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  • ¿Pueden los cristianos cambiar al mundo?
    La Atalaya 1954 | 15 de septiembre
    • a cambiar este mundo, sino sólo a dar testimonio a él; no podemos cambiarlo así como no podemos cambiar al Diablo, y a causa de que no puede ser reformado, Dios lo ha condenado a la destrucción. Nuestra única seguridad yace en separarnos de sus planes y cifrar nuestra esperanza en el justo nuevo mundo de Dios, el cual nuevo mundo será tanto más superior a cualquier cosa que el hombre pueda lograr como los cielos son más altos que la tierra.

  • El orgullo destruye, la mansedumbre salva
    La Atalaya 1954 | 15 de septiembre
    • El orgullo destruye, la mansedumbre salva

      LA ARROGANCIA es algo que Jehová odia y el orgullo es una ofensa contra Dios. Los orgullosos confían en ellos mismos más bien que en Jehová, faltándoles humildad, no apreciando que dependen de su Creador. Orgullosamente creen que poseen sabiduría superior, y tal vez tengan habilidades naturales superiores al término medio. Pero ¿cuál es la fuente de la sabiduría verdadera? ¿Dónde consiguieron sus habilidades naturales? ¿No está el hombre en deuda con el Creador por todas las cosas buenas? ¿No es Jehová el Dador de todas las dádivas buenas? ¿Qué tiene el hombre que no haya recibido? ¿Por qué debe un hombre estar orgulloso en sí mismo? La tierra sobre la que está de pie, el alimento que come, el aire que respira—¿no fueron estas cosas suministradas por el Creador del universo? El hombre depende de estas provisiones para mantener la existencia, y su misma existencia depende de Jehová. Con lógica lúcida Pablo pregunta: “No se hinchen individualmente en favor del uno contra el otro. Porque ¿quién hace que difieras de otro? En verdad, ¿qué tienes tú que no hayas recibido? Ahora, pues, si verdaderamente lo recibiste, ¿por qué te jactas como si no lo hubieras recibido?” El orgullo y retraimiento arrogantes con un espíritu de autosuficiencia son una ofensa contra Jehová Dios.—1 Cor. 4:6, 7, NM.

      Muchas personas son orgullosas, pero pocas lo admitirán. Harán la confesión general de que cometen errores, sabiendo cuán presumidos aparecerían si alegaran ser infalibles. Pero el hacerlos reconocer un error específico es mucho más difícil. La confesión amplia, general, la harán porque no les culpa de nada definido, pero no les gusta admitir un error específico, ya que eso sería un golpe directo a su orgullo. Aun cuando saben que no pueden defender lo que sostienen, el orgullo las hace persistir en ello coléricamente. Mientras más persisten en mantener su punto, más difícil llega a ser abandonarlo donosamente. La condición mental del orgulloso entonces concuerda con la descripción: “Su mente se endureció con orgullo.” (Dan. 5:20, VA) En esta condición endurecida sus facultades de raciocinio están congeladas. No pretende ser infalible pero actúa como si lo fuera.

      ORGULLO RELIGIOSO

      El orgullo especialmente está propenso a florecer en el campo de la religión. Pocos escogen su propia religión como resultado de haber hecho un estudio escrutador de la Biblia. La heredan de sus padres, o la adquieren de sus vecinos, o la absorben de sus amigos, o la adoptan por ventaja comercial. Una vez que se han comprometido son reacios para cambiar. El orgullo está presto a protestar cualquier confesión de error. El cambiar sería decir que sus padres estaban equivocados, o sus vecinos, o su círculo de amigos, o sus asociados comerciales. Por eso persisten en su religión, demasiado predispuestos para examinar sus enseñanzas a la luz de la Biblia, demasiado orgullosos para admitir la posibilidad de que exista algún error, demasiado endurecidos en orgullo para considerar un cambio, y muchas veces demasiado indiferentes para importarles. Piensan que cambiar los haría perder prestigio. Olvidan que el rehusar los hará perder la vida.

      Muchos puede que discutan de política o disputen acerca de economía, pero su norma es jamás discutir religión. ¿Por qué? Dicen que el tema está demasiado cargado de emoción. Pero ¿no son explosivas las discusiones políticas en las que se enfrascan, no están cargadas de dinamita emocional? Tienen sus opiniones, fundadas en estudio y experiencia, y están determinados a divulgar esas opiniones, aunque ello produzca calor emocional y controversia. Entonces ¿por qué son reacios para divulgar sus opiniones religiosas? Frecuentemente porque no están informados. Algunos ni siquiera saben claramente lo que su religión enseña, y los que saben no tienen conocimiento de textos bíblicos que apoyen estas enseñanzas. Puesto que no conocen la Biblia que se supone es la base de su creencia, y no conocen textos bíblicos que apoyen su credo, y no conocen ningún texto para refutar credos contrarios, son desastrosamente vulnerables en discusiones religiosas. Su orgullo sería un blanco directo para muchas heridas, por eso lo protegen detrás de una barricada de silencio, con su norma de no discutir religión. Sin conocimiento sólo podrían discutir emocionalmente, con sentimientos de frustración. Esté seguro de que sí conocieran las doctrinas de su religión y pudieran defenderlas bíblicamente no permanecerían callados para evitarse emociones. La discusión religiosa inteligente, basada en la Palabra de Jehová, es vital. Si la mente está abierta, no cerrada por prejuicio; si la razón tiene completa libertad de acción y no está muerta por orgullo disparatado; si la Biblia es aceptada como la autoridad, no invalidada por tradiciones de credos humanos, entonces la emoción permanece subordinada a la lógica y el resultado será conclusiones correctas basadas en la Biblia.

      Los caudillos religiosos en el día de Jesús estaban dispuestos a discutir religión siempre que pensaban que podían ganar el argumento. Cuando se dieron cuenta de que siempre perdían decidieron no discutir religión. Esto se mostró después que los fariseos perdieron en una contienda con Jesús: “Y nadie podía decir una palabra en respuesta a él, ni nadie se atrevió desde ese día en adelante a preguntarle algo más.” Muchos le preguntaron con mansedumbre para aprender, pero los orgullosos ya no hicieron sus preguntas antagónicas después de saber que les salía el tiro por la culata, lastimando su orgullo. No estaban interesados en aprender la verdad; sólo querían ganar un argumento. Si no podían defender su creencia no la discutirían. Cuando un siervo de Jehová probó que estaban equivocados los enemigos religiosos, ellos “gritaron a voz en cuello y se taparon los oídos con las manos y se abalanzaron sobre él de común acuerdo.” (Mat. 22:46, Hech. 7:57, NM) No podían oír la verdad y refutarla, rehusaban oírla y aceptarla, por eso se taparon los oídos contra ella y mataron al que la predicaba. Así es ahora. Los orgullosos discuten con la boca abierta y la mente cerrada.

      EL ORGULLO TRAE CONTIENDA Y DESHONRA

      Debido a esto la contienda continúa: “Por la soberbia no viene más que contienda; pero con los avisados está la sabiduría.” Los orgullosos rehusan ser avisados y corregidos y permitir que una disputa termine quedando ellos derrotados. Rechazan la verdad: “En la muchedumbre de los consejeros hay seguridad.” También, “Se trastornan los propósitos donde no hay consulta; pero con la muchedumbre de los consejeros se hacen estables.” Si una persona no es lo suficiente sabía para escuchar buenos consejos, ni es lo suficiente mansa para aceptarlos, no se puede llegar a conclusiones sanas y la contienda continúa debido a resistencia orgullosa contra la lógica. No hay seguridad en tal orgullo o éxito en tal arrogancia, sino sólo caída desastrosa: “La soberbia precede a la destrucción, y el espíritu altivo va delante de la caída.” Adonde el orgullo va la destrucción sigue. Adonde la arrogancia conduce, una caída no está muy atrás.—Pro. 13:10; 11:14; 15:22; 16:18.

      El orgullo trae no sólo contención sino deshonra: “Cuando viene la soberbia, viene también la deshonra; pero con los humildes está la sabiduría.” Los orgullosos están absolutamente seguros, convencidos de que tienen razón, no dispuestos a considerar opiniones contrarias. Rehusando pensar que pudieran estar equivocados, dirigen todo su pensamiento hacia justificarse ellos mismos más bien que a examinarse. Lo que apoya su lado crédulamente lo arrebatan, lo que está opuesto a él arbitrariamente lo rechazan. La deshonra viene cuando se prueba que están equivocados, aunque aun entonces el orgullo puede endurecerlos hasta hacer que rehusen enfrentarse a la deshonra y cambiar. Y cuando este orgullo se ejerce con relación a escoger la religión correcta, y los orgullosos errados rehusan razonar, sigue la destrucción. Su orgullo trae ceguera, ceguera que no permite ver lo lógico. Rehusando reconocer el error, no son sumisos a la reprensión correctiva: “El mandamiento es una lámpara, y la ley es una luz, y las reprensiones de la corrección son camino de la vida.” Faltos de corrección, los orgullosos continúan en el camino de la destrucción y no dan con el camino a la vida. Por consiguiente está escrito: “El orgullo del hombre le humillará; pero aquel que es de espíritu humilde alcanzará la honra.”—Pro. 11:2; 6:23; 29:23.

      No se trata sólo de que los orgullosos resisten a Jehová, sino que Jehová resiste a los orgullosos, mientras levanta a los humildes: “Todos ustedes cíñanse con humildad de mente los unos hacia los otros, porque Dios se opone a los arrogantes, pero da bondad inmerecida a los humildes. Por lo tanto, humíllense bajo la poderosa mano de Dios, para que él los exalte al tiempo debido.” Jesús anunció la misma regla divina, después de desenmascarar a caudillos religiosos que asumían títulos ensalzadores: “Quienquiera que se ensalce será humillado, y quienquiera que se humille será ensalzado.” En el Armagedón los orgullosos que se ensalzan a sí mismos serán abatidos, hasta el polvo mismo en destrucción. Por otra parte, los humildes serán levantados y preservados debido a su mansedumbre. Por esto el consejo divino es: ‘Buscad a Jehová, todos los mansos de la tierra, los que habéis obrado lo que es justo; buscad la justicia, buscad la mansedumbre; puede ser que os pongáis a cubierto en el día de la ira de Jehová.’”—1 Ped. 5:5, 6; Mat. 23:12, NM; Sof. 2:3.

      MANSEDUMBRE SIGNIFICA SALVACION

      Así como con el orgullo vienen la contienda y la pugnacidad, con la mansedumbre vienen la paz y la razón. Los mansos aprecian la sabiduría del cielo más bien que la sabiduría de este mundo orgulloso. Puesto que se prestan a recibir dirección divina, Jehová no se la rehusa: “Encaminará a los humildes en la justicia; enseñará a los humildes su camino.” Otra vez, “Hermoseará a los mansos con la salvación.” El propósito de Jehová es “anunciar buenas nuevas a los mansos.” A todos se les aconseja

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