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  • ¿Tiene valor para usted el poder estar a solas?
    La Atalaya 1978 | 15 de julio
    • meditar, desarrollar habilidad de pensamiento. Sí, quizás nazcamos con la habilidad de tocar música o sobresalir en proezas atléticas. Sin embargo, ¿qué sucedería si nunca sometiéramos a entrenamiento esas habilidades? Pudiera valer lo mismo que no las hubiéramos tenido. Igualmente sucede con las habilidades o aptitudes relacionadas con el pensamiento. La aptitud en el pensamiento se desarrolla solo al grado que nos alimentemos de información, experiencia y entrenamiento.

      El desarrollar habilidad en el pensar no es fácil. Es verdadero trabajo mental. Digamos que deseamos desarrollar alguna habilidad especial del pensamiento, por ejemplo, aptitud para juzgar hasta grado confiable los tipos de personas que hay. Primero, pensamos en una persona, en alguien a quien conozcamos. A esa persona se le puede ver, oír, tocar y discernir con los sentidos físicos. Pero ¿envuelve pensamiento ese discernimiento? No.

      Además, cuando empezamos a pensar en esa persona, ¿no empiezan a estorbar nuestro pensamiento las respuestas emocionales nuestras con relación a esa persona? Antes de que estemos verdaderamente pensando, ¿no hemos empezado a sentir con relación a esa persona —registrar gustos, aversiones, respeto, falta de respeto, confianza, desconfianza— a responder emocionalmente antes de empezar una evaluación intelectual?

      Pero digamos que nos obligamos a sencillamente PENSAR acerca de esa persona. Piense en los puntos de vista, actitudes, comportamiento, habilidades, logros y cosas por el estilo de la persona. ¿A qué grado entendemos esas cualidades en cualquier persona? ¿Pudiéramos hacer predicciones lógicas en cuanto a cómo respondería o reaccionaría esa persona en circunstancias dadas? El evaluar las cualidades mentales, emocionales y espirituales de una persona exige aptitud de pensamiento. Nos encontramos envueltos con cosas intangibles que están más allá de lo que podemos discernir con los sentidos meramente físicos como lo son los de la vista, el oído y el tacto. Al mismo tiempo tenemos que asegurarnos de que no se hayan introducido sentimientos disfrazados de pensamientos que extravíen a nuestra mente.

      RESOLVIENDO EL CONFLICTO ENTRE EL CORAZÓN Y LA CABEZA

      El corazón, o asiento de la emoción, tiende a gobernar sobre la cabeza, el asiento del intelecto. Por ejemplo, la atracción sexual puede trastornar por completo el juicio sano, hasta la conciencia. Puede hacer que la mente se ponga a funcionar desmedidamente en hacer planes, proyectos e intrigas para la satisfacción de un deseo sensual. Por eso la Biblia aconseja: “Más que todo lo demás que ha de guardarse, salvaguarda tu corazón, porque procedentes de él son las fuentes de la vida.” (Pro. 4:23) Al corazón sobre todo lo demás hay que disciplinarlo y entrenarlo para que responda a la guía bíblica. Hay que enseñarle a apreciar las cualidades espirituales. Estas cualidades brotan del propio corazón de Dios. El corazón humano debería sentir afecto por ellas, porque el hombre fue hecho a la imagen de su Creador. (Gén. 1:26) “Amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad, gobierno de uno mismo”: estas cualidades se alistan como fruto del espíritu de Dios en el texto bíblico de Gálatas 5:22, 23.

      Con la ayuda de una concordancia, busque los lugares donde aparecen esas palabras —“amor,” “gozo,” “paz”— en las Escrituras. Entonces empezará a darse cuenta del mucho estudio y contemplación privada que se puede dedicar beneficiosamente en la búsqueda de discernimiento. Usted está tratando de entender las cualidades personales de su Creador con el fin de asumirlas como cualidades de su propia personalidad. Usted necesita la ayuda de Él para imitarlo. Por eso la oración, junto con el estudio, es una parte indispensable del proceso de adquirir discernimiento espiritual. Esto exige tiempo a solas.

      Cuando a Josué se le ordenó que condujera la nación de Israel a la Tierra Prometida, Jehová le dio la instrucción de adherirse estrechamente al “libro de la ley” que había sido entregado por medio de Moisés. “Día y noche tienes que leer en él en tono bajo.” (Jos. 1:8) Josué tenía que dedicar tiempo a estudiar en privado y con oración. Como lo ponen varias traducciones, “tenlo presente día y noche,” “medítalo día y noche.”

      El salmista Asaf adoptó esta resolución: “Con mi corazón de veras mostraré preocupación, y mi espíritu investigará cuidadosamente.” “En mi interior medito,” “en mi corazón musito por la noche,” “mi espíritu indaga,” “reflexiono e inquiero en mi espíritu,” “mi espíritu inquiría.”—Sal. 77:6, según diferentes traducciones.

      “Reflexiona sobre estas cosas; hállate intensamente ocupado en ellas,” recalcó el apóstol Pablo al aconsejar al joven Timoteo. (1 Tim. 4:15) En otra ocasión escribió: “Penetra lo que quiero decirte.”—2 Tim. 2:7, Sagrada Biblia, Editorial Regina.

      Para hacer estas cosas necesarias, nosotros, como Jesús, nos beneficiaremos si en nuestra vida nos damos tiempo a solas hasta un grado razonable; para pensar y estudiar y meditar con oración.

  • Preguntas de los lectores
    La Atalaya 1978 | 15 de julio
    • Preguntas de los lectores

      ● ¿Presenta la Biblia definiciones específicas en cuanto a lo que es moral o inmoral respecto a las relaciones sexuales entre marido y mujer? ¿Es la responsabilidad de los ancianos de la congregación el esforzarse por ejercer control entre los miembros de la congregación en estos asuntos maritales íntimos?

      Hay que reconocer que la Biblia no da reglas ni limitaciones específicas respecto a la manera en que el esposo y la esposa han de participar en las relaciones sexuales. Hay descripciones breves de expresiones apropiadas de amor, como en Proverbios 5:15-20 y varios versículos en el Cantar de los Cantares de Salomón. (Cant. de Cant. 1:13; 2:6; 7:6-8) Estos textos, y textos como Job 31:9, 10, por lo menos suministran una indicación de lo que se acostumbraba o era normal en lo relativo al jugueteo amoroso y las relaciones sexuales y coinciden con lo que por lo general se considera acostumbrado y normal hoy día.

      El más vigoroso consejo en las Escrituras es que debemos tener amor completo a Dios y amor a nuestro prójimo como a nosotros mismos; el esposo debe amar a su esposa como ama su propio cuerpo y tratarla con afecto y asignarle honra. (Mat. 22:37-40; Efe. 5:25-31; 1 Ped. 3:7) Como declara el apóstol, el amor “no se porta indecentemente, no busca sus propios intereses, no se siente provocado.” (1 Cor. 13:4, 5) Esto ciertamente impediría el obligar al cónyuge de uno en matrimonio a someterse a prácticas raras que ese cónyuge considere de mal gusto o hasta repugnantes y pervertidas.

      Las Escrituras no van más allá de estas pautas fundamentales y, por lo tanto, nosotros no podemos ir más allá de aconsejar en armonía con lo que la Biblia sí dice. En el pasado en esta revista han aparecido algunos comentarios con relación a ciertas prácticas sexuales raras dentro del matrimonio, tales como el coito oral, y estas prácticas fueron igualadas con inmoralidad sexual crasa. Con esto como fundamento, se llegó a la conclusión de que los que participaban en tales prácticas sexuales podían ser expulsados si no mostraban arrepentimiento. Se tomó el punto de vista de que estaba dentro de la autoridad de los ancianos de la congregación el investigar y actuar en capacidad judicial con relación a tales prácticas en la relación conyugal.

      Sin embargo, al continuar examinando cuidadosamente este asunto hemos llegado a la convicción de que, en vista de la ausencia de una clara instrucción bíblica, éstos son asuntos por los cuales la pareja casada misma tiene que llevar la responsabilidad delante de Dios y que estas intimidades maritales no llegan a estar dentro de la esfera de acción de los ancianos de la congregación de modo que éstos deban intentar controlarlas o expulsar con tales asuntos como la única base.a Por supuesto,

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