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  • Paz y seguridad... ¿de qué fuente?
    La Atalaya 1985 | 1 de octubre
    • Paz”? Es muy improbable, ya que los humanos de ninguna manera pueden resolver los problemas susodichos. No parece probable que el ‘Año de la Paz’ tenga más éxito en acercar a la humanidad a la paz y seguridad que el éxito que tuvo el “Año del Niño”, 1979, en cuanto a mejorar la situación internacional de los niños, o el “Año Internacional de la Mujer”, 1975, en lo relacionado con hacer que el mundo fuera un mejor lugar para las mujeres.

      No obstante, si la humanidad ha de sobrevivir, es obvio que alguien tiene que hacer algo en cuanto a la paz y seguridad. Hoy día las naciones que tienen armamentos nucleares están en posición de destruir la mayor parte de la vida en la Tierra. Complejas armas convencionales causan una horrible pérdida de vidas cada año. ¡La paz verdadera parece estar más lejos que nunca! Si las Naciones Unidas han fracasado en resolver estos problemas, ¿quién podrá resolverlos?

      El dar un vistazo a la historia sugiere una respuesta prometedora. Hace unos 3.000 años el rey David, rey guerrero del Oriente Medio, escribió acerca de un gobernante futuro que tendría éxito en traer paz internacional. En una oración a favor de este gobernante, David dijo: “Lleven las montañas paz al pueblo, también las colinas, por medio de la justicia. En sus días el justo brotará, y la abundancia de paz hasta que la luna ya no sea”. (Salmo 72:3, 7.)

      ¿Qué gobernante podría realmente traer esa paz duradera? David estaba señalando, no a una organización de hechura humana, sino a su Dios, Jehová, como aquel por medio de cuya autoridad esto habría de suceder. ¿Fue esto meramente un pensamiento ilusorio? No. Salomón, hijo de David, confió en el mismo Dios, y durante su reinado Jehová demostró Su poder de una manera típica mediante traer paz al reinado de Salomón, situado como estaba en una de las regiones de la Tierra más desgarradas por la guerra. Salomón no fue un rey guerrero; sin embargo, durante su reinado, “Judá e Israel continuaron morando en seguridad, cada uno debajo de su propia vid y debajo de su propia higuera, desde Dan [en el norte] hasta Beer-seba [en el sur], todos los días de Salomón”. (1 Reyes 4:25.)

      Claro, esa paz no fue duradera. Los israelitas se adhirieron a los caminos del mundo inmoral y perdieron la seguridad dada por Dios. No obstante, más de dos siglos después, cuando los crueles asirios estaban efectuando una campaña de paz mediante el terror, el profeta Isaías profetizó la venida del rey que fue prefigurado por Salomón. Él escribió: “Por nombre se le llamará Maravilloso Consejero [...] Príncipe de Paz. De la abundancia del gobierno principesco y de la paz no habrá fin”. (Isaías 9:6, 7.)

      ¿Quién es ese “Príncipe de Paz”? Más de 700 años después de Isaías, mientras la potencia mundial romana estaba tratando de hacer que se cumpliera su versión de paz y seguridad internacional, ese Rey apareció en el país de David, Judea, en la persona de Jesucristo. Él habló a sus conciudadanos acerca del Reino de Dios, del cual él habría de ser el Rey. Este Reino sería celestial, de modo que podría resolver los problemas ocasionados por la influencia de Satanás y por la incapacidad innata del hombre para gobernarse a sí mismo. Evidentemente los conciudadanos de Jesús prefirieron el gobierno romano e hicieron que Jesús fuera enjuiciado y condenado a muerte. Sin embargo, según testifica claramente la historia, él fue levantado de entre los muertos y ascendió al cielo, para esperar el tiempo designado por Dios para comenzar a gobernar como el rey del Reino de Dios.

      De hecho, el cumplimiento de profecías señala al tiempo actual como el tiempo en que tendría lugar ese gran acontecimiento. El nacimiento del Reino de Dios en el cielo y el subsiguiente arrojamiento de Satanás a la Tierra fue lo que condujo a la “gran cólera” de Satanás y a que causara ‘ayes en la tierra’. (Revelación 12:7-12.) ¿Cuál ha sido el resultado? Guerras y otras aflicciones humanas, como fue profetizado por Jesús mismo. La Tierra ha llegado a ser el escenario de “angustia de naciones, no conociendo la salida”. (Lucas 21:25, 26; Mateo 24:3-13.)

      ¿A la manera del hombre, o a la de Dios?

      Las profecías de Jesús, que han llegado a nosotros desde hace casi 2.000 años, han provisto una descripción más exacta de las condiciones mundiales que las declaraciones optimistas que se hicieron cuando nació la Organización de las Naciones Unidas hace 40 años. El fracaso de esa organización para hallar una “salida” solo sirve para destacar la exactitud de las predicciones de la Biblia. En realidad, según las palabras de Isaías, ‘los mismísimos mensajeros de paz lloran amargamente’, frustrados debido a sus fracasos. (Isaías 33:7.)

      Esto destaca una razón decisiva por la cual las Naciones Unidas nunca podrán tener éxito en traer paz a la Tierra. Esta organización está haciéndolo de una manera completamente opuesta a la de Dios. De acuerdo con los propósitos declarados de Jehová, la paz vendrá, no uniendo a las naciones de este mundo, sino reemplazándolas completamente por el Reino de Dios. (Daniel 2:44.) Dag Hammarskjöld dijo que él estaba trabajando a fin de “salvar la vieja tierra”. Si con eso quiso decir el actual sistema mundial compuesto de naciones políticas independientes, entonces sus esperanzas estaban destinadas a fracasar desde el principio. El hecho es que la “vieja tierra” tiene que abrir paso al nuevo sistema. “El mundo va pasando”. (1 Juan 2:17.) Nada puede salvarlo, ni siquiera una organización de Naciones Unidas.

      Expresado el egoísmo nacionalista de las naciones, solo hay una manera realista de procurar traer paz y seguridad. Solo el Reino de Dios puede traer la clase de paz que el hombre ha anhelado desde que fue expulsado del jardín de Edén. He aquí una descripción de la seguridad que resultará de las actividades del Reino: “[Dios] limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado”. (Revelación 21:4.)

      ¿Le parece poco realista esa promesa? En verdad, esta es la única esperanza que tenemos, y el siguiente número de La Atalaya considerará más a fondo por qué es así. Mientras tanto, quisiéramos llamar su atención a un hecho importante: La historia de las Naciones Unidas todavía no ha terminado. Esa organización tiene que desempeñar un papel importante en los acontecimientos futuros. Le animamos a que lea los dos artículos que siguen, los cuales consideran el futuro de la Organización de las Naciones Unidas a la luz de las profecías bíblicas.

  • Una “cosa repugnante” no trae la paz
    La Atalaya 1985 | 1 de octubre
    • Una “cosa repugnante” no trae la paz

      “Cuando vean a Jerusalén cercada de ejércitos acampados [...] entonces los que estén en Judea echen a huir a las montañas.” (LUCAS 21:20, 21.)

      1, 2. a) ¿Por qué nunca traerá la paz el hombre mediante organizaciones como las Naciones Unidas? b) ¿Cómo traerá Dios la paz a la Tierra?

      POR más que los hombres traten de traer paz y seguridad mediante instituciones como las Naciones Unidas, nunca lo lograrán. ¿Por qué? Porque la humanidad hoy día no está en paz con Dios, y la seguridad duradera solo se puede basar en que el hombre esté en paz con su Creador. (Salmo 46:1-9; 127:1; Isaías 11:9; 57:21.) ¿Cómo se puede resolver este problema? Felizmente, Jehová ya está encargándose del asunto. La Tierra finalmente tendrá paz y seguridad mediante el Reino de Dios por medio de su Hijo Jesús, en cuyo nacimiento los ángeles cantaron: “Gloria en las supremas alturas a Dios, y sobre la tierra paz entre los hombres de buena voluntad”. (Lucas 2:14; Salmo 72:7.)

      2 En el primer siglo, Jesús anunció el Reino de Dios y ofreció a las personas pacíficas la oportunidad de llegar a ser hijos de Dios y cogobernantes con él en dicho Reino. (Mateo 4:23; 5:9; Lucas 12:32.) Los sucesos que siguieron a esto fueron muy parecidos a los sucesos de nuestro propio siglo. El examinarlos nos enseñará mucho acerca del derrotero futuro de la organización humana para “paz y seguridad”, las Naciones Unidas.

      Los judíos escogen

      3. ¿Quién estaba tratando de mantener la paz y seguridad internacional en los días de Jesús, y por qué no podía esto tener éxito por completo?

      3 En los días de Jesús, el Imperio Romano regía gran parte de la Tierra y tenía sus propias ideas en cuanto a la paz y la seguridad. Mediante sus legiones, había puesto en vigor la Pax Romana (paz romana) por todo el mundo que se conocía entonces. Pero la Pax Romana nunca hubiera podido ser una paz permanente, porque la Roma pagana y sus legiones jamás hubieran podido efectuar una reconciliación entre el hombre y Dios. Por eso, el Reino que Jesús anunció era muy superior.

      4. ¿Cómo reaccionó la mayor parte de los judíos a la predicación de Jesús? Sin embargo, ¿qué se desarrolló gradualmente en el primer siglo?

      4 No obstante, la mayor parte de los coterráneos de Jesús rechazaron el Reino de Dios. (Juan 1:11; 7:47, 48; 9:22.) Sus gobernantes, quienes consideraban a Jesús como una amenaza a la seguridad nacional, lo entregaron para que fuera ejecutado, y dijeron con insistencia: “No tenemos más rey que César”. (Juan 11:48; 19:14, 15.) Sin embargo, algunos judíos, y luego muchos gentiles, reconocieron con gozo a Jesús como el Rey escogido por Dios. (Colosenses 1:13-20.) Predicaron acerca de él en muchas tierras, y Jerusalén llegó a ser el centro de una asociación internacional de cristianos. (Hechos 15:2; 1 Pedro 5:9.)

      5, 6. a) ¿Cómo se desenvolvió la relación entre los judíos y Roma? b) ¿Qué advertencia dio Jesús, y cómo salvó esta la vida de los cristianos en 70 E.C.?

      5 A pesar del hecho de que los judíos habían escogido a César más bien que a Cristo, las relaciones entre Jerusalén y Roma pronto se deterioraron. Zelotes judíos llevaron a cabo campañas de guerrillas contra el imperio hasta que finalmente, en 66 E.C., estalló la guerra de lleno. Las tropas romanas procuraron restaurar la Pax Romana, y dentro de poco Jerusalén estuvo bajo estado de sitio. Para los cristianos esto fue algo significativo. Muchos años antes, Jesús había advertido: “Cuando vean a Jerusalén cercada de ejércitos acampados, entonces

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