BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
Español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • Lo que las guerras mundiales le hicieron a mi familia
    ¡Despertad! 1979 | 8 de diciembre
    • el hermano de mi abuelita tenía 17 años de edad y estaba por graduarse de la escuela secundaria. Un día después de su graduación lo reclutaron para el ejército y lo enviaron a recibir entrenamiento militar. ¿Tendría también que ir a pelear con parientes de los cuales había oído, pero a quienes no había visto nunca?

      Para entonces, ¿qué había sucedido con los hermanos de mi abuelo Rudy, que estaban en Alemania? Uno de ellos era prisionero de guerra en Rusia. Otro estaba en un campamento de prisioneros de guerra norteamericano en Francia. En cierto campamento a los prisioneros se les daba tan poco de comer que, un día, cuando un gato cruzó la cerca de alambre de púas, ¡mi tío abuelo le echó mano, lo mató, lo despellejó y se lo comió crudo! Hacia el fin de la guerra, el tercer hermano estaba siendo transportado en un tren militar. Fue el mismísimo día en que se declaró el armisticio. El tren fue bombardeado, y él murió.

      Allá en la pequeña aldea de Einberg, donde los cuatro hermanos habían crecido, estaban sucediendo otras cosas serias. Mi bisabuelo Max, quien se había casado de nuevo años atrás, tuvo otros dos hijos. Alemania estaba perdiendo la guerra y las fuerzas de ocupación se encontraban por todas partes en las regiones rurales. Puesto que la mayoría de los padres se habían ido a pelear, en las casas no había nadie que protegiera a las familias.

      Los soldados irrumpían en los hogares. Robaban, y a veces violaban a las mujeres. Si se avisaba a los habitantes de las aldeas que los soldados venían, los aldeanos sacaban de las casas a sus hijas y las escondían en los montones de heno que estaban en los campos, para que estuvieran a salvo.

      La guerra terminó, pero los efectos de ella no terminaron cuando se firmó el tratado de paz. Los hermanos de mi abuelo, excepto el que murió en el tren, regresaron a su casa en Einberg, Alemania. La vida de ellos nunca ha sido la misma. Uno de ellos estuvo entrando y saliendo del hospital durante toda su vida y murió muy joven. El otro hermano, Bernhard, recientemente vino de Alemania para visitarnos en California. Su hijo ya ha recibido entrenamiento militar. Lo mismo ha sucedido en el caso de mis tíos que viven aquí en los Estados Unidos. ¿Tiene sentido todo esto? ¿Cuándo terminará?

  • Se desea la paz, pero, ¿se desarmarán las naciones?
    ¡Despertad! 1979 | 8 de diciembre
    • Se desea la paz, pero, ¿se desarmarán las naciones?

      NADA hace tan deseable la paz como el reflexionar en los horrores de la guerra. Millones de personas murieron o recibieron horribles heridas en la guerra de Vietnam, pero eso es solo parte de esa historia. A los seis meses de haber regresado de la guerra, el 38 por ciento de los veteranos norteamericanos casados se habían separado de sus esposas o estaban por divorciarse. Unos 175.000 usaban heroína. ¡Y también se informa que cerca de medio millón de estos veteranos han intentado suicidarse desde que se licenciaron!—Times de Nueva York del 27 de mayo de 1975.

      El caso de Claude Eatherly, un piloto que participó en el lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima, Japón, ilustra vívidamente los horribles efectos posteriores de la guerra. Claude fue licenciado del servicio militar en 1947 después que unas pruebas siquiátricas que se le hicieron indicaron que sufría de “neurosis grave y complejo de culpabilidad.” Después de eso, frecuentemente estuvo entrando y saliendo de instituciones mentales. “Recuerdo que se despertaba noche tras noche,” declaró su hermano en el funeral de Claude el verano del año pasado. “Decía que sentía como si el cerebro se le estuviera quemando. Decía que podía sentir como aquella gente ardía en fuego.”

      Para tener una mejor comprensión de los horrores de la guerra, reflexione en aquella escena de hace 33 años. Era la mañana del 6 de agosto de 1945. Bien arriba en el cielo estaba el avión B-29 Enola Gay; abajo estaba la bulliciosa ciudad industrial japonesa de unos 400.000 habitantes A las 8:15 de la mañana estalló a 580 metros sobre el centro de Hiroshima la bomba atómica de 13 kilotones cuya caída había sido retardada por medio de tres paracaídas. Unas 140.000 personas murieron como resultado directo de la explosión, muchas de ellas asadas vivas por el calor y la radiación. Todavía hay víctimas que están muriendo lentamente de los efectos de la radiación.

      La mente humana no puede comprender a cabalidad los horrores de aquella explosión atómica, y de la que ocurrió tres días después sobre Nagasaki.

      Se necesita la paz

      Menos de un mes después, el 2 de septiembre de 1945, el Japón se rindió formalmente. “Una nueva era se abre ante nosotros,” dijo el general Douglas MacArthur en aquella memorable ocasión. Continuó: “Hasta la lección de la victoria misma trae consigo profunda preocupación, tanto en cuanto a nuestra seguridad futura como en cuanto a la supervivencia de la civilización. . . . La absoluta destructividad de la guerra ahora elimina esta alternativa. Hemos tenido nuestra última oportunidad. Si no ideamos algún sistema de grandeza superior y más equitativo, a nuestra puerta estará tocando el Armagedón.”

      Otros líderes mundiales han repetido frecuentemente esa misma opinión. En el otoño de 1961, John F. Kennedy, entonces presidente de los Estados Unidos, propuso un “programa para un desarme general y completo.” Explicó que “la humanidad tiene que poner fin a la guerra... o la guerra pondrá fin a la humanidad. . . . Los riesgos inherentes al desarme palidecen en comparación con los riesgos inherentes a una ilimitada carrera armamentista.”

      ¿Han dado pasos positivos las naciones hacia el desarme desde entonces?

      ¿Progreso hacia la paz?

      Poco tiempo después de haber hecho hincapié en que se necesitaba el desarme, el presidente Kennedy pidió al congreso norteamericano que añadiese 6 mil millones de dólares (E.U.A.) al presupuesto militar. Y este modo de actuar fijó el patrón que continúa. Hay un momento en que se habla de paz y se elogia el desarme, pero al momento siguiente se dan instrucciones para construir armas mayores y más mortíferas. Por eso, a pesar de las muchas propuestas que tan bonitas suenan al oído —hay más de 9.000 títulos en una bibliografía de actualidad acerca del control de armamentos y el desarme— no se ha efectuado ningún progreso. The Nation del 27 de mayo de 1978 comenta:

      “Desde 1945, los diplomáticos estadounidenses, soviéticos y otros se han reunido por lo menos 6.000 veces para considerar el ‘desarme’ y su prole ilegítima, el ‘control de armamentos,’ pero en treinta y dos años no se ha eliminado ni siquiera una sola arma por acuerdo mutuo. Por el contrario, la carrera de armamentos —de tipo convencional y nuclear, pero especialmente del tipo nuclear— se ha intensificado incesantemente.”

      Algo que ilustra el fracaso es que generalmente el “desarme” ya ni siquiera se considera; se considera el ‘control de armamentos.’ Pero no hay manera de controlar las armas. El público en general ha perdido toda confianza en que alguna vez haya de hacerse algo significativo que mejore la situación.

      Esto se demostró el año pasado cuando se celebró la Sesión Especial de las Naciones Unidas para el Desarme. Al anunciar la sesión que se aproximaba, un titular del News de Búfalo dijo: “LA O.N.U. INTENTA ATAJAR EL ARMAGEDÓN.” La sesión de cinco semanas fue histórica en el sentido de que fue la primera reunión mundial para desarme desde la Conferencia de la Liga de las Naciones para el Desarme, celebrada de 1932 a 1934, hace unos 45 años. Sin embargo, las reuniones recibieron muy poca prominencia en la prensa u otros medios noticieros.

      Cuando las sesiones habían avanzado hasta casi la mitad del tiempo que durarían, el Dr. Frank Barnaby, director del Instituto para Investigaciones pro Paz Internacional de Estocolmo, se lamentó de que se hubiese logrado aun menos de lo que él había esperado. Dijo: “Hay un aire de pesimismo; el ambiente general es decididamente pésimo.”

      Sin embargo, como comprenden las personas que están al corriente de las cosas, hay una verdadera necesidad de aliviar la crítica situación que existe. El Sr. Barnaby señaló que el peligro de una guerra nuclear es muy real y está aumentando. Y el delegado británico Lord Noel-Baker, hombre de edad avanzada que también fue delegado a la Conferencia de la Liga de las Naciones para el Desarme, hizo esta observación: “El gran peligro es que, con todo, sencillamente no han penetrado en la mente las realidades de la guerra nuclear.”

      ¿Cuáles son esas realidades?

      Poder destructivo

      Tienen que ver particularmente con el gran poder de las armas nucleares, las tremendas cantidades de éstas que están disponibles, y los complicados medios que las naciones han desarrollado para dirigirlas a cualquier blanco sobre la Tierra. Considere los hechos.

      Las palabras kilotón (1.000 toneladas) y megatón (1.000.000 de toneladas) se refieren al equivalente de T.N.T. de las armas nucleares. Por lo tanto, la bomba de 13 kilotones que arrasó a Hiroshima fue solo un pequeño “triquitraque” en comparación con las modernas armas de multimegatones. Por ejemplo, se han hecho pruebas con bombas de hasta 60 megatones... más de 4.600 veces más poderosas que la que se lanzó sobre Hiroshima. Sin embargo, en 1945 se necesitó solamente aquella bomba comparativamente pequeñita para incinerar a 140.000 personas, a miles horriblemente, y para devastar a Hiroshima.

      Un arma moderna común puede ser de cerca de un megatón... alrededor de 75 veces más poderosa que la bomba de Hiroshima. Puesto que cada bomba puede aniquilar una gran ciudad, trate de imaginarse lo que haría una bomba de multimegatones en una zona poblada como la urbe de Nueva York, Londres o Tokio. Las naciones tienen decenas de miles de poderosas armas nucleares; la Unión Soviética y los Estados Unidos poseen la vasta mayoría de éstas.

      El hecho aterrador es que este poder destructor puede usarse para destruir prácticamente cualquier blanco en la Tierra, a unos minutos de haberse lanzado. No bromeaba un presidente de los Estados Unidos cuando dijo: “Podría apretar este botón que está aquí mismo, y en 20 minutos habría 70 millones de rusos muertos.”

      Hoy día los dispositivos lanzadores de misiles o proyectiles pueden enviar certeramente las ojivas o conos de combate nucleares a pocos metros de un blanco que esté a miles de kilómetros de distancia. Además, un tipo moderno de mísil o misil puede llevar varias bombas. Una vez que el mísil llega a la zona general que ha de ser destruida, cada bomba puede ser dirigida a un objetivo diferente. Los arreglos para el lanzamiento de misiles no están limitados a posiciones fijas en la tierra; los misiles se pueden lanzar desde aviones en el aire o desde embarcaciones en el mar.

      ¡Un solo submarino, con equipo para lanzar misiles nucleares, puede destruir 224 diferentes blancos, cada uno tan extenso como una gran ciudad! Tanto la Unión Soviética como los Estados Unidos tienen docenas de submarinos equipados para transportar este poder destructivo, y están construyendo otros más grandes y perfeccionados. Dentro de poco tiempo estará en servicio el nuevo submarino norteamericano llamado el Tridente. Saturday Review explica:

      “El Tridente está provisto de una plataforma submarina para el lanzamiento de bombas termonucleares, algunas de las cuales contienen más fuerza explosiva que mil bombas atómicas de la clase que destruyó a Hiroshima en 1945. . . . Los oficiales del Tridente tienen en sus manos más poder que todo el que los seres humanos habían acumulado en la historia registrada hasta 1945 inclusive.”

      El costo de todo ello

      Todo este estado de preparación militar cuesta dinero, y mucho. ¡Desde 1945 las naciones han gastado mucho más de $6.000.000.000.000 (seis billones de dólares) en actividades militares! The Bulletin of the Atomic Scientists de mayo de 1978 hizo notar lo siguiente: “Actualmente los gastos militares por todo el mundo son de aproximadamente 400 mil millones de dólares al año.” ¡Y están aumentando rápidamente, pues están aproximándose a un millón de dólares cada minuto!

      La magnitud de la acumulación de poder militar es asombrosa. En 1977, James Reston, del Times de Nueva York, declaró: “El año pasado, para equipar a cada soldado las naciones del mundo gastaron más de 60 veces lo que gastamos en educar a cada niño.” Alrededor del mundo unos 60 millones de personas sirven en las fuerzas armadas o están empleadas en ocupaciones relacionadas con el ejército. Alrededor de la mitad de los científicos del mundo están empleados en desarrollar armas.

      Piense en lo que se podría lograr si todo ese dinero y esfuerzo se encauzara a propósitos constructivos más bien que a construir armamentos. Podría haber excelente alojamiento para todos, mejor cuidado de la salud y educación, y muchos otros beneficios. Tal como está la situación, los programas de armamentos están contribuyendo a la bancarrota de las naciones, tanto física como moralmente.

      Sin embargo, se alega que la preparación militar evita la guerra. Pero, ¿lo ha logrado? Al contrario. Desde 1945 más de 25 millones de personas han muerto en más de 150 guerras que se han efectuado por todo el globo terráqueo. En cualquier día dado han estado efectuándose como promedio 12 guerras en algún lugar del mundo. Es cierto que desde 1945 no se han usado bombas nucleares en estas guerras. Pero, ¿hace la acumulación progresiva de vastas reservas de armas, y el desarrollo de arreglos complicados para su lanzamiento, que sea menos probable que se les use?

      Hay muchos que no piensan así. Como dijo un anterior congresista norteamericano de Oregón: “Ahora existen las circunstancias que hacen posible vasta destrucción y muerte. . . . Los hechos pueden declararse en pocas palabras. Primero, hoy existen miles de armas nucleares, muchas de las cuales son de poder inconcebible. Segundo, casi todas están listas para detonación instantánea. Tercero, los guardianes de estas son seres humanos.”

      Sí, los seres humanos son imperfectos; pueden cometer errores y son propensos al egoísmo y la codicia, todo lo cual prepara el escenario para la guerra. La Biblia señala a dónde pueden conducir los deseos egoístas: “¿De dónde proceden las guerras y las contiendas entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones que luchan en vuestros miembros? ¿Codiciáis y no poseéis? Matáis. ¿Envidiáis y no podéis conseguir? Combatís y hacéis la guerra.”—Sant. 4:1, 2, Biblia de Jerusalén.

      Las naciones luchan con lo que tienen disponible. Para 1985, dice el Instituto para la Paz Internacional, de Estocolmo, unas 35 naciones tendrán armas nucleares. ¿Qué resultado tendrá esto? “Se hará imposible mantener una fuerza disuasiva nuclear estable como la que hemos conocido,” advierte el instituto, “y la guerra será inevitable.”

      ¿Hay esperanza de paz?

      La humanidad tiene intensos deseos de alcanzar la paz. En la reciente Sesión Especial de las Naciones Unidas para el Desarme, 500 observadores japoneses presentaron a oficiales de la O.N.U. 20 millones de firmas en peticiones por un desarme mundial inmediato. ¡Estas peticiones llenaron 450 cajas que pesaron más de 12 toneladas!

      ¿Se realizarán alguna vez el desarme y la paz? Si juzgamos por las acciones de los líderes mundiales, la respuesta es un definitivo: No. Casi nada están haciendo para dar marcha atrás a la carrera de armamentos. Esto se demostró de nuevo por la actitud que mostraron hacia el Tratado del Espacio Exterior, de 1967, del cual se esperaba que convirtiera al espacio exterior en una zona de paz. The Bulletin of the Atomic Scientists declara: “El tratado ha logrado poco en cuanto a controlar la cantidad de satélites militares que hay. Aproximadamente el 75 por ciento de todos los satélites que se lanzan sirven propósitos militares. Durante 1977 se lanzaron 133 satélites, y de éstos 95 fueron satélites militares.”

      Sin embargo, existe base para confiar en que el desarme y la paz se realicen. La promesa bíblica que está grabada en una pared justamente frente al edificio principal de las Naciones Unidas (vea el recuadro) proclama: “Volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en podaderas: no alzará espada nación contra nación, ni aprenderán más la guerra.”—Isa. 2:4, Versión Autorizada.

      Pero ¿cómo se cumplirá esta promesa? Es obvio que las Naciones Unidas no han podido cumplirla. Entonces, ¿qué base hay para confiar que la verdadera paz se haya de realizar? ¿Está la respuesta en la religión?

      [Comentario de la página 5]

      “Desde 1945, los diplomáticos estadounidenses, soviéticos y otros se han reunido por lo menos 6.000 veces para considerar el ‘desarme’ y su prole ilegítima, el ‘control de armamentos,’ pero en treinta y dos años no se ha eliminado ni siquiera una sola arma por acuerdo mutuo.”—The Nation, 27 de mayo de 1978.

      [Comentario de la página 7]

      “Durante los pasados treinta y tres años ha habido guerras continuas por todo el globo terráqueo... o, según los cómputos de un profesor húngaro, ‘no hubo más de veintiséis días . . . en los cuales no hubo guerra en alguna parte del mundo.’ Ese mismo profesor calculó que en las pasadas tres décadas unos veinticinco millones de almas han perecido en batallas, la cual cifra representa más muertes militares que las ocasionadas por las dos guerras mundiales en conjunto.”—Esquire, 1 de marzo de 1978.

      [Comentario de la página 8]

      “Aproximadamente el 75 por ciento de todos los satélites que se lanzan sirven propósitos militares. Durante 1977 se lanzaron 133 satélites, y de éstos 95 fueron satélites militares.”—The Bulletin of the Atomic Scientists, mayo de 1978.

  • Paz verdadera... ¿la habrá algún día?
    ¡Despertad! 1979 | 8 de diciembre
    • Paz verdadera... ¿la habrá algún día?

      POR lo general se considera a la religión como la principal defensora de la paz. Especialmente durante la temporada de la Navidad las iglesias dan homenaje al niño Jesús, el prometido “Príncipe de Paz.” En los círculos religiosos, por todo el mundo, se repite el relato bíblico de los ángeles que se aparecieron a unos pastores y dijeron: “Gloria en las alturas á Dios, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres.”—Luc. 2:14, Versión Valera (1934).

      ¡Qué hermosas suenan esas palabras en este mundo amenazado por la guerra, sí, y, en muchos lugares, un mundo desgarrado por la guerra! No hay duda de que la humanidad anhela una paz genuina. Por eso la promesa de la Biblia acerca de que la humanidad ‘no haya de aprender más la guerra’ despierta simpatías en el corazón de muchos. (Isa. 2:4) Pero ¿se puede depender de que las religiones del mundo promuevan tal paz tan anhelada?

      Lo que la historia muestra

      Pues bien, ¿qué clase de registro han dejado las religiones del mundo? ¿Han sido una fuerza que haya contribuido a la paz, o han sido en realidad apoyadoras de la guerra? ¿Qué sucedió en la antigüedad?

      The Encyclopædia of Religion and Ethics (Enciclopedia de religión y ética), preparada por James Hastings, señala lo siguiente: “La religión egipcia nunca condenó la guerra. . . . Puesto en pocas palabras: Toda guerra era moral, ideal, sobrenatural y sancionada por precedente divino.” De Asiria, W. B. Wright dice en su libro Ancient Cities (Ciudades antiguas): “El pelear era el negocio de la nación, y los sacerdotes fomentaban incesantemente la guerra . . . esta raza de saqueadores era excesivamente religiosa.”

      ‘Pero eso era mucho tiempo antes de que Jesús introdujera el cristianismo,’ quizás proteste alguien. Y eso es verdad. Los seguidores primitivos de Cristo no apoyaron las guerras de las naciones. El libro Paganism to Christianity in the Roman Empire (De paganismo a cristianismo en el Imperio Romano), por W. W. Hyde, declara: “Durante los primeros tres siglos . . . los cristianos se oponían a servir de homicidas profesionales en los ejércitos romanos. Sin embargo, este espíritu que se desplegó en los comienzos fue cambiando gradualmente.” Sí, con el tiempo se vio que las iglesias de la cristiandad no se adhirieron a las enseñanzas de Cristo. El historiador católico E. E. Watkin admite:

      “Doloroso como tenga que ser el admitirlo, no podemos, por favorecer una falsa edificación o una lealtad fraudulenta, negar o pasar por alto el hecho histórico de que consecuentemente los Obispos han apoyado todas las guerras que ha emprendido el gobierno de su país. De hecho, no sé de un caso siquiera en el cual la jerarquía nacional haya condenado como injusta ninguna guerra . . . Sea cual sea la teoría oficial, en la práctica ‘mi país siempre tiene la razón’ ha sido la máxima que han seguido los Obispos católicos en tiempo de guerra.”—“Morals and Missiles” (Moralidad y Misiles), redactado por Charles S. Thompson, págs. 57, 58.

      De manera similar, en vida Harry Emerson Fosdick, prominente clérigo protestante, admitió: “Hasta en nuestras iglesias hemos puesto las banderas de batalla . . . Por un lado de la boca hemos alabado al Príncipe de Paz y por el otro hemos glorificado la guerra.” Esto ha sido particularmente cierto en tiempos que todavía podemos recordar, como cuando una canción norteamericana cuyo título pudiera traducirse: “Alaba al Señor y pasa las municiones” se hizo muy popular durante la II Guerra Mundial. Pero ¿qué pasaba mientras tanto en Alemania?

      Friedrich Heer, profesor católico de historia de la Universidad de Viena, explicó:

      “En los hechos desnudos de la historia alemana, hubo un acercamiento cada vez mayor entre la Cruz y la svástica, hasta que la svástica proclamó el mensaje de la victoria desde las torres de las catedrales alemanas, banderas con la svástica aparecieron alrededor de los altares y teólogos, pastores, eclesiásticos y diplomáticos católicos y protestantes acogieron la alianza con Hitler.”—“God’s First Love” (El primer amor de Dios), Friedrich Heer, pág. 247.

      Unos cuantos años antes, durante la I Guerra Mundial, existió la misma situación: las iglesias de ambos lados promovieron con todo vigor los esfuerzos bélicos de sus respectivos países. Roland H. Bainton, respetado historiador eclesiástico, declara en su libro Christian Attitudes Toward War and Peace (Actitudes cristianas respecto a la guerra y la paz):

      “Jamás estuvieron los clérigos estadounidenses de todas la fes tan unidos entre sí y con el modo de pensar de su país. Esta era una guerra santa. A Jesús se le vistió de caqui y se le representa apuntando un arma de fuego. Los alemanes eran hunos. Matarlos era purgar de monstruos la Tierra.

      Los hechos son tan claros que no se les puede negar. La religión no ha sido una fuerza que haya contribuido a la paz. En vez de eso, ha sido apoyadora, y, a veces, promovedora, de la guerra. Eso es lo que todavía sucede. El artículo LAS GUERRAS RELIGIOSAS... CELO SANGRIENTO, que apareció en una revista Time, indicó:

      “Las escenas son macabras. Imágenes religiosas adornan vehículos y armas de fuego a medida que soldados cristianos, algunos con cruces colgadas del cuello, atacan fortalezas musulmanas. A su vez, los soldados musulmanes desnudan o mutilan los cadáveres de los soldados cristianos, los atan a automóviles y los arrastran por las calles. En la cruel guerra del Líbano, la presencia de la religión es palpable. . . .

      “El pelear y morir bajo banderas religiosas continúa con persistencia violenta en otras partes alrededor del mundo. En Ulster, protestantes y católicos romanos se matan unos a otros como en movimiento perpetuo sin función útil. Árabes e israelíes se mantienen en tensión en las fronteras de sus disputas territoriales, culturales y religiosas. En las Filipinas, los separatistas musulmanes están en rebelión contra una mayoría cristiana. Chipriotas griegos que son cristianos ortodoxos y chipriotas turcos que son musulmanes están frente a frente, separados por una línea que marca una tregua caracterizada por resentimientos. Paquistán se separó de la India debido a que los musulmanes temían ser gobernados por la mayoría hindú.”—12 de julio de 1976.

      Lo que debe estar pensando Cristo

      ¿Qué cree usted que piensa de estas religiones el Príncipe de Paz, Jesucristo, especialmente de las que alegan que son representantes de él? ¡Es cosa segura que él no se complace en ellas! No hay duda de que él tenía presente la clase de hipocresía religiosa que esas religiones despliegan cuando dijo: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor,’ entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.”—Mat. 7:21.

      Durante la temporada de la Navidad, por ejemplo, las iglesias rinden mucho servicio de dientes afuera a Jesús, el Príncipe de Paz. Dicen que están celebrando Su cumpleaños. En conmemoración de ese acontecimiento cantan hermosas canciones y despliegan escenas de la natividad preparadas artísticamente. Pero entonces lo común es que los celebrantes salgan a participar en jolgorios desenfrenados, borrachera y vida inmoral. Realmente, ¿qué están celebrando?

      “La fiesta de la Navidad es la revisión cristiana del día romano del solsticio del invierno,” explica la Encyclopædia Britannica. Las festividades romanas de diciembre eran terriblemente licenciosas, y esa situación no cambió porque se les pusiera el nombre de Cristo. Dice el libro Curiosities of Popular Customs (Curiosidades de las costumbres populares) por W. S. Walsh: “Ciertamente son casi inconcebibles las desenfrenadas jaranas que se efectuaban en la antigüedad durante el tiempo de la Navidad. Había obscenidad, borrachera, blasfemia... nada se consideraba impropio. El libertinaje se llevaba hasta el extremo.”

      Cuando las iglesias pegan el nombre de Cristo a festividades tan licenciosas, ¡imagínese el disgusto que esto debe causar a Cristo! Pero considere una manera más sutil en que la celebración de la Navidad socava la posición que ocupa Cristo como Príncipe de Paz.

      ¿Un infante, o un Rey en funciones?

      ¿Qué cuadro presentan de Jesús las iglesias durante la temporada de la Navidad? ¿No es el de un bebé en un pesebre? Como consecuencia de esto, parece que muchas personas piensan en Jesús solamente de ese modo, como si él fuera un infante que dependiera del cuidado de otras personas. Pero ¿da esto un cuadro verdadero de la posición en que se encuentra Cristo?

      ¡De ninguna manera! Cristo es un príncipe, pues es el Hijo del Rey Todopoderoso, Jehová Dios. Pero es más que solamente un príncipe en su infancia. Se le ha dado gobernación y autoridad. La antigua profecía bíblica predijo: “El gobierno principesco vendrá a estar sobre su hombro. Y por nombre se le llamará . . . Príncipe de Paz.” (Isa. 9:6) Para que se cumpliera esta profecía, Jesús fue levantado a la vida celestial después de haber muerto en la Tierra, y con el tiempo fue entronizado allá en los cielos como el Rey autorizado por Dios.

      Por eso Cristo de ninguna manera se asemeja ya a un bebé en un pesebre. ¡Es el rey reinante nombrado por Dios! ¡Qué impropio es, entonces, el que se enfoque la atención principal en él como infante! De ese modo nos quedamos en completa oscuridad en cuanto al papel que desempeña con relación a la presente situación mundial, y con relación a la urgente necesidad de paz. ¿Y qué papel desempeña Cristo?

      Es el gobernante nombrado que Dios usará para traer paz a la Tierra. Esto no acontecerá como muchos quizás esperen. Sírvase abrir su Biblia al capítulo 19 de Revelación, o Apocalipsis, y lea los Rev. 19 versículos 11 a 16. Es vital que captemos el cuadro del puesto o posición de Cristo que se describe aquí... la posición de un gobernante poderoso que encabeza las fuerzas angélicas de Dios. Note que el pasaje bíblico dice que Cristo, quien es “La Palabra de Dios,” ‘herirá a las naciones con una vara de hierro,’ y las removerá para abrir camino al gobierno de paz de Dios.

      De ese modo, pues, se realizará la paz verdadera. No vendrá por los esfuerzos de los hombres... éstos han fallado totalmente. Pero se realizará por medio del gobierno del reino de Dios. Ahora vivimos en el tiempo en que se cumplirá esta profecía bíblica: “En los días de aquellos reyes el Dios del cielo establecerá un reino que nunca será reducido a ruinas. Y el reino mismo . . . Triturará y pondrá fin a todos estos reinos, y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos.”—Dan. 2:44.

      Un tiempo de decisión

      En vista de esta destrucción predicha de todos los gobiernos actuales, en la cual se incluirá a las religiones que los apoyan, es vital que examinemos nuestra propia situación. Jesús dijo: “Mi reino no es parte de este mundo,” y dijo también de sus seguidores verdaderos: “Ellos no son parte del mundo.” (Juan 18:36; 17:16) ¿Se adhiere la religión de usted a estas declaraciones de Jesús? Hay una religión que sí hace eso. Señalando a ella, la publicación católica romana St. Anthony Messenger de mayo de 1973 declaró:

      “Los Testigos de Jehová se mantienen fuera del [círculo de los gobernantes] y no aceptan responsabilidad por bendecir todo cuanto decida hacer el gobierno seglar. Para miles de buenas personas ese separarse de los intereses políticos y económicos se acerca más al espíritu del Nuevo Testamento que los a veces agradablemente cómodos arreglos que existen en la actualidad entre la Iglesia y el Estado. Una identificación demasiado estrecha de una cosa con la otra sofoca la voz profética de la Iglesia y convierte a sacerdotes y ministros en líderes de aclamación espirituales. Las iglesias cristianas suelen dar la impresión de que están dispuestos a bendecir cualquier guerra o aventura que decidan emprender los caudillos del Estado.”

      Está claro que los testigos de Jehová se diferencian de las iglesias y religiones del mundo. Para la paz verdadera no han puesto su esperanza y confianza en los gobiernos de los hombres, sino en la gobernación del Príncipe de Paz, Jesucristo. Si usted concuerda con el hecho de que la violencia no tiene sentido, y quisiera vivir en una Tierra en la cual la paz sea universal, póngase en comunicación con los testigos de Jehová. Ellos gustosamente le ayudarán a aprender más acerca de cómo se realizará pronto la paz verdadera bajo la gobernación del reino de Dios.

Publicaciones en español (1950-2025)
Cerrar sesión
Iniciar sesión
  • Español
  • Compartir
  • Configuración
  • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
  • Condiciones de uso
  • Política de privacidad
  • Configuración de privacidad
  • JW.ORG
  • Iniciar sesión
Compartir