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  • Usted puede enfrentarse a la vida... ¿por qué optan algunos por suicidarse?
    ¡Despertad! 1981 | 22 de diciembre
    • Usted puede enfrentarse a la vida... ¿por qué optan algunos por suicidarse?

      ¿SE LE está haciendo a usted cada vez más difícil enfrentarse a los problemas que le rodean? Al leer el artículo “¡Tan feliz de estar viva!,” que acompaña a éste, usted verá cómo una mujer aprendió a enfrentarse a la vida y halló una razón para vivir. Usted también puede enfrentarse a la vida. Pero, los hechos muestran que un creciente número de personas se sienten incapaces de hacerlo.

      En los Estados Unidos, se registran unos 25.000 casos de suicidio al año. Se calcula que adicionalmente varios centenares de miles de personas fracasan en sus tentativas de suicidio. También se calcula que hay un total acumulado de varios millones de personas que han tratado de quitarse la vida.

      En algunos países el índice de suicidios es aún mayor que en los Estados Unidos. Mundialmente el índice de suicidios ha alcanzado proporciones alarmantes. Están envueltos en esto tanto los ricos como los pobres... y la cantidad de suicidas sigue aumentando.

      ¿Por qué les parece a tantas personas que no pueden enfrentarse a la vida?

      ¿Por qué?

      “Las tres D’s: la desventura, el desamparo, y la desesperanza,” responde el Dr. Calvin J. Frederick, del Instituto Nacional de la Salud Mental, donde él es director del departamento de asistencia para casos de emergencia relativos a la salud mental y a los desastres. A la persona suicida le parece que una cosa tras otra le sale mal. Se siente incapaz de enfrentarse al presente y no puede ver que vaya a suceder nada bueno que produzca un cambio en el futuro. Pero, ¿qué hace que una persona se hunda tan profundamente en la desesperación? Son varias las causas.

      La pobreza extremada lleva a algunas personas hasta el punto de la desesperación. Para muchos la pobreza tiene que ver con la supervivencia... con la lucha por obtener suficiente alimento para sí mismos y para su familia. Y algunas personas que están convencidas de que no pudieran aguantar el ver a su familia sufrir penurias, escogen la alternativa... el suicidio.

      A muchas otras personas se les hace difícil enfrentarse a una enfermedad crónica y dolorosa. Ante un futuro que consistiría en vivir día tras día sufriendo dolor, algunas personas hacen el plan de terminar con su vida y así poner fin al sufrimiento. De hecho, para ayudar a tales personas, se publicó recientemente un libro que ha sido descrito como “la primera guía del mundo sobre cómo suicidarse eficazmente.”

      El comentario de una mujer que habló como portavoz de los Samaritanos, organización de Inglaterra que se especializa en ayudar a personas suicidas, señala a otro factor. Ella dijo: “Parece que va en aumento la depresión, y un factor que tal vez esté envuelto en esto es el desempleo.” (Las bastardillas son nuestras.) Por ejemplo: Tanto a los jóvenes que están completando sus estudios y no pueden conseguir empleo como a las personas de mayor edad, a quienes se les ha hecho sentir que están de más, les parece que se les ha rechazado. La frustración pronto puede resultar en depresión aguda. Los pagos que se reciben de una agencia de asistencia social o de desempleo no resuelven este problema. Además, ¿qué hay del hombre que pierde el empleo que por muchos años le ha permitido satisfacer bien las necesidades de su familia? Ahora él examina diariamente los anuncios de empleo. Va a una entrevista tras otra, pero no logra conseguir empleo. Mientras tanto, la familia todavía necesita comer. Las cuentas van acumulándose. Evidentemente, no es fácil enfrentarse a esta situación tampoco, ¿verdad?

      Muchas otras personas se sienten incapaces de hacer frente a la soledad. Tal vez uno pierda a su cónyuge después de muchos años de haber estado felizmente casados. Algunas personas no pueden soportar la idea de pasar el resto de su vida sin su cónyuge.

      Algunos investigadores opinan que entre los de edad avanzada el suicidio constituye una reacción a una serie de pérdidas: se les muere el cónyuge; los hijos se han ido de la casa; ellos mismos se han jubilado o se ven obligados a jubilarse; tienen que vivir con un ingreso fijo mientras los precios siguen subiendo; la memoria empieza a fallarles; poco a poco la salud se les va deteriorando; van perdiendo la dignidad a medida que tienen que depender cada vez más de otras personas. Por lo tanto, pueden ver el suicidio como una manera de evitar el ser una carga para otros o como la alternativa a pasar el resto de sus días en un asilo de ancianos.

      Suicidios entre los jóvenes... ¿por qué?

      El aumento más asombroso en los suicidios y en los intentos de suicidio se encuentra entre los jóvenes. En los Estados Unidos, ciertas fuentes calculan que cada hora 57 niños y adolescentes intentan suicidarse. En el Canadá, los casos de suicidio entre los jóvenes se han cuadruplicado desde los años cincuenta. Se informan tendencias similares en Francia, la República Federal de Alemania, el Japón y Suecia. ¿Por qué se sienten incapaces de enfrentarse a la vida tantos jóvenes?

      Se dice que la desesperanza en cuanto al futuro es una de las razones principales. La Dra. Diane Syer, directora del Departamento de Intervención en Casos de Crisis del Hospital General del Este de Toronto, dijo que a los jóvenes que intentan suicidarse les parece “que su mundo no va a mejorar y que por lo tanto no vale la pena seguir viviendo.”

      En las escuelas y universidades, la aparentemente incesante presión que se ejerce en los estudiantes para que logren lo que se espera de ellos lleva a muchos al punto extremo. En la República Federal de Alemania y en el Japón, el temor al fracaso es en gran parte la causa del alto índice de suicidios entre los jóvenes. En algunos casos, los padres son los que ejercen la presión, pues esperan que sus hijos no solo aprendan, sino que también sean alumnos sobresalientes. Muchos empujan a sus hijos a ir en pos de cierta carrera sin tomar en consideración las aptitudes y preferencias de ellos. El Dr. Richard Seiden, de la Universidad de California, dijo: “Algunos padres necesitan que sus hijos tengan éxito a fin de compensar por sus propios sentimientos de insuficiencia.”

      Muchos investigadores opinan que la inseguridad en la vida de familia es otra causa importante de los suicidios entre los jóvenes. A medida que el divorcio destroza a más y más familias, muchos jóvenes se culpan a sí mismos por la separación de sus padres. La tolerancia de parte de los padres aumenta la inseguridad de los hijos. Se deja a los jóvenes la responsabilidad de tomar sus propias decisiones en cuanto a las relaciones sexuales y el uso de las drogas y las bebidas alcohólicas... decisiones para las cuales no están preparados. Los jóvenes consideran que la tolerancia de parte de sus padres es una muestra de falta de interés. Así algunos deciden que sus padres estarían mejor sin ellos.

      “Otro factor es la desvalorización de la vida,” dice el Dr. Herbert Hendin, profesor clínico adjunto de siquiatría de la Universidad de Columbia, en Nueva York. (Las bastardillas son nuestras.) ¿Qué contribuye a la “desvalorización de la vida”? “Para el tiempo que el niño o la niña cumpla 15 años de edad, habrá visto 14.000 asesinatos o muertes violentas en la televisión,” dice el Dr. Seiden. Además, hay canciones populares que ponen de relieve el tema del suicidio: “Pienso quitarme la vida”; “Voy con rumbo al depósito de los cadáveres”; “Suicidio.”

      Muy a menudo se oye a los miembros de la familia y a las amistades de la víctima decir: “Si solo yo hubiera sabido . . .” ¿Es posible saber si un ser querido está sintiéndose incapaz de enfrentarse a la vida? ¿Qué ayuda se le puede ofrecer?

      Ayuda... ¿de parte de quién? ¿de dónde?

      Es importante reconocer que nuestra manera de tratar a los que nos rodean —los miembros de nuestra familia y nuestras amistades— puede determinar el que les parezca que vale la pena vivir o no. Una muchacha de 16 años de edad que había contemplado suicidarse escribió lo siguiente: “Tal vez si los padres y los hijos fueran más bondadosos los unos con los otros, si los profesores fueran más comprensivos, si no sintiéramos tanto el espíritu de competencia entre nosotros, si no tuviéramos la mente tan abierta a lo sexual y tan cerrada a las relaciones verdaderas, todos estaríamos mejor.” Pero cuando a una persona le parece que no vale la pena vivir, ¿dónde puede conseguir ayuda?

      En el caso de los jóvenes, la ayuda lógicamente debería provenir de los padres. Personas de mayor edad que se sienten incapaces de enfrentarse a la vida también necesitan poder acudir a alguien que sepan que se interesará en ellas, alguien que les ofrezca consejo sano y práctico. ¿Qué indicios debería uno buscar para saber si un ser querido está contemplando renunciar a la vida?

      Los expertos enumeran varias señales de peligro: amenazas de suicidarse; el aislamiento; cambios abruptos en el comportamiento, como el que una persona sociable se vuelva retraída; el regalar posesiones que se han atesorado; la depresión severa. Tampoco debería pasarse por alto el que una persona se desvele, pierda el apetito o muestre falta de interés en las tareas escolares, si tales cambios son repentinos, prolongados y poco característicos de la persona. Pero, ¿qué se puede hacer para ayudar?

      “El tan solo ser un amigo, sentarse [con la persona] y dejarle hablar” puede servir de ayuda, dice el Dr. Mark Solomon, “suicidólogo.” Sea compasivo. No diga: “Vaya, sus problemas no pueden ser tan graves.” Esté dispuesto a escuchar. Ofrezca una alternativa; ayude a la persona a ver que las cosas pueden cambiar. No tenga miedo de hablar con franqueza. Tal vez esto ayude a la persona a desahogarse y a hablar de sus problemas.

      Muchas personas, al no hallar entre sus seres queridos un oído que les escuche, procuran obtener ayuda de los centros para evitar suicidios y para la intervención en casos de crisis. Varios de éstos tienen líneas telefónicas de emergencia que están disponibles 24 horas al día. En uno de estos centros de los Estados Unidos, el de Los Ángeles, se contestan unas 18.000 llamadas al año. En Inglaterra, los Samaritanos (organización nacional) anotaron un máximo de aproximadamente 1.500.000 llamadas en 1979, año durante el cual 4.192 personas se suicidaron.

      Tales centros no solo tratan de salvar la vida de la persona que está al otro lado de la línea telefónica, sino que tal vez también proporcionen información en forma de referencias para ayudar a la persona a enfrentarse a los problemas que tiene actualmente. Puede que estas referencias incluyan servicios médicos y de salud mental, quizás hasta ayuda para conseguir empleo y encontrar a alguien que cuide de los hijos.

      Hay aún otra fuente de ayuda a la cual acuden algunas personas al contemplar suicidarse, como lo demuestra la siguiente experiencia:

      Hace unos cuantos meses, un joven llamó por teléfono a la Sociedad Watch Tower de Londres, Inglaterra. Explicó que él y su esposa tenían una amiga que estaba a punto de suicidarse, y pidió que alguien fuera a su hogar tan pronto como fuera posible.

      Al llegar al hogar, el representante de la congregación local de los testigos de Jehová se encontró con una joven que estaba profundamente deprimida debido a haber tenido un aborto. Con la ayuda de la Biblia, el Testigo pudo hablarle acerca de la misericordia de Dios y le ayudó a entender que los principios cristianos son un modo de vida. Ella estaba agradecida por la ayuda y el ánimo que recibió para empezar su vida de nuevo, y eso es lo que ella hizo.

      Pero, ¿por qué decidieron sus amistades llamar a los testigos de Jehová? Sencillamente, lo hicieron porque estaban seguros de que la persona que fuera a visitar a su amiga sería alguien que se interesaría en ella y que usaría la Biblia para hablarle confortadoramente.—1 Tes. 5:14.

      ¡Usted puede enfrentarse a la vida!

      ¿Se siente usted agobiado y deprimido debido a uno o varios de los problemas ya mencionados? ¿Se ha sentido alguna vez como si no pudiera enfrentarse a la vida, como si no valiese la pena seguir viviendo? Cierto, puede que usted tenga razón para sentirse triste hasta cierto punto. Pero no se desespere... ¡usted sí puede enfrentarse a la vida! ¿Cómo?

      Trate de pensar de modo positivo. La mayoría de los problemas tienen una solución. Si usted no sabe cuál podría ser la solución en el caso suyo, ¿por qué no hablar en confianza con alguien a quien usted conoce y cuyo consejo usted respeta? Bien puede ser que un amigo compasivo de mayor edad se haya enfrentado a una dificultad parecida y la haya vencido. Tal vez la solución sea sencilla. A veces lo que se precisa es un cambio de actitud.

      Por ejemplo, ¿está usted deprimido debido al desempleo? ¿Ha estado tratando, sin éxito, de conseguir otro empleo? Bueno, ¿qué clase de empleo está buscando? ¿Uno que le ofrezca el mismo puesto que ocupaba y el mismo salario que recibía en el trabajo que perdió? Tal vez sería más sensato ‘tragarse el orgullo’ y contentarse con un trabajo que le pague un poco menos, o, si es necesario, mucho menos. ¡Después de todo, algo es mejor que nada!

      ¿Es el problema suyo la soledad? Entonces no se aísle. Luche contra el tener lástima de sí mismo. Una de las mejores maneras de combatir la soledad es por medio de un gesto bondadoso para otra persona. ‘Pero soy yo quien necesita ayuda,’ dice usted. ‘¿Cómo puedo dar ayuda?’ Jesucristo dijo: “Hay más felicidad en dar que la que hay en recibir.” (Hech. 20:35) ¿Por qué no hacer la prueba? Usted hallará que el dar a otros le levantará el ánimo a usted. Cierto, esto no hará desaparecer el problema que usted tiene, pero puede ayudarle a hacerle frente.

      No obstante, tal vez le parezca que su problema —una enfermedad crónica o la muerte de un ser querido— no tiene solución. Con todo, usted tiene a su disposición una fuente de ayuda que puede serle útil aun si tiene que enfrentarse a problemas aparentemente insolubles. De hecho, esta fuente de ayuda nos asegura que en el futuro cercano todos los problemas quedarán completamente resueltos. ¿Qué fuente es ésa? Es una persona cuyo conocimiento y capacidad para brindar ayuda exceden por mucho a los de cualquier ser humano. Sí, se trata de Dios mismo.

      Es verdad que muchas personas se burlan de tal idea. Pero hay que admitir que también hay muchas personas con problemas. Y el no acudir a Dios por ayuda no las hace más competentes para enfrentarse a los problemas, ¿verdad?

      En la Biblia, en 2 Timoteo 3:16, 17, leemos: “Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia, para que el hombre de Dios sea enteramente competente.”

      Sí, la Biblia es la guía de Dios para el hombre. El estudiarla y el aplicar a su propia vida lo que ella dice puede ayudarle a enfrentarse a toda clase de problemas... el desempleo, la pobreza, la soledad, aun problemas que no parecen tener solución como la mala salud continua y la muerte de un ser querido. La Biblia asegura a los siervos de Dios que, en tiempos de tensión y ansiedad, Él cuidará de ellos amorosamente. Y los que con fe acuden a Jehová Dios por ayuda que esté en armonía con la voluntad de él, sí reciben ayuda amorosa que verdaderamente satisface sus necesidades.—1 Ped. 5:7; 1 Juan 5:14.

      Es más, la Biblia explica que los problemas actuales del mundo son prueba de que estamos viviendo en los “últimos días.” (2 Tim. 3:1) Pronto Dios dará principio a un nuevo orden de cosas, uno que resolverá por completo todos los problemas de las personas que le aman. Refiriéndose a las condiciones actuales del mundo, Jesús dijo: “Mas al comenzar a suceder estas cosas, levántense erguidos y alcen sus cabezas, porque su liberación se acerca.”—Luc. 21:28; 2 Ped. 3:13.

      El saber esto nos da esperanza. Y esa esperanza nos da razón para vivir, sean cuales fueran los problemas que tengamos. ¿Por qué no enterarse más ampliamente acerca de esto? Los testigos de Jehová gustosamente le ayudarán.

      ¡Sí, con la ayuda de la Palabra de Dios, la Biblia, usted sí puede enfrentarse a la vida!

      “Humíllense . . . bajo la poderosa mano de Dios, . . . a la vez que echan sobre él toda su inquietud, porque él se interesa por ustedes.”—1 Ped. 5:6, 7.

  • ¡Tan feliz de estar viva!
    ¡Despertad! 1981 | 22 de diciembre
    • ¡Tan feliz de estar viva!

      SÍ, TRES veces intenté suicidarme. Pero... ¡Oh! ¡Ahora estoy tan feliz de estar viva!

      Me crié en un hogar quebrantado. Según mis recuerdos más remotos, mis padres nunca se llevaron bien. Por fin, cuando se divorciaron, me mandaron a una escuela de internos. Entonces durante los días de fiesta mi hermana y yo nos quedábamos en casa de diferentes parientes, porque mi padre, que era marinero mercante, no podía cuidarnos. Ambas crecimos con la idea de que no había nadie que nos quisiera.

      Durante mi adolescencia abandoné la Iglesia Católica Romana, porque sus enseñanzas me parecían contradictorias. Nunca pude creer en el tormento ardiente del infierno, ni en que fuera mi destino ir al cielo. Para mí, la muerte era sencillamente un tiempo de sosiego. Y en cuanto a que la vida actual tuviera algún significado, me parecía que mi existencia no tenía propósito alguno.

      El matrimonio no resolvió mis problemas. Empecé a sentirme vencida por las cosas. De vez en cuando salía a visitar a amistades, pero muy a menudo me decían: “¡Ay, estoy a punto de salir!,” o: “¿Me haces el favor de hacerme esto?” Me vi corriendo tras ellas y ellas no estaban dándome a mí la atención que me parecía que necesitaba.

      Me quedaba sentada leyendo libros casi todo el día. Dejé de cocinar. Dejé de hablar a la gente o de hacer cualquier cosa fuera de lo que era absolutamente necesario. La gente a mi alrededor no se fijaba en mí, o por lo menos así me parecía. Todo era tan raro. Me sentía desdichada, sola y desesperada porque me hacía falta alguien con quien pudiera hablar. Pero no había nadie. ¡Yo había excluido a todos de mi vida! Como resultado de todo esto hice mi primer intento de quitarme la vida.

      ¿Por qué recurrir al suicidio?

      Cuando una persona se propone suicidarse (y muchos que se lo proponen hacen planes muy cuidadosos), la gente a su alrededor entra en una de tres categorías. En la primera, están aquellos a quienes la persona ama muchísimo, pero a quienes le parece que de alguna manera les ha fallado. Cree que estos seres queridos lo pasarían mejor sin él o ella. En la segunda categoría están aquellos a quienes la persona quisiera dar golpe por golpe. Piensa que estas personas le han herido tan seriamente que la mejor manera de herirlas es por medio de quitarse la vida... entonces ciertamente les remorderá la conciencia. En el tercer grupo están aquellos que la persona cree que no se interesan en ella en absoluto, y a quienes no les importará aun si algo le sucede a ella. Al contemplar el pasado, me doy cuenta de que las tres ideas desempeñaron un papel en mi modo de pensar.

      Llegó el tiempo en que ya no podía hacer frente a todo lo que estaba sucediendo a mi alrededor. Amaba a mis hijos tiernamente, pero estaba realmente convencida de que llevarían una vida mejor sin mí, puesto que yo era tan incapaz. Luego, cuando tuve un desacuerdo con mi esposo, razoné que ciertamente mi muerte le sería un terrible golpe. Por último, no había nadie a mi alrededor que se interesara por mí y con quien yo pudiera hablar de mis problemas.

      Tramé mi muerte con cuidado. Abrí la llave del gas y me acosté para esperar la muerte. Cosa extraordinaria sucedió, en ese mismísimo momento mi esposo telefoneó para disculparse por nuestro desacuerdo. Puesto que nadie contestaba el teléfono, dejó el trabajo y vino a casa justo a tiempo. Alarmado por el olor a gas, rompió la puerta y me salvó la vida.

      Cuando volví en mí, me sentí sumamente turbada y enojada. Mi sentido de frustración fue tan agudo que poco después intenté por segunda vez suicidarme. Había vuelto a tener un desacuerdo con mi esposo, pero, en vez de encararme a mis problemas, lo único que sabía hacer era huir de ellos. Si solo hubiera sabido cómo hacerles frente... pero tal no era el caso.

      Me puse mi abrigo más pesado y caminé leguas, hasta el río Támesis. Razoné que, puesto que no sabía nadar, el peso del abrigo pronto me haría hundir. ¡Así fue! Pero, por pura casualidad, un bote de policía estaba por las cercanías del puente del cual yo me había lanzado. En cuestión de cinco o seis minutos me arrastraron a bordo. La policía me dijo que el mero peso de mi ropa mojada me hubiera arrastrado abajo y yo me hubiera ahogado si hubiesen llegado más tarde.

      Al tirarme, me lastimé, así que pasé muchos meses en el hospital. Debido a esto, hicieron arreglos para que mis hijos recibieran cuidado y protección. Las autoridades trataron de rehabilitarme por medio de la religión, la sicología y la siquiatría. Pero nunca lograron mucho.

      Después que me dieron de alta, comencé a tomar píldoras para mantenerme despierta, otras para tranquilizarme y aún otras para poder dormir... ¡hasta 20 diferentes clases de píldoras al día! Me di cuenta de que esta situación estaba perturbando mucho a mis hijos. Se me permitía traerlos a casa solo una vez a la semana, pero esto les estaba haciendo mucho daño. Así que de nuevo decidí librarlos, por medio de poner fin a mi existencia.

      A una hora avanzada de la noche, fui a un lugar bien solitario, el lugar más desolado que me vino a la mente, y me tragué todo mi surtido de píldoras... toditas. En realidad, no debiera estar viva hoy para contarlo. Pero de madrugada un hombre que vivía cerca se despertó con el ladrido de su perro y decidió sacarlo a pasear. El hombre me halló tendida en la hierba. Se me llevó rápidamente a un hospital y me hicieron un lavado del estómago.

      Cuando desperté, prorrumpí en lágrimas. Me sentía tan desconcertada y tan desgraciada. Me parecía que estaba en un cuarto muy oscuro. Mi soledad era tan profunda. No había nadie a quien pudiera acudir. Se me había salvado la vida, pero ¿para qué? ¡Cuánto deseaba morir!

      Mi cuerda de salvamento... la oración

      Bondadosamente mi esposo estableció un nuevo hogar para mí y los niños, y me resigné a cuidar de ellos hasta que tuvieran suficiente edad para cuidar de sí mismos. Entonces daría atención a lo que iba a hacer con mi vida. Todavía tenía un parecer derrotista.

      Un día mi esposo conversó con un testigo de Jehová. Mi esposo invitó al Testigo a que volviera a visitarnos, y cuando vino yo hablé con él. Siempre había respetado la Biblia y quedé totalmente asombrada ante el conocimiento que este señor tenía de ella. A cada pregunta que le hacía, él me daba una respuesta... ¡una bella respuesta bíblica!

      Como es de imaginarse, yo estaba en un estado sumamente deprimido en aquel entonces. Aunque yo sabía por instinto que había un Ser Supremo, nunca había sabido cómo comunicarme con él. Pero este hombre sabía orar... y ¡me enseñó a mí a orar! Recuerdo que pregunté: “¿Por qué orar en el nombre de Jesús? ¿Por qué orar a Dios? ¿Por qué no orar a Jesucristo? o ¿a María?” Se me dieron respuestas satisfactorias de las Escrituras. Fue como si alguien acabara de abrirme una puerta, y ¡qué agradecida estaba yo de entrar por ella!—Mat. 6:9; Juan 16:23, 24.

      En cuestión de semanas, empecé a orar como nunca antes había orado. Descubrí que no tenía que valerme por mí misma. No tenía que hacer todo yo sola. (Fili. 4:6, 7) En aquel entonces había estado fumando de 60 a 70 cigarrillos al día. Pero en solo tres o cuatro semanas dejé el hábito. Ya no necesitaba esa muleta.

      Pronto hallé gran gozo y contentamiento en compartir con mis vecinos el consuelo que las “buenas nuevas” me habían proporcionado. La asociación de la cual disfrutaba en las reuniones en el Salón del Reino local de los testigos de Jehová me suministró fortaleza adicional. A los seis meses, en mayo de 1975, dediqué mi vida a Jehová Dios.

      Hace más de 10 años que la idea de suicidio comenzó a dominarme. Todavía me pongo deprimida de vez en cuando al sobrevenirme los problemas, pero me imagino que eso les sucede a todos. Pero ahora tengo un ‘poder que es más allá de lo normal.’ (2 Cor. 4:7, 8) Tengo la ayuda de Jehová. Por triste que me sienta, Él siempre viene llamando a mi puerta... por supuesto, no en sentido literal, sino que de una manera u otra Él viene como para decirme: ‘¡No estás desamparada!’

      Mi cuerda de salvamento que es la oración siempre está disponible. Estoy verdaderamente agradecida. Tengo mi vida, una familia amorosa y un propósito en la vida. ¿Qué más se puede pedir?—Contribuido por una lectora de “¡Despertad!” que vive en Inglaterra.

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