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La eutanasia y la ley de DiosLa Atalaya 1961 | 15 de septiembre
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santidad de la vida y el precedente bíblico, la vida no puede tomarse ni entregarse simplemente debido al sufrimiento, como lo recomiendan muchas personas bien intencionadas. Pero al mismo tiempo, la ley de Dios no requiere que se tomen medidas extremas que meramente harían el menguamiento de la vida más extendido y costoso. De este modo tanto los principios justos de Dios como su misericordia amorosa se reconocen; su ley referente a la santidad de la vida se defiende, y sin embargo se exhibe compasión.
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Siguiendo tras mi propósito en la vidaLa Atalaya 1961 | 15 de septiembre
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Siguiendo tras mi propósito en la vida
Según lo relató Elena Wilson
¿CUÁL sería el mejor modo de emplear mi vida? Esa era la decisión que tenía que tomar cuando me gradué de la escuela secundaria. ¿Buscaría un empleo para ganar dinero y meramente proveerme de cosas materiales, o había algo de mayor valor que debiera hacer? Desde la niñez se me habían enseñado las verdades que se hallan en la Biblia, y había empleado algún tiempo predicando las buenas nuevas del Reino durante mis años escolares. Estas cosas me ayudaron a fijar mi derrotero en la vida.
En 1939 me matriculé como precursora durante las vacaciones, y el ministerio de precursor ha sido mi vocación desde entonces. Han transcurrido veintidós años desde entonces, y he experimentado mucho gozo recibiendo muchas bendiciones durante todos esos años como precursora. Mis primeros años no fueron muy fáciles, pero estoy agradecida de que nunca tuve que suspender este servicio. No tardó mucho para que mi madre, mi hermana y yo fuésemos asignadas como precursoras especiales para ayudar a fortalecer a algunas congregaciones débiles de Carolina del Norte en los Estados Unidos. Las tres vivíamos en una pequeña casa rodante, y puesto que la gasolina era cara y estaba racionada durante la guerra, testificábamos mucho en bicicleta.
Una de las mayores sorpresas de mi vida la recibí una mañana cuando recogí la correspondencia en el correo. ¡Una carta de Brooklyn de la Oficina del Presidente! “¿Qué será?” me pregunté a mí misma. Pues, era una carta diciendo de la apertura de la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower y una solicitud para que la llenara. Era algo que jamás había soñado. No se me hizo fácil dejar a mi madre y a mi hermana, pero después de considerar las palabras de Jesús en Marcos 10:29, 30—que “nadie ha dejado casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hijos o campos por mi causa y por causa de las buenas nuevas que no haya de recibir un céntuplo ahora en este período de tiempo, casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y campos, con persecuciones, y en el sistema de cosas venidero vida eterna”—estuve dispuesta a dar el paso.
¡Cuán ciertas resultaron estas palabras! Al llegar a Galaad pronto conocí a mi nueva y numerosa familia, con la cual estaría estudiando y trabajando durante los próximos cinco meses. Fueron meses gozosos. El estrecho compañerismo, amor y unidad manifestada por todos eran un goce por anticipado del nuevo mundo.
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