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  • ¿Inmortalidad inherente, o resurrección?... ¿cuál?
    La Atalaya 1982 | 1 de octubre
    • entre la expectativa cristiana de la resurrección de los muertos y la creencia griega en la inmortalidad del alma. ... Aunque en años posteriores el cristianismo estableció una relación entre estas dos creencias, y hoy el cristiano de término medio las confunde por completo, no veo razón alguna para ocultar lo que yo y la mayor parte de los eruditos consideramos que es la verdad. ... la fe en la resurrección domina enteramente la vida y el pensamiento de las personas sobre quienes se habla en el Nuevo Testamento. ... el hombre entero, que realmente está muerto, vuelve a la vida por medio de un nuevo acto creativo de Dios.”—(Según se tradujo al inglés de la edición original en francés.)

      Sí, la verdadera esperanza bíblica para una vida futura depende de la resurrección, o del “levantarse de nuevo de entre los muertos,” no de la supervivencia automática de un alma inmortal. La Biblia declara con claridad: “Va a haber resurrección así de justos como de injustos.” (Hechos 24:15) En el siguiente artículo se considera exactamente cómo llegó a haber tanta confusión religiosa en cuanto a la vida después de la muerte.

  • La resurrección, el Día del Juicio y la apostasía
    La Atalaya 1982 | 1 de octubre
    • La resurrección, el Día del Juicio y la apostasía

      LAS iglesias Católica Romana, Ortodoxa y Protestante han dado la espalda a las verdades claras de la Biblia con respecto a la condición de los muertos y la esperanza para vida después de la muerte. Prefieren la antigua creencia en un alma inmortal, que no tiene base en las Escrituras. Como acabamos de ver, esta creencia se originó en Babilonia y la simplificó el filósofo griego Platón en el cuarto siglo a. de la E.C.

      Los teólogos de la cristiandad afirman que todo hombre, mujer y niño que ha vivido tiene un alma que sale del cuerpo cuando la persona muere. Para acomodar esta enseñanza, han inventado lugares tales como el limbo, el purgatorio y un infierno ardiente. Se supone que ahí van a parar las almas separadas del cuerpo que no son dignas del “paraíso,” que según dicen ellos está en el cielo.

      Las iglesias también dicen que los muertos no están realmente muertos. Más bien, afirman ellas, el alma sigue viviendo. Ellas no pueden por lo tanto enseñar la verdadera doctrina bíblica de la resurrección, que se define como “un regreso a la vida.” De modo que sus teólogos inventaron la llamada resurrección del cuerpo, y afirmaron que en el Día del Juicio los cuerpos de los justos y de los inicuos se volverán a unir con sus respectivas almas para tener parte en la dicha celestial o la condena del infierno ardiente. Además, puesto que creen que tales “almas” no tienen que aguardar el Día del Juicio para que se les asigne al “cielo,” el “infierno” o ‘salas de espera,’ tales como el “limbo” o “purgatorio,” los teólogos de la cristiandad también inventaron la enseñanza de los dos juicios. El primero de éstos se llama el Juicio Particular, que tiene lugar, según se supone, cuando el “alma” sale del cuerpo al momento de la muerte. El segundo se llama el Juicio General, y tiene lugar cuando los cuerpos son “resucitados” y, según se dice, vuelven a unirse a las “almas” en el Día del Juicio.

      La resurrección y la apostasía

      Todos los inventos teológicos mencionados arriba resultaron de que la Iglesia Católica Romana, y en ciertos puntos básicos la Iglesia Ortodoxa y la Protestante, no se adhirieron a las claras enseñanzas bíblicas sobre la resurrección ni a los temas relacionados con ésta, a saber, la muerte, el alma humana y el juicio final.

      A este respecto, la apostasía comenzó a principios de la historia del cristianismo. Solo poco más de 20 años después de la muerte y resurrección de Cristo, el apóstol Pablo escribió desde Éfeso a la congregación joven de Corinto, Grecia: “Ahora bien, si de Cristo se está predicando que él ha sido levantado de entre los muertos, ¿cómo es que algunos entre ustedes [cristianos ungidos] dicen que no hay resurrección de los muertos?”—1 Corintios 15:12.

      Puede que algunos de los cristianos de Corinto, a quienes Pablo escribió, todavía estuvieran bajo la influencia de la filosofía griega. Unos cuantos años antes Pablo había declarado “las buenas nuevas de Jesús y de la resurrección” a los filósofos griegos de Atenas. Pero “al oír de una resurrección de muertos, algunos empezaron a mofarse.” (Hechos 17:18, 32) Los epicúreos y los estoicos tenían sus propias teorías en cuanto a lo que sucedía al alma después de la muerte. Otros filósofos griegos, que seguían a Sócrates y Platón, creían en la inmortalidad del alma. Ninguno de ellos creía en la resurrección, como se enseña en la Biblia.

      Puede ser también que algunos cristianos de Corinto ya se adherían al punto de vista apóstata sobre la resurrección, punto de vista que el apóstol Pablo condenó 10 años más tarde. Recordemos que al escribir a Timoteo, quien probablemente estaba en Éfeso en aquel entonces, Pablo advirtió: “Evita las vanas palabrerías que violan lo que es santo; porque avanzarán a más y más impiedad, y su palabra se esparcirá como gangrena. Himeneo y Fileto son de ese grupo. Estos mismos se han desviado de la verdad,

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