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  • ¿Qué prefiere usted?
    ¡Despertad! 1971 | 8 de octubre
    • ¿Qué prefiere usted?

      SI SE le diera a escoger, ¿dónde preferiría vivir... sobre una pila de basura o en la sección semejante a un parque-jardín?

      Estamos de acuerdo, la respuesta parece obvia. Sería difícil hallar a alguien que dijera que preferiría la pila de basura.

      ¡Sin embargo, hoy muchos hombres temen que en realidad la sociedad humana esté escogiendo precisamente eso!

      “Nos enriquecemos y enriquecemos en comunidades cada vez más sucias, hasta que llegamos a una condición de opulenta miseria... [el rico rey] Creso sobre una pila de basura,” así lo expresó el ex-ministro de Salud, Educación y Beneficencia de los Estados Unidos, John W. Gardner.

      No solo en los Estados Unidos, sino por todo el mundo, está aumentando el clamor de que —como el pájaro que ensucia su propio nido— el hombre está ensuciando el único hogar que tiene, la Tierra. El prominente ecólogo Barry Commoner declaró: “Tenemos el tiempo —quizás una generación— en el cual salvar el ambiente de los efectos finales de la violencia que le hemos hecho.”

      ¿Se puede de veras escoger?

      Otros científicos concederían aun menos tiempo. Algunos dicen que quizás ya no haya remedio para la situación.

      ¿Puede ser cierto que hoy la mayoría realmente esté escogiendo la pila de basura en vez del parque? Este número de ¡Despertad! muestra que, sea que se den cuenta de ello o no, eso es lo que sucede. Pero demuestra cómo se puede escoger otro proceder y por qué todavía es posible esa selección. Hay razones sólidas para confiar en que esta Tierra llegará a ser —no una pila global de basura— sino un parque de belleza refrescante por toda la Tierra. Usted puede vivir para ver esto.

      ¿Le parece que eso no es apegarse a la realidad? ¿Es optimismo basado en solo unos cuantos casos en que se ha detenido el arruinamiento del ambiente y se ha trabajado para mejorarlo? No, se basa en evidencia que es más fundamental y más duradera que esos éxitos temporales.

      Es preciso que entendamos claramente la verdadera fuente del problema. ¿Cuál es? La mayoría señala con el dedo a la industria, la tecnología o la explosión demográfica. En este número, usted verá que la verdadera causa es mucho más profunda y abarca un campo mucho más amplio.

      Pero, primero, ¿exactamente hasta qué grado es mala la situación? ¿Es tan grave como dicen muchos científicos? ¿Podría usted, por ejemplo, resolver personalmente el problema para usted mismo y su familia mudándose de una ciudad abarrotada de gente a una zona rural aislada o a alguna isla lejana?

  • ¿Le afecta el problema?
    ¡Despertad! 1971 | 8 de octubre
    • ¿Le afecta el problema?

      ¿LE AFECTA realmente el problema de la contaminación? Bueno, ¿respira usted aire, bebe agua y come alimento? ¿Le importa la calidad de su vida?

      Entonces ya le está afectando, sea que se dé cuenta de ello o no. Esto es cierto prescindiendo de dónde viva. Es verdad que la situación en las ciudades es peor que en las zonas rurales. Pero el problema está tan esparcido ahora que todas las zonas están afectadas a cierto grado.

      Lo que hace de la contaminación un problema tan mundial es que no respeta fronteras nacionales; fácilmente cruza las fronteras. El aire que inhalamos hoy quizás se haya utilizado en otro país hace una semana o hace un mes. El agua fluye de los ríos y lagos y a los océanos, y de allí se le hace pasar a zonas distantes.

      La Asociación Médica Americana dice que hay “evidencia abrumadora de que la contaminación del agua, del aire y por el ruido de hechura humana, así como la distribución inadecuada de los desperdicios sólidos, insecticidas, preservativos y otras materias tóxicas, está llegando rápidamente a tal punto que la vida humana y muchas otras formas de vida están amenazadas.”

      El ecólogo Dr. Barry Commoner hace eco a estas palabras diciendo: “Hemos llegado a un punto decisivo en la habitación humana de la Tierra. . . . Creo que la continuada contaminación de la Tierra, si no se refrena, con el tiempo destruirá la idoneidad de este planeta como lugar para la vida humana.”

      ¿Será pronto?

      ¿Se están refiriendo esas personas a algo que quizás suceda de aquí a siglos? ¿De cuántos años están hablando?

      The Canadian Magazine del 4 de abril de 1970 dice: “La bella Canadá estará muerta en 10 años. A menos que empecemos a salvarla hoy.”

      El Guardian de Inglaterra declara: “En el transcurso de las siguientes dos décadas, la vida en nuestro planeta estará mostrando las primeras señales de sucumbir a la contaminación industrial. La atmósfera llegará a ser irrespirable para el hombre y los animales; toda vida cesará en los ríos y en los lagos; las plantas se marchitarán por el envenenamiento.” Y Daniel Moynihan, ex-consejero presidencial estadounidense, calcula que el hombre quizás tenga una probabilidad de menos de cincuenta por ciento de sobrevivir hasta 1980.

      ¿Son estas personas pronosticadores exagerados de calamidad? De ninguna manera. Muchas de ellas eran optimistas hace años. De hecho, tan recientemente como en 1962 gran parte de la prensa y la comunidad científica ridiculizó a Rachel Carson cuando escribió su libro Silent Spring, en el cual predijo horrendas consecuencias a causa de la constante contaminación por el hombre.

      Ya no se mofan. La mayoría de las predicciones de ella han resultado ciertas. Los hechos escuetos y severos han obligado a los científicos y a la prensa a reconocer la realidad de lo que está sucediendo. El hombre realmente está tomando un derrotero que puede resultar en su extinción.

      La capa delgada de la vida

      La Tierra todavía le parece bastante grande a la mayoría de la gente. Mide unos 40.000 kilómetros en su circunferencia y su atmósfera se extiende por unos 1.000 kilómetros en el espacio. En la dirección opuesta, los inmensos océanos tienen fosas que descienden a más de once kilómetros de profundidad.

      Es cierto. Pero realmente tanto nosotros y las otras criaturas vivas como las plantas, todos vivimos en lo que puede ser descrito como una “envoltura” muy delgada que circunda la Tierra. Esa “envoltura” delgada se llama la “biosfera” porque dentro de ella se encuentra toda la vida terrestre que se conoce.

      El llamarla “muy delgada” no es exageración. Aparte de unas cuantas esporas y bacterias flotantes, la vida solo existe dentro de los primeros ocho kilómetros de la atmósfera de mil kilómetros de la Tierra. En realidad, la gran mayoría de las cosas que respiran aire —hombres, animales, aves y plantas— viven dentro de solo los primeros tres mil metros sobre el nivel del mar.

      Así, también, alguna vida se encuentra a unos once kilómetros de profundidad en los fondos oceánicos. Pero la vasta mayoría de la vida marítima existe solo en los ciento cincuenta metros superiores de los océanos. Además de eso, se concentra principalmente a lo largo de los “anaqueles continentales,” las aguas más someras a las orillas de los continentes, así como aguas similares alrededor de las islas.

      Por lo tanto, la biosfera es una zona de vida de diecinueve kilómetros alrededor del globo terráqueo. Verdaderamente delgada. Pero en realidad el 95 por ciento completo de toda la vida en la Tierra se encuentra en una capa mucho más delgada de 3.150 metros de espesor. Dentro de esa “envoltura” asombrosamente delgada circulan el aire y el agua que las cosas vivas de la Tierra usan vez tras vez. Ahora considere lo que le está sucediendo a ese aire y a esa agua, así como al terreno sobre el cual vivimos.

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