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Corriendo la carrera sin tropezarLa Atalaya 1959 | 1 de abril
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que es debilidad o un disfraz para ocultar la debilidad! Realmente el orgullo es debilidad; la humildad es fuerza. Cristo Jesús fué el hombre más humilde que jamás haya andado en la tierra. No obstante fué el más fuerte de los fuertes, el más valiente de los valientes, el más sabio de los sabios, el único hombre que no conoció debilidad o pecado en sí mismo. ¡Cuán grandes obras efectuó él, aunque no demandó ni aceptó crédito personal! (Juan 5:19) ¿Hubo alguna vez un caudillo tan grande como él y no obstante uno que lavara los pies de sus discípulos y dijera: “Les he puesto ejemplo, que, así como yo hice con ustedes, ustedes también deben hacerlo”? ¡Cuánta autoridad tenía él: “Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre”! ¡Y sin embargo cuán humilde fué: “Soy de genio apacible y humilde de corazón”!—Juan 13:15; Mat. 11:27, 29.
24 En vez de ser un disfraz para la falta de inteligencia o energía, la humildad es fuerza y salud verdaderas. Es el escalón para la gloria. “Todo el que se ensalza será humillado, pero el que se humilla será ensalzado.” “La mismísima altivez del hombre terrestre lo humillará, pero el que es humilde de espíritu se asirá de la gloria.”—Luc. 18:14; Pro. 29:23.
25. ¿Cuál fué la actitud mental de Cristo y el resultado de ella, y por eso qué debemos hacer nosotros?
25 Todo lo que la Biblia dice concerniente a la humildad se ilustra y se confirma en aquel gran ejemplo, Cristo Jesús. Nosotros tenemos que modelar nuestra mente y vida según él. Tan vital es esto que el apóstol manda: “Retengan en sí mismos esta actitud mental que también estaba en Cristo Jesús.” ¿Qué actitud? “Se humilló y se hizo obediente hasta la muerte, sí, muerte en un madero de tormento. Por esta misma razón Dios también le exaltó a un puesto superior.” Sí, “por esta misma razón,” porque Cristo se humilló y lo demostró por medio de ser sumiso y obediente a Dios, ha sido ensalzado al lugar más encumbrado que pueda ocupar criatura alguna en el universo. ¡Cuán veraz es que “antes de la gloria hay humildad”!—Fili. 2:5, 8, 9; Pro. 15:33.
26. ¿Cómo considera Dios a los humildes de espíritu, y con qué pérdida para los orgullosos?
26 Sí, la humildad es fuerza. Es la clase de fuerza que necesitamos para correr la carrera puesta delante de nosotros. Dios da fuerza únicamente a los humildes: “A este hombre empero miraré, a saber, al que es humilde y contrito de espíritu, y que tiembla ante mi palabra.” “Porque así dice el Alto y el Excelso, que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en el lugar alto y santo; habito también con aquel que es de espíritu contrito y humilde; para vivificar el espíritu de los humildes.” ¡Cuán insensato que el corredor se niegue a sí mismo la fuerza vivificante a causa de orgullo! ¿Cómo pueden recibir fuerzas los orgullosos de parte de Dios? Aun si oran sus oraciones son estorbadas, como Jesús lo demostró en el caso del fariseo cuya oración reflejaba el orgullo que se origina de la vanagloria de considerarse a sí mismo justo.—Isa. 66:2; 57:15, Mod; Luc. 18:10-14.
27. ¿Qué nos capacitará a hacer la humildad, y qué deben recordar los que anhelan el puesto de superintendente?
27 El correr la carrera de acuerdo con las reglas no es carga cuando uno tiene humildad verdadera. Los que son verdaderamente humildes son enseñables; sacan provecho de la reprensión. Comprenden que no están compitiendo en la carrera y que todos tienen que correr unidamente para obtener el galardón amoroso de Dios; de modo que se ayudan mutuamente, se animan mutuamente. La humildad hace posible que uno ‘predique la palabra’ a todos los hombres, en toda circunstancia. Hace posible que uno se entrene para el ministerio del Reino, que saque provecho del consejo que se da en la escuela del ministerio, que aprenda a decir las buenas nuevas de casa en casa. La humildad hace posible que los que se encuentran en puestos de responsabilidad sean como Jesús—humildes y siempre abordables. Si algún hombre está anhelando un puesto de superintendente, recuerde que el orgullo le sirve de obstáculo impidiendo que sea útil y sirva para mayores privilegios de servicio en la organización de Dios, porque Dios aborrece a los orgullosos y se opone a ellos. Recuerde que “antes de la gloria hay humildad.” Recuerde las palabras de Jesús: “Quienquiera que desee llegar a ser grande entre ustedes tiene que ser ministro de ustedes, y quienquiera que desee ser el primero entre ustedes tiene que ser esclavo de ustedes.”—Mat. 20:26, 27.
28. ¿Cómo se viste el corredor cristiano para la carrera, y con qué resultado?
28 Por eso quítese el orgullo, el peso que causa el tropezar. Póngase la prenda de vestir hecha a la medida para la carrera. “Cíñanse con humildad de mente los unos hacia los otros.” “Vístanse,” manda Pablo, con “la humildad de mente.” Esta es la prenda de vestir para correr sin tropezar; porque “el resultado de la humildad [y] el temor de Jehová es riquezas y gloria y vida.”—Pro. 22:4.
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La actividad ministerial de los testigos de JehováLa Atalaya 1959 | 1 de abril
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La actividad ministerial de los testigos de Jehová
LOS testigos de Jehová son un grupo de personas cristianas procedentes de toda clase social, toda raza y toda nación, y de centenares de diferentes lenguas. Pero cada uno de ellos está completamente dedicado a Jehová Dios; ha dedicado su vida al servicio de Dios y se ha bautizado en agua. Todos están resueltos, por la bondad inmerecida de Jehová, a hacer la voluntad divina según se presenta ésta en su libro de texto, la Santa Biblia. Todos son de la misma mente, teniendo la mente de Cristo. Confían en Jehová Dios como su maestro. “Está escrito en los Profetas: ‘Y todos ellos serán enseñados por Jehová.’ Todo el que ha oído la enseñanza del Padre y que ha aprendido viene a mí.” (Juan 6:45) Los testigos de Jehová aprecian el hecho de que Jehová es el Supremo del universo y quien posee todo el conocimiento y sabiduría. “Pues ‘¿quién ha llegado a conocer la mente de Jehová, para que pueda instruirle?’ Pero nosotros sí tenemos la mente de Cristo.” (1 Cor. 2:16) Por eso, porque son de una sola mente, los testigos de Jehová situados en todas partes del mundo trabajan armoniosamente.
El trabajo que hacen es el mismo trabajo que hizo Cristo Jesús, su Maestro y Cabeza, y que hicieron los seguidores inmediatos de él, sus apóstoles. Acerca de Jesús está escrito que “recorrió toda la Galilea, enseñando en sus sinagogas y predicando las buenas nuevas del reino.” Y Pablo dice respecto a su propia actividad ministerial: “No me retraje de decirles cosa alguna que fuera de provecho ni de enseñarles públicamente y de casa en casa.” (Mat. 4:23; Hech. 20:20) Que el tiempo vendría cuando esta obra de predicar y enseñar públicamente se efectuaría en escala global lo dió a saber Jesús
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