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  • El papa en la O.N.U.... ¿heraldo de esperanza?
    La Atalaya 1980 | 1 de marzo
    • El papa en la O.N.U.... ¿heraldo de esperanza?

      EN RESPUESTA a la invitación del secretario general Kurt Waldheim, el papa Juan Pablo II visitó la sede de las Naciones Unidas el pasado 2 de octubre. En total, pasó siete días en los Estados Unidos, hizo paradas en Boston, Nueva York, Filadelfia, Des Moines, Chicago y Washington, D.C. Mientras pasaba el desfile de automóviles del papa, tanto católicos como no católicos luchaban por obtener una posición conveniente y se esforzaban por echar una ojeada al vigoroso pontífice de 59 años de edad.

      Hasta en el edificio de la O.N.U., donde son comunes las visitas de personas célebres, la presencia del papa despertó interés especial. Su discurso a la Asamblea General fue el rasgo principal de su visita a los Estados Unidos. Un editorial del Post de Nueva York dijo de su discurso: “Abogaba por un nuevo comienzo, una visión fresca y un renacimiento de la esperanza.”

      ¿Suministró su mensaje la base para una renovación de la esperanza? ¿A qué fuente dirigió él la atención como aquella de la cual esperar la solución de los problemas de la humanidad?

      DEFENSOR DE LA O.N.U.

      Fue a las Naciones Unidas. El papa dijo: “Espero que las Naciones Unidas siempre permanezcan como la tribuna suprema de la paz y la justicia, la auténtica sede de la libertad de los pueblos e individuos que anhelan un futuro mejor.”

      No obstante, ni una sola vez en su discurso de 62 minutos mencionó a Jesucristo ni al Reino. Puesto que él ha adoptado el título de “vicario de Cristo,” ¿no es esto sorprendente? Tal omisión es especialmente extraña en vista del hecho de que la Biblia identifica al reino por medio de Cristo Jesús, y no a las Naciones Unidas, como el medio que Dios usa para traer la paz a la Tierra. ¿Le parece a usted que el deseo de evitar que se ofendieran los no cristianos y ateos de la O.N.U. justificaría esta omisión?

      IDENTIFICANDO LAS NECESIDADES HUMANAS

      Sin embargo, el papa sí señaló las verdaderas necesidades de la familia humana que ahora no se están satisfaciendo. Por ejemplo, habló de “las tremendas disparidades entre los individuos excesivamente ricos . . . [y] la mayoría compuesta de pobres o, de hecho, de necesitados, quienes carecen del alimento y de las oportunidades para trabajar y educarse, y que en grandes cantidades están condenados a sufrir hambre y enfermedades.”

      El papa recalcó que esta situación necesita remedio. “No es ningún secreto,” dijo él, “que el abismo que separa a la minoría excesivamente rica de la multitud necesitada es un síntoma gravísimo en la vida de cualquier sociedad.” No obstante, ¿ha mostrado la propia Iglesia del papa, por medio del ejemplo, cómo puede lograrse una justa distribución o igualación de los recursos?

      Además, el papa Juan Pablo II señaló la necesidad de salvaguardar “la libertad religiosa y la libertad de conciencia.” Sin duda todo amador de la justicia puede concordar con estas palabras del papa: “Es una cuestión de máxima importancia que . . . todo ser humano en toda nación y país debe poder disfrutar eficazmente de sus plenos derechos bajo cualquier régimen o sistema político.” Pero, ¿ha puesto el ejemplo la Iglesia misma, y ha defendido la libertad religiosa para todos?

      Poniendo de relieve otra necesidad humana apremiante, Juan Pablo II repitió las palabras que había pronunciado el papa Paulo VI ante la Asamblea General de la O.N.U. hace 14 años: “No haya más guerra. Nunca más haya guerra.” ¡Ciertamente es necesario terminar con la guerra y con los preparativos de guerra! De nuevo, ¿qué clase de ejemplo ha puesto la Iglesia Católica a este respecto?

      Tan solo unos días antes de que el papa pronunciara su discurso ante la O.N.U., mientras visitaba a Irlanda, dijo a los católicos: “De rodillas les ruego que se vuelvan de las sendas de la violencia y regresen a los caminos de la paz. . . . El que haya más violencia en Irlanda solo arruinará la tierra que ustedes afirman que aman y los valores que afirman que aprecian.”

      ¿Puede esperarse que las visitas del papa a Irlanda y los Estados Unidos ayuden a resolver los serios problemas a que se encara la humanidad? ¿Ha puesto el ejemplo la Iglesia que él representa, en cuanto a satisfacer las necesidades humanas que el papa identificó? A juzgar por la manera en que millones de personas acudieron a verlo y escucharlo, es patente que muchos lo consideran un heraldo de esperanza. Pero, ¿lo es? Dejemos que respondan los hechos.

  • ¿Practicará la Iglesia lo que el papa predicó?
    La Atalaya 1980 | 1 de marzo
    • ¿Practicará la Iglesia lo que el papa predicó?

      ¿CÓMO respondieron los católicos irlandeses al llamamiento del papa para que se pusiera fin a la violencia que en 10 años había quitado la vida a 2.000 personas?

      De la misma manera en que respondieron a los más de 30 llamamientos que hizo el papa Paulo VI para que se hiciera la paz en Irlanda. ¡Lo rechazaron! El Ejército Republicano Irlandés, compuesto de católicos, respondió: “A plena conciencia creemos que la fuerza es por mucho la única manera de remover la maldad de la presencia británica en Irlanda.”

      Los irlandeses católicos de Irlanda del Norte creen que la mayoría protestante los oprime. Por lo tanto, al rechazar el llamamiento del papa, los católicos citaron la doctrina de su Iglesia de que la violencia puede emplearse para conseguir justicia.a ¿Encuentran los irlandeses católicos precedente cuando lanzan lo que llaman una “guerra justa”?

      LA IGLESIA CATÓLICA Y LA GUERRA

      En su discurso ante las Naciones Unidas, el papa Juan Pablo II afirmó: “Por toda la Tierra la Iglesia Católica proclama un mensaje de paz, ora por la paz, y educa para la paz.” Pero, ¿qué revelan los hechos históricos? El historiador católico E. I. Watkin escribió:

      “Aunque sea doloroso admitirlo, no podemos, en el interés de una falsa edificación o lealtad deshonesta, negar o ignorar el hecho histórico de que los obispos han apoyado de manera consecuente todas las guerras que los gobiernos de sus respectivos países han librado. De hecho, no conozco ni siquiera un solo caso en el que la jerarquía nacional haya condenado alguna guerra como injusta . . . No importa cuál sea la teoría oficial, la máxima que los obispos católicos han practicado durante tiempos de guerra ha sido ‘mi país siempre tiene razón.’ Aunque hablan en el nombre de Cristo en otras

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