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¿Importa por qué ora y cómo lo hace?¡Despertad! 1981 | 22 de febrero
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embargo no alcanzan el éxito ni la felicidad. ¿Por qué?
Si las oraciones dirigidas a algún difunto son inútiles, ¿serían de mayor provecho las oraciones dirigidas a una imagen inanimada? Es razonable responder que no. Una vez más, el punto de vista bíblico al respecto está en armonía con el sentido común, pues la Biblia dice que los ídolos son “la obra de las manos del hombre terrestre. Boca tienen, pero no pueden hablar; ojos tienen, pero no pueden ver; oídos tienen, pero no pueden oír. Nariz tienen, pero no pueden oler. Manos son suyas, pero no pueden palpar. Pies son suyos, pero no pueden andar; no profieren sonido con su garganta. Quienes los hacen llegarán a ser lo mismo que ellos, todos los que confían en ellos.”—Sal. 115:4-8.
“Oidor de la oración”
¿Significa este resumen poco prometedor que toda forma de oración sea inútil? De ninguna manera. A diario muchas oraciones sinceras reciben respuesta, como lo indica el artículo que sigue. Pero es necesario orar a la persona correcta. ¿Quién será?
¿No sería lógico que se tratara de alguien que fuera infinitamente más poderoso y sabio que una simple imagen inanimada, o aun un ser humano difunto? ¿No debería ser también alguien que haya demostrado un interés sincero en la humanidad y un deseo amoroso de ayudar a ésta? Puesto que ningún humano tiene el poder que se necesitaría, habría que orar a una persona sobrehumana, y ¿qué persona sobrehumana podría ser más poderosa que el Creador de todas las cosas?
Sí; en armonía con la Biblia, el sentido común nos dice que debemos dirigir nuestras oraciones, no a criaturas iguales a nosotros, ni a las creaciones inanimadas del hombre, como lo son las imágenes, sino al Creador viviente del universo.
¿Cuál de los muchos dioses y espíritus a quienes la gente adora hoy día encaja con esa descripción? Note cuán claramente se identifica a este Dios en la Biblia: “Porque esto es lo que ha dicho Jehová, el Creador de los cielos, Él, el Dios verdadero, el Formador de la tierra y el Hacedor de ella . . . ‘Yo soy Jehová, y no hay ningún otro.’”—Isa. 45:18.
Pero, ¿se interesa verdaderamente este poderoso Creador en las oraciones de su creación humana, o mira él con indiferencia la situación difícil del hombre como lo hacen los dioses insensibles de muchas religiones? Note la siguiente descripción conmovedora: “Oh Oidor de la oración, aun a ti vendrá gente de toda carne.”—Sal. 65:2.
Así la Biblia describe a Jehová Dios como el gran Oidor de la oración. Él invita a personas sinceras de todas las culturas y antecedentes a orar a él. Tal vez usted diga: ‘Eso parece bueno, pero, ¿corroboran los hechos registrados esa descripción?’ ¡Ciertamente que sí!
Según el registro histórico, hace unos 3.500 años, mucho antes de que naciera Confucio o Buda, Jehová Dios ‘oyó el clamor’ de sus adoradores, quienes estaban en Egipto como esclavos. Contestó las oraciones de ellos por medio de enviar a Moisés para liberarlos.—Éxo. 3:6-10.
Quinientos años más tarde, su fiel siervo el rey David pudo hacer la siguiente declaración verídica: “Bendito sea Jehová, porque ha oído la voz de mis ruegos.” (Sal. 28:6) Mil años después, Jesucristo, el Hijo de Dios, demostró que su Padre no había cambiado, pues Jesús dio la siguiente garantía: “Muy verdaderamente les digo: Si le piden alguna cosa al Padre se la dará en mi nombre.” (Juan 16:23) ¡Esta promesa todavía es confiable!
‘Pidan en mi nombre’
Pero, ¿por qué indica la Biblia que tenemos que acercarnos a Dios en el nombre de Jesús? ¿Por qué no podemos orar directamente a Jehová Dios?
De hecho Jehová Dios ha contestado las oraciones sinceras de muchas personas que no sabían que ellas debían acercarse a él en el nombre de Jesucristo. En realidad tales personas a menudo han orado simplemente a “Dios,” sin conocer siquiera Su nombre personal, Jehová. Por lo general han pedido llegar a conocer a Dios, una indicación de su deseo de servirle, y sus oraciones han sido oídas en un sinnúmero de casos.—Hech. 17:26, 27.
Pero a medida que estas personas sinceras han adquirido mejor conocimiento del Dios verdadero, han ajustado sus oraciones en conformidad con tal conocimiento. Así como ellas han aprendido a emplear el nombre de Dios, Jehová, también han aprendido a valerse de Su conducto para la oración, Jesucristo. Esto refleja la humildad de estas personas, cualidad que Jehová Dios aprueba.
¿Humildad? Sí, pues requiere humildad el admitir que somos pecaminosos, imperfectos. No se nos ocurriría pedir audiencia al gobernante de nuestro país si solamente tuviésemos ropa trapienta que ponernos y no nos hubiésemos aseado, ¿verdad? Igualmente, la persona humilde reconoce que, en su estado impuro e imperfecto, no tiene derecho a una audiencia directa ante Dios. Por lo tanto, las personas humildes agradecen el que el Hijo de Dios, quien es puro y perfecto, esté dispuesto a representarlas ante su Padre. Agradecen el poder dirigir sus oraciones a Jehová en el nombre de Jesucristo.
Lo que cuenta ante Jehová Dios con relación a nuestras oraciones no es necesariamente dónde estemos ni qué posición física adoptemos; tampoco cuenta nuestra apariencia exterior. No es necesario pagar dinero para que una persona que sea más “santa” que nosotros ore en lugar de nosotros, puesto que a la vista de Dios todos los humanos somos imperfectos e impuros. (Rom. 3:23) ¿Qué busca Dios? “A éste, entonces, miraré,” dice Jehová, “al afligido y contrito de espíritu y que tiembla ante mi palabra.”—Isa. 66:2.
¿Significa esto que, si queremos más dinero o éxito en nuestros exámenes, el único cambio que tenemos que hacer es el de dirigir nuestras oraciones a Jehová Dios, y pedirle estas cosas en el nombre de Jesucristo? No. Normalmente, un agente de la policía no le ayudaría a usted a quebrantar la ley, ¿verdad? De igual manera, Dios lógicamente no le ayudará a menos que lo que usted le pida esté en armonía con Su voluntad. Si Dios obrara de otra manera, siempre estaría contradiciéndose.
“Conforme a su voluntad”
La Biblia dice claramente: “No importa qué sea lo que pidamos conforme a su voluntad, él nos oye.” (1 Juan 5:14) Esto se debe a que Jehová es un Dios de justicia. Sus leyes naturales, como la de la gravedad, reflejan este hecho, pues se aplican de igual manera a todo el mundo. Si usted no hubiera estudiado para un examen, ¿sería justo que Dios interviniera e hiciera que usted recibiera una nota superior a la de otras personas que sí hubieran estudiado? En realidad eso no sería justo para con los demás estudiantes, ¿verdad?
Las cosas fundamentales que Dios espera que pidamos en nuestras oraciones se indican en la siguiente oración modelo que nos dejó Jesucristo. Note el orden de prioridad: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra. Danos hoy nuestro pan para este día; y perdónanos nuestras deudas, como nosotros también hemos perdonado a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, sino líbranos del inicuo.”—Mat. 6:9-13.
Jehová Dios espera que las personas que le oren estén más interesadas en la voluntad y los propósitos de él que en las metas y ambiciones de ellas mismas. Esto es razonable, puesto que Dios sabe lo que es mejor para todos nosotros. No hay nada malo en orar por cosas materiales, nuestro ‘pan de cada día,’ pero no se nos dice que oremos por riquezas. La gente rica no suele interesarse en Dios. Note que a Dios le agradan las oraciones que demuestran un interés primordial en él y en sus propósitos, y un interés secundario en nosotros mismos. Hoy en día tales oraciones son demasiado raras.
¿Hay evidencia de que tales oraciones realmente se estén oyendo y contestando hoy día? En realidad, ¿vale la pena orar?
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¿Vale la pena orar?¡Despertad! 1981 | 22 de febrero
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¿Vale la pena orar?
DIOS siempre ha aprobado oraciones como ésta: “Enséñame tus disposiciones reglamentarias.” (Sal. 119:68) Numerosos ejemplos de tiempos modernos demuestran que él se interesa muchísimo en contestar oraciones de esa índole.
Una anciana japonesa hacía ofrendas de arroz, agua e incienso diariamente en su kamidana, es decir, su repisa dedicada a un ‘dios’ de la religión sintoísta. Un día, juntando las palmas de las manos, pensó: “Si hay un Dios verdadero, enséñame quién eres antes de que yo muera.”
Apenas había completado su oración cuando se abrió la puerta (en el Japón se acostumbra abrir la puerta y llamar a la persona que esté dentro) y una voz llamó: “¡Permiso, por favor!” Cuando la anciana llegó a la entrada de su casa, la visita le dijo de manera cortés que había venido
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