible proceder así para proteger los intereses de los que en verdad desean una paz duradera. El Salmo 37:10, 11 dice: “Solo un poco más de tiempo, y el inicuo ya no será. ... Pero los mansos mismos poseerán la tierra, y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz.”
Agraciadamente, la Biblia muestra que estamos viviendo en el tiempo en que comenzaremos a ver el cumplimiento de estas promesas maravillosas. Dios mismo pronto eliminará a todos los instigadores de las guerras y a los que las apoyan. ¡Qué gozo inefable! Está por realizarse el sueño que la humanidad ha acariciado por siglos. ¡Habrá verdadera paz, una que será duradera! La voluntad de Dios es completamente segura. ¿Nos someteremos a ella? Esa es una selección que cada uno de nosotros tiene que hacer individualmente. Como declara la Palabra de Dios: “He puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la invocación de mal; y tienes que escoger la vida a fin de que te mantengas vivo, tú y tu prole.”—Deuteronomio 30:19; Josué 24:15.
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